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Larga vida a la Revolución

Fuentes: El Mundo

Se dice de los deudos sinvergüenzas que, con el cadáver aún caliente, se empiezan a repartir la herencia. Si el momento final de Fidel Castro está a punto de llegar o no, no es algo que deba preocupar a los que desean lo mejor para Cuba; ya se sabe que, como cualquier otro líder, Castro […]

Se dice de los deudos sinvergüenzas que, con el cadáver aún caliente, se empiezan a repartir la herencia. Si el momento final de Fidel Castro está a punto de llegar o no, no es algo que deba preocupar a los que desean lo mejor para Cuba; ya se sabe que, como cualquier otro líder, Castro no puede durar siempre.

Lo que interesa más es prevenir y evitar los actos de esos sinvergüenzas. Es fácil reconocerlos, han perseguido acabar con la revolución cubana desde sus comienzos. La forma elegida ha sido intentar eliminar a sus líderes, del mismo modo que han hecho en otros países cuyos líderes revolucionarios han luchado por llevar a cabo un proyecto político que no se ajustaba a los intereses de los dueños del mundo. A algunos los han matado en cuanto han podido, a otros los han encarcelado o desterrado y a los que han sobrevivido y resistido los han atacado y vituperado con todos los medios a su alcance.

¿Quieren esos poderosos que creamos por un momento que su intervención tras la muerte de Fidel Castro -cualquiera que sea- puede llevar mejoras a Cuba? Basta con reflexionar sobre sus aportaciones pasadas y presentes a la democracia y a los derechos humanos en su propio país y en otros muchos países del mundo, para darse cuenta de que no tienen ni una posibilidad de conseguirlo en la realidad, aunque retuerzan el lenguaje como lo hacen para hacer creer que ése es su deseo.

Saber cómo evolucionará la revolución cubana tras la desaparición de su líder puede inferirse de lo logrado por ésta y lo conseguido por los que la han combatido. Los logros cubanos están menos a la vista para el público general de lo que deberían estar, lo cual no ha de extrañar ya que los supuestos campeones de la democracia y la libertad de prensa no los reconocen ni mencionan por razones evidentes: la primera es que ellos mismos quedarían en ridículo si a alguien se le ocurriese realizar una comparación en ámbitos como la salud y la educación, o sea, la base fundamental del desarrollo humano y la aspiración básica de cualquier persona. La segunda es que cuesta justificar el bloqueo económico y el aislamiento político de una revolución que progresa de puertas adentro, mientras que fuera cumple con la ley internacional y trabaja para que otros lo hagan mediante su participación en las instituciones de Naciones Unidas, a la vez que es solidaria con otros países. No hay duda de que una revolución así, junto con su líder, se ganan el apoyo de otros gobiernos y sobre todo el aprecio de millones de personas.

De lo conseguido por los autoproclamados demócratas y aficionados libertadores de otros pueblos, apenas resulta necesario decir nada, puesto que al contrario de lo que ocurre con Cuba, la mayoría de los medios de comunicación se encargan con gusto y mediante paga de resaltar sus éxitos en todos los campos en que intervienen. Si millón y medio de iraquíes han muerto en algo más de una década a causa del bloqueo promovido por EEUU y sus aliados contra Irak, si hoy se producen miles de víctimas y se hunde el país en el abismo debido a su intervención, ahí están los medios de comunicación autoproclamados libres para ocultar el genocidio, restar importancia al desastre y resaltar a cambio la llegada de la democracia.

Los gobernantes de las naciones más poderosas son tan criminales y soberbios en sus actuaciones políticas y sus medios de comunicación tan serviles e interesados en sus testimonios sobre aquellas, que la democracia referida a los demás en sus discursos y en sus editoriales, significan casi siempre muerte y destrucción para éstos.

Los que piensan en el porvenir de Cuba han de colocar sus esperanzas en el trabajo bien hecho de los cubanos, nunca en la intervención de potencias que hablan de democracia cada vez que quieren convertir a los otros en sus esclavos. EEUU y sus comparsas a este lado del océano Atlántico no han llevado la democracia a ningún sitio, la suya propia deja mucho que desear en ocasiones y por ello sus palabras carecen de todo valor.

Cuba no recibirá nada bueno de su mano sino de los contados gobiernos amigos y del apoyo de las personas que quieren que sus logros se agranden y se extiendan universalmente. La labor de todas ellas es resistir al ataque del imperialismo en Cuba como en Oriente Medio y en América Latina. Una vez más, es momento de gritar: ¡Larga vida a la Revolución!

Agustín Velloso es profesor de la UNED.