Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Hayat Al-Balbisi siempre había querido ser profesora. Pero su padre había muerto, su madre estaba enferma y paralizada en casa, y su hermana era ciega, lo que dejaba a la familia sin nadie que la sustentara. Así que Hayat, que estudiaba en la Escuela de Magisterio de Jerusalén, decidió buscar trabajo para ayudar a la familia y pagar su educación. Y aunque tuvo la suerte de encontrar un trabajo en la radio palestina en Jerusalén, su sueño de enseñar a los niños nunca se desvaneció. De modo de cuando oyó que la escuela de Deir Yassin necesitaba profesores y a pesar de que sabía que el pueblo estaba rodeado de seis colonias sionistas, Hayat no se lo pensó dos veces: iba a enseñar a los niños de Deir Yassin. Deir Yassin era un pueblo hermoso y próspero a las afueras de Jerusalén, un pueblo tranquilo que tenía una población de 750 habitantes. La bandas terroristas sionistas, que habían robado las tierras que rodeaban Deir Yassin y construido sus ilegales colonias por todas partes, tenían los ojos puestos en Deir Yassin debido a su riqueza y posición. Deir Yassin era conocido por ser un pueblo pacífico e incluso se había informado de que sus residentes habían prohibido a los combatientes palestinos permanecer en el pueblo o utilizar su tierra como zona desde la que luchar contra los terroristas sionistas. En marzo de 1948 los líderes de las seis colonias sionistas que rodeaban Deir Yassin se reunieron con los jefes del pueblo y sugirieron un pacto de paz, un tratado de no agresión con Deir Yassin. Como el pueblo estaba rodeado por varias colonias sionistas, que lo rodeaban y amenazaban constantemente, y como tenía pocos medios de protegerse en caso de ataque, lo más probable es que Deir Yassin accediera al pacto con los colonos sionistas. Ahora sabemos que este pacto no era sino un pretexto, una cortina de humo para engañar a los pacíficos habitantes de Deir Yassin pensando que así estaban a salvo del terrorismo sionista, ya que, de hecho, las bandas terroristas Irgún y Lehi estaban planeando un ataque a gran escala contra Deir Yassin, un ataque que borraría al pueblo del mapa, y una masacre que suprimiría a sus habitantes originarios, un ataque que sería un ejemplo para todos los pueblos palestinos. Los sionistas eligieron a las personas que habían firmado un tratado de «no agresión» y en «agradecimiento» los masacraron, violaron a sus madres, viudas e hijas, e hicieron formar a sus hijos desnudos antes de ejecutarlos.
A primeras horas del viernes 9 de abril de 1948 y en una operación conjunta denominada «Operación Unidad», las tres bandas terroristas sionistas Irgún, Lehi (Stern) y la Haganah (que más tarde se convirtió en el terrorista ejército sionista) atacaron el pacífica pueblo de Deir Yassin con el objetivo de matar cuantos palestinos y palestinas fuera posible, y obligar a los demás a irse de sus hogares y de sus tierras. Esta operación era parte del «Plan Dalet», el plan militar maestro de los sionistas para la expulsión sistemática de cuantos palestinos fuera posible y apropiarse de la mayor cantidad posible de tierra palestina antes de que expirara el Mandato británico. El «Plan Dalet» duró desde el 1 de abril de 1948 al 15 de mayo de 1948, consistió en ocho operaciones principales contra comunidades palestinas y dio a las bandas terroristas sionistas luz verde para masacrar palestinos y destruir sus pueblos y ciudades. Este Plan y sus operaciones provocaron la limpieza étnica de 213 pueblos palestinos (un 40% de todos los pueblos palestinos) y convirtió a 413.794 palestinos y palestinas en refugiados (un 54% de los refugiados de la Nakba) lo que lo convirtió en el principal plan que estaba tras de la limpieza étnica de Palestina. El Irgún ataco al pueblo desde el sur, Stern lo atacó desde el este mientras que la Haganah lo bombardeaba con mortero. Unos 80 habitantes del pueblo lucharon heroicamente y trataron de proteger a sus habitantes y al pueblo de los más de mil terroristas sionistas, pero con pocas armas y una munición limitada tenían pocas posibilidades contra estas bandas terroristas armadas hasta los dientes. En esta batalla en tres frentes los sionistas utilizaron todo tipo de armas automáticas, misiles, cañones y tanques. La lucha continuó hasta aproximadamente las 15:30 de la tarde cuando los palestinos se quedaron sin municiones. Los sionistas abrieron fuego contra cualquiera que capturaran tratando de escapar y entonces avanzaron hacia el pueblo y empezaron su «limpieza»: fueron casa por