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Las potencias juegan a la guerra en el campo sirio

Fuentes: Rebelión

Donald Trump, durante las pasadas campañas presidenciales norteamericanas, sostuvo que la prioridad de EUA en el conflicto sirio debería ser combatir al Estado Islámico y no derrocar a Bashar al Assad. Incluso criticó la política belicista de Clinton, que, según él, al buscar acrecentar las hostilidades contra el régimen sirio y, por ende, contra Rusia, […]

Donald Trump, durante las pasadas campañas presidenciales norteamericanas, sostuvo que la prioridad de EUA en el conflicto sirio debería ser combatir al Estado Islámico y no derrocar a Bashar al Assad. Incluso criticó la política belicista de Clinton, que, según él, al buscar acrecentar las hostilidades contra el régimen sirio y, por ende, contra Rusia, podría provocar una guerra mundial. (Steve Holland, «Exclusive: Trump says Clinton policy on Syria would lead to World War Three», Reuters, 26/10/16).

No obstante, una vez que Trump llegó al poder, su política pareció dar un pequeño giro. En la madrugada del viernes 7 de abril, a las 4:40 (hora local siria), dos destructores estadounidenses que se encuentran en el Mediterráneo, el USS Porter y el USS Ross, lanzaron 59 misiles de crucero tipo Tomahawk contra la base área de Shayrat del ejército sirio, en la provincia de Homs. Según la Casa Blanca, se atacó esa instalación militar porque desde ahí fue que el gobierno sirio lanzó armas químicas contra la localidad de Jan Sheijun, en la provincia de Idlib. («Así empezó la guerra abierta de EE.UU. contra Siria», RT, 7/abril/2017).

Los Tomahawk son misiles de alta precisión que EUA ya había utilizado en Irak, Yugoslavia, Afganistán, Sudán, Yemen y Libia. Como siempre, el negocio de la guerra y de matar al prójimo deja jugosas ganancias. Cada misil cuesta cerca de 1.5 millones de dólares, por lo que, en total, los 59 misiles lanzados a Siria costaron aproximadamente 90 millones de dólares. (Andrew Griffin, «Tomahawk missiles: What are the weapons dropped in Syria air strikes and what do they mean?», The Independent, 7/abril/2017).

La compañía que los fabrica, Raytheon, con sede en Massachusetts, se adjudicó en diciembre pasado un contrato de más de 300 millones de dólares con la marina norteamericana, por la entrega de 214 misiles Tomahawk Block IV (el último modelo) para agosto de 2018. («Cómo son los misiles Tomahawk, el arma de precisión mortal que Estados Unidos usó para atacar una base aérea en Siria», BBC, 7/abril/2017).

El ataque estadounidense, según el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, el general Ígor Konashénkov, destruyó 6 aviones MiG-23 de la Fuerza Área Siria que estaban en hangares de reparación, «un almacén con bienes materiales y tecnológicos, un edificio educacional, un comedor y una estación de radiolocalización». Además, el Estado Mayor sirio aseguró que 6 militares perdieron la vida. No obstante, según el general ruso, la «pista, las calles de rodaje y los aviones de la Fuerzas Aérea Siria en estacionamiento no [fueron] dañados». («Rusia: ‘El ataque de EE.UU. sobre la base aérea siria ha destruido 6 aviones y un comedor'», RT, 7/abril/2017). Incluso señaló que de los 59 misiles lanzados, solo 23 alcanzaron la base siria, por lo que se desconoce dónde cayeron los restantes 36 misiles («Defensa rusa: solo 23 misiles estadounidenses llegaron a la base siria, 36 desaparecieron», Sputnik, 7/abril/2017).

Sin duda, cierto o falso dicho ataque químico por parte del régimen sirio, fue sólo un pretexto para que EUA pudiera atacar impunemente al gobierno de Assad. Los aliados de éste no tardaron en responder. Rusia e Irán han dejado muy claro que seguirán respaldando a Siria.

Un comunicado emitido por la Sala de Operaciones Conjunta de Rusia e Irán y de las Fuerzas Aliadas de Siria (entre quienes esta Hezbollah y otras milicias), reza que «lo que Estados Unidos ha perpetrado es una agresión contra Siria que cruza las líneas rojas. A partir de ahora responderemos con fuerza a cualquier agresor o cualquier violación de las líneas rojas de quien quiera que sea, y América conoce nuestra capacidad de responder bien» («Rusia e Irán advierten a Estados Unidos de represalias si vuelve a atacar a El Asad», El País, 9/abril/2017).

Así las cosas, apenas 5 días después del ataque, el 12 de abril, el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, visitó Moscú y se reunió con el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, y con el presidente ruso, Vladimir Putin. Lavrov señaló a Tillerson que «observamos hace poco las acciones muy preocupantes cuando se emprendió un ataque ilegítimo contra Siria. […] Consideramos que es primordial no permitir la reincidencia de acciones similares en el futuro». («Discurso introductorio del ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, en las negociaciones con el Secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, Moscú, 12 de abril de 2017», página oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia) . Pese a sus múltiples diferencias, ambas partes acordaron seguir negociando e intentar mejorar las relaciones bilaterales, que se encuentran en el punto más bajo desde la Guerra Fría.

Ese mismo día, el presidente de Francia, François Hollande, señaló que la falta de respuesta rusa al ataque norteamericano contra Siria era una muestra de la debilidad de Moscú, por lo que, según él, EUA debía aprovechar la coyuntura para derrocar a Assad. («Francia: Rusia está débil, EEUU ya puede derrocar a Al-Asad», hispantv, 14/abril/17). No obstante, quizá los deseos de Hollande no sean más que simples sueños. EUA no parece querer entrar en una guerra a gran escala en Siria, que sin duda podría llevar a una confrontación directa con Rusia.

En este sentido, ¿Qué significó dicho ataque? ¿Una demostración de fuerza? ¿Una advertencia a Rusia y al régimen sirio? ¿Una muestra de que EUA no piensa salirse de Siria? ¿Un intento de la administración de Trump de calmar y negar las acusaciones que se le hacen de haber aceptado la ayuda rusa para ganar las elecciones? ¿Una forma de desviar la atención de los problemas internos hacia confrontaciones externas, es decir, un intento de legitimación? ¿Un deseo de estropear los procesos de negociación que se venían dando para frenar la guerra siria? ¿Crear mayor desestabilización en la zona? ¿Continuar una guerra de desgaste contra el régimen sirio?

Recordemos que el mismo día que se lanzaron los misiles Tomahawk, Trump estaba reunido en Florida con el presidente chino, Xi Jinping, quien es aliado de Rusia y del gobierno sirio. Entonces, ¿el ataque también fue una prueba, mensaje, y/o advertencia para China? 6 días después, el 13 de abril, EUA lanzó contra el Estado Islámico su bomba convencional más potente, la GBU-43/B, sobre el distrito de Achin en la provincia oriental de Nangarhar, en Afganistán, país que colinda con China. Posteriormente, EUA ha intensificado en los últimos días las tensiones con Corea del Norte. Así pues, ¿el ataque a Siria fue parte de una jugada de tres frentes para presionar a Rusia y China? ¿Parte de una diplomacia de la fuerza contra todos estos países? Y, lo más preocupante, ¿en qué desembocarán estas rivalidades geopolíticas?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.