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Las mujeres de la Generación beat

Fuentes: Rebelión

Me gustaría comenzar este artículo llevando a cabo un pequeño experimento sociológico. Si ahora te pidiera, lector o lectora que sostienes entre tus manos esta revista, que cogieras un bolígrafo y un papel y escribieras uno o más nombres de escritores relacionados con la conocida como Generación beat, y después cogiéramos esos trozos de papel […]

Me gustaría comenzar este artículo llevando a cabo un pequeño experimento sociológico. Si ahora te pidiera, lector o lectora que sostienes entre tus manos esta revista, que cogieras un bolígrafo y un papel y escribieras uno o más nombres de escritores relacionados con la conocida como Generación beat, y después cogiéramos esos trozos de papel e hiciéramos un recuento, con toda seguridad aparecerían los nombres de Jack Kerouac, de Allen Ginsberg, de William Burroughs, tal vez también los de Neal Cassady, Lawrence Ferlinghetti o Gregory Corso. Quizás alguno más. Pero ¿aparecería algún nombre femenino en la lista? Me atrevería a decir, casi con toda seguridad, que la respuesta sería no.

Y sin embargo, en la Generación Bear también hubo mujeres. Muchas de ellas, tan importantes como ellos, grandes poetas, magníficas narradoras, extraordinarias memorialistas. Publicaron poemas, escribieron novelas y relatos cortos, nos dejaron fabulosos libros de memorias contando su versión de los hechos, editaron revistas, consumieron drogas y mostraron su rechazo contra la guerra. ¿Qué ocurrió, pues, para que la Historia las haya ignorado? ¿Por qué sus nombres no forman parte del Canon? ¿Fueron sus méritos literarios comparables a los de Kerouac, Ginsberg o Burroughs? A lo largo de este artículo vamos a tratar de dar respuesta a estas y otras incógnitas.

 Qué entendemos por Generación beat

La Enciclopedia de Literatura Merriam-Webster define el movimiento beat como:

Movimiento literario y social estadounidense que se originó en la década de los 50 y que se localizó principalmente en las comunidades artísticas bohemias de North Beach, en San Francisco, Venice West en el sur de California y en el Greenwich Village neoyorquino.

La escritora y editora Hettie Jones en una entrevista definía «El movimiento beat» de la siguiente manera:

(…) un grupo de escritores que empezaron a expresar su disgusto con la represión de los años 50 y la poesía que no era «de la gente», sino de las academias. Los poetas beat abrieron los ojos de la sociedad por medio de sus poemas. Hoy, como resultado de aquellos poetas, junto con otro número de poetas más inclusivo (raza y sexo), nosotros tenemos el spoken word, el hip hop, tenemos una idea mucho más abierta sobre la poesía y el arte.

Y concluye que «los beats empezaron un movimiento que aún sigue vivo. Todavía somos capaces de expresarnos a nosotros mismos en nuestro arte.»

Una vez establecida una definición clara y concisa, veamos cuáles son algunas de las principales características del movimiento beat. Los miembros de la Generación beat comparten el gusto por una poesía antiformalista, libre de academicismos preciosistas, a menudo caótica, y que no elude, en ningún momento, un lenguaje cercano a lo que los cánones de la época consideran obsceno. La idea fundacional que los guía es la de que la poesía nace de las experiencias vitales y tiene que volver a las calles, de donde nunca debería haber salido. Los beatniks están muy influidos por la religión, en general, y por el Budismo Zen, en particular. También la música juega un papel fundamental en el imaginario beat, sobre todo el jazz. Así los nombres fundamentales del Bebop se convierten en figuras totémicas para Kerouac y compañía. Me estoy refiriendo a músicos como Charlie Parker, Thelonious Monk, Dizzy Gilespie, Count Basie o el primer Miles Davis, artistas revolucionarios que jugarán un papel esencial en toda esta historia. También las drogas jugarán un papel muy importante en la revolución beat. Las páginas de En el camino, El almuerzo desnudo o Aullido, están repletas de heroína, de marihuana, de anfetaminas. Sin embargo, el alcohol tiene un papel absolutamente residual en toda esta historia. Otra característica fundamental del movimiento beat es la toma de conciencia frente a los problemas sociales. Los beatniks son, por lo general, pacifistas, se muestran intolerantes ante la guerra, hacia la violencia de todo tipo, venga de donde venga; están a favor de la legalización de las drogas, toman partido en la lucha por los derechos civiles, etc. En cualquier caso, y a modo de síntesis, podemos concluir que los artistas beat se caracterizaron por su rechazo frontal a los valores culturales tradicionales, a los convencionalismos literarios existentes en el universo poético así como por su crítica feroz contra el conformismo cultural de posguerra.

