En la mesa redonda de hoy, en la que comparecieron el Vicepresidente de la República de Cuba, Salvador Valdés Mesa, el ministro de Economía y Planificación, la ministra de Finanzas y Precios, la ministra-presidenta del Banco Central de Cuba, la ministra de Comercio Interior, el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera y la vicepresidenta […]
En la mesa redonda de hoy, en la que comparecieron el Vicepresidente de la República de Cuba, Salvador Valdés Mesa, el ministro de Economía y Planificación, la ministra de Finanzas y Precios, la ministra-presidenta del Banco Central de Cuba, la ministra de Comercio Interior, el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera y la vicepresidenta primera de la Corporación CIMEX se anunciaron nuevas medidas en la esfera del comercio interior. Se produjo semejante despliegue ministerial para anunciar algo que ya se había filtrado por ciertos medios antes de que se diera la mesa redonda y que, en esencia, se reduce a que, no contentos con tener un mercado segmentado por el uso de dos monedas nacionales (el peso cubano, CUP, y el peso convertible, CUC), abrirán un nuevo tercer segmento en el que se venderán productos de una «gama media y alta» (es decir, de mejor calidad que los que se venden en las tiendas que operan en CUP y CUC) en monedas libremente convertibles (MLC). En ese nuevo mercado (que no es tan nuevo porque ya en los 90 antes de que apareciera el CUC se realizaban transacciones en dólares estadounidenses en las llamadas tiendas de «recuperación» de divisas) no se operará con efectivo sino con unas tarjetas magnéticas que tendrán como respaldo depósitos bancarios previos realizados en MLC.
La mesa redonda giró en torno a los detalles normativos que permitirían funcionar en este mercado a las «personas naturales» y «personas jurídicas». Aparte de esto, resultó interesante la afirmación del ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, acerca de la intención del Gobierno cubano de propiciar el restablecimiento de la industria nacional, que actualmente tiene, según el ministro, capacidades productivas pero falta de financiamiento y entonces no puede satisfacer la demanda de la población. Sin embargo, el ministro eludió las medidas que resultan necesarias para atraer los recursos tecnológicos y financieros necesarios para relanzar a la industria nacional, actualmente estancada.
No puedo negar que me causó impresión ver a la ministra de Finanzas hablando de los precios de los splits y de los televisores «con accesorios» o al ministro de Comercio Exterior decir que cualquier ciudadano podría concurrir a una de las empresas autorizadas (mencionadas una por una) a importar en el caso de que no encontrara en la oferta de estas tiendas el producto que necesitara para que entonces una de estas empresas lo importara «a pedido». Y me vino a la mente una pregunta obligada, ¿tiene sentido que estos ministros tengan que detenerse en estas minucias de la microgestión o sería más provechoso que se dediquen a proponer al Consejo de Ministros un conjunto de políticas en materia fiscal y comercial (para solo mencionar sus ramas específicas) que contribuyan al desarrollo del país? Me gustaría insistir en que, en mi opinión, el Estado no debería ocuparse de la microgestión, para ello deberían estimular el emprendimiento de los diversos actores económicos que pueden surgir en condiciones institucionales adecuadas para el fomento de la actividad empresarial.
Con estos anuncios me quedan varias cosas claras: 1) el Gobierno cubano sigue empeñado en desgastarse en la gestión microeconómica (en la que históricamente le ha ido mal y difícilmente le puede ir bien) y ha decidido salir a «competir» con las personas «naturales» que hacen importaciones, teóricamente no comerciales pero que en realidad si lo son, con la ventaja de una política arancelaria favorable y de la existencia de una infraestructura comercial sin permitir que el sector privado o el cooperativo puedan acceder a esos beneficios o a construir su propia infraestructura; 2) la creación de este nuevo segmento mercantil en el que se comercializan productos en MLC, en los que primero hay que depositar la divisa y luego acceder al mercado, parece demostrar que los CUC que circulan exceden ampliamente su respaldo en USD o MLC, que constituía el principio a partir del cual éstos sustituyeron al USD en la circulación, o lo que es lo mismo, que en la actualidad en Cuba circula un peso convertible que no es tal; 3) el regreso al uso de MLC como medio de circulación y como depósito de valor parece alejar la idea de abordar la imprescindible unificación monetaria y cambiaria, unida a una devaluación de la moneda nacional, de forma que se reflejen adecuadamente los precios relativos de la economía nacional y la economía internacional y se impulse la competitividad de la producción nacional; 4) el Gobierno opta por medidas que refuerzan la posición monopólica del Estado en el comercio minorista a pesar de su demostrada ineficacia en esa actividad; 5) a pesar de la insistencia en que son medidas orientadas a beneficiar a la población, vale la pena preguntar de qué forma puede la población acceder a un mercado en el que solo se venda en MLC si sus salarios son pagados en CUP y la cuantía de los mismos difícilmente alcanzaría para acercarse a dichos mercados, 6) en consecuencia, la única opción para que los cubanos accedan a esas nuevas tiendas son las remesas desde el exterior; y 7) adoptando medidas concentradas en la esfera de la circulación se siguen dilatando las necesarias reformas que deben conducir a la generación de riqueza, al incremento de la producción, al fomento de las exportaciones y a la sustitución de importaciones con calidad y eficiencia.
Estas «medidas» no contribuyen a solucionar la inmensa brecha entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos provenientes del trabajo. Al parecer, el Gobierno cubano prefiere seguir apostando a las transferencias unilaterales de recursos desde el exterior y no a la creación de la riqueza nacional mediante el trabajo productivo de la sociedad. Ese esquema fortalece la imagen de una sociedad rentista, mientras que el país lo que necesita es restablecer la cultura del trabajo productivo, con los incentivos necesarios para construir el bienestar, a partir de lo que seamos capaces de crear con las condiciones institucionales adecuadas.
Fuente: http://www.desdetutrinchera.
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