Traducción: Husein Khzam
La visita que hizo el embajador de Estados Unidos a Hama la semana pasada (8/7/2011), merece una mención especial en los archivos de las relaciones entre Estados Unidos y el régimen del «movimiento correctivo» [1], a lo largo de los 30 años del padre (Hafez Al-Assad), y los 11 del hijo (Bachar Al-Assad). Un lugar especial cuyo valor dramático no nace de un cambio cualitativo en el curso de las relaciones entre los dos países (una sucesión de avatares cambiantes sin ninguna cohesión), sino del drama que llama al teatro y a la teatralización, cada uno en su escenario, tanto en Damasco como en Washington, cada uno con sus «maneras» interpretativas, y de acuerdo con los mensajes y señales que quieren emitir.
El embajador no hizo su viaje montado a lomos de un camello o de un caballo, atravesando audazmente la zonas criticas, lejos del control y la «observacion» del régimen (como pretende el propio régimen). El embajador no pretendía una aventura peligrosa, a pesar de la tentación orientalista inevitable, sino que informó al Ministerio sirio de Asuntos Exteriores. Tampoco las autoridades sirias iban a permitir que el embajador del país mas potente del planeta pusiera su vida en peligro viajando como si fuera un turista. El régimen mandó a sus «guardaespaldas» a distancia para que se ocuparan de la tarea de protegerlo. No por temor a los manifestantes pacíficos desarmados y descontentos con las políticas de Estados Unidos, sino para protegerle de los shabiha (matones) del propio régimen, que podrían ver en el embajador una presa apetecible para sus fusiles.
Lo que no estaba acordado, según distintas fuentes, es que el embajador permaneciese en la ciudad de Hama hasta el día siguiente [2], precisamente ese viernes del «No al diálogo con el régimen» en el que estaban previstas multitudinarias manifestaciones en la plaza Al-Aasi.
Tal vez todo el simbolismo de la cólera del régimen, como del júbilo del ministerio de exteriores estadounidense, radica en este detalle directo: es decir, en el hecho de que el embajador se alojase en el hotel que da directamente a la plaza y fuese testigo en vivo de este viernes de luto. A eso se añade otro simbolismo, ligado a la posición de la ciudad misma, tanto en la historia del totalitarismo sirio, como en la del del silencio de Washington al respecto [3] .
El diálogo, en la propaganda del régimen, es un «concesión» al pueblo, y un «paso» en el camino de las «reformas», por lo que se supone que los gobiernos del mundo y la comunidad internacional deben aplaudir al dictador, no mandar a los embajadores de Estados Unidos y Francia precisamente el día que los manifestantes han elegido para condenar este tipo de «diálogos».
Lo que no estaba acordado tampoco fueron las reacciones de ambos actores: el ministerio sirio condenó a Estados Unidos por «implicarse» en la crisis y «provocar» a los manifestantes, mientras que la portavoz del Ministerio de Exterior Estadounidense contestó con un: «esto es pura basura».
La declaración de Clinton («Al-Assad, ha perdido su legitimidad, porque ha fracasado en realizar las promesas de reformas»), así como la del mismo Obama («Al-Assad ha perdido su legitimidad, además de haber perdido muchas ocasiones para aplicar un verdadero programa de reformas»), apenas si se proponían «suavizar» el lenguaje, «controlando» los términos para no traspasar la linea que conviene, de momento, a los intereses de Washington.
Es cierto que Clinton empleó términos muy fuertes, y bastante extraños en el diccionario político de la diplomacia estadounidense con «lideres» de Oriente Próximo, cuando dijo que Bashar al-Assad no es indispensable, pero no es menos cierto que los sucesivos gobiernos estadounidenses (ya fuesen demócratas o republicanos) nunca han incentivado la tendencia a tocar los cimientos del régimen del «movimiento correctivo». Más bien todo lo contrario. La opción elegida siempre ha sido: «claro que podemos prescindir de Al-Assad o de cualquier otro, pero, ¿por qué vamos a hacerlo mientras sirva a nuestra estrategia, y a la de Israel, por mucho ruido que haga hablando de «resistencia»?
Por otro lado no es cierta la declaración de Clinton en el sentido de que «no es verdad que Estados Unidos confíe en secreto en que el régimen se salve del caos para continuar con su brutalidad y represión», porque el gobierno de Washington se comporta como si ese fuera su verdadero deseo (por lo menos a corto plazo y hasta que el escenario exija otras posturas). El contenido de las declaraciones estadounidenses apoya esta opción, o digamos que no fomenta otra en realidad. Lo más enérgico que dijo Obama, por ejemplo, estuvo orientado a inducir a Al Assad a liderar las «reformas», o «a mantenerse a un lado» (y no a marcharse, como se intentó interpretar). Clinton por su parte, empezó hablando de un Al-Assad «reformista», luego pasó a sostener que «lo que dice Al-Assad no lo dijo antes ningún presidente de Oriente Próximo», para afirmar a continuación que «está a punto de perder la legitimidad» y llegar por fin a la declaración de que «ya ha perdido la legitimidad». Nadie en la administración Obama habló nunca de «renuncia» o «dimisión», o de cualquier otra cosa parecida, al igual que nadie tampoco quiso tomar medidas mas allá de las sanciones que no sancionan ni disuaden a nadie.
Entonces ¿Por que fue Ford a Hama? ¿Fue su viaje un «salto cualitativo» a nivel político?
No. La respuesta a la segunda pregunta es negativa porque cualquier salto cualitativo en la política de Estados Unidos irá a remolque de las victorias que alcance la «intifada siria» y de los golpes que ésta vaya dando en el camino hacia la caída del régimen del «movimiento correctivo». La posición de Estados Unidos será la de plegarse ante la fuerza de la realidad tangible y objetiva, exactamente como pasó en Túnez y en Egipto. Es así como hay que leer e interpretar, por ejemplo, la reciente respuesta de Obama al preguntarle por las razones de que no pidiera la renuncia de Al-Assad: «El pueblo sirio tiene que ser y será capaz de elegir su futuro por sí mismo. Se percibe cada vez con más claridad un acuerdo creciente dentro del pueblo sirio en el sentido de que debe producirse ese cambio y de que el presidente Al-Assad no debe conducirlo».
En cuanto a la primera pregunta, se puede decir que la administración estadounidense sigue apoyando -de palabra- las aspiraciones del pueblo sirio, y a la vez apostando por la supervivencia del régimen, del que pide solamente unas «reformas superficiales» aquí y allá. Esta posición necesita una «carga dramática» para persuadir a la opinión publica estadounidense e internacional de que Washington ya no es el amigo de los tiranos y las tiranías. Asimismo la situación le obliga a refugiarse en una actitud teatral a la hora de dirigirse al pueblo sirio, lo que incluye el régimen y sus partidarios y forma parte de las «presiones superficiales» orientadas a provocar al régimen a fin de que cometa un error escandaloso.
La reacción de los partidarios del régimen no se hizo esperar y vimos cómo salio «la masa enojada e indignada», que pudo ensalzar a su líder, insultar a Estados Unidos y a Francia y quemar sus banderas sin que ningún «infiltrado», «salafista», «vándalo» o «criminal» (son los calificativos que usa el régimen para referirse a los manifestantes) se interpusiera en su camino. La tentativa de asaltar las embajadas, la rotura de las ventanas y otras acciones violentas son una nueva demostración de la decadencia a la que se ve arrastrado el régimen en su voluntad de encontrar una salida a la crisis total por la que atraviesa. El asalto a las embajadas, en conclusión, fue una traducción fiel de las palabras del ministro de exterior sirio Walid Almoalem : «Vamos a borrar Europa del mapa, y olvidarnos de que existe», y un intento de enriquecerlas borrando a Estados Unidos también.
En la misma linea, detectamos asimismo una inusual melodía en el marco de las tradiciones diplomáticas cuando leemos el «post» que publicó el embajador Ford en la pagina de Facebook de la embajada: «Todavía no he visto a ningún policía tratando mal a las manifestaciones del «te queremos» [4], eso me hace feliz, porque quiero que todos los sirios disfruten del derecho a manifestarse pacíficamente. El día 9 de Julio, una de las manifestaciones del «te queremos» lanzó piedras a nuestra embajada, y causó muchos daños; al contrario que la gente de Hama, que se mantuvieron pacíficos, recurrieron a la violencia […], es un gran contraste, que el régimen permita a las manifestaciones antiestadounidenses moverse con total libertad mientras que sus aparatos asesinos de seguridad disparan a los que llevan las ramas de olivo en otro lugar». Y para añadir una dimensión social a la política, el post continúa diciendo: «… unos manifestantes lanzaron huevos y tomates a nuestra embajada; si de verdad le importaran sus conciudadanos sirios, habrían parado de lanzarnos comida y la habrían donado a los sirios que no tienen nada que comer».
¿Esto justifica que se reciba al embajador con flores y ramas de olivo, como se hizo en Hama ? No, en absoluto, porque los símbolos de amor y de paz son lo ultimo que debe recibir el embajador de Estados Unidos, el país de las invasiones, las intervenciones militares, el amigo fiel de las tiranías; Estados Unidos, que en relación con este mismo régimen guardó largamente silencio sobre sus atrocidades y barbaries, en esta misma ciudad, en el año 1982. La población de Hama no tuvo nada que ver con la iniciativa y la organización de la visita del embajador, y no pudo impedirla (al contrario de lo que sugieren muchos anti-estadounidenses, pro-resistencia y pro-palestinos en el mundo árabe).
En su «post», el embajador se vio obligado a elogiar a los manifestantes de Hama, llamó a la policía «asesinos» y negó haber visto «ninguna señal de que existan grupos armados». Pero calló la «historia negra» de su país respecto de la ciudad de Hama y de la masacre que se cometió en el año 1982. En aquel entonces, los satélites estadounidenses registraron minuto a minuto su destrucción, cada tanque y cada avión que los bombardeó; pero en tiempos de Reagan Estados Unidos mantuvo su política de «silencio constructivo» mientras que en los pasillos de la Casa Blanca se hablaba de menos de 1.000 muertos (¡la cifra real superaba los 20.000!).
No culpamos a la población de Hama, que encontró en la visita una «esperanza» de solidaridad internacional con su ciudad, amenazada de una nueva masacre (en la conciencia colectiva yace la otra masacre como el «trágico acontecimiento» por excelencia). Pero eso no nos impide desear que esta gran ciudad herida no hubiera participado en el montaje de una mala obra de teatro, y que hubiera dejado a sus guionistas, actores y directores subir solos al escenario virtual y presentar su inclinación de hipocresía, desnudos de cualquier mascara.
Notas:
[1] Es el nombre que se da al «golpe de Estado» que dio el padre Hafez Al-Assad en el año 1970, supuestamente para corregir la linea del partido Baath (¡que tiraba mucho para la izquierda!). Sólo podemos aproximarnos a la potencia de este nombre citando el chiste popular sirio, según el cual la Meca fue también un logro del «movimiento correctivo».
[2] Las grandes movilizaciones y manifestaciones se convocan los viernes, cada vez con un lema diferente que demuestra los objetivos y aspiraciones de los manifestantes y su revolución.
[3] En el año 1982, el régimen del padre cometió una gran masacre en Hama, supuestamente para reprimir un levantamiento armado de los Hermanos Musulmanes en la ciudad. Nada puede justificar la matanza de mas de 20.000 personas (40.000 personas, según algunas fuentes).
[4] El lema central de las manifestaciones que apoyan al asesino Bachar Al-Assad es : «Te queremos». Hoy en Siria son llamados el grupo del «te queremos».