¿Hubo mujeres en la Generación beat?

En 1994, el escritor Gregory Corso dictaba una conferencia en un College americano. Alguien entre el público pidió la palabra para preguntar por qué no hubo mujeres en la Generación beat. La respuesta de Corso fue categórica:

Hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, sus familias las encerraron en manicomios, se las sometía a electroshock. En los años 50 si eras hombre podías ser un rebelde, pero si eras una mujer tu familia te encerraba. Hubo casos, yo las conocí. Algún día alguien escribirá sobre ellas.

Existe una novela titulada Personajes secundarios cuya autora, Joyce Johnson, fue, al mismo tiempo, protagonista y testigo de este movimiento. La portada original de esa novela es muy elocuente. En una foto aparecen dos imágenes, la de un hombre y la de una mujer. La figura masculina está en primer plano. Se aprecia con nitidez. Es Jack Kerouac. Detrás de él hay una mujer. Su rostro está difuminado. Se trata de Joyce Johnson. Sin duda, esta fotografía es una gran metáfora del papel que jugaron las mujeres en el movimiento beat. Ellos delante, bien a la vista, ejerciendo de protagonistas; ellas detrás, en segundo plano, como buenas actrices de reparto.

Las mujeres de la Generación beat se encontraron frente a una situación a la que podríamos calificar como adulterada: abrazaron un movimiento contracultural que rechazaba el consumismo y el conformismo americano de posguerra sin cuestionarse sus férreos roles de género. De esta manera se vieron obligadas a convertirse en esposas y cuidadoras de los artistas masculinos. Ellas dirigían la esfera doméstica, y estaban a cargo de tareas tales como llevar la casa, cocinar, fregar los platos y limpiar después de las fiestas. Y no sólo eso. A menudo, tuvieron que trabajar para mantener a sus compañeros, esposos o amantes. El trabajo literario de las mujeres no se tomaba tan en serio como para que ellas pudieran dedicarle todo su tiempo.

En 2004, la profesora Brenda Knight publicó el ensayo Women of the Beat Generation: The Writers, Artists and Muses at the Heart of a Revolution, el primer intento serio de reivindicar la figura femenina en el movimiento literario de mediados de siglo XX. En 2015, en España la editorial Bartleby publica Beat Attitude, una antología bilingüe que recoge el trabajo de 10 poetas femeninas de la Generación beat. De la selección, traducción y prólogo se encargó la poeta Annalisa Marí Pegrum. Cuando en una entrevista le preguntaron a Pegrum qué distinguía la poesía de estas mujeres de sus homólogos masculinos, contestaba:

 En general hablan de lo mismo que los hombres: la espiritualidad, las filosofías orientales, la alteración de la conciencia, el jazz, la escritura automática, viajes, reivindicación social y política…, pero observamos temas nuevos: menstruación, partos, abortos, hijos, frustración de estar a un lado de la carretera, invisibilidad, la espera, y la presencia de lo doméstico. Hay que decir que, confinadas al espacio doméstico por sus compañeros de generación, desarrollan una interesante escritura dentro de la casa y convierten lo doméstico en tema literario que apenas se encuentra entre los hombres .

Así pues, cabe preguntarse por qué estas mujeres fueron supeditadas al papel secundario de novia de, esposa de, musa de, en vez de desempeñar el rol de personaje principal. Como suele ocurrir la mayoría de las veces, la respuesta no es sólo una. No podemos olvidar que los Estados Unidos de posguerra era un país muy conservador, donde la mujer ocupaba un puesto absolutamente secundario, no sólo en las letras, sino en cualquier orden social, laboral, económico. Aún distaban varios años para que tuviera lugar la primera gran ola feminista, que empezaría a poner las cosas en su sitio. En aquel país por el que Kerouac o Burroughs se movieron como caballos desbocados a toda velocidad, de norte a sur y de este a oeste, era ilegal que una mujer soltera viajara sin el consentimiento de su padre. Y esto es tan solo un ejemplo. En cualquier caso, todos sabemos que el canon, construido básicamente por la crítica masculina, blanca y heterosexual es fiel reflejo de sus creadores, y, evidentemente, en esos parámetros no encajaban estas escritoras.

Algunas escritoras de la Generación beat

Llegados a este punto, es hora de hablar específicamente de ellas, las poetas, las narradoras, las mujeres que contaron en sus libros de memorias lo que ocurrió. No se trata de hacer un catálogo exhaustivo y enciclopédico de nombres, sino de dejar constancias de su trabajo.

Dianne Di Prima

Esta escritora neoyorquina nacida en 1934 es, sin duda, la gran poeta del movimiento beat. A mi entender, una escritora de la talla de Kerouac o Ginsberg, y muy superior a otros miembros del grupo. Ginsberg solía alabar su «genialidad». Escribió desde muy joven y lo sigue haciendo en la actualidad, con más de ochenta años. Su vida ha estado plena de activismo, militancia, coherencia y poesía.

Su primer libro de poemas fue This Kind of Bird Flies Backward (1958), y hasta la fecha ha publicado más de cuarenta poemarios, entre los que se cuentan The New Handbook of Heaven (1963), Poems for Freddie (1966), The Book of Hours (1970), Loba (1978), o Pieces of a Song (1990). También ha escrito obras de teatro y varios libros de memorias, entre los que destaca Memoirs of a Beatnik. Junto al poeta Amiri Baraka publicó la revista poética The Floating Bear, órgano esencial de la escritura beat. Asimismo fundó dos editoriales independientes, The Poets Press y Eidolon Editions, donde publicó algunos de los trabajos más interesantes de la vanguardia norteamericana.

Dianne Di Prima es una escritora altamente recomendable, autora de una poesía muy personal, donde la sensualidad y el erotismo juegan un papel fundamental.

Caronlyn Cassady

Es una de las mujeres más importantes de la Generación beat, aunque la mayoría de las veces, se le ha otorgado esta condición por razones extraliterarias. No en vano, compartió la vida doméstica varios años con Neal Cassady.

Pertenecía a una familia adinerada y culta, por lo que, desde muy joven, estuvo relacionada con el mundo del arte. Vivió en primerísima persona el estallido beat y lo contó en un interesantísimo libro titulado Off the Road. Siempre se le ha achacado que no escribiera ninguna gran obra, pero lo mismo ocurrió con su marido, y ha pasado a la historia.

Denise Levertov

El caso de Levertov es muy atípico. Nació en el sur de Inglaterra pero después de la segunda guerra mundial, donde participó activamente como enfermera, se trasladó a los EE. UU y al poco tiempo se nacionalizó estadounidense. Su primera colección de poemas, The Double Image (1946) no anticipaba ni por asomo la gran poeta que llegaría a ser. Posteriormente en libros como Here and Now (1957), Overland to the Islands (1958) Out of the War Shadows (1968) o Relearning the Alphabet (1970) desplegaría todo su poderío, mostrando una poesía muy personal, donde el Budismo y el pacifismo ocupan un papel predominante, ofreciendo un tono casi místico en gran parte de su obra poética, mezclado con un componente social y crítico contra las diferentes administraciones norteamericanas, y con sus políticas imperialistas e intervencionistas, que ha perdurado hasta sus más recientes publicaciones:A Door in the Hive (1989) o Evening Train (1992). Aunque es considerada ante todo una extraordinaria poeta, Levertov también escribió numerosos ensayos metapoéticos y varios libros en prosa. Murió en Seattle, en 1997.

