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Laberintos Literarios

Fuentes: Rebelión

Un latido. La hoja sigue en blanco. Estoy sentado con los codos apoyados en la mesa. Llueve. Una foto de Idea Vilariño está frente a mi. Me interrogan sus ojos. Me seduce la eterna luz de su mirada. Su cara es como todas las caras. Alargada. Calcada por sus huesos-pómulos. Su cara -repito- es un […]

Un latido. La hoja sigue en blanco. Estoy sentado con los codos apoyados en la mesa. Llueve. Una foto de Idea Vilariño está frente a mi. Me interrogan sus ojos. Me seduce la eterna luz de su mirada. Su cara es como todas las caras. Alargada. Calcada por sus huesos-pómulos. Su cara -repito- es un poema.

Mis manos se tensan. Sigue lloviendo. Un trueno acobarda el vuelo de un pájaro. Releo un haiku de Borges:

«La luna nueva, Ella también la mira desde otra puerta».

Vilariño es Ella. La mujer que comulgaba con las palabras y la muerte. La amante desesperada y febril. La mujer poema que me interroga a través de mi esqueleto. El poema mujer que comulgaba con Caronte mientras atravesaba el Leteo de sus silencios.

No voy a escribir una biografía de Idea Vilariño. No voy a decir cuántos libros escribió y cuál fue el más leído. Tampoco voy a imaginarla tendida en un cama de Montevideo, sola y esperando que el plomo de sus venas derribe la último castillo de su corazón ¿Para qué?

¿A quién puede interesarle las cotidianeidades de un poeta? ¿A quién?

¿Quién puede sorprenderse al hojear una revista literaria de 1968 y encontrar este poema inédito de Idea, fechado en 1942?

Nadie podría decirte, árbol seco,
alta rama desnuda y azulada;
la melodía es triste y a lo lejos
en una vana luz desesperada,
yo, esta casa vacía, estos espejos,
este rodar por cuencas señaladas,
este caer de fruta, estar de fruta
y deshacerse al fin en tierra amarga.

Reformulo mi interrogante: ¿alguien hojea una revista literaria de 1968?

A pesar de estar inmersos en una cultura del hoy, en una cultura de masas que grita sin pudor «al pan, pan y al vino, vino»(y el gran problema empieza cuando llamamos al pan: pan y al vino: vino), una cultura que se conforma con mínimas expresiones de dolor

(porque el dolor es un síntoma de anormalidad), en una cultura del placer, del consumo anticipado, de la enfermedad antes del síntoma; el espíritu de Idea Vilariño sigue bailando en los jardines florecidos de su tristeza. Ella está más allá de una lectura o de una crítica. Ella es su propia desesperación, es la casa vacía, el espejo y la tierra amarga de su poema.

Leer un poema es interpretar el eco de una cuerda que vibra en el alma del poeta. Interpretar. Nada más. El lector es un simple testigo que puede reír o llorar, aplaudir o callar. Nada más. El poeta es en sí el poema. Es el aullido de esas palabras buscando desesperadamente un fuga, un olvido.

Idea Vilariño es una escritora que supo desde siempre que la vida es una sombra alargada de la muerte.

En Ella viven todas sus bestias, toda su desesperanza. En nosotros, audaces lectores, o resignados acróbatas de un verso, sobrevive el recuerdo y tal vez la comprensión.

Hablar de poesía (perdón… ¿qué es hablar de poesía?: la poesía se vive) sentado en un elegante bar, mascando un habano, es una emulsión sofisticada y estéril del hombre posmoderno.

Muchas veces he escuchado en diversos y desafortunados cócteles literarios estas lamentables afirmaciones: «nosotros los poetas… nosotros los intelectuales… pensamos o entendemos que…» ¿Cuáles intelectuales, me pregunto? ¿Los mismos que escriben dentro de las corporaciones informativas, sin despertar ni siquiera un bostezo en el lector?

¿Cuáles poetas, me sigo preguntando mientras indago la foto de Idea Vilariño y pienso en César Vallejo, Paco Urondo, Jaime Sabines, Juan Gelman y Ida Vitale? ¿Cuáles? ¿No se hacen llamar «poetas» aquellos abúlicos hombres escondidos en las librerías, que recomiendan autores y piensan en los halagos, en las ediciones cosidas y encuadernadas por el éxito, y que sólo les interesa ganar el premio Cervantes para vivir de una holgada y afamada renta?

El poeta es un ser envenenado de luz. Y para muchos la luz es ceguera.

Detesto las etiquetas y los arquetipos sociales que enmarcan a los espíritus libres.

Idea Vilariño es la flor azul que soñó Novalis.

Un latido. Dos. Tres. La hoja sigue en blanco. Estoy sentado con los codos apoyados en la mesa y sigue garuando sobre un lunes gris de Febrero.

Arcángel de ala negra
de ala cerrada que
de boca pura y desdeñosa
de hambre
de frío y de desdén
de galán de dolor
de estopa sollozante
arrastrado
sin luz
partido en dos
arcángel.

«El desdén»
Idea Vilariño.

 

Andrés Boiero.
Buenos Aires.
Febrero de 2005.

Poeta

Cuando despiertes encontrarás
un jardín sin polen
un cielo sin esferas
una mano sin pulso

Hallarás una puerta
escondida entre tus párpados

Sólo recordarás
un nombre
una sílaba
un aroma

Y cruzarás
ese pasillo perpetuo
que tanto te atormenta

Horacio Tesei.
Poeta rioplatense.

Arte

Luna de las mil formas,
fuego eterno.
Sobre tus senos
las bestias visten sus galas.
Ella calca un cuerpo
de plata en las sedas de tu ensueño.
Detrás,
somos tiempo,
olvidados volcanes,
cenizas y desvelos.

Rousseau, Gitana dormida, 1897, óleo sobre lienzo, 129´5 x 200´7 cm