Recomiendo:
0

Cuba y Puerto Rico

Las dos alas

Fuentes: Bohemia

Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, reciben flores o balas sobre el mismo corazón…     Son muchos los visitantes puertorriqueños en La Habana que al conocer a un cubano reciben como bienvenida los dos primeros versos de esa estrofa. Algunos, dando a esas palabras carácter de verdad inalterable, adjudican […]

Cuba y Puerto Rico son

de un pájaro las dos alas,

reciben flores o balas

sobre el mismo corazón…

 

 

Son muchos los visitantes puertorriqueños en La Habana que al conocer a un cubano reciben como bienvenida los dos primeros versos de esa estrofa. Algunos, dando a esas palabras carácter de verdad inalterable, adjudican a José Martí los versos de la puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió. En Puerto Rico, tan conocidos son que recientemente un periódico de circulación diaria, para destacar el cambio de la política de Estados Unidos hacia Cuba, desplegó en primera plana la imagen de un pájaro cuyas alas abiertas son, una, la bandera de Puerto Rico, y la otra, la de Cuba.

Es que para puertorriqueños y cubanos no hay imagen más sencilla y representativa de nuestra común identidad, fruto de similares geografías, etnias, idioma, costumbres y luchas centenarias. Los versos que doña Lola descolgó del infinito forman parte del imaginario colectivo de cubanos y puertorriqueños. Ambos pueblos sabemos lo que somos sin necesidad de explicaciones. Por eso, hablando sobre nuestras dos islas, Martí llamaba a «desechar, por innecesarias, como la prueba de que la sangre arde en nuestras venas y el sol calienta el mundo, las declaraciones de hermandad entre dos tierras que son una sola desdicha, y un solo corazón». Y Julia de Burgos, en poema dedicado a Martí: «Yo vengo de la tierra mitad de tu destino […]/ a la que diste sangre, como diste camino/ (que al caer por tu Cuba, ya caíste por ella)».

Los poetas tienen en sus resplandores intuitivos el don superior de plasmar con la magia de la palabra tendencias y ondas ocultas a los sentidos que se engarzan en los siglos más allá de las coyunturas pasajeras. Para ellos «pasados los siglos horas fueron», como intuyó hace 400 años en certera síntesis Calderón de la Barca.

Entre la poesía y la historia, la lucha

La historia comprueba lo correcto de la intuición poética. Nuestros destinos, más allá de lo pasajero, están inextricablemente unidos. En el horizonte de los siglos, por donde va Cuba va Puerto Rico; y también nuestra Patria Grande, porque las Antillas son el «fiel de la balanza» continental. De ahí la trascendental importancia del reciente anuncio simultáneo de los presidentes de Estados Unidos y Cuba.

Cuba y Puerto Rico, las últimas colonias españolas en América, fueron siempre unidas de la mano en sus luchas libertarias. En Yara y Lares se proclamó la república en el mismo año del 1868. Betances y Hostos legaron a Martí la semilla del antillanismo. Él la hizo florecer y nos obsequió su bandera para que nosotros, invirtiendo sus colores, ondeáramos la nuestra. Y el Partido Revolucionario de Cuba, fundado en el 1892, se constituyó «para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico». Betances, Hostos y el general Rius Rivera pusieron su pluma, su acción política y su espada al servicio de la causa cubana, y hoy son también próceres cubanos.

En el 1898, en la Guerra Hispano-Cubano-Americana, Estados Unidos invadió ambas islas, convirtiendo a Puerto Rico en colonia y a Cuba en semicolonia regida por la Enmienda Platt, que le permitía a Estados Unidos intervenir a discreción en la isla hermana.

En la primera mitad del siglo XX ambas islas se convirtieron en latifundios cañeros dominados por capital absentista norteamericano. Fue entonces que surgió en Puerto Rico la figura prócer de don Pedro Albizu Campos quien, encarcelado en Estados Unidos, se convirtió en prohombre latinoamericano. No es casual que a principios de la década del 50 el joven Fidel Castro protestara en la calles de La Habana demandando la libertad del líder puertorriqueño, en prisión nuevamente como consecuencia de la Insurrección Nacionalista del 1950.

En 1952, a raíz de la Guerra Fría y ante el clamor mundial por la descolonización, Estados Unidos respondió reafirmando su dominio sobre nuestra patria, cambiándole el nombre a la colonia por el de Estado Libre Asociado. Y luego del triunfo de la Revolución Cubana nos convirtió en la contraparte de Cuba. Desde entonces, a pesar del posterior derrumbe de la Unión Soviética, la Guerra Fría prevaleció en el Caribe.

