Recomiendo:
0

Testimonio de un exsoldado israelí

Las líneas rojas morales existen. ¿Por qué seguimos cruzándolas?

Fuentes: The Independent

Traducido para Rebelión por LB


Sólo sabía de Gaza por las historias. Gaza era la zona militar que quedaba a cargo de la Brigada Givate, pero todos conocíamos historias sobre cómo se las arreglaron para matar a varios militantes en una emboscada. Sinceramente, nos sentíamos un poco celosos. Me incorporé como recluta al ejército israelí al final de la Segunda Intifada dentro de una unidad de operaciones especiales de la brigada paracaidista. Desde el inicio de mi servicio supe que Nablus y Jenín serían las áreas que deberíamos controlar. Un juego de niños, al parecer, en comparación con las historias que venían de Gaza, pero mi juego de niños. Nunca olvidaré la primera vez que me dispararon, el primer cadáver palestino que vi, y el miedo y la adrenalina durante mi primera operación militar.

Mi primera misión consistió en la toma de una casa palestina. Nunca antes había tenido la oportunidad de estar en el interior de una casa palestina, y durante un momento a mi pelotón le sorprendió el hecho de que en la casa viviera una familia entera que abarcaba tres generaciones. Despertamos a todos y tomamos posesión de la casa. Metimos en una habitación a todo el mundo, hombres, mujeres, niños y ancianos. Uno de los nuestros se apostó junto a la puerta para impedir que salieran. Mientras tanto, nosotros fuimos a lo nuestro. Recuerdo que me pregunté: ¿Qué pensarán de todo esto? ¿Qué haría yo si unos soldados irrumpieran en mi casa? Pero inmediatamente reprimí estas preguntas y continué con la misión. Con el paso del tiempo el miedo se convirtió en aburrimiento, la adrenalina se estabilizó y mis dudas sobre la lógica de aquella forma de actuar y su justificación volvieron a roerme por dentro. Pero al día siguiente ya había nuevas operaciones. Esa fue nuestra rutina diaria y, en consecuencia, la siguiente vez simplemente dejé de pensar en cómo se sentía la familia cuya casa asaltamos. Mi línea roja moral personal se desvaneció muy rápidamente. Cada vez me decía a mí mismo: esto todavía es correcto. Pero está en la naturaleza de las líneas rojas desplazarse a lo largo de una escala imaginaria. No me sentí molesto cuando destruimos casas enteras en el curso de operaciones de búsqueda, ni cuando mi escuadrón mató accidentalmente a una mujer inocente y rápidamente enterramos el incidente y seguimos adelante. Hoy sé que mi capacidad para distinguir cuándo una determinada acción cruza la línea roja es algo de lo que entonces carecía.

Lo que me pasó a mí le está pasando al conjunto del ejército y la sociedad israelíes. Cuando se inició la Operación Plomo Fundido yo ya llevaba más de un año siendo activista civil de Breaking the Silence, pero me sentí conmocionado por los incidentes que oí que habían ocurrido allí. Me acuerdo de un amigo que había participado en la Operación Plomo Fundido. Volvió impactado por el hecho de que las casas de los «miembros de Hamas» fueran catalogadas como blancos legítimos para los bombardeos con independencia absoluta del riesgo que pudieran suponer o no para nuestros soldados sobre el terreno. Esa fue la primera vez que se topó con ese tipo de órdenes durante su servicio militar. Esto es lo que declaró:

«Por la mañana identificamos a cuatro hombres de edades comprendidas entre los 25 y los 40 años, tocados con kefiyas y charlando de pie en el exterior de una casa. Nos pareció sospechoso. Lo comunicamos a Inteligencia, especificando la casa en la que estaban a punto de entrar. Inteligencia pasó la información al Shabak (Agencia de Seguridad israelí), que informó que se trataba del domicilio de un activista de Hamas. Una información así provoca una intervención automática. No recuerdo qué es lo que usamos, si fue un helicóptero o algo diferente, pero el caso es que bombardeamos la casa cuando esas personas se encontraban dentro. Una mujer salió corriendo de la casa con un niño y se escapó en dirección sur. Es decir, que había habido personas inocentes dentro».

La línea roja que se cruzó con la operación Plomo Fundido se ha convertido en la línea de salida para la operación Borde Protector. Las casas de «miembros de Hamas» se han añadido a la larga lista de objetivos potenciales para el ejército israelí en la Franja de Gaza.

Los políticos que nos envían a realizar esas tareas ni siquiera fingen prometernos la esperanza de un futuro mejor. Solo prometen emplear más fuerza y más ​ violencia. Nuestras dudas sobre la lógica y la justicia ni siquiera nos interesan ya, pues nuestras líneas rojas morales se mueven constantemente en función de los vaivenes de nuestra realidad, de forma parecida a como se movía la mía durante mi servicio militar. 150 muertos en Gaza en los primeros seis días de la operación, la inmensa mayoría de ellos civiles y una cuarta parte de ellos niños. Millones de israelíes y palestinos viviendo con el temor existencial de que un cohete o un misil caiga sobre sus cabezas. El fin de un episodio de violencia es apenas la señal de alarma que augura el estallido del próximo.

La línea roja ante la que nos detuvimos durante la Operación Plomo Fundido (2009) es la misma desde la que iniciamos la operación Pilar Defensivo (2011). El punto en el que nos detuvimos en Pilar Defensivo es el mismo lugar desde el que hemos iniciado ahora la operación Borde Protector. ¿Cuál será nuestra próxima línea roja? ¿Y cuándo la cruzaremos también? Sólo nosotros podemos responder a esa pregunta. Depende de nosotros y de lo que permitamos que otros hagan en nuestro nombre.

Avner Gvaryahu sirvió en el ejército israelí como sargento de las fuerzas especiales entre noviembre del 2004 y noviembre del 2007

Fuente: http://www.independent.co.uk/voices/comment/as-an-exsoldier-in-the-israeli-defense-forces-ive-seen-how-shockingly-we-treat-palestinians-9607267.html