Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las […]
Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las páginas de Rebelión.org).
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Estábamos en el capítulo 2, por el primer apartado: «Impunidad tutelada». Como hacemos últimamente le pregunto de entrada por las informaciones de estos días. Por la muerte Eusebio Pabola: http://www.eitb.eus/es/noticias/sociedad/detalle/2949462/eusebio-pabola–muere-referente-lucha-amianto/ Usted mismo ha escrito: «Con él desaparece un referente histórico de la lucha contra el amianto. Salvando las diferencias, podemos considerar que su pérdida es equiparable a la que en su momento representó el deceso, por mesotelioma, de otro sindicalista destacado, Fernando Soto (uno de los procesados del famoso «proceso 1.001»), o el de, por la misma neoplasia maligna, mi colaborador en su día en la misma lucha, Luis Muñoz Vázquez, o la de tantos otros, que han ido cayendo, para quedar en el anonimato y en el olvido general. Esperemos que esta vez («a la tercera va la vencida», como suele decirse), su sindicato, que también fue el nuestro, Comisiones Obreras, tenga ahora algo que decir al respecto. Si alguien se merece un homenaje póstumo (que yo sepa, en vida no lo tuvo), ése es, sin duda, el compañero de lucha que ahora se nos ha ido. Mis condolencias para su asociación de víctimas, «ASVIAMIE», y para Jesús Uzkudun, «Cid Campeador» contra las enfermedades del trabajo, en general, y contra las del asbesto, muy en particular, y continuador de esa eterna batalla». ¿Algo que quiera añadir?
Sólo destacar la condición de luchador incansable de Eusebio, incluso después de que le diagnosticaran la asbestosis y más tarde un mesotelioma pleural, lo cual, sin duda, acrecienta el mérito que cabe atribuirle.
Le cito de nuevo. Su reflexión es un poco larga pero vale la pena: «Como es sabido, diversas sentencias españolas relativas al mesotelioma, pasan por alto el hecho, reiteradamente confirmado en el ámbito científico, de que para desencadenarlo bastan dosis mínimas, exposiciones débiles, breves, esporádicas, e incluso puntuales o únicas. Eso ha tenido como consecuencia, resoluciones en las que se ha considerado que no era suficiente indicio del nexo causal, meramente el haber trabajado en un centro de trabajo en el que se manipuló asbesto, o en cuyas instalaciones estuvo estructuralmente presente, pasando por alto la evidencia epidemiológica de que las tasas de mesotelioma se alzan, en el entorno más o menos inmediato de los focos industriales de polución, incluso a distancias considerables, por lo que, a mayor abundamiento, cabe colegir certeramente que el susodicho agente causal pudo actuar también sobre quien, en su actividad laboral, se tuvo que situar de puertas para adentro de ese mismo centro de trabajo, constitutivo del referido foco de dispersión del contaminante, cuando, en algunos casos, hasta los animales domésticos de ese entorno llegaron a quedar afectados, y sobre los cuales no cabe sospechar ninguna exposición laboral extraña. Todo esto lo tenemos ya bastante sabido y asumido entre nosotros. El motivo de traerlo ahora a colación, es el hecho de que en la resolución judicial STSJ AS 4072/2014, en sus puntos CUARTO y QUINTO, la empresa demandada echa mano precisamente de la circunstancia antes comentada, para deducir de ella la exoneración de su responsabilidad: http://www.poderjudicial.es/search/doAction?action=contentpdf&databasematch=AN&reference=7272275&links=amianto&optimize=20150203&publicinterface=true
Vemos, por consiguiente, que, de haber prosperado esa alegación (rechazada meramente por motivaciones marginales respecto del meollo de la argumentación empresarial en este extremo), estaríamos ahora ante un motivo, y ante su contrario, para haber desembocado en lo mismo: que fuera el demandante al que siempre le tocara «bailar con la más fea». He creído interesante haceros partícipes de estas reflexiones mías, por el peligroso precedente que esa línea argumentativa representa, posiblemente no por primera vez, a nivel mundial».
De nuevo le hago la misma pregunta; ¿algo que añadir? ¿Por primera vez dice usted? ¿A nivel mundial?
Digo justamente lo contrario
¡Menudo lector soy yo!
Lo que digo es que, posiblemente no sea la primera vez, a nivel mundial, que esa vía de escape de las empresas para con sus responsabilidades, haya sido esgrimida; decir algo así como que, dado que el riesgo es tan expansivo, tan difuso y tan generalizado, por eso precisamente resulta imposible atribuirle paternidades indubitables y concretas a nadie en particular.
