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Las razonables e incluso sorprendentes tesis del vicepresidente de ICV

Fuentes: Rebelión

Jordi Guillot es vicepresidente de ICV, senador si no ando errado y uno de los políticos institucionales que más ha trabajado para la irrupción de EQUO en el panorama político español como partido Verde. Proviene de las filas del PSUC, del sector «eurocomunista», y no siempre han sido afables y generosas sus relaciones con IU […]


Jordi Guillot es vicepresidente de ICV, senador si no ando errado y uno de los políticos institucionales que más ha trabajado para la irrupción de EQUO en el panorama político español como partido Verde. Proviene de las filas del PSUC, del sector «eurocomunista», y no siempre han sido afables y generosas sus relaciones con IU o con EUiA. Sin embargo, el artículo publicado el pasado 7 de diciembre en Público con el título «El fin de los centrismos»[1] parece trazar un panorama algo distinto. Veamos algunos vértices del escenario propuesto.

JG recuerda que el PP ha obtenido la mayoría absoluta -parlamentaria, no de votos- y que «acumula el mayor poder institucional de la historia de nuestra democracia». No es seguro que sea así. No es imposible que en algunas etapas de los gobiernos González-Slim-ENDESA, el PSOE aún acumulase mayor poder institucional. Los resultados socialistas -tal vez hubiera tenido que escribir con más precisión los «resultados del PSOE»-, afirma Guillot, son un desastre y el resto de las izquierdas, conjunto que no delimita pero que acaso incluya a IU, Compromís, la Chunta, BNG, EUiA y la suya propia (acaso también Amaiur y Nafarroa Bai pero en ningún caso a PSOE según escribe), obtienen en su opinión «unos resultados positivos que nos permitirán tener el protagonismo necesario en este nuevo ciclo político que se abre en España, que será duro y doloroso socialmente».

Frente a esta dura realidad muy girada electoralmente a la derecha extrema, las responsabilidades de las izquierdas son en opinión de Guillot las siguientes: estar presentes en lo que llama «el conflicto social», participar en la elaboración de un discurso alternativo que explique la realidad, concretar programas para la solución de los problemas y crear las condiciones que permitan a las izquierdas «recuperar la hegemonía y la mayoría social y política».

Esta crisis, señala, no debe ser leída con la misma mirada de las anteriores. Estas últimas eran «crisis duras, cortas e intensas, que provocaban retrocesos electorales de los partidos de gobierno y que eran sustituidos por otras mayorías». Eso sí, siempre en el marco de un abanico político muy estrecho que iba desde el centro-derecha al centro-izquierda. En los próximos años, sostiene Guillot, esta alternancia entre centros ya no será posible: «O vamos a peor, o a mejor, el más o menos como siempre ya no será la salida» (más adelante él mismo concreta con más detalle esta disyuntiva excluyente que no ofrece medias tintas). ¿Y por qué la imposibilidad de ir tirando? Porque la actual crisis «es estructural, global, cuestiona el sistema y el mismo modelo de crecimiento». Esto es, JG parece estar afirmando que la actual situación pone en cuestión el sistema capitalista, la era del capital, la civilización capitalista, e incluso más, nuestra misma forma de entender el progreso o crecimiento económicos, lo que abona -no puede ser de otra forma- políticas que exigen una relación muy otra entre la especie y la Naturaleza. Ser verde y además socialista no entregado no permite otras conclusiones.

La crisis será larga y ya nada será igual después de ella, afirma JG. La crisis no puede resolverse «con las recetas de siempre, casi siempre compartidas -con diferentes acentos y sensibilidades- entre conservadores y socialdemócratas». ¡Leemos bien! Compartidas casi siempre, pues, por unos y otros, lo que mueve a pensar en la tesis de las dos orillas y en la que le cayó al pobre Anguita cuando intentó mostrar las enormes dificultades existentes para llegar a acuerdos con fuerzas que seguían prácticas económicas neoliberales (basta seguir la trayectoria de muchos de sus dirigentes para corroborar lo acertado de su análisis y predicción) y abonaban una cosmovisión en la que el mercado era -sin discusión y con el san benito de trasnochados y antiguos a los opositores- el Rey Sol de las Galaxias por descubrir y de las ya descubiertas.

JG rechaza la idea dominante: «en un escenario global, nuestras economías no son competitivas si tienen que soportar impuestos, Estado del bienestar y limitaciones sanitarias y medioambientales». El remedio neoliberal, simple, injusto y errado, puede resumirse así en su opinión: «Europa, en lugar de exportar la sociedad del bienestar, importa la sociedad de la precarización». No es fácil ver que Europa realmente, toda ella, haya exportado alguna vez bienestar pero sí parece el caso que sus clases dirigentes y dominantes quieran importar para los otros, para los comunes, las peores aristas de «la sociedad de la precarización».

El reto para el vicepresidente de ICV consiste en construir «una alternativa que dé esperanza, soluciones, y que convoque a los ciudadanos como protagonistas políticos». Disponemos, en su opinión, de los mimbres suficientes para empezar a construirla. Dos son los nudos esenciales por él señalados: «la aparición de un movimiento de contestación social y cuestionamiento del sistema, que actúa horizontalmente, en red y a escala europea y global; junto con la recuperación de la izquierda política transformadora, hoy con mayor masa crítica».