casa, torturando civiles antes de asesinarlos, ejecutando a los heridos, violando mujeres, matando niños. Aquellos que no fueron asesinados con armas o granadas fueron degollados a cuchillo. Familias enteras fueron alineadas contra el muro de sus casas y ejecutadas. Se mató a bayonetazos a mujeres embarazadas y su mutiló los cuerpos de niños. Se robó el dinero y las joyas de los cuerpos de las víctimas y antes de quemar las casas robaron pertenencias personales. De las 144 casas de Deir Yassin las bandas sionistas terroristas volaron al menos 15 con sus habitantes dentro. La mayoría de las fuentes hablan de 254 mártires, algunas llegan hasta 360, incluyendo 25 mujeres embarazadas a las que se mató a bayonetazos y 52 niños que fueron mutilados ante sus madres antes de ser decapitados y sus madres asesinadas, además de otras 60 mujeres y chicas que también fueron asesinadas y sus cuerpos mutilados. Se encontraron cuerpos dentro de las casas y bajo los escombros de casas destruidas, incluyendo los cuerpos mutilados y partes de cuerpos de 150 mujeres, niños y ancianos; muchos estaban esparcidos a los largo de las calles del pueblo. Además de estas personas asesinadas en sus casas, los terroristas sionistas reunieron a 25 hombres palestinos, los montaron en un camión y los pasearon por Jerusalén en un especie de «paseo de la victoria» antes de ejecutarlos en una cantera cercana y quemar sus cuerpos en una fosa común. Además, unas 150 personas entre mujeres y niños que sobrevivieron a la masacre fueron montados en camiones y fueron exhibidas desnudas por los barrios judíos de Jerusalén, donde los residentes judíos se burlaron de ellas, las insultaron y atacaron. Algunos incluso les sacaron fotos. Después las devolvieron al pueblo y las ejecutaron, mientras que a otras las «descargaron» en Jerusalén. Durante la batalla y la masacre, algunos habitantes de Deir Yassin lograron escapar por la entrada occidental del pueblo y huyeron al cercano pueblo de Ein Karim. Ahí pidieron a los soldados árabes que estaba estacionados que ayudaran a Deir Yassin, pero estos declinaron afirmando que tenían órdenes de no interferir (Más sobre la masacre de Deir Yassin).
Después de que su hijo y su marido fueran asesinados mientras defendían su pueblo de los terroristas sionistas, Hilwa Zeidan se apoderó del arma de su hijo y luchó para defender su hogar hasta que fue asesinada. No fue la única: las mujeres de Deir Yassin estuvieron al lado de sus padres, maridos, hermanos e hijos. Se ocuparon de los heridos, les suministraron comida y agua, y cavaron trincheras para impedir que los terroristas avanzaran hacia el pueblo. Otras mujeres arriesgaron sus vidas para salvar a los heridos. Con una escalera de mano, Thiba Aqel, Rabi’a Aqel, Jamila Salah y otras transportaron a los heridos a Ein Karim. Hayat Al-Balbisi estaba en Jerusalén aquel día, eras viernes (día de fiesta), pero en cuanto oyó noticias del ataque a Deir Yassin, corrió a ayudar. Deir Yassin se había convertido en su hogar, los habitantes de Deir Yassin se habían convertido en su familia y los niños de Deir Yassin se habían convertido en sus hijos. Trabajaba para la Cruz Roja y había hecho cursos de primeros auxilios. En Deir Yassin 15 chicas y chicos se refugiaron en la escuela con Hayat. Convirtió la escuela en un centro de rescate y puso la señal de Cruz Roja en la puerta de la casita, pensando que así protegía a los niños y a los heridos, y que los sionistas respetarían el derecho internacional y no atacarían un centro de Cruz Roja. Ayudó a los heridos todo lo que pudo y cuando el pueblo cayó en manos de los usurpadores sionistas y como estos terroristas estaban entrando casa por casa en los hogares palestinos, uno tras otro, y matando a toda persona que estuviera dentro, muchas personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares para salvar las vidas de sus hijos y las suyas. Y cuando Hayat salía con los demás, oyó los gemidos de alguien que pedía ayuda. Volvió a mirar, casa por casa, y encontró a un hombre, gimiendo y sangrando por sus heridas. A pesar del avance de los asesinos sionistas, ella permaneció al lado de este herido, confortándolo y ayudándolo todo lo que podía. Se había quedado sin material de primeros auxilios y solo tenía su pañuelo con el que vendó la herida; tenía el símbolo de Cruz Roja en el brazo para demostrar su misión. Pero la señal no le ayudó. A los 18 años, Hayat, que siempre había querido ser profesora, fue asesinada de un tiro por los terroristas sionistas cuando ayudaba a un herido palestino.