Creo que el siguiente argumento también es suyo: «Imaginemos el siguiente escenario: el creciente número de países que deciden prohibir el crisotilo, hace que las industrias del amianto-cemento, de los productos de fricción (frenos, embragues, etc.), de los aislantes ignífugos, de los textiles de amianto, etc., opten por cambiar de materia prima en sus respectivas fabricaciones, prescindiendo del crisotilo; ¿podrían mantenerse activas las minas de amianto, para poder seguir suministrando crisotilo para los diafragmas de la fabricación del cloro? Evidentemente, no. Serían económicamente insostenibles. El mantenimiento de la autorización de uso del crisotilo para la extracción del cloro, conlleva necesariamente implícita una condición, prácticamente inevitable: que, simultáneamente, el crisotilo, para uso generalizado, y para los países fuera del ámbito europeo, se siga manteniendo vigente. Sólo bajo esa premisa tiene sentido el mantenimiento de la excepción. Es un ejemplo, «de manual», de dobles estándares: yo genero un texto legal, que sólo tiene sentido, si tú -países en vías de desarrollo-, mantienes vigente tu desprotección generalizada respecto al uso del crisotilo». ¿Es este uno de los grandes peligros?
Esto es ya una situación real: la Unión Europea mantiene una prohibición general del crisotilo (y de las demás variedades de amianto), con la excepción de su uso por la industria del cloro, y eso se produce, en un contexto mundial en el que no existe un desuso obligado de dicho mineral, para el conjunto de todas las naciones. No se trata, por tanto, de un peligro potencial, sino de una circunstancia que en sí misma ya asume que esa prohibición generalizada no produzca, pues en tal caso carecería de sentido; eso es lo que yo he querido resaltar, denunciándolo como una práctica de dobles estándares.
Inicia usted el apartado que estamos comentando del segundo capítulo con una cita de Asmal Kader: «Las minas mataron a un millar de personas, varias veces más que los torturadores de la policía». ¿De qué minas está hablando? ¿De qué torturadores?
Las minas eran las del amianto en Sudáfrica, y los torturadores los de la policía del apartheid.
¿Cuál es la actual situación en Sudáfrica? ¿Está prohibido el amianto?
Sí, está prohibido. No obstante, permitiendo que el crisotilo de Zimbawbe circule en ferrocarril o por carretera en su territorio, hasta su embarque en puerto sudafricano, para su exportación. Eso inevitablemente genera un cierto riesgo para la propia nación sudafricana, ante la eventualidad de posibles accidentes, que, de hecho, ya se han llegado a producir. Sin esa permisividad, o cualquier otra equivalente, Zimbabwe no podría seguir extrayendo el crisotilo, al no poder exportarlo. Recordará usted, a este respecto, mi propuesta de «Manifiesto de Roma», publicado en «Rebelión».
A todo ello habría que añadir también algo, en lo que participan también los naturales y personas jurídicas de otros diversos países: el mantenimiento de los nexos financieros con la minería del asbesto. Sus legislaciones se alinean con las de las naciones que postulan la prohibición, pero, al propio tiempo, el flujo de dividendos generados por la explotación del mineral, sigue acudiendo solícito a las arcas de las compañías financieras radicadas en los países prohibicionistas, como es el caso aquí comentado, de Sudáfrica.
Recomienda usted la lectura de un trabajo de Harry Glasbeek de 2003. ¿Por qué?
En mi respuesta quisiera ser enteramente útil, a efectos prácticos, para nuestros lectores. Por ello me permito facilitar seguidamente el enlace de acceso a la traducción automática de una reseña del mencionado trabajo de Glasbeek: http://translate.google.es/translate?hl=es&sl=en&u=http://newint.org/features/2003/07/01/legal-fiction/&prev=search
Recomiendo decididamente su lectura. Como quiera que el interés de ese texto trasciende completamente más allá de lo que es el mero asunto del amianto (con ser éste tan importante), yo me atrevería a aconsejar que «Rebelión» dispusiera lo preciso para que una traducción no automática (y, por lo tanto, no meramente «de andar por casa»), pudiera ser incluida en uno de sus números. Lo digo sinceramente, no sólo a efectos dialécticos; lo pienso realmente así, rotundamente.
De acuerdo. Tomo buena nota de su sugerencia. Gracias.