¿Pero por dónde empezar, se pregunta JG? La crisis ha abierto un gran debate sobre el sistema capitalista y las políticas neoliberales inherentes a este. Como parece obvio, ese debate exige nuestra participación «y dar la batalla por la hegemonía de las ideas». Quien consiga convencer con su interpretación de la realidad, afirma de manera un pelín optimista JG, vencerá.

Debemos también definir y concretar alternativas, dar soluciones a los problemas. El Movimiento 15-M, vuelve a estar en el punto de miras de las consideraciones del senador ecosocialista, «ha recuperado las plazas como foros de debate y de propuestas. Escuchar y dialogar, juntos, para pasar de la certeza de lo que no se quiere a reivindicar lo que se quiere».

Hay que aceptar también -¿cuándo no hemos estado?- que estamos «en una etapa de conflicto». Las izquierdas deben participar en él: «dar frente a cada ajuste, grande o pequeño, una batalla. Movilizar para resistir y concienciar». Ser más fuertes, sostiene JG, lanzando campanas al vuelo precipitadamente con una expresión que acaso permite mejoras.

JG habla a continuación de la Ley Electoral. En estas elecciones generales del 20N se han producido alianzas electorales positivas y beneficiosas para sus protagonistas que no concreta (probablemente se refiera a las de IU-EUiA-ICV), «pero aún queda mucho por hacer». Las alianzas no sólo deben ser entre partidos, sino que «debemos buscar vías para la confluencia en apuestas comunes entre la sociedad movilizada y la organizada». No se habla de instrumentalizar a nadie. Aún más, los partidos -sostiene un político profesional con más de 30 años de oficio- debemos darnos cuenta de «que ha aparecido un nuevo protagonista, el 15-M, que no va a delegar en ninguno de nosotros su energía y credibilidad, y que ocupará una centralidad en el debate y la movilización muy superior a la nuestra». ¡Muy superior a la nuestra, a la de los políticos y partidos institucionalizados! No sólo eso: Guillot sostiene que el encuentro sólo será posible «si se da en las plazas y calles y de forma horizontal».

Hay también que recuperar la credibilidad de la política. añade. No sólo la de los partidos ni la de los políticos: «credibilidad recuperable creando marcos reales de participación ciudadana», ya que -la nota merece ser destacada- «la rutina democrática que arranca de la Transición está cuestionada». No es sin más un cuestionamiento de la Constitución pero parece abonar esa vía o no oponerse a ella. De este modo, la ausencia de Cayo Lara en los festejos oficiales del 6 de diciembre parecerá razonable, pero que muy razonable (a las antípodas de las razones esgrimidas por Mas, el soberbio), y las críticas anteriores, también en el haber de Julio Anguita, al sesgo hermenéutico derechista en la lectura de la Constitución parecen hoy del todo justas e incluso necesarias (no lo fueron en su momento, donde alocado y pasado de rosca fue lo más dulce que se le dijo al ex coordinador de IU).

JG sostiene en síntesis que la democracia representativa se ha quedado corta; los ciudadanos y las ciudadanas quieren participar «y ni el voto ni los partidos políticos somos hoy canales de participación suficientes». Ras i curt, es diu en català.

El principal frente político es y está en la Unión Europea, afirma finalmente JG. Una unión, hoy, políticamente diezmada «y más mercado que nunca». Conseguir que la UE no sea una fuente de problemas y sí un espacio de solución, exige, en su opinión, «intentar consensuar un programa de mínimos para una salida justa de la crisis entre los tres grandes partidos progresistas europeos; socialistas, verdes e izquierdas unitarias». La tarea no parece sencilla si siguiendo al mismo Guillot, tal como ha señalado anteriormente, conservadores y socialdemócratas (id est, socialistas) han ido de la mano en tantas y tantas ocasiones. En los momentos actuales, y en muchos países, España no excluida, más que nunca.

JG sostiene que es el fin de la historia para los centrismo: «o bien retrocedemos hacia un capitalismo salvaje de la mano del populismo y el autoritarismo, o avanzamos en la construcción de un nuevo sistema basado en el control y sostenibilidad de la economía y la organización y ampliación de la libertad». ¿No suena? ¿Habré leído mal? ¿No recuerda aquel barbarie o socialismo de Rosa Luxemburg dicho con palabras un poco menos directas?

Hoy tenemos la certeza, concluye JG, de que «el capitalismo financiero y especulativo es incompatible con los derechos ciudadanos y la calidad democrática». No parece que el «capitalismo productivo» lo sea. Esta contradicción insalvable, concluye el vice de ICV, «pone fin al centrismo, el oportunismo y la moderación». Es otro momento el que vivimos: el de la firmeza, la coherencia, la propuesta y la lucha.

Si es así, si esto no son sólo palabras para un artículo de «intervención» o para sosegar ánimos internos, si hay solidez en tesis y reflexiones, si firmeza es firmeza, coherencia es consistencia, proponer es elaborar juntos y sin exclusiones y con mirada rupturista, y luchar no es pensar en pactar sea como sea (e incluso al coste que sea) con patronales y poderes, parece éste un interesante programa que puede interesar a muchos sectores de izquierda y numerosos ciudadanos movilizados que no están dispuestos a rendirse a los pies de caballos insaciables y desbocados.

Nota:

[1] Jordi Guillot, «El fin de los centrismos». Público, 7 de diciembre de 2011, p. 7.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.