Traducido del inglés para Rebelión por Ulises Juárez Polanco y revisado por Manuel Talens
¿Cuál es la situación actual en el territorio de Palestina? Los relatos israelíes, que continúan dominando los medios de comunicación internacional, presentan una imagen que es absolutamente contraria a la realidad. La reorganización militar en Gaza se publicitó como el inicio del proceso de paz; una gran retirada del general Ariel Sharon, retratado como un hombre de paz. Pero la verdad continúa siendo que Palestina se extiende a la largo de 27.000 kilómetros cuadrados, de los cuales Cisjordania constituye apenas 5.860 y la Franja de Gaza sólo 360, lo cual equivale a únicamente 1,3% del territorio de la Palestina histórica. Por eso, incluso si Sharon se hubiese retirado realmente de Gaza, lo habría hecho apenas de un 5,8% de los territorios ocupados.
Pero los israelíes no se fueron de Gaza. Se organizó un gran despliegue mediático en torno al gran sacrificio que Israel estaba haciendo y a cuán doloroso era para los colonos el tener que marcharse. Si uno roba un pedazo de tierra y lo conserva veinte años, claro que duele marcharse, pero sigue siendo algo robado que debería ser devuelto a sus dueños. Antes de la separación, un total de 152 asentamientos existían en los territorios ocupados: 101 en Cisjordania, 20 en Jerusalén Este y 21 en la Franja de Gaza. Estos números no incluyen los asentamientos que Sharon y el ejército israelí han creado en Cisjordania sin reconocerlos oficialmente. Con la separación y la evacuación de los asentamientos en Gaza y otros cuatro asentamientos pequeños en el área de Benin de Cisjordania, 127 asentamientos permanecen en esos lugares.
La población total de colonos -ilegales de acuerdo con el derecho internacional y el veredicto de 2004 de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que establecen que el muro de separación y cada asentamiento en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este deben ser eliminados – suma unos 436.000 personas: 190.000 en Jerusalén y 246.000 en Cisjordania. Sólo 8.475, o dos por ciento del total de colonos ilegales en los territorios ocupados, hubieron de abandonar la Franja de Gaza y el área de Jenín. Y aún así, en el mismo período, la población instalada en Cisjordania ha crecido de manera enorme en 15.800.
Entonces, ¿por qué sacar colonos de Gaza si la reorganización militar era sólo un ejercicio de traslado? Primero, Israel nunca ha querido realmente mantenerlos ahí. Eran una ficha barata a usar cuando llegase el momento de hablar del futuro de los territorios ocupados. Pero mantener la seguridad de este número relativamente reducido de colonos con una presencia militar en la Franja de Gaza era probadamente costoso.
Segundo, Israel ya tenía agotados los recursos de agua en Gaza, tras haber intervenido los acuíferos subterráneos al este de Gaza -lo cual ha dado lugar a su salinización por filtración osmótica del agua del mar en el acuífero costero de Gaza- y a través del sobrebombeo del acuífero existente realizado por los asentamientos israelíes. Como secuela, los gazanos se han quedado con los recursos de agua salobres, que causan altos índices de fallas de riñón. La concentración máxima aceptada de cloruro en el agua potable, según las normas de la Organización Mundial de la Salud, es de 250 mg por litro. En la mayoría de las áreas de Gaza, la concentración se ubica entre 1.200 y 2.500 mg por litro.
Un mito adicional que Israel ha mantenido con éxito es que la retirada de sus colonos ha significado el fin de la ocupación de Gaza. Empero, la Franja todavía sigue ocupada tanto como solía estarlo. Lo que ha cambiado es sólo la estructura de la ocupación. Libre de la responsabilidad de mantener una presencia física dentro de Gaza para «proteger» a sus colonos, ahora es mucho más fácil y menos costoso para Israel controlar la Franja de Gaza a distancia, por medio de su tecnología militar de vanguardia.
El ejército israelí está localizado en el área de Erez, en Gaza Norte. Desde ahí, continúa ocupando una franja de tierra sobre la frontera este de Gaza de entre 900 metros y un kilómetro de largo -de nuevo, todo en un área de apenas 360 kilómetros cuadrados – y mantiene control sobre el espacio aéreo y áreas litorales y territoriales de Gaza. Todos los puntos de entrada y salida a la Franja se mantienen bajo control israelí y es Israel quien decide si a centenares de pacientes que están en una urgente necesidad de tratamiento se les permite o no salir de la Franja de Gaza. A pesar de los últimos acuerdos agenciados por Condoleezza Rice referentes a la apertura de paso por la frontera Gaza-Egipto, Israel mantiene un control absoluto del paso de las mercancías y su derecho de monitorear el movimiento de los palestinos; responsabilidades de las que con frecuencia ha abusado en el pasado.
