Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll
El arresto y detención de niños palestinos por parte del ejército israelí inflige experiencias traumáticas que tienen efectos duraderos sobre la sociedad palestina. Andrea D’Cruz viajó a Abu Dis para investigar.
Montasser Dandan parece un entrevistado increíblemente frustrante. En cuanto sea posible, reduce sus respuestas al monosílabo afirmativo o negativo. Custodia tenazmente todo menos los hechos desnudos de su experiencia, nunca los elabora, y cualquier intento de entender las consecuencias emocionales de su dura experiencia se combate con un ‘estoy bien’ sin convencer a nadie.
Con 16 años, Montasser fue detenido en su casa por soldados israelíes en la ciudad de Abu Dis, Cisjordania, y condenado a dos años de prisión en Israel. Esta práctica extendida (una media de 700 niños palestinos son llevados a juicio todos los años en tribunales israelíes) es profundamente preocupante, tanto por el hecho en sí como por la manera en que ocurre. Viajé hasta la casa de Montasser para hablar con él, con sus padres y con sus hermanos, con la esperanza de comprender las consecuencias de la experiencia en el niño, su familia y el resto de la sociedad palestina.
El padre de Montasser, Talal, traduce para mí entre el árabe y el inglés. Sin embargo, es sólo más tarde cuando hablo con Ferdoos Al-Issa, un orientador que trabaja con niños que han sido detenidos, cuando entiendo la actitud evasiva de Montasser. Descubro que su reticencia es síntoma de las cicatrices psicológicas resultado de su detención en Israel.
Arresto y detención
Para Montasser, los sucesos empezaron en la madrugada de un día lluvioso de enero 2007. Talal recuerda cómo ‘los soldados llegaron sobre la una. Llamaron a la puerta con su fuerza característica y me pidieron sacar a los niños’. Con las manos atadas y una venda en los ojos, se llevaron a Montasser a un centro de interrogación del asentamiento cercano de Maale Adumim.
Allí fue interrogado por dos soldados que lo golpearon por todo el cuerpo. Se le acusó de tirar piedras y ser miembro de una organización prohibida. Su primo, Ahmad Attallah, que ahora tiene 19 años, también había sido arrestado en Abu Dis en el mismo momento. Los soldados dijeron a Montasser ‘Escucha, tu primo ha confesado. Ya ha firmado y está con su padre; tu padre te está esperando fuera, así que firma y déjame liberarte’. A Ahmad le contaron el mismo cuento sobre Montasser, de forma que los dos firmaron la confesión, escrita en hebreo, una lengua que ninguno de los dos conocía.
El relato de Montasser, aunque alarmante cuando se le compara con los conceptos básicos de respeto por los derechos humanos, es corriente según el informe de junio de la organización internacional Defensa de los Niños (DCI): ‘Desde el momento del arresto, los niños palestinos se encuentran con malos tratos, cuando no tortura, a manos de soldados, policías e interrogadores israelíes. Es frecuente que soldados fuertemente armados detengan a niños en sus casas de madrugada.
Al niño se ata las manos, se le venda los ojos y se le mete en un vehículo militar sin indicación de por qué se le detiene ni adónde se le lleva. Con frecuencia se maltrata a los niños durante su traslado y llegan a los centros de interrogación y detención traumatizados, cansados y solos. Tampoco se les permite la asistencia de un letrado hasta después de entregar una confesión al interrogador.
Khaled Quzmar, el principal abogado de la sección palestina de DCI, explica que ‘lo que se pretende durante el interrogatorio es que el niño perciba una atmósfera donde nadie ni nada en el mundo le puede ayudar, sólo su confesión’. Quzmar opina que la hora y manera del arresto, entregando a un niño con sueño y traumatizado al centro de interrogación, son en si mismas suficientes para invalidar cualquier confesión.
Otras medidas de presión para conseguir una confesión son la tortura, las amenazas y los engaños. Se golpea a menudo a niños con tan sólo 12 años y se les encadena durante largos períodos. A un niño se le dijo: ‘Te voy a pegar un tiro en la cabeza si no confiesas, y luego te meteré la cabeza en un cubo hasta que te ahogues y te mueras’. Otro niño sucumbió después de ponerle un cuchillo al cuello. El informe de la DCI también documenta el caso de un niño de 15 años al que se le pegó un tiro y detuvo, y a quien se le engañó mientras estaba en el hospital para firmar una confesión al convencerlo los soldados que el texto en hebreo era su consentimiento para operarse.
