Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis
¿Qué induciría a una mujer joven a dejar su pequeño pueblo norteamericano para luchar por los derechos de un grupo de personas al que ella apenas conocía?
En Mi Nombre es Rachel Corrie – la historia de la vida, y muerte, de la activista por la paz de 23 años, en Gaza – nosotros lo averiguamos.
El 16 de marzo del 2003, la vida de Corrie acabó rudamente cuando fue aplastada por una excavadora del Ejército israelí mientras intentaba detener la demolición de un edificio palestino en el campo de refugiados de Rafah.
Ella dejó atrás una serie de diarios, escritos desde cuando tenía 12 años hasta su vida como una estudiante activista, así como e-mails de su tiempo en Gaza.
Estos son los que forman la base de la obra que está dirigida por Alan Rickman y que está siendo representada actualmente en el teatro de la Corte Real de Londres.
Desde la apertura de la obra – con Corrie tendida en su cama, mirando atrás a las raíces de su deseo de convertirse en una activista – a sus experiencias del cabalgante conflicto en Gaza, vemos a la persona real tras la activista.
Nosotros oímos hablar de sus esfuerzos por reconquistar a un antiguo novio, sus sentimientos contrastantes de amor y frustración hacia sus padres, su desorden e incesante redacción e incluso la ironía de ver la Mascota Sematary en la televisión en una casa que tenía agujeros de bala en las paredes.
Su diario también da una visión en las vidas ordinarias de los palestinos que están constantemente temerosos de que sus casas sean destruidas por tanques israelíes.
Grabó la espera interminable en los puntos israelíes de control militar y la valentía de aquellos que insistieron en mejorar sus asedios de balas, así como las cosas pequeñas – la preocupación de una mujer del lugar cuando se puso enferma de gripe y las pegatinas de luz en la oscuridad de la alcoba de un adolescente.
La obra gira alrededor de una persona y por consiguiente sólo necesita una voz, la de la propia Corrie, interpretada magníficamente por Megan Dodds.
Ella se las compone para llevar la exuberancia juvenil y el ultraje de las injusticias del mundo que caracterizaron la vida de Corrie.
La representación, diseñado por Hildegard Bechtler, transparentemente cambia de una alcoba en Olympia, Washington, a una casa palestina baleada, vía un café de internet.
Pero lo que prevalece sobre todo es el carácter de Corrie- sus esperanzas y miedos, sus inseguridades a estar en semejante peligroso lugar y su convicción inextinguible de que habían algo que ella podría hacer para ayudar.
» Excepcionalmente valiente»
Esta obra no intenta convertir a Corrie en una santa. De hecho en sus primeros años, ella viene a veces a ser como precoz – incluso completamente arrogante en momentos – un hecho que ella admitió libremente en la vida más tarde.
Pero te deja sentir que era una joven mujer excepcionalmente valiente. Muchas personas quieren hacer del mundo un lugar mejor, pero pocos luchan tan solos-concienzudamente para lograrlo.
Mi Nombre es Rachel Corrie es indudablemente polémica, como es casi cualquier forma de arte basada en la política de Oriente Medio.
No espere una vista imparcial del conflicto – ésta es la visión de la situación de una mujer joven, y lo que ella vio era intenso sufrimiento y tragedia entre la comunidad palestina en el sur de Gaza.
Pero lo que la obra da es una excepcional cuenta personal de la corta vida de alguien que se sentía encaminada a ayudar a los oprimidos – una exigencia que la llevó a una tierra lejos de casa, a una disputa de la que ella sabía poco.
Rachel Corrie pudo haber muerto hace ya más de dos años, pero esta obra parece dispuesta a guardar su legado vivo durante muchos años por venir.
19 de abril de 2005