Gaza se mantiene como una enorme prisión, y las perspectivas de desarrollo económico en tal contexto son sombrías. El riesgo que el control permanente de Israel sobre Gaza sólo profundiza sus esfuerzos para amputarla de Cisjordania a largo plazo, destruyendo así la unidad y el vínculo entre los palestinos y el derecho de los palestinos a un Estado unificado único en el futuro constituye una seria preocupación.
Sharon está usando la reorganización militar de Gaza, que fue descrita de manera exagerada como una concesión épica, para imponer unilateralmente el futuro de esta área. La construcción de su muro ignominioso y la expansión de los asentamientos darán lugar eventualmente a la total anexión de no menos del 50 por ciento de Cisjordania, incluido Jerusalén Este, y la destrucción de un Estado Palestino viable, unificado y coherente
El muro se adentra hasta 35 kilómetros en Cisjordania. Su construcción ya ha significado la anexión del 9,5 por ciento de la tierra de Cisjordania. El área expropiada para los asentamientos agrega otro ocho por ciento a esta suma, mientras que el edificio del muro del este en el Valle del Jordán permitirá a Israel anexar otro 28,5 por ciento de Cisjordania.
El muro está siendo construido a una gran velocidad, sin importar la opinión consultiva de la CIJ. Tendrá unos 750 kilómetros de largo, tres veces más largo y dos veces más alto que el Muro de Berlín. Más de 1.060.000 árboles -mayoritariamente olivos – han sido arrancados de raíz por las máquinas excavadoras israelíes, no en el interior de las fronteras de 1967, sino de los territorios ocupados, separando palestinos de palestinos, y no palestinos de israelíes, como asegura Sharon.
Este muro aislará a no menos de 250.000 palestinos sólo en Jerusalén. Por lo menos otros 50-70.000 palestinos con tarjetas de identificación de Jerusalén terminarán afuera del muro, sin poder acceder libremente a Jerusalén, y perderán acceso a los servicios de educación y de salud. Se trata del inicio de un proceso que concluirá quitándoles sus tarjetas de identificación y forzándolos a estar afuera del área de Jerusalén a donde pertenecen.
En algunos lugares, el muro divide casas en dos. En Jerusalén, cerca de Anata, el muro separa el patio de receso y campos del propio edificio de una escuela. En la ciudad de Qalqilya, 46.000 personas están rodeadas por el muro en todas las direcciones, dejando sólo una entrada, una calle de 8 metros de ancho con un portón, a través del que pueden pasar. Soldados israelíes tienen la llave de este portón y pueden aislar la ciudad cuando decidan.
Un permiso es necesario para cruzar el muro; pero es casi imposible de obtener. E incluso si uno logra obtener ese permiso, aún tiene que sortear los incómodos horarios de la apertura de las puertas. En el área de Jayous, se puede cruzar entre las 7:40 y las 8 de la mañana, entre las 14 y las 14:15 de la tarde y entre las 18.45 y las 19 de la tarde: un total de 50 minutos por día. En ocasiones, el ejército «olvida» abrir las puertas y escolares, profesores, granjeros, pacientes y otra gente ordinaria deben esperar indefinidamente.
Si el plan de partición de la ONU de 1947 se hubiera implementado, habría dos estados: un Estado Palestino sobre el 45 por ciento de las tierras de la histórica Palestina y un Estado Israelí sobre el 55 por ciento. En 1967, el Estado Israelí constituía el 78 por ciento de esta tierra. Lo que quedó fue Cisjordania y la Franja de Gaza; lo que los palestinos consintieron en 1988 cuando el Consejo Nacional Palestino aceptó una solución de dos estados. Esto representó un compromiso sin precedentes para los palestinos, pues entregaba efectivamente más de la mitad de lo que la ONU les había asignado.