Dicho todo lo cual, me parece que la mejor forma de responder al interrogante que me plantea usted ahora aquí, es reproduciendo seguidamente lo que en mi propio libro tengo escrito al respecto: «Para entender cabalmente las circunstancias específicas que permiten la laxitud prominente en la asunción de responsabilidades por parte de las empresas y de sus directivos, resulta muy esclarecedora la lectura del trabajo Harry Glasbeek (2003), incluido entre nuestras citas bibliográficas. Como se desprende claramente de su lectura, estamos ante una situación que desborda ampliamente a lo que es la problemática del amianto (pero incluyéndola), y que atañe a la propia estructura del sistema capitalista de organización de la producción y el comercio, a través del blindaje legal de las empresas, o, dicho con más propiedad, de sus propietarios: los inversores, accionistas y directivos.
Es en este contexto general de impunidad tutelada, que es universal, en el que se enmarca, haciéndolo posible, el «pacto de silencio» del amianto.»
¿A qué llama usted impunidad tutelada?
A aquella que se deriva de que sea la propia estructura capitalista, con una legislación que establece valladares infranqueables en el alcance de las responsabilidades, que deberían llegar hasta alcanzar a aquellos en cuyos bolsillos terminan, sin embargo, los dividendos generados por esa misma actividad empresarial que es la que está generando el dolo que justifica que quepa hablar de responsabilidad por ese daño causado. Les llegan los beneficios empresariales, pero no les alcanzan los perjuicios punitivos personales (no meramente crematísticos) a los que su actividad empresarial se ha hecho acreedora; todo queda saldado, a lo sumo, en la cuenta de resultados de la sociedad anónima respectiva. La voz inaudible de las víctimas silenciadas grita su ausencia en esos balances contables. Esto es lo que evidencia, con claridad meridiana, el trabajo de Glasbeek, antes citado.
¿Las multinacionales canadienses del amianto están nacionalizadas? ¿Son empresas públicas? ¿Le he leído mal?
Hablemos ya en tiempo pasado, puesto que actualmente ya no hay ninguna mina en explotación en ese país, esperemos que definitivamente. Pero no me ha entendido mal; Canadá procedió a nacionalizar esas compañías, lo que, entre otras consecuencias, tuvo por resultado una absoluta opacidad en todo lo relativo a sus datos reales de afectación de los mineros, so pretexto de proteger la soberanía y la seguridad nacionales.
Da la sensación que usted tiene especial manía a Asbestos Corp. ¿Por qué?
Cuando el gobierno canadiense nacionalizó a su mina, la persona que puso al frente de la misma, la describió como «el más polvoriento de todos los lugares de trabajo más contaminados de toda la industria».
¿Qué fueron los Medical Board Centers? ¿Por qué fueron suprimidos por Miss Thatcher? ¿No Hay Alternativa?
El doctor Antonio Labbate, en su disertación titulada «Enfermedad ocupacional de la Pleura», sobre este asunto se manifestó en estos términos: «Los Medical Board Centers existieron en Inglaterra desde 1931 hasta 1987; eran establecimientos que atendían salud laboral, y cuando los pacientes fallecían sin diagnóstico o con diagnósticos dudosos, o con cáncer, tenían la obligación de hacer autopsias.
En 1987, mediante un pase con una varita mágica y un nivel de crueldad propio de su especie, Margaret Tatcher los hizo desaparecer. Los eliminó completamente. Así, hay estadísticas sobre mesoteliomas en Inglaterra hasta 1987.»
Fueron suprimidos, simplemente por dar cumplimiento al programa liberal de jibarización del Estado, y más específicamente, del Estado del Bienestar. Los gobiernos posteriores, se limitaron a perpetuar el estado de cosas heredado, haciendo irreparable el daño ya causado, y proyectándolo a futuro.
Habla usted también de la muerte de 178 profesores del Reino Unido entre 1980 y 2005. La causa: la utilización del asbesto en las escuelas construidas entre 1945 y 1974. ¿Esto ha ocurrido en nuestro país? ¿Puede ocurrir?
Sobre esta cuestión, usted me formula dos preguntas. Para tratar de contestar a la primera, yo me remitiría a lo manifestado en el muy reciente e importantísimo trabajo de los doctores García-Gómez, Menéndez-Navarro y Castañeda López, titulado «Cánceres profesionales relacionados con el amianto, compensados bajo el Sistema Nacional Español de Seguro, 1978-2011», en donde se afirma: «El sub-reconocimiento de tasas fue estimado en 93’6% (hombres) y 99’7% (mujeres), para el mesotelioma pleural, y en 98’8% (hombres) y 100% (mujeres), para el cáncer de los bronquios y del pulmón«. Cuando tuve ocasión de revelar personalmente estos datos, durante el curso de mi reciente intervención en la sede de la Cámara Baja del Parlamento italiano, en Roma, un significativo murmullo del público asistente coreó mis palabras.
