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Las mentiras flagrantes de Aznar

Fuentes: Rebelión

Revisado por Caty R.

Pese a su indudable experiencia política, Aznar miente de manera inexcusable para justificar su apoyo al Gobierno de Israel.

En este artículo en el que defiende al Estado invasor y ocupante de Palestina (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=108612), el primer argumento del ex presidente es que «el Estado de Israel fue creado por una decisión de las Naciones Unidas, por lo que su legitimidad no debería ser cuestionada».

Esta argumentación incurre en una inaceptable falta a la verdad histórica, porque el Estado de Israel no fue creado por una decisión de la ONU.

La ilegítima Resolución 181 de la ONU (votada el 29 de noviembre de 1947) sólo disponía la partición de Palestina en dos zonas (una para los palestinos y otra para los judíos) y no contemplaba ninguna disposición para la ejecución de dicha partición y, menos, la creación de un Estado judío. Y el Gobierno británico -que gobernaba Palestina por mandato de la Sociedad de las Naciones- se negó a aplicar el plan de partición, argumentado que era inaceptable para las dos partes implicadas, rechazando, además, compartir la administración de Palestina con las Naciones Unidas -durante el periodo de transición recomendado por el plan- y abandonó Palestina el 15 de mayo de 1948, fecha en la que expiraba el Mandato Británico.

La verdad -que oculta José María Aznar- es que el Estado de Israel fue fundado por un grupo de sionistas liderados por David Ben Gurión, quienes declararon unilateralmente y de manera ilegal la independencia de ese país el 14 de mayo de 1948, un día antes de que expirara el Mandato Británico y después de haber expulsado a las tropas del Reino Unido por medio de una serie de graves actos terroristas -contra árabes y británicos- que culminaron en el atentado al hotel King David. Dicho atentado causó 92 muertos y centenares de heridos entre británicos, árabes, judíos y de otras nacionalidades.

Por todo ello, afirmar que Israel fue creado por una decisión de la ONU es una falsedad que pretende conseguir que la comunidad internacional olvide el carácter ilegal y violento de la fundación de Israel -conductas que desde entonces han caracterizado la política israelí- siendo sorprendente que una personalidad política del nivel del ex presidente Aznar se arriesgue a que le pillen en una mentira tan flagrante

Hay que señalar que la denominada «Partición de Palestina» de la ONU, utilizada por los sionistas como justificación para su apropiación progresiva de Palestina, sólo fue un expolio carente de la legitimidad del derecho, ya que la ONU no era propietaria de Palestina y no podía disponer de ella como lo hizo. Esa Partición carece también de la legitimidad de hecho ya que, pese al más de medio siglo transcurrido, ese expolio no ha sido consentido por los habitantes de esas tierras ni por sus descendientes, quienes siguen reclamando el retorno a la tierra de sus antepasados.

Queda claro, además, que la legitimidad de Israel ha sido cuestionada sin descanso y con fundamento por los pobladores de Palestina desde la creación de ese Estado y que ésa y no otra es la verdadera causa del conflicto que analiza Aznar de manera sesgada.

Aparte de la mentira flagrante del ex presidente en cuanto al origen del Estado de Israel, deben analizarse otros hechos que tienen similitudes con la historia de Israel y que, a la luz de la historia del siglo XX, podrían merecer una interpretación diferente de la que Aznar señala en su texto.

Porque los partidarios de Israel suelen recurrir al argumento del «fait acompli» o hecho consumado para sostener la imposibilidad de que ese Estado desaparezca.

Al respecto conviene recordar unos acontecimientos ocurridos el siglo pasado que guardan muchas similitudes con el ilegítimo expolio de más de la mitad de Palestina para otorgar esas tierras a los judíos sobrevivientes de la Shoá.

Me refiero a lo que se conoce como «Acuerdos de Munich» de 1938 por los que las potencias de la época (Reino Unido, Francia, Italia y Alemania) decidieron regalar a esta última la Región de los Sudetes (que formaba parte de Checoslovaquia) pero sin consultar al gobierno Checoslovaco. Ante la cesión inconsulta de los Sudetes, el máximo mandatario checoslovaco de entonces, Edvar Benes afirmó «Han decidido acerca de nosotros, pero sin nosotros y contra nosotros».

Esto es muy parecido a lo que hizo la ONU, que decidió sobre Palestina, pero sin los palestinos y contra los palestinos.

A consecuencia de aquel regalo de las potencias europeas, Alemania invadió con la Wehrmacht (fuerzas armadas nazis) los Sudetes y posteriormente invadió el resto de Chequia y puso un gobierno títere en Eslovaquia. Y mientras Alemania gobernó de hecho Checoslovaquia, se produjo una expulsión masiva de ciudadanos checos de Chequia y los que permanecieron fueron marginados y perseguidos. También se produjo una masiva deportación de judíos (más de 300.000) a campos de concentración donde fueron asesinados.

Esto también guarda un gran parecido con que ha hecho Israel en Palestina ya que, luego de la Partición invadió vastas áreas de Palestina, ha colocado en Cisjordania el gobierno títere de Mahmud Abbas, ha expulsado masivamente a árabes palestinos y los que permanecen están marginados y perseguidos, además de asesinar o encarcelas a miles de ellos.

Por supuesto, al finalizar la Segunda Guerra Mundial con la derrota de los nazis, la región de los Sudetes volvió a Checoslovaquia y el Gobierno germano firmó con el Gobierno checo un acuerdo declarando esa cesión como «nichtig ex tunc«, es decir, «nula desde el momento de su firma».

Por ello, sostener que la creación de Israel -como Estado racista incrustado en Oriente Próximo- es irreversible no se sostiene a la luz de estos hechos históricos.

Los partidarios de Israel también suelen fundamentar esa condición de irreversible argumentando que ya hace más de 60 años que Israel existe y que no se puede volver atrás en la historia.

Ante este argumento conviene, una vez más, revisar la historia reciente de Europa en el siglo pasado.

Al hacerlo comprobaremos que la Unión Soviética comenzó a crecer en 1922 hasta abarcar 15 repúblicas en Europa y Asia y que, durante decenios, se consideró a ese proceso de sovietización como irreversible, pero en 1991 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas desapareció como tal y muchos pueblos que formaban parte de esa unión recuperaron su independencia después de casi 70 años bajo los soviets.

De tal manera la desaparición de la URSS demuestra que es posible volver atrás en la historia y, por ello, que no es imposible la desaparición de Israel como Estado racista, lo que no significa la desaparición de los judíos que viven en Palestina.

También, si se considera que Occidente se ha estructurado proclamando el respeto del derecho y de los derechos humanos, no es aceptable que José María Aznar afirme en su artículo que «Israel es una nación completamente occidental» ya que, desde su fundación, el Estado invasor y ocupante de Palestina ha repudiado el derecho internacional y los derechos humanos, siendo el alevoso acto de atacar el Mavi Marmara el último ejemplo de esas costumbres inveteradas que se sintetizan en el olímpico desprecio israelí a las resoluciones de las Naciones Unidas que le exigen ajustarse a derecho.

También incurre en un notable falseamiento de la verdad el ex presidente cuando afirma que «Israel es una nación con instituciones democráticas profundamente arraigadas». Porque no es democrático, ni siquiera ligeramente, un país que otorga la ciudadanía automática a los judíos de todo el mundo que quieran migrar hacia la Palestina invadida y ocupada mientras que impide el retorno de los palestinos que huyeron del terrorismo sionista, argumentando que esos palestinos abandonaron «voluntariamente» sus hogares.

Tampoco es democrático un país que otorga todos los derechos a los judíos recién llegados y considera ciudadanos de segunda a los árabes que todavía sobreviven allí cuando no los encierra en verdaderos bantustanes por medio del «muro de la vergüenza».

Y tampoco es democrático un país que no permite el matrimonio civil y sólo lo contempla bajo las normas rabínicas.

Toda esta normativa, si fuera puesta en práctica por cualquier país de Occidente, daría pie a denuncias interminables sobre violaciones de derechos fundamentales y personales.

Para finalizar, el ex presidente español, como ferviente amigo de los sionistas, debería de tener más cuidado para que no le pillen mintiendo de manera alevosa.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.