Lo que Ehud Barak le ofreció a Arafat en Camp David en 2000 no fue distinto del plan de Sharon, en el que quería retener el Valle del Jordán, Jerusalén y grandes porciones de los asentamientos. Tras haber llevado a los palestinos a su peor condición humanitaria y económica de todos los tiempos, Sharon ha creado unas condiciones en las que puede actuar de forma independiente para decidir la forma que tomará cualquier «proceso de paz» futuro. Su plan, si termina su muro y si tiene éxito en su acción unilateral para imponer una solución, que tantos líderes en la comunidad internacional aclaman y aprecian, transformará la idea de un Estado Palestino en algo que sólo podrá ser descrito como Bantustanes y conglomerados de guetos.
Ésa la motivación real que subyace al muro. Lejos de haber sido construido por razones de seguridad, simboliza un plan predeterminado del ejército para anexar los territorios ocupados y determinar el resultado del supuesto proceso de paz. El ejército israelí ha reimpuesto cierres y severas restricciones de movimiento en Cisjordania, argumentando que las carreteras principales están bloqueadas por vehículos palestinos, con la excepción de algún transporte público. En cambio, las carreteras han sido asignadas sólo para el uso de los colonos israelíes y del ejército, lo cual refleja un elemento de discriminación que ni siquiera se observó en el apogeo del apartheid en Sudáfrica.
Los palestinos comunes no pueden ir al trabajo, las mujeres embarazadas no pueden ir al hospital para dar a luz, pacientes que están en una necesidad crítica de una diálisis de riñón o de un tratamiento urgente por ataques cardíacos podrían morir en sus casas sin siquiera poder llegar al hospital, y la economía palestina está complemente paralizada.
¿Dónde está el proceso de paz en todo esto, si Sharon se niega a reconocer la presencia de un socio palestino y la idea de una conferencia internacional de paz? Sharon dice que no hay lugar para negociaciones acerca de Jerusalén, el Valle del Jordán y asentamientos, y que él decidirá el futuro unilateralmente sin ninguna participación palestina o internacional. Y si hay negociaciones, tendrán lugar entre los dirigentes del derechista Partido Likud y el liderazgo derechista más extremista representado por Netanyahu, o entre Sharon y los colonos.
Nosotros exigimos una conferencia internacional de paz en la que la resolución del conflicto regrese a sus orígenes dentro del derecho internacional, y donde la opinión consultiva de la CIJ se tenga en cuenta.
Lo que está ocurriendo en esta tierra es la creación de un sistema de apartheid. De los 960 millones de metros cúbicos de agua generada en Cisjordania a los palestinos se les permite usar sólo 109, una décima parte de nuestra agua. El resto va a Israel. En promedio, se permite a un ciudadano palestino en Cisjordania usar no más de 36 metros cúbicos de agua por año, mientras que los colonos israelíes en Cisjordania pueden usar hasta 2.400 metros cúbicos. No se nos permite usar nuestras propias carreteras y calles. No se nos permite construir casas. No se nos permite desplazarnos libremente. Nuestro PIB per cápita es inferior a 1.000 dólares US, mientras que el de Israel es casi 20.000, y encima tenemos un impuesto obligatorio y un mercado común que nos obliga a comprar productos al mismo precio que los israelíes.
Esto es bien ilustrativo del grave desequilibrio de poder en esta tierra, que no puede repararse sin la intervención y el apoyo de la comunidad internacional.
Un camino para corregir esta situación es hacer lo que se hizo con éxito en el caso de Sudáfrica, que es imponer sanciones. Un aspecto clave de esto se basa en la eliminación de vínculos militares con Israel, el cuarto exportador militar más grande en el mundo. Necesitamos un movimiento de no-cooperación militar que se concentre en la desinversión y que vincule los acuerdos económicos con la obediencia de Israel al derecho internacional y la implementación de las resoluciones internacionales.
Los palestino merecen liberarse de este sufrimiento de larga data que han soportado durante 600 años de gobierno extranjero, 58 años de desalojo y 38 años de ocupación militar, que se ha convertido en la más extensa en la historia moderna. Los mismos israelíes nunca serán verdaderamente libres a menos que terminen esta supresión del pueblo palestino.
Llega un momento en la vida de un pueblo en que ya no se puede tolerar más la injusticia. Ese momento ha llegado para los palestinos. Aspiramos a ser libres y seremos libres.
Mustafa Al-Barghouthi es secretario general de la Iniciativa Nacional Palestina.
Al-Ahram Weekly, Edición No. 771, Diciembre 1 – 7 de 2005.
Original en ingles: Al-Jazeerah.