Después de seis años y medio de manifestaciones semanales, los habitantes de este pueblo de Cisjordania recuperan parte de las tierras que el ejército israelí les confiscó para construir la barrera de separación. Las protestas van a continuar hasta que les devuelvan todo lo que es suyo. Bil’in, un pequeño pueblo de unos 2.000 habitantes […]
Después de seis años y medio de manifestaciones semanales, los habitantes de este pueblo de Cisjordania recuperan parte de las tierras que el ejército israelí les confiscó para construir la barrera de separación. Las protestas van a continuar hasta que les devuelvan todo lo que es suyo.
Bil’in, un pequeño pueblo de unos 2.000 habitantes situado a 15 quilómetros de Ramallah, ya no es sólo un símbolo de la resistencia palestina contra la ocupación israelí. Desde hace unos días también representa la victoria y los avances que puede conseguir la lucha no violenta. Después de seis años y medio de celebrar todos los viernes una manifestación contra la valla que impedía a los lugareños el acceso a sus tierras de cultivo, básicamente campos de olivos, el pasado 26 de junio excavadoras del ejército hebreo empezaron a desmontar la barrera.
Los militares no han hecho otra cosa que cumplir, con más de cuatro años de retraso, una sentencia de la Corte Suprema israelí que negaba que el trazado de la valla se justificara por razones de seguridad. Con la medida, los habitantes de Bil’in han recuperado el acceso a 275 acres de los 600 que les fueron confiscados con la construcción de una barrera que, ahora, se levanta unos centenares de metros más alejada del centro de la población. «Vivimos un momento de alegría, pero no es una felicidad absoluta porque todavía no podemos alcanzar una parte importante de nuestras tierras. Es una victoria, pero tenemos que seguir luchando para exigir lo que es nuestro, porque la ocupación continua, no sólo aquí, sino en toda Palestina», declara al Centro de Información Alternativa Mohammed Khattib, el líder del comité popular de Bil’in.
La Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, dictaminó en 2004 que el muro del apartheid era ilegal, pero eso no ha significado que la pared de hormigón o la valla eléctrica que penetra y divide el territorio palestino haya sido desmantelada. El caso de Bil’in es paradigmático. La barrera se construyó penetrando en el pueblo, confiscando las tierras a sus habitantes. La motivación real no era la seguridad, como siempre han defendido los gobiernos de Tel Aviv, sino ganar superficie pensando en la expansión del asentamiento judío de Modin Illit y, a su vez, impedir el crecimiento natural de Bil’in.
No resignarse
La población local decidió no resignarse y luchar para defender sus intereses. Después de crear un comité popular que ha liderado la resistencia, a principios de 2005 empezaron las manifestaciones de los viernes contra el muro. Lo que al principio era un acto que sólo contaba con la participación de los palestinos de Bil’in, rápidamente empezó a llamar la atención de activistas israelíes e internacionales, que se sumaron a una protesta que habitualmente congregaba a centenares de personas. Los medios internacionales se fijaron en la historia de Bil’in y el pueblo se convirtió en un símbolo de la resistencia no violenta contra la ocupación.
«Nuestra victoria demuestra que el camino de la lucha no violenta es el correcto. Si nos lo creemos y vamos todos unidos podemos lograr más éxitos, a pesar de las dificultades y del coste que supone la resistencia», comenta Mohammed Khattib. Bil’in se ha convertido en un referente y en un modelo a seguir, hasta el punto que otros pueblos con problemáticas similares (construcción del muro y confiscación de tierras), como Nil’in, Nabi Saleh o al-Massara han seguido su ejemplo y también celebran manifestaciones todos los viernes, habitualmente con la presencia de activistas internacionales e israelíes.
A pesar de que la prensa israelí siempre habla de los «choques violentes» entre los manifestantes y los soldados, la realidad es que las marchas se caracterizan por ser pacíficas y la única violencia es la que emplea el ejército para reprimirla. «La resistencia no violenta nos permite ganar apoyos internacionales y también genera mayor consenso entre nuestra población, a pesar de que tenemos el derecho reconocido internacionalmente de defendernos por la fuerza», subraya Khattib.
Los soldados hebreos siempre han optado por la represión violenta. Así, los disparos de balas de acero cubiertas de goma y botes de gas lacrimógeno son una constante en un tipo de manifestaciones que sólo en Bil’in se han cobrado más de 1.400 heridos desde el 2005 y unos 140 detenidos. Además, los hermanos Bassem y Jawaher Abu Rahman fueros asesinados en sendas protestas de abril de 2009 y enero de 2010, respectivamente.
Nuevas formas de lucha
El pasado viernes 1 de julio, los ciudadanos de Bil’in dieron el primer paso a la nueva fase de su lucha contra la valla. La tradicional manifestación culminó con la construcción de una vivienda en las tierras recuperadas. Y es que la intención es construir un nuevo barrio, para subrayar que la zona forma parte de Bil’in y que tienen la intención no sólo de quedarse en su pueblo, sino de hacerlo crecer y prosperar, a la vez que siguen luchando por lo que es suyo. Una actuación de dabka, una danza tradicional palestina, demostraba también que no se trataba de un viernes más y que, por una vez, tenían algo que celebrar. La resistencia, como destaca Khattib, no puede terminar aquí porque la ilegal ocupación de Palestina, según las resoluciones internacionales, no se detiene.