Traducido para Rebelión por Guillermo F. Parodi
En mayo de 2013, cientos de miles de personas salieron a las calles de mi país natal, Turquía. Los medios hablaban de la destrucción de un parque y de la islamización de la sociedad; no convencido por esas explicaciones, queriendo participar y comprender, decidí ver qué sucedía con mis propios ojos. En Estambul me resultó evidente que la causa profunda de este movimiento era el capitalismo, tan desarrollado en Turquía que se la llamaba «Little América».
Los levantamientos populares no aparecen sin razón
Miles de manifestantes atraviesan el Bósforo yendo a Gezi, la mañana del 1 de junio – foto vía Twitter
Todo comenzó cuando algunas decenas de activistas del movimiento «Derecho a la Ciudad» se opusieron a la destrucción del parque Gezi el 27 de mayo de 2013, junto a la plaza Taksim en pleno corazón de Estambul. En esos momentos, nadie dudaba que se encontraba en el principio de un levantamiento popular mayor. Algunas personas organizadas y valientes se enfrentaron con lo que consideraban que era injusto e, indignados por las violentas intervenciones policiales, miles y luego, cientos de miles de personas salieron a las calles. En pocos días, las manifestaciones se habían extendido por todo el país, y, en Estambul, la muchedumbre habían hecho retroceder a las fuerzas del orden y la ocupación de Gezi había comenzado.
No era, sin embargo la primera vez que los manifestantes se enfrentaban a una represión policial violenta. Pocas semanas antes, el gobierno impidió, de manera extremadamente violenta, la reunión histórica del 1º de mayo en la plaza Taksim. En lo que se refiere a la libertad de expresión, la ONG Reporteros sin Fronteras publicó en 2012 un informe titulado «Turquía – la más grande prisión a periodistas del mundo».
En ocasión de una de mis visitas al barrio de Gazi (barrio históricamente revolucionario de Estambul) en junio de 2013, conocí a una joven periodista de «Yürüyüş» (la Marcha). La Marcha es el nombre del semanario marxista de Gazi, publican también libros. Esta periodista me relató de la siguiente manera la operación del gobierno del 18 de enero de 2013 contra la «Asociación de Abogados Contemporáneos»:
«Ese día, un equipo de intervención especial irrumpió en nuestras oficinas. Arrestaron a algunos colegas y ¡se apropiaron de todo nuestro material! : las cámaras, el equipo técnico, las computadoras y ¡hasta los lápices de colores! Para mí, lo más terrible fue verlos llevar cajas de cartón llenas de libros que habíamos publicado.»
En los barrios como el de Gazi en Estambul, los más pobres y las minorías provenientes de todo el país crecieron con la represión del Estado: gases lacrimógenos, spray de pimienta, cañones de agua, balas de caucho, y para algunos, balas reales e intervenciones militares.
La mercantilización del espacio y recursos públicos en Turquía tampoco es una práctica nueva. Los proyectos «HES» de centrales hidroeléctricas, que se multiplicaron rápidamente estos últimos años, son la prueba: los recursos naturales de agua se privatizan, los ríos diezmados y el medio ambiente se deteriora, todo para obtener beneficios también para el sector privado.
Volviendo a nuestro tema, el parque Gezi fue un comienzo, pero no fue el origen de este movimiento de masas. Gezi fue la chispa que provocó la reunión de decenas de asociaciones y partidos, así como de los millones de individuos a través de toda la Turquía.
Las personas no se quedan en las calles eternamente
Desde la ocupación de Gezi, manifestaciones de solidaridad tienen lugar frecuentemente a nivel local, nacional e internacional.
Recuerdo una noche en la que el parque estaba muy concurrido. Había, entre otras cosas, una larga cadena humana de mujeres que circulaban y que cantaban: ¿»Tayyip donde estás? ¡Las madres están acá! » en respuesta a la llamada televisada de Primer Ministro Tayyip Erdogan en la que pedía a las madres «llamar a sus niños a retornar del parque Gezi por su propia seguridad». ¡La gente alrededor de la cadena replicaba cantando «Sus niños están orgullosos de ustedes! «.
Se vieron abuelas llevando platos al «Mercado revolucionario» del parque donde todo era gratuito. Se vieron nacionalistas turcos luchar codo a codo con kurdos contra la represión policial, se vieron personas que abrían sus puertas a los manifestantes que huían de la violencia policial.
Se vio una mesa de Iftar (la cena para cesar el ayuno durante el Ramadan) «del pueblo» que se extendía más de un kilómetro sobre los adoquines de la mayor avenida comercial de Estambul (Istikler) donde creyentes y ateos cenaban juntos para manifestar contra el banquete de lujo del Gobierno sobre la plaza Taksim.