55 niños que habían sobrevivido a la masacre, después de haber sido cargados en un camión y paseados por los barrios de Jerusalén como trofeos, fueron descargados cerca de la Ciudad Vieja donde los encontró Hind Al-Husseini, de 32 años. Esta regañó a los niños y les dijo que se fueran a sus casas porque las calles eran peligrosas. Horas después, cuando los volvió a encontrar exactamente en el mismo lugar, les preguntó por sus casas y el mayor de los niños le dijo que eran de Deir Yassin y no tenían casa, habían perdido a sus padres en la masacre. Se los llevó a la mansión familiar «Dar Al-Husseini», construida por su bisabuelo en 1790 y que ella rebautizó «Dar Al-Tifl Al-Arabi» (Casa del Niño Árabe). Hind Al-Husseini dedicó toda su vida a los huérfanos de Deir Yassin y a otros niños palestinos, los cuidó y les dio una educación. Hoy la casa alberga una escuela, un museo del folclore y arte palestinos, y una biblioteca de investigación islámica y la herencia árabe en Jerusalén.
Hayat Al-Balbisi y Hind Al-Husseini son solo dos ejemplos entre miles y miles puesto que las mujeres palestinas siempre han sido una parte esencial de la lucha palestina por la libertad y la liberación. Las mujeres palestinas siempre han sido compañeras de los hombres en la resistencia y en la lucha contra la ocupación y la colonización sionistas, ya fuera como vecinas, como trabajadoras, profesoras, activistas o combatientes. La historia palestina de resistencia está llena de nombres de heroínas, de activistas que se negaron a permanecer calladas o inactivas mientras Palestina era usurpada. Pero además de los muchos nombres registrados en la historia palestina, hay miles y miles heroínas desconocidas, activistas y combatientes cuyos nombres nunca sabremos, pero que siempre serán parte de nosotros porque son nuestras abuelas, madres, hermanas, amigas y camaradas.
La primera acción política llevada a cabo por mujeres palestinas de la que se tiene constancia fue una protesta que tuvo lugar en el año 1893 en Al-Affouleh en contra de la construcción de la primera colonia sionista y en contra del robo de la tierra palestina por parte de los sionistas. Durante la época del Mandato británico en Palestina las mujeres palestinas incrementaron su activismo: se celebraron conferencias tanto en Palestina como en el extranjero para advertir acerca de la colonización sionista, se organizaron protestas populares en contra del sionismo y de las políticas del Mandato en contra de los palestinos, y exigiendo derechos para el pueblo palestino originario. Las mujeres formaron varios comités populares y médicos, además de llamar a la desobediencia civil, ayudaron a las personas heridas en las protestas y enfrentamientos con la policía británica y con las bandas terroristas sionistas, y distribuyeron raciones de comida a quienes las necesitaban. Algunas mujeres murieron y otras fueron encarceladas por la policía británica durante estas protestas y actividades. Y se informa de casos en que se llevó a mujeres palestinas a las morgues para identificar a los manifestantes o revolucionarios palestinos asesinados por la policía británica, y como a menudo se acosaba y castigaba colectivamente a los familiares de los y las mártires, estas mujeres miraban a la cara de sus seres queridos que yacían en una fría tabla cubierta con su sangre, salían de la morgue con la cabeza alta, reteniendo las lágrimas y negando conocer la identidad de la persona muerta para proteger a sus familias. Algunas mujeres palestinas no solo vendieron sus escasas joyas para comprar un arma a sus maridos para defender sus hogares y su patria, sino que algunas vendieron sus pertenencias para ayudar a los revolucionarios, mientras que otras hacían giras por las ciudades para recolectar donaciones para los revolucionarios.