Así que comprenderá usted que bajo esas premisas, poca fiabilidad cabría atribuirle a cualquier respuesta que yo ahora le diera aquí a su primera pregunta.
En cuanto a que si puede ocurrir, le diré que es a esa posibilidad a la que responde la inquietud social evidenciada en tantas informaciones como están constantemente surgiendo en los medios de comunicación, acerca de las reivindicaciones ciudadanas para que el amianto sea retirado de nuestros centros docentes. Facilito seguidamente los enlaces de acceso a las últimas, por ahora: http://www.levante-emv.com/valencia/2015/02/07/fiscalia-investiga-amianto-colegio-l/1222773.html http://www.lasprovincias.es/comunitat/201502/08/educacion-halla-colegios-riesgo-20150208000204-v.html
http://www.diariodemallorca.es/palma/2015/02/07/cort-quitara-miercoles-amianto-frente/997655.html
La obsolescencia, el desamiantado mal hecho, y la rotura accidental, son las tres circunstancias por las que el amianto instalado puede adquirir la condición de friable -con friabilidad sobrevenida, cuando ésta ya no estaba presente incluso de origen-. Todas ellas pueden suceder, en relación con el amianto instalado en nuestras escuelas. A ver cuándo nos vamos enterando de que el problema del amianto, lo es de salud pública, y no meramente del ámbito laboral, aunque, como es lógico, en éste se manifieste con su mayor intensidad.
Rinde usted un homenaje a una inspectora brasileña, Giannasi es su apellido. ¿Nos da una breve noticia de ella?
En mi bibliografía tengo recogidos 30 trabajos suyos sobre amianto, o en los que colaboró, sin que yo pretenda ser exhaustivo. He aquí algunos de los títulos de los mismos: » A luta pelo banimento do amianto nas Américas: uma questao de saúde pública», «Ban on Asbestos Diaphragms in the Chlorine-related Chemical Industry and Efforts toward a Worlwide Ban», «The Brazilian Asbestos Mafia Counterattacks: the Last Battle», etc., etc.
Se trata de una ex inspectora de trabajo cuya labor en favor de las víctimas y de la prohibición del amianto ha recibido mundial reconocimiento, al haberse tenido que desarrollar, además, en unas dificilísimas condiciones de amenazas, represalias, y continuas demandas judiciales. Tal y como tengo dejado escrito en mi libro: «Amenazada de muerte y sometida a un continuo acoso de llamadas y mensajes intimidatorios, por su lucha contra el amianto, y por su porfía por su supervivencia profesional y humana, nos recuerda a la imagen del Laocoonte, en el famoso grupo escultórico de la Grecia clásica. El Cristo del Pan de Azúcar, con los brazos abiertos, señala el tamaño de esta injusticia».
Con ella mantenemos asidua correspondencia, muchos de los que, en la medida de nuestras posibilidades, tratamos de contribuir a la lucha contra el asbesto.
En el caso de José Luis Palacios, ¿sus comentarios van en sentido muy contrario? ¿Quién es el señor Palacios?
Se me ha interpretado muy mal, y posiblemente ha sido por mi culpa; por no haberme expresado correctamente, quizás dando a entender lo que no es. Del señor Palacios solamente tengo conocimiento de su trabajo, titulado: «Grietas en el Pacto de Silencio. Cerco a Michelin por ocultar información sobre amianto», publicado en «Noticias Obreras». Una información por la que, obviamente, sólo puede merecer mis más expresivos elogios.
Apunta usted una denuncia sobre la situación de los trabajadores que se han visto obligados a emigrar. ¿A qué peligros pueden enfrentarse?
La secuencia es la siguiente: primero trabajaron con amianto, en absoluta ignorancia de sus peligros; después se jubilaron y regresaron a su país de origen, rompiendo todo contacto con sus antiguos compañeros o jefes; en esos países de origen, nadie ha supervisado su estado de salud, en relación con su pasada exposición laboral al asbesto -nadie los censa ni controla-; finalmente, transcurrido ya, el habitualmente dilatado tiempo de latencia, el mesotelioma, el cáncer broncopulmonar o la asbestosis hacen su siniestra aparición, sin que el afectado acierte a relacionar el efecto con su causa, y sin que, frecuentemente, se le diagnostique correctamente o se le informe adecuadamente de ese diagnóstico, ni de sus potenciales consecuencias médico-legales, si se llegase a substanciar una demanda judicial contra su antigua empresa empleadora, que en no pocos casos incluso ha desaparecido ya. Quien, por ejemplo, trabajó en Francia con amianto, y después regresó a su aldea argelina, lo inmensamente más probable es que fallezca, sin que jamás quede registrado en ninguna estadística de víctimas del amianto. Eso es lo que ha estado ocurriendo.
Le pido que me resuelva una aparente paradoja. Le cito: «Si la amplia latencia del mesotelioma es causa de subregistro, paradójicamente, lo contrario, una latencia excepcionalmente corta, también lo puede ser».
Eso ocurre, cuando un tribunal considera que la patología afloró «demasiado pronto» como para que sea atribuible a la exposición laboral por la que se formuló la demanda judicial, y atribuyéndola, en cambio, a una hipotética situación idiopática o temporalmente más lejana, ajena a la empresa demandada. Eso lo hemos podido ver en España, ateniéndose a la literalidad de las estimaciones epidemiológicas publicadas, y sin tener en cuenta que se trata de una distribución gaussiana, en la que, de una forma minoritaria, también se dan valores extremos del parámetro considerado. Valores extremos que eventualmente han quedado registrados en la propia literatura médica, y que, para esa precisa aportación, no ha sido tenida en cuenta por el susodicho tribunal. En Biología, las fronteras nítidas y definidas en la cuantificación de un rango continuo y gradual de variación de un parámetro -un gradiente-, son siempre un artificio clasificatorio, que responde meramente a un criterio de comodidad en la definición y en el manejo conceptual.
¿Quiénes son los whistleblowers?
Podríamos traducirlo por el término «soplones», prescindiendo de las connotaciones negativas. Es la figura del trabajador que denuncia ante las autoridades las situaciones delictivas que, en razón de su rol, detecta en su ámbito laboral. En Estados Unidos, gozan de una especial protección legal, frente al riesgo de amenazas o represalias de cualquier tipo.
No está mal aunque acaso la palabra debería ser otra. Habla usted, al final del apartado, del caso de John Thayer y su cuadrilla de trabajadores de mantenimiento de los túneles de conducciones del capitolio de Washington. ¿Qué paso en este caso?
Los túneles estaban plagados de amianto friable, y nadie se lo advirtió a los trabajadores encargados del mantenimiento, ni se les dotó de protección alguna. En las condiciones de atmósfera confinada, propias de una amplia red de túneles, mantenidas durante años, fueron determinantes de que toda la cuadrilla de operarios, en mayor o menor grado, resultaran afectados por las patologías asociadas a la exposición al asbesto.
Estamos en el apartado 2.2. «Tratamiento mediático». Lo abre con una cita de Julio Cortázar. «Velos de amianto, espanto, ciegos celos, cantados himnos ya no más cantados…» ¿Le gusta Cortázar?
No hasta el punto de buscar, yo también, cucarachas en la comida. Confiemos en que mi monomanía con el amianto no me lleve a extremos neuróticos similares. La literatura ha tenido diversos nexos con el asbesto (Kafka, Sade («Les antiquaires»), Goethe, Lorca, Miguel Hernández, Cortázar, Gabriela Mistral, Octavio Paz, Italo Calvino, Primo Levi («La Tabla Periódica» -autobiográfica-), Carolina Coronado, Plinio El Viejo, San Agustín, Marco Polo, Pemán -«El «Séneca»»-, etc.), junto a otros menos conocidos, como Alberto Laiseca, César Moro, Nicolás Guillén, Oliverio Girondo, Álvaro Mutis, José Antonio Valverde, André Breton, Edwin Rolfe, León de Greiff, Lionel Shriver («So much for that»-publicada en España por editorial Anagrama, bajo el título Todo esto para qué), Stephen Leacock («El hombre de amianto: Una alegoría del futuro»), Richard Kunzmann («Salamander Cotton»), Jean-Jules Richard («Le Feu dans l’amiante»), André Langevin («Poussière sur la ville»), Jim Williams («Rock Reject»), Stefano Valenti («La fabbrica del pánico»), Alberto Prunetti («Amianto. Una storia operaia»), Patxi Irurzun («Ciudad Retrete»), María José Pastor, Alejandro Lavquén, o el mismísimo Roviralta, fundador de la predecesora de la firma «Uralita». En algún momento me gustaría poder publicar algún trabajillo sobre esta cuestión, aunque sólo fuera en plan enumerativo y erudito.
Sería muy recibido por muchos de sus lectores, se lo aseguro. Yo entre ellos por supuesto.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.