Traducido del árabe para Rebelión por Alma Allende
Cuando hablamos con el activista político y escritor palestino Salama Keyla, que acaba de ser expulsado de Siria a Jordania, no podemos de ninguna manera separar su militancia política de su pensamiento, pues desde hace décadas, junto a su trabajo político, no ha dejado de escribir, analizar y leer sobre el mundo árabe.
-¿Dónde están los intelectuales en la «primavera árabe» y hasta qué punto ha sido determinante el papel del intelectual orgánico en la movilización?
-El ser humano funciona siempre a partir de una lógica espontánea de pensamiento, distinta de los contenidos que propone, y cuando aborda uno de ellos lo hace a partir de instrumentos con los que elabora su conocimiento. Desde la época de Aritóteles se habla de «lógica formal» o de «lógica de la identidad» porque los hombres ven la forma de las proposiciones y su estabilidad; es decir, yo soy otro. Esta posición era natural en la Edad Media, porque la conciencia básica del hombre veía la superficie de la existencia sin poder penetrarla en profundidad. La modernidad, en cambio, introdujo una transformación, pues ya no vemos sólo los contornos sino también el «fondo» de las cuestiones. Este fue el gran logro de Marx, en la medida en que demostró que no basta con la descripción sino que había que abordar la «esencia» de los fenómenos.
El marxismo sustituyó esta «lógica de pensamiento» por una lógica dialéctica que trata de captar la profundidad de los fenómenos; el punto fundamental que añade Marx, base de todo el pensamiento materialista, es el de que la vida individual se explica a partir de la economía. La economía es el factor determinante en última instancia y, por consiguiente, si no nos ocupamos de la economía permanecemos en la superficie. Lo que ha ocurrido en nuestros países es que el marxismo ha permanecido en la superficie, centrado a nivel local en la lucha contra un determinado régimen y en el exterior en la lucha entre dos imperialismos, ocultando la realidad con discursos abstractamente políticos. Ninguno de nuestros intelectuales conoce las cifras y estadísticas de sus respectivos países o las carencias económicas de la gente; viