Traducción del hebreo de El negro Gómez
La renuncia fundamental de la dirección palestina es la renuncia a su propio pueblo ocupado como factor activo de la lucha por su emancipación.
Para esta afirmación no hacen falta documentos filtrados. Los «papeles palestinos» confirman un secreto a voces: al contrario de las declaraciones clamadas en las plazas públicas, la dirección de la OLP/Autoridad Palestina está dispuesta a renuncias significativas en el sancta sanctorum de la reivindicación tradicional palestina: el derecho al retorno de los refugiados la Nakba.
«Cuando reclamamos una solución de dos Estados, no nos referimos a dos Estados palestinos«, me dijo un dirigente de Movimiento de Liberación Palestina (Fatah) al referirse a la cuestión del regreso a sus hogares de los refugiados.
Si la dirección de la OLP respetara a su pueblo, no hablaría con doble significado, sino que conduciría una discusión abierta acerca de ese sancta sanctorum: daría participación a su pueblo (en Palestina y en el exilio) de sus conclusiones: que el derecho de retorno soñado no se puede conseguir -por lo menos en esta etapa de la historia- y que no es justo por ello seguir manteniendo presas a casi cuatro millones de personas bajo la bota de la ocupación.
Otros palestinos habrían respondido a esta dirección que bajo el manto de las negociaciones, y a pesar de las renuncias palestinas, Israel de todas maneras simplemente expandió sus asentamientos.
No son problemas técnicos los que impiden un debate democrático como éste, sino la falta de visión [de esta dirección] que no ve a las masas populares como factor generador de cambios.
La OLP cuelga sus esperanzas en grupos de apoyo económico y en la diplomacia de los estados occidentales, quienes colaboran con la política de la ocupación. Hamás -adicto a la lucha armada y sus supuestas conquistas- depende de sus propios grupos de apoyo económico externos y espera la caída de los regímenes pro occidentales a manos de las corrientes islamistas radicales.
Los dos rivales palestinos saben usar la capacidad de resistencia y la creatividad de su pueblo, que sufre la tortura diaria impuesta por un gobierno extranjero. Pero ninguno de los dos ayuda a traducir esa capacidad de resistencia personal y colectiva en una estrategia de lucha popular de masas no armada. Una estrategia de lucha popular es una obligación cotidiana, en primer lugar para quien se presenta a sí mismo como dirigente. Es la única opción que queda luego de las tragedias causadas por las negociaciones conducidas por aficionados en los años 90 y el uso de las armas -especialmente contra civiles- en la década pasada.
Esta opción [la lucha popular de masas] es la que la misma Israel demuestra diariamente hasta qué punto es peligrosa para su régimen de ocupación. De otra manera no invertiría tanto en reprimirla.
Pero una estrategia de lucha popular general (no sólo en cinco poblados ejemplares) va contra las prebendas del poder a las que la dirección de la OLP y Fatah se acostumbraron; prebendas que dependen directamente de los permisos de movimiento otorgados por la Administración Civil (de ocupación) y los contratos de la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el «Desarrollo Internacional»). Así se afirma la Autoridad Palestina como canal de traspaso de dineros y como élite desconectada de su pueblo. ¿Dónde están los miembros del Consejo Revolucionario de Fatah? ¿Dónde están los miembros del Comité Central de la OLP? ¿Por qué no difunden la propuesta de la lucha de masas a otras regiones de Cisjordania?
Y hablando de Hamás: el potencial democrático que existe en la acción popular de las masas va contra elarácter militarista que esta corriente desarrolla, con la obsecuencia de pensamiento que exige, tal como ha demostrado el estilo de su gobierno en Gaza.
Hamás y la OLP se dedican al mantenimiento de su espuria posición, como dos gobiernos cuya existencia y mantenimiento se vuelven objetivos en sí mismos.
Si no hubieran renunciado a su propio pueblo como factor determinante, serían entonces dos fuerzas rivales que lo escuchan, y en primer lugar encontrarían el camino para terminar con la dualidad de gobierno.
¿Que los EE.UU. demandan y ponen condiciones? ¿Que Irán y la Hermandad Islámica susurran instrucciones?
–¡Perdón!, diría una dirección bicéfala -«hay acá un PUEBLO, y debemos tener en cuenta su opinión».
Fuente: http://www.haaretz.co.il/
rCR