Durante más de cincuenta años Cuba resistió invasiones, sabotajes, bloqueos, penurias y atropellos de todo tipo simbolizados en los últimos años por la gesta de los cinco antiterroristas cubanos encarcelados en Estados Unidos y finalmente liberados. Bajo el liderato del Comandante Fidel Castro, Cuba se mantuvo fiel al mandato martiano en defensa de nuestra independencia. En el 1964, ante la ONU, a nombre de Cuba, Ernesto Che Guevara rindió «homenaje de admiración y gratitud a quien dignifica a nuestra América… [a] Albizu Campos, un símbolo de la América todavía irredenta pero indómita». En décadas posteriores, a iniciativa de Cuba y con el respaldo de varios gobiernos latinoamericanos, el Comité de Descolonización de la ONU ha aprobado -desde años por unanimidad- innumerables resoluciones respaldando nuestra descolonización e independencia.

Símbolos, realidades, resistencia

En Puerto Rico, a pesar del discrimen y la represión, el independentismo desde diversas perspectivas y trincheras no cejó en su lucha. Y a principios del siglo XXI la victoria de Vieques vació de contenido la razón estratégica militar que llevó a la invasión del 1898, y que imposibilitó nuestra independencia luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando el independentismo era ampliamente mayoritario. El independentismo, junto a los viequenses, logró aglutinar a la inmensa mayoría de nuestro pueblo en una gesta de desobediencia civil que costó cárcel a miles y logró detener el bombardeo de la Marina y el cierre de su más importante instalación militar en el Caribe, Roosevelt Roads.

Ahora, con el anuncio del futuro restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, la Guerra Fría en el Caribe está llegando a su fin.

Estados Unidos ha comenzado a rectificar su política respecto a Cuba. Le falta rectificar su política colonial hacia Puerto Rico. Nada sería más justo que comenzar con la liberación del patriota Oscar López, quien lleva 33 años preso en Estados Unidos, más tiempo que ningún otro presionero político en el mundo.

El presidente Obama, al anunciar su nueva política hacia Cuba dijo: «Hay que dejar atrás el legado del colonialismo y del comunismo». Solo a Cuba corresponde decidir sobre su futuro. Lo que sí corresponde a Estados Unidos es dejar de ser la última gran potencia colonial en América. No se puede mantener una colonia y proclamarse paladín de la democracia y la libre determinación.

Las señales de los tiempos son claras. En Puerto Rico, en el plebiscito del 2012, un contundente 54% rechazó la continuación del colonialismo. La bancarrota política, económica, social y moral del colonialismo es tal que en poco más de medio siglo más de la mitad de nuestra población ha tenido que emigrar.

En Nuestra América, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), compuesta por todos sus gobiernos, en su Cumbre del 2014, luego de hacer referencia a las «resoluciones sobre Puerto Rico» del Comité de Descolonización de la ONU, por unanimidad se comprometió a «seguir trabajando en el marco del derecho internacional», «para lograr que la región de América Latina y el Caribe sea un territorio libre de colonialismo y colonias». Y concluyó encomendando «al Cuarteto de la CELAC [los países que componen su directiva] para que con la participación de otros estados miembros que deseen sumarse a este mandato, presenten propuestas para avanzar» en el logro de dicho objetivo en el caso específico de Puerto Rico.

En Estados Unidos los últimos tres presidentes han reconocido formalmente nuestra condición de subordinación política y en los más altos círculos intelectuales y jurídicos se ha iniciado una importante discusión sobre el futuro de las relaciones entre esa nación y Puerto Rico. Harvard acaba de anunciar la inminente publicación de un libro en el cual «prominentes juristas examinan la historia y el legado de los casos insulares que están manchados por nociones de raza e imperio ya pasados de moda y exploran soluciones posibles a los dilemas que estos casos crearon».

En 1899 esa misma Universidad publicó los artículos que sentaron las bases sobre las que el Tribunal Supremo de esa nación creó el andamiaje jurídico para justificar su nueva expansión colonial. Como en el 1899, Estados Unidos se prepara hoy para su decisión respecto a Puerto Rico.

Colindancia histórica y futuro

Ahora más que nunca nos compete a nosotros seguir presionando al gobierno norteamericano -tanto en Puerto Rico, como internacionalmente y en el propio Estados Unidos- hasta crearle una crisis política que lo obligue a cumplir su obligación descolonizadora para que al fin los puertorriqueños podamos ser dueños de nuestro futuro.

Se acerca la hora de nuestra descolonización. Los cruciales cambios anunciados desde La Habana y Washington preludian una nueva relación entre Estados Unidos y Nuestra América. En esa nueva realidad es inconcebible mantener en Puerto Rico un status colonial, antidemocrático por definición.

El que crea que las afines colindancias históricas que doña Lola recogió en sus versos no continuarán su curso como por siglos lo han hecho, todavía no sabe que para volar un pájaro necesita las dos alas. Les toca ahora a Cuba y a Puerto Rico recibir flores sobre el mismo corazón.

* Presidente del Partido Independentista Puertorriqueño y presidente honorario de la Internacional Socialista.