Todos los días durante más de un mes, manifestaciones de solidaridad tuvieron lugar en distintas ciudades de Turquía. Ese tipo de manifestaciones se repitieron también a nivel internacional, en China, Bulgaria, Argentina, en el Reino Unido, en los Estados Unidos, Suiza, en Siria, España, Chile, en Brasil, Noruega, Alemania, en República Checa y en otros países. Un pianista llegó de Italia, con su piano de cola, para tocar durante horas para los manifestantes de la plaza Taksim.
Pianista italiano en la plaza Taksim – vía getty Images
Sin embargo, a pesar de las ganas y la fuerza que circulan en el momento de estos encuentros, la gente no se queda en las calles eternamente y es normal. Esta ola de protesta podría bien acabar por desaparecer, pero no los rastros que habrá dejado en forma de recuerdos. Éstos quedarán grabados para siempre en el espíritu de la gente recordándoles el sentimiento que se tiene al trabajar en equipo, más los unos por los otros, que cada cual para sí.
Cualquiera que sea la continuación, el movimiento de Gezi difundió una nueva cultura de resistencia y solidaridad en el seno de la sociedad turca, así como una gran ola de politización.
Dos temas aparecen en casi todas las réplicas a la pregunta «¿algo cambió desde el comienzo de las manifestaciones?». El primero es la falta de confianza creciente hacia las instituciones públicas y privadas de la clase dirigente, como por ejemplo los medios de comunicación. Estos últimos mostraron que mentían, deformaban y omitían los hechos de manera repetida y sistemática -ya que controlados sea directamente por el partido en el poder o por los patrones que lo apoyan o también por otros, que se imponen la autocensura editorial por miedo a las represalias. El segundo tema es, la caída de lo que muchos llaman en Turquía «el muro del terror», que impedía de manera importante manifestarse contra el gobierno.
El problema de fondo es siempre el mismo
Vivimos en un mundo en el que el » 1 % de los más ricos poseen el 40 % de la riqueza mundial » y en el que el » 50 % de los adultos solo poseen el 1 % » de acuerdo con un artículo basado en un informe de la ONU publicado por The Guardian en 2006. Esta concentración es inherente a la economía mundial capitalista y Turquía no es la excepción.
La explotación y la opresión del pueblo, así como la concentración de la riqueza y el poder provienen ambas del sistema capitalista-imperialista.
Cuando se toma una consecuencia (la represión policial) por una causa (el sistema capitalista), se pierden de vista los objetivos. Muchos manifestantes de la plaza Taksim cayeron en esa confusión. Durante el mes de junio en Tksim, yo preguntaba: «Por qué estás aquí?» Una joven mujer perteneciente a los «Jóvenes Turcos», que es una organización de la juventud nacionalista-kemalista [1] , me respondió: «Manifestamos contra la represión policial y para restablecer una Turquía de Ataruk».
Otra tarde, cuando volvía de una manifestación en Gezi, un chofer de taxi me decía: «Turquía es el país más libre del mundo«. Lo decía en el momento en que más de 7500 manifestantes habían sido heridos -5 muertos y decenas en estado crítico según la Asociación Médica Turca. «Viajé a través de toda Europa como camionero, créeme allá es mucho peor. Acá tu eres libre para manifestarte pacíficamente, nadie te lo va a impedir«, agregó.
En ocasión de un levantamiento popular, los representantes de las clases dirigentes hacen un gran esfuerzo para convencernos que el problema es específico (islamización, falta de democracia, uso «excesivo» de la fuerza, autoritarismo…). El objetivo es presentar a todos los problemas socio-económicos y políticos como independientes y aislados, así, el pueblo no cuestiona al sistema en su conjunto.
El hecho es que estos problemas no desaparecen después de reformas del sistema político o económico. Al contrario, vuelven sin cesar, bajo otras formas, porque son inherentes al capitalismo. El capitalismo está basado en la explotación del pueblo, su naturaleza provoca la concentración del poder y la riqueza lo que lleva lógicamente a la opresión del pueblo.
Estandarte en el parque Gezi – Foto de Arkan Akin
El problema de fondo siempre ha sido el mismo, la solución también: el anticapitalismo que tenga como objetivo instalar una alternativa realmente democrática y socialista.
Este fin no es alcanzable sin una organización amplia y profunda de la sociedad, una organización popular. La coordinación al nivel internacional, con un abandono de la doblez nacionalista, es también necesaria. Esto no se hará de la noche a la mañana, sin embargo debemos tener cuidado a no tomar consecuencias como si fueran las causas de los problemas socioeconómicos o políticos. El peligro con esta confusión es caer en un reformismo ilusorio que sólo modificará la forma de estos problemas, sin aportarnos la libertad por la que luchamos.
Como lo dice Slavoj Zizek en su artículo titulado Problemas en el Paraíso: «esta conclusión –que el fracaso podría ser inherente al principio por el cual combatimos — es un gran paso en la educación política. »
Notas del Traductor :
[1] Por Mustafá Kemal Ataturk fundador de la República de Turquía en 1923. http://www.hispanatolia.com/seccion/23/id_cat,3/id,36/que-es-el-kemalismo