Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Existen pocas expectativas respecto a la próxima ronda de conversaciones de paz sobre Siria en Ginebra. La incertidumbre, incluso sobre la fecha exacta de las negociaciones, refleja los tremendos impedimentos existentes para poner fin a una guerra que dura ya más de cinco años. Serían ya logros importantes poder mantener el fragmentado «cese de hostilidades» actual o conseguir que la ayuda entre en las zonas asediadas.
Staffan de Mistura, el enviado de la ONU, está llevando a cabo consultas en Damasco y Teherán antes de que se reanuden las conversaciones, supuestamente el próximo miércoles, unos cuantos días después de lo previsto. Los representantes de la oposición han prometido que estarán allí a tiempo. Pero los altos funcionarios del presidente Bashar al-Asad no planean aparecer por Ginebra hasta el jueves.
Las llegadas escalonadas no importan realmente tanto como el hecho de que las partes en conflicto no se reúnen frente a frente desde las últimas y abortadas negociaciones en 2014. Estas «conversaciones de proximidad» auspiciadas por la ONU empezaron a finales de enero, se suspendieron al llegar al borde del colapso tres días después y se reanudaron posteriormente en marzo durante diez días. Nadie se largó. La tregua se ha mantenido.
El equipo del gobierno sirio dejó claro que sólo volvería al Palacio de las Naciones después del 13 de abril, fecha en la que tendrán lugar elecciones parlamentarias. El objetivo buscado es poner de relieve la soberanía del régimen de Asad. El futuro del presidente, insisten, es una línea roja infranqueable. Y como la oposición insiste en que debe dejar el cargo, las oportunidades de éxito siguen siendo escasas.
«La cuestión de Asad es de suma importante para todos, pero como se ponga encima de la mesa desde el principio, se acabó todo», dijo un diplomático de alto rango. Y, como admitió el funcionario occidental: «Nadie sabe qué hacer con la naturaleza binaria del argumento. Por tanto, la única respuesta posible es seguir hablando».
De Mistura preparó el jueves una ambiciosa nota antes de desplazarse a Oriente Medio con la esperanza de encontrar una «masa crítica» de apoyo. «Hemos estado hablando de principios generales», dijo. «Pero en la próxima ronda debemos ser más concretos respecto a un proceso que conduzca a un inicio real de una transición política». Acercar posiciones entre Irán y Arabia Saudí -el apoyo más firme de Asad y el más feroz oponente, respectivamente- pondrá a prueba sus considerables habilidades diplomáticas.
Y los líderes de la oposición siria han manifestado serias dudas acerca de la disposición de sus patrocinadores occidentales para presionar en la cuestión fundamental del papel del presidente.
«No hay voluntad internacional, especialmente del lado de Estados Unidos, y no espero que salga nada de las negociaciones», fue la franca valoración de Riyad Hijab, coordinador del Alto Comité de Negociación (ACN) de los rebeldes, que cuenta con fuertes apoyos saudíes.
La oposición está alarmada ante la creciente convergencia entre Washington y Moscú desde la intervención militar directa de Vladimir Putin el pasado otoño. La espectacular retirada del grueso de sus fuerzas el mes pasado se ha interpretado como una cierta disposición a presionar a Asad, aunque aún está por ver que haya resultados de interés. «Todo se basa en la esperanza en que los rusos ayuden», dice un asesor.
En el curso de los recientes avances en la zona de Alepo, las fuerzas rebeldes no tuvieron que enfrentarse a los ataques aéreos rusos en apoyo del ejército sirio como habían hecho anteriormente, posiblemente una señal de Moscú. Pero los grupos armados que se reunieron en Estambul esta semana se temen que van a presionar al ACN para que haga concesiones.
«Hay mucha rabia y frustración reprimida porque se piensa que al acuerdo para el cese de hostilidades se ha amañado en contra suya», dijo una fuente siria bien situada. «A menos que consigan algo concreto insistirán pronto en una fecha límite para ponerle fin. La siguiente ronda de conversaciones será crucial porque ahí es donde va a aclararse si ha habido o no algún avance. Hijab puede marear la perdiz pero no creo que pueda vender lo que van a ofrecerle.»
Asad dijo en una reciente entrevista que Ginebra podría dar como resultado un gobierno que incluya a la oposición, los independientes y los leales al régimen. Las expresiones que más utiliza son «unidad nacional» y «reconciliación». Pero ha rechazado la idea de un órgano gobernante de transición; lo que Mistura llama «la madre de todas las cuestiones» del centro de las negociaciones.
A Bashar Yafari, el jefe del equipo sirio, le acusaron de malgastar el tiempo y de filibusterismo por intentar evitar conversaciones sustanciales el mes pasado. Las respuestas de Damasco a las preguntas de Mistura incluían la demanda de que los Altos del Golán, que Israel ocupa desde 1967, debían ser liberados, como si eso fuera algo que estuviera en poder de la ONU.
La noticia relativamente buena es que el cese de hostilidades ha durado casi seis semanas, aunque con violaciones importantes que la ONU insiste en denominar «casos de incumplimiento». El trabajo del grupo de control ruso-estadounidense es más bien opaco.
La tregua excluye al Estado Islámico y al Frente Nusra vinculado a al-Qaida, ambos formalmente designados como terroristas, lo que permitió el apoyo aéreo ruso a las fuerzas del gobierno sirio que recuperaron Palmira del EI hace una semana.
Pero Asad no ha permitido que se entregue ayuda humanitaria en zonas asediadas como Daraya, donde las graves carencias de alimentos están obligando a mucha gente a comer hierba. «Es muy peligroso perder el impulso del trabajo humanitario», dijo Jan Egeland, coordinador de la ayuda de la ONU. «Si la situación se deteriora rápidamente en muchas zonas y al mismo tiempo afectará al proceso político y al cese de hostilidades».
Gran Bretaña, EEUU y otros gobiernos occidentales hablan de la necesidad de «habituar» a ambas partes a la existencia de un foro de negociación permanente de la ONU, aunque admitiendo que las perspectivas son escasas. El riesgo, dice una fuente de la oposición, es que Ginebra se convierta en un proceso en aras al proceso mismo que funcione separado de las crudas realidades sobre el terreno, mientras la paz y estabilidad en Siria siguen siendo esperanzas lejanas.
Ian Black es editor de la sección de Oriente Medio de The Guardian. Lleva más de 25 años en el periódico, en el que ha sido también editor de la sección de Europa, editor diplomático y corresponsal en Oriente Medio. Es autor, junto con Benny Morris, del libro «Israel’s Secret Wars: A History of Israel’s Intelligence Services».
Fuente: http://www.theguardian.com/world/2016/apr/08/syrian-peace-talks-resume-un-envoy-bashar-al-assad
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la misma.