En 1921 Emilia As-Sakakini y Zalikha Ash-Shihabi crearon la primera Unión de Mujeres Árabes Palestinas, que organizó protestas contra el Mandato británico, la colonización sionista y la Declaración Belfour. Entre las mujeres activistas famosas en la época estaban Maryam Izz-Iddin Al-Qassam, Nabiha Nasir y Aqilah Al-Budeiri.
El año 1929 supuso un momento crucial para el activismo de las mujeres en Palestina: durante el Levantamiento de al-Buraq Uprising en agosto de 1929 las mujeres salieron a las calles de Palestina, se enfrentaron a la policía británica y ayudaron a los heridos. De los 116 mártires que cayeron en el Levantamiento nueve eran mujeres: Aisha Abu Hasan (una de las líderes del Levantamiento, procedente de ‘Atara, Jerusalé), ‘Izziyyeh Salamah (otra de las líderes del Levantamiento, procedente de Qalonia, Jerusalé), Jamila Al-Az’ar (de Sur Bahir, Jerusalén), Tashawil Hussein (de Beit Safafa, Jerusalén), Mariam Mahmoud (de Yafa), Halima Al-Ghandour (de Yafa), Fatma Haj Mohammad (de Beit Daris) y dos mujeres de Arab Al-‘Resiyyeh que murieron al lado de doce palestinos en el norte del país. Muchas otras resultaron heridas o fueron golpeadas. De los 900 palestinos detenidos por la policía británica, tres fueron ejecutados, los héroes Mohammad Jamjoum , Ata Az-Zir y Fouad Hjazi.
Después del Levantamiento tuvo lugar en Jerusalén del 26 al 29 de octubre de 1929 la primera Conferencia de las Mujeres Árabes Palestinas, una de las mayores reuniones de mujeres en Palestina. El objetivo principal de la Conferencia era organizar un movimiento de mujeres palestinas y ampliar el alcance de sus actividades ante la situación política y la cada vez mayor colonización sionista. Las más de 300 participantes acordaron boicotear los productos británicos, el establecimiento de un centro de medios de comunicación para informar al mundo de lo que estaba ocurriendo en Palestina y organizar más protestas. La Conferencia concluyó con una delegación de catorces mujeres que acudieron a entrevistarse con el Alto Comisionado Británico y le presentaron las reivindicaciones de la Conferencia, que incluían la anulación de la Declaración Balfour, detener la emigración judía a Palestina y la destitución del fiscal general judío, conocido por sus prejuicios. Tras la reunión con el Alto Comisionado las catorce mujeres se reunieron con el resto de mujeres participantes en la Conferencia y salieron a las calles de Jerusalén en una caravana formada por cien coches protestando contra las políticas del Mandato británico en relación a los palestinos originarios. Las mujeres se detuvieron ante las embajadas extranjeras.
Entre las mujeres activistas de este periodo están Andalib Al-Amad, Milia As-Sakakini, Ni’mati Al-Alami y Katrin Siksik de Jerusalén, Adele Azar de Yafa, Mariam Khalil y Sathij Nassar de Haifa, Nabiha Mansi y Ruqaya Al-Karmin de Acca.
Durante la década de 1930 la lucha de los pueblos palestinos contra el robo de tierra palestina por parte de inmigrantes judíos se extendió y se hizo más fuerte, lo que convirtió a muchos pueblos palestinos en el centro de la resistencia contra la colonización sionista. Mientras que en las ciudades, como Jerusalén, las mujeres de las familias palestinas de la elite concentraban su activismo en organizar manifestaciones de protesta, escribir peticiones, proporcionar ayuda, recoger donaciones para las familias de los mártires y ocupandose de las condiciones de los presos palestinos, en los pueblos, por su parte, las mujeres estaban más relacionadas con el trabajo de resistencia sobre el terreno y tenían obligaciones como construir controles de carretera y trincheras, transportar comida, suministros y armas a los combatientes en las montañas, vigilar y controlar las localizaciones y movimientos del enemigo y luchar en defensa de sus pueblos por todos los medios que tenían, como tirar piedras a los soldados británicos desde los tejados. El 14 de abril de 1933 mujeres palestinas procedentes de toda Palestina hicieron una manifestación a los Santos Lugares de Jerusalén en protesta por la visita del general Allenby. Tarab Abdel Hadai, una palestina musulmana, marchó hasta la iglesia del Santo Sepulcro y se dirigió a las personas presentes ahí, mientras que Matiel Mogannam, una palestina cristiana, marchó hasta la mezquita de la Roca y se dirigió a las personas presentes ahí. Ambas mujeres advirtieron acerca de la inmigración sionista y los planes para sustituir a la población palestina originaria por colonos sionistas.
Durante la Revolución de 1936 que duró seis meses el papel de las mujeres también fue significativo. Seiscientas chicas estudiantes celebraron una conferencia el 4 de mayo de 1936 en Jerusalén y declararon una huelga hasta que se aceptaran las reivindicaciones de Palestina. En Akka las estudiantes organizaron una gran protesta durante la cual fueron atacadas por la policía británica. En Nablus las estudiantes y las mujeres también salieron a las calles para protestar. Comités de mujeres recolectaron fondos para las familias de los mártires y de los presos, celebraron reuniones secretas en casas, cosieron ropa para los combatientes palestinos, recogieron joyas para venderlas y compraron armas para los combatientes. Otras vigilaron los movimientos de los soldados británicos e informaron a los combatientes palestinos, transportaron comida, agua, material y armas a los combatientes material e incluso se enfrentaron abiertamente con los soldados británicos. Muchas mujeres palestinas de los pueblos aprendieron a usar armas y algunas combatieron al lado de sus maridos para defender sus hogares y sus pueblos.
Un ejemplo es Fatma Ghazal, que murió el 26 de junio de 1936 a los 50 años durante la batalla de Azzun entre soldados británicos y combatientes de la resistencia palestinos. Según algunos informes, francotiradores británicos mataron a Fatma cuando llevaba agua y comida a un grupo de combatientes que estaban refugiados bajo un olivo, otros afirman que murió luchando al lado de los hombres defendiendo el pueblo. Durante la batalla de Bal’a en 1936, cuando las fuerzas británicas tenían al pueblo asediado, las mujeres proporcionaron agua, comida y armas a los combatientes, y mientras los hombres defendían el pueblo y luchaban con los soldados británicos, las mujeres les animaron con canciones nacionales y zaghareets*, hasta que los combatientes lograron la victoria. Fatma Khaskiyyeh Abu Dayyeh, nacida en At-Tirah en 1902, es un ejemplo de las mujeres palestinas que participaron activamente en la resistencia armada durante las décadas de 1930 y 1940, y durante la Nakba. Estaba bien adiestrada para utilizar muchos tipos de armas y a menudo luchaba al lado de su marido. En una entrevista antes de su muerte Fatma recuerda cómo durante el dominio otomano capturó a un soldado otomano que estaba robando la cosecha de su familia. Ella le golpeó antes de llevarlo ante un superior que lo castigó por el robo. Durante la revolución de 1936-1939 Fatma se ocupaba de los almacenes de armas de los revolucionarios, transportaba no solo agua y comida, sino también armas a los combatientes y les ayudaba a escapar de los soldados británicos. Durante la Nakba de 1948 cien combatientes estaban bajo las órdenes de Fatma. Les advertía de que no malgastaran las pocas municiones que tenía y amenazaba con una multa de 10 piastras por cada bala malgastada. En 1948 y durante un incidente un combatiente tomó prestada un arma para luchar contra las bandas sionistas y la devolvió dañada. Fatma le reprendió y le recordó que los combatientes palestinos tenían pocas armas y que había que cuidarlas bien. Le ordenó arreglar el arma antes de devolverla. Durante el combate entorno al pueblo Fatma estaba apostada en una trinchera y llevaba kufiya como los demás combatientes. En una entrevista recordó la pasividad de un oficial iraquí que estaba apostado cerca de donde estaba teniendo lugar el combate y como lloraba y decía que tenía órdenes de no combatir. Pero otro oficial iraquí y sus soldados desobedecieron las órdenes y lucharon codo con codo con los palestinos.
Entre el 15 y el 18 de octubre de 1938 se celebró en El Cairo la primera Conferencia de Mujeres Árabes en apoyo de Palestina. Acudieron delegaciones de Palestina, Siria, Egipto, Iraq, Líbano e Irán. Con sus 27 participantes la delegación palestina era la mayor y pedía apoyo a la revolución palestina, la liberación de los presos políticos palestinos y el boicot a los productos británicos. La Conferencia declaró su apoyo a las reivindicaciones palestinas de anular la Declaración Belfour, detener la inmigración judía a Palestina y detener la transferencia ilegal de tierras árabes a los judíos. También condenó la brutal política represiva británica contra los palestinos originarios.
A medida que aumentaban tanto el robo de tierra por partes de los sionistas como las bandas terroristas sionistas, más mujeres se implicaba en la lucha contra la colonización sionista. Por una parte, se aumentaron los esfuerzos para informar a los palestinos, los árabes y al mundo de los planes sionistas para Palestina y refutar la propaganda y las mentiras sionistas: se enviaron cartas a los dirigentes árabes pidiéndoles ayuda y a los dirigentes británicos denunciando las acciones del Mandato en apoyo de los sionistas, y exigiendo la liberación de los presos políticos palestinos y la vuelta de los deportados. Por otra parte, este periodo fue testigo del nacimiento de algunos de los destacados y activos grupos de mujeres palestinos, como «Zahrat Al-Uqhuwan» (El Crisantemo), un grupo secreto fundado en Yafa en 1947 como una organización de caridad para ayudar a los estudiantes palestinos pobres, pero que se cambió al trabajo militar directo después de que una de sus fundadoras, Muhiba Khorsheed, fuera testigo del asesinato de un niño palestino. El grupo apoyó a los revolucionarios palestinos y luchó junto a ellos, les suministró comida y armas, curó a los heridos y adiestró a las mujeres en primeros auxilios y en el manejo de armas. En Haifa otro grupo, «Las hermanas de al-Qassam», empezó a estar activo y sus miembros lucharon a lado de los revolucionarios palestinos. Otros grupos eran el grupo secreto «Tierra» que tenía el objetivo de ayudar a los heridos, transportar comida y agua a los combatientes palestinos, cavar trincheras y fortificaciones. Varios grupos y comités recolectaron donaciones para ayudar a las familias de los mártires y de los presos, y para ayudar a los revolucionarios palestinos.
Otro grupo era «Mala’ikat Al-Rahma» (Angeles de la Misericordia), un grupo médico activo en Nablus y Jerusalén. Entre sus activistas estaban Fatma Abul Huda, Hidaya Mar’ashly, Lamya Hijab, ‘Afaf Al-Khammash, Lamya ‘Arafat, Abla Nabulsi e In’am Tbeileh. Durante las décadas de 1930 y 1940 Adlah Fatayer, de Nablus, solía transportar comida a los combatientes, vigilar los movimientos de los soldados británicos en las calles y callejones de Nablus y advertir a los revolucionarios. Además de su experiencia en el uso de armas, Adlah estaba preparada para practicar primeros auxilios. Cuando los combates se intensificaron en 1947, Andalib Al-Amad estableció un pequeño hospital en Nablus llamado Ash-Shahba con unas cien mujeres que trabajaban como voluntarias, incluyendo a Adlah, para ayudar y curar a los heridos. Solían moler azúcar y tratar a los heridos con ella. Algunas preparaban comida en casa y la llevaban cada día al hospital para los heridos. Algunas mujeres, como Adlah Fatayer, Fatma Abul Huda y Yusra Touqan, se unieron a los revolucionarios en el campo de batalla. En una entrevista Adlah Fatayer describió cómo se movía con los revolucionarios de un campo de batalla al siguiente, de Ar-Ramah a ‘Arraba, a Ash-Shajara, a Tarshiha, llevando ayuda médica a los heridos y apoyo para los combatientes. Y durante el éxodo, muchos palestinos se vieron obligados a ir al sur de Líbano. Durante el camino eran bombardeados continuamente por aviones israelíes y como no tenían suministros, Adlah y sus colegas tuvieron que usar hojas de de los árboles para curar y vendar a los heridos, y ramas para estabilizar huesos rotos. Había tantos muertos y heridos que había que transportar a los heridos sobre los muertos en los camiones. El 23 de abril de 1948, cuando curaba a los heridos en el ataque a Haifa, Juliette Nayif Zaka, de 19 años, fue asesinada por las bandas sionistas.