Esta experiencia dista un mundo de lo que pasa al otro lado del muro de separación. De hecho, la misma definición de niño por parte de Israel difiere según qué lado del muro se trata: hasta 16 años para un palestino y 18 para un israelí. ‘Nunca detienen a un niño israelí por la noche; esperan a que sea de día. Y luego piden al padre que lo lleve para interrogar en su presencia’, dice Quzmar. La ley israelí también requiere que el interrogatorio sea grabado en vídeo.
Se le condenó a Montasser a 26 meses de prisión y a su primo a 30. Fueron encarcelados en Israel, una práctica que viola la Convención de Ginebra, y con el resultado de que muchos niños no reciben la visita de sus familiares, ya que Israel les deniega los permisos a éstos para entrar en Israel. Los malos tratos empiezan en el interrogatorio y siguen durante el encarcelamiento, donde las condiciones incluyen ser duramente tratados por los funcionarios de la prisión, superpoblación, mala ventilación, poco acceso a luz natural, y mala calidad y poca cantidad de alimentos. La dieta de Montasser consistía principalmente en arroz y sopa de patata, y pan con mermelada por la noche.
Los cuidados médicos y dentales son deficientes – Ahmad perdió sus dientes durante la detención – y prácticamente no hay clases. Los niños menores de 16 años reciben pocas horas de clase a la semana en alguna asignatura. La geografía, la historia, la física y la química están prohibidas por ‘razones de seguridad’. A los niños mayores de 16 años no se les permite seguir una educación formal. ‘Solían confiscar los libros de texto y ningún profesor nos impartió clase dentro de la cárcel, cuenta Montasser.
De vuelta a casa
De vuelta a casa, ‘Insiste que está bien, pero sé que no lo está’, nos dice Talal. ‘Ahora es más agresivo.’
‘Ya no está tan unido a sus hermanos’, añade Hanan, la madre de Montasser. ‘Se pone nervioso fácilmente. Antes aceptaba todo lo que yo decía; ahora es completamente diferente.’
Ferdoos Al-Issa explica este comportamiento como típico de los ex detenidos que han sido despojados del control sobre su propia vida por parte de los israelíes y responden así a lo que ellos consideran los intentos de su familia de controlarlos. ‘Como creen que todo el mundo intenta controlarlos y sienten que ellos no tienen ningún control, intentan controlar a otros mediante la ira y la introversión. Necesitan su propia identidad, que la experiencia de la tortura ha destruido.’
En cuanto a su desarrollo, a menudo se congela en el momento de su arresto y cuando son liberados, siguen siendo niños emocionalmente; están traumatizados y carecen de los mecanismos para gestionar su trauma. Sin embargo, debido a su dura experiencia, son vistos por la sociedad palestina como héroes y sienten una enorme presión para estar a la altura de esta imagen. Lo hacen actuando como adultos y rechazan revelar cualquier debilidad emocional. Teniendo en cuenta que su experiencia en la cárcel ha inculcado en él una profunda sensación de inseguridad, desconfianza y sospecha, no es extraño que Montasser tenga una actitud tan taciturna delante de un intruso extranjero como yo.
Al-Issa considera la crueldad de las prácticas de detención como sistemática e institucionalizada. ‘Su objetivo son los niños porque son el futuro de toda la sociedad’, argumenta. ‘Al privarlos de la escuela, crean toda una generación sin futuro. Son humillados y destruidos, y esto afecta a su familia también – una familia no tiene una vida normal si su hijo está en prisión, de forma que el objetivo es la primera unidad de la construcción de una sociedad. Destruyen el tejido de una sociedad entera cuando se destruye esa generación.’
Por último, la detención de niños sólo es una siniestra manifestación más de la lógica de la ocupación: la destrucción y el control. Ésta fue la conclusión a que se llegó en el informe de agosto 2008, La Rehabilitación Social de los Niños Palestinos Detenidos, publicado por Save the Children Suecia y el YMCA en Beit Sahour, donde Al-Issa ayuda a coordinar el programa de rehabilitación:
‘La práctica y el objetivo de la tortura y los tratos crueles por parte de las fuerzas israelíes van más allá del propósito de obtener información del detenido. Más bien pretende afectar el bienestar a largo plazo de los niños al destruir su personalidad. De esta manera, la violencia ejercida por las fuerzas israelíes durante la detención representa una forma más de control sobre los palestinos. La confiscación de tierras es una herramienta para controlar los recursos de los palestinos, el establecimiento de fronteras y puntos de inspección pretende controlar sus movimientos, la emisión de órdenes militares tiene el objetivo de controlar la vida de los palestinos, y el ejercicio de la tortura y la violencia representa en último término el control de sus mentes.’
Estas entrevistas fueron posibles gracias a la Asociación de Amistad Camden-Abu Dis, que tiene en marcha una campaña de apoyo a los niños que están presos. Para más información: www.camdenabudis.net
7 de noviembre de 2009
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