Joyce Johnson

Es otro de los personajes que protagonizaron en primera persona el movimiento beat. Ya hemos hablado de su novela Personajes secundarios, donde cuenta su particular visión de todo lo acontecido en aquellos años de jazz, poesía, drogas y rebeldía, algo que ella conocía muy bien, ya que durante varios años, fue la compañera sentimental de Kerouac. Johnson había nacido en Manhattan, en el seno de una familia conservadora y muy controladora. Pero desde muy temprana edad, demostró que no estaba dispuesta a ser sometida a ningún tipo de yugo familiar.

Siempre se mostró muy crítica con el machismo imperante en el grupo. Escribió en una ocasión:

La escena beat tenía muy poco que ver con la participación de las mujeres, consideradas como genuinas creadoras. La auténtica comunicación tenía lugar entre los chicos, mientras que las mujeres estaban allí como simples observadoras. Mantenías la boca cerrada y si eras inteligente y te interesaban determinadas historias, tomabas lo que podías. Era un ambiente muy masculino.

Door Wide Open es una colección de su correspondencia de la época, muy esclarecedora. Además, Johnson ha escrito varias novelas, y sus artículos se pueden leer con regularidad en prestigiosas revistas, como The New York Times Magazine, The New Yorker, Vanity Fair o Washington Post.

Estas son algunas de las mujeres con más peso específico del movimiento beat, pero hubo muchas más. Mujeres como Hetti Jones, que fue la mitad, junto con Amiri Baraka, de Totem Press, editorial que publicó, entre otros muchos libros de la Generación b, el primer poemario de Dianne Di Prima. También fue la principal catalizadora de uno de los órganos más importantes de la cultura beatnick. Me refiero a la revista literaria Yugen. En su libro How I became Hettie Jones cuenta en primera persona cómo vivió aquellos años estando en el mismísimo ojo del huracán. En la actualidad sigue escribiendo y publicando sus poemas, y recorriendo su país ofreciendo lecturas que gozan del fervor de un público joven que siente una tremenda admiración por su figura y su obra.

Otra importante militante beat fue Eddie Parker, quien en su libro You’ll Be Okay, nos narró su versión de los hechos, haciendo hincapié, sobre todo, en el año que estuvo casada con Kerouac, y en el período de tiempo que compartió apartamento con Joan Vollmer, la tristemente célebre segunda esposa de Burroughs, que murió cuando ambos estaban colocados hasta las cejas, jugando a Guillermo Tell. Esto nos lleva hasta Joan Vollmer que fue, como sostiene Brenda Knight en Women of the Beat Generation, la figura femenina más importante de la revolución beat y todo ello, sin escribir ni una sola línea. Sobre ella, señala que:

(…) el combustible que alimentó el motor beat comenzó con Joan en el papel de casera y musa. Su apartamento en Nueva York fue el núcleo que atrajo a muchos de los personajes que jugaron un papel vital en la formación de los beat. Brillante y con unos extraordinarios conocimientos de filosofía y literatura, Joan fue la piedra en la que los principales escritores beat afilaron su intelecto.

Y hubo muchas más. Escritoras como Joann Kyger, una poeta que hace del budismo zen su tema fundamental en obras como Diarios del Japón y la India, en los que da cuenta de su estancia en estos dos países asiáticos, o en poemarios como The Tapestry and the Web, que han hecho de ella una de las poetas americanas más interesantes de la segunda mitad del siglo XX. O la poeta revolucionaria Anne Waldman, fundadora junto con Gingberg y Di Prima de la Escuela Jack Kerouac de Poéticas Descorporeizadas, y autora de más de cuarenta libros de poemas; o Elise Cowan, o ruth weiss, o Mary Norbert Körte, o Janine Pommy Vega o Lenore Kandel. Mujeres que estuvieron allí, que escribieron sus obras, que de manera consciente contribuyeron a que el mundo, y sobre todo, el mundo de la literatura, fuese mucho más libre y acogedor.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.