Durante la Nakba las mujeres llevaron mensajes y noticias a los combatientes, escondieron a los revolucionarios en graneros y almacenes, hicieron contrabando de comida y de armas para los combatientes, vigilaron los movimientos de las carreteras, proporcionaron cuidados médicos y lucharon junto a los hombres defendiendo los pueblos. El 11 de junio de 1948 las bandas terroristas sionistas ocuparon al-Birweh. Unas dos semanas más tarde, el 23 de junio de 1948, más de doscientos hombres y mujeres palestinas acudieron a liberar el pueblo. Por el camino se cruzaron con un grupo de soldados árabes y les pidieron que se unieran a ellos. Los soldados se negaron afirmando que tenían órdenes de no interferir. Solo 96 de los habitantes del pueblo estaban armados con pistolas y tenían entre 30 y 45 balas, y los demás tenían palos, hachas y palas. A pesar de estar tan pobremente armados, derrotaron a los bien armados usurpadores sionistas y liberaron al-Birweh. Los soldados árabes que antes no habían querido unirse a ellos entraron en el pueblo después de su liberación, obligaron a los palestinos a salir, afirmando que ellos estaban mejor equipados para proteger el pueblo de otro ataque sionista. Al día siguiente las bandas terroristas sionistas atacaron el pueblo, derrotaron a los soldados árabes y volvieron a ocupar el pueblo.
El papel de las mujeres palestinas en la lucha por la libertad y la liberación continuó después de la Nakba. Y hoy siguen organizando y suministrando los servicios de educación y de sanidad en los pueblos y campos de refugiados. Construyen casas para los niños a los que el terrorismo sionista ha dejado huérfanos. Protegen y promueven la herencia cultural palestina. Desafían los toques de queda, los cierres [de pueblos y ciudades] y las balas. Hacen queso y pan, y encabezan el boicot a la entidad sionista. Hacen ropa para los presos y organizan sentadas y manifestaciones por la liberación de sus hijos, hermanos y padres de las cárceles israelíes. Se ocupan de sus casas y de sus hijos cuando sus maridos están en la cárcel o son mártires. Salen a la calle para protestar contra la brutalidad de la ocupación militar israelí, luchan por la liberación de Palestina, resisten al ocupante y se niegan a permanecer en silencio. Las mujeres palestinas son profesoras, enfermeras, constructoras, agricultoras, trabajadoras, madres, hermanas, protectoras, activistas, camaradas, combatientes, presas, mártires. Sus armas son la pistola, la piedra, el hacha, la pala, el olivo joven, la canción, el cuento, la bandera, el thob**. Son Leila Khaled, que escribió el nombre de Palestina en el cielo, son Muntaha Hourani, que plantó amapolas rojas en la tierra, son Dalal Al-Mughrabi que Dibujó Palestina desde el Río [Jordán] al Mar [Mediterráneo], son Wajiha Rabay, que sacrificó su vida para evitar que los soldados secuestraran a su hijo, son Lina An-Nabulsi, que cayó, pero nunca dejó de cantar para Palestina, son Hana’ Ash-Shalabi, [actualmente] en huelga de hambre por la libertad y la justicia. Son las mujeres que plantan los campos, cada mujer que defiende la tierra. Son las miles y miles de heroínas, las miles y miles de mujeres palestinas inquebrantables a pesar de la opresión y del terrorismo sionista. Son las miles y miles de mujeres palestinas que sueñan con el retorno y con caminar hacia Palestina. Son las luchadoras que nunca descansan, las presas que desafían a la muerte, las mártires que preparan el camino a Jerusalén. Son las compañeras en la resistencia, las guardianas de la revolución y el símbolo de la perseverancia. Son las hijas de Palestina.
PS: Las mujeres palestinas no necesitan que les den cursillos de resistencia, ya sea armada o popular, ni necesitan que se les «enseñe» cómo resistir a la ocupación. Los y las «activistas» que afirman en entrevista que están «llevando» la resistencia popular a los pueblos palestinos y «enseñando» resistencia a las mujeres palestinas, en primer lugar deberían leer la historia de la resistencia popular en los pueblos a los que se supone llevan la resistencia popular y, en segundo lugar, deberían leer acerca de las mujeres palestinas y su papel en la resistencia y en la lucha de liberación.
* Un sonido muy agudo que se hace con la lengua como si se quisiese decir «lalalalalala», de una forma muy aguda, en un tono de «falsete». Originalmente es un grito de guerra que proviene desde tiempos de los faraones en Egipto (las mujeres recibían o despedían a los hombres de esta manera). Se suele utilizar para trasmitir una emoción ante una celebración y también, con el caso que relata en artículo, para dar ánimo. (N. de la t.)
** El traje tradicional palestino, largo y lleno de bordados característicos de cada zona. (N. de la t.)
Fuentes:
www.palestineremembered.com
www.passia
www.wafainfo.ps
www.pcrp.ps
www.felesteen.ps
www.nablus-city.net
www.wajeb.org