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Las leyes humanitarias se aplican a todos

Fuentes: jnoubiyeh.blogspot.com

Traducido para Rebelión por Marwan Pérez

A lo largo del mundo la gente ha intentado diferenciar a los estadounidenses del gobierno de Estados Unidos. Tal vez nuestra complacencia y complicidad ante crímenes de guerra se ha atribuido a la falta de educación, a la apatía ante el omnipotente lobby pro israelí o que simplemente somos adictos al trabajo sin tiempo para nada más. Sin embargo, los ciudadanos, -ya sea por alguna deformación religiosa o punto de vista político, o por pura ignorancia- a menudo agravan el control que los grupos de interés pro israelíes tienen sobre las instituciones estadounidenses.

En septiembre, la ciudad de Dayton, Ohio -de aproximadamente 160.000 personas- firmó un compromiso de tres años para compartir la tecnología militar con Israel. Uno de los componentes clave del acuerdo es el desarrollo de aviones no tripulados. Los funcionarios del condado informaron de que se habían recibido 350.000 dólares de donaciones privadas para contribuir a éste y otros «proyectos de desarrollo económico» en Israel.

La actitud de esta pequeña ciudad del oeste refleja a la nación americana [EE.UU.] en su conjunto. El intercambio de tecnología militar con un país que es conocido por usar esa tecnología contra la población civil está en contra de las leyes internacionales, sin embargo, los derechos humanos pasan al último lugar ante la promesa de oportunidades de empleo y de crecimiento económico a expensas de personas del otro lado del mundo. Mientras los estadounidenses disfrutan de la libertad de acceso a Internet sin restricciones y de amplias oportunidades de educación, la mayoría opta por permanecer intencionalmente ignorante ante la ley y el casi olvidado sistema de valores.

La Sociedad Americana de la Cruz Roja ofrece una clase de cuatro horas en derecho internacional humanitario durante los conflictos armados, que se basa el fundamento jurídico de las cuatro Convenciones de Ginebra de 1949. Ratificadas por 194 países del mundo, las Convenciones prohíben los ataques contra civiles e instituciones como hospitales, lugares de culto y escuelas. Asimismo, regulan el tratamiento humano a combatientes enfermos y heridos, así como a los prisioneros de guerra.

En 1998, la comunidad internacional tomó medidas adicionales para establecer una Corte Penal Internacional (CPI), responsable de procesar a individuos por violaciones del Derecho Internacional Humanitario. Irónicamente, los Estados Unidos no ratificaron el Estatuto de Roma que creó la Corte Penal Internacional y notificaron a las Naciones Unidas que no iban a reconocer la autoridad de dicho tribunal.

No es coincidencia que los Estados Unidos hicieran este anuncio en mayo de 2002, a ni un mes después del ataque de Israel al campamento de refugiados de Jenin. Un número incontable de civiles fueron masacrados en el ataque y se negó el acceso a la Cruz Roja y la Media Luna Roja para atender a los supervivientes, lo que representa otra violación grave de las Convenciones de Ginebra. Los periodistas fueron mantenidos en la distancia, en un intento de ocultar las fosas comunes de hombres, mujeres y niños al resto del mundo – crímenes dignos de ser remitidos a la CPI-.

No es de extrañar que los Estados Unidos, protector jefe del estado judío, escogiese ese momento para negar el derecho del tribunal a existir. Sin embargo, la tan horrible masacre de Jenin, fue solo un sangriento preámbulo a los ataques de Israel contra el Líbano en 2006 y, más recientemente, en Gaza.

Durante la ofensiva de Israel en diciembre 2008-enero 2009 los habitantes de Gaza sufrieron ataques indiscriminados contra barrios civiles, mezquitas, clínicas y una escuela de la ONU.

La BBC informó que una clínica dirigida por Christian Aid, con cientos de miles de dólares en equipos médicos, fue destruida en un ataque israelí con misiles. La clínica ofrecía atención médica gratuita, específicamente dirigida a madres y niños. Su propósito era bien conocido, y los oficiales del ejército israelí llamaron a la organización 15 minutos antes de su destrucción alegando «operaciones terroristas en la zona».

Los civiles, particularmente niños, fueron atacados por soldados israelíes. Dr. Ahmed Yahia, jefe de neurocirugía del hospital de El-Arish en Egipto, dijo a la BBC que los escáneres cerebrales dejaban claro «que varios niños habían recibido disparos a quemarropa.»

Para agravar las pérdidas humanas, Israel utilizó fósforo blanco y la bomba DIME, un arma atroz catastrófica que causa heridas internas y la rápida aparición de cáncer en las personas expuestas a ella.

La Convención de Ginebra pide a sus firmantes – a los 194 – la persecución de los crímenes de guerra. Cuando una nación no está dispuesta o es incapaz de hacerlo, corresponde a la comunidad internacional intervenir y aplicar las sanciones contra el país infractor.

Sin embargo, cuando los gobiernos no están dispuestos a cumplir con sus acuerdos, le toca a la sociedad civil presionar a estos gobiernos; cuando los ciudadanos son ignorantes del derecho internacional, los medios de comunicación pro israelíes y los políticos corruptos se mueven ávidamente para llenar este vacío.

Tal fue el caso reciente del G-20 en la cumbre celebrada en Pittsburgh, Pensilvania. Los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña pidieron sanciones contra Irán, por intentar desarrollar energía nuclear, ignorando hipócritamente el fuerte arsenal nuclear de Israel con su voluntad demostrada del uso de armas de destrucción masiva.

Es hora que el derecho internacional humanitario sea un requisito de la educación en nuestras escuelas públicas en lugar de un curso opcional que se ofrece de forma intermitente. Sólo entonces tendremos una ciudadanía capaz de exigir a los gobiernos el cumplimiento de las Convenciones de Ginebra.

La alternativa se abre ante nuestros ojos: una disminución del civismo, el derrumbamiento de la moralidad y la pérdida de valor por la vida humana. Este es el legado que los niños y niñas del mundo están condenados a heredar si la enseñanza del derecho internacional no se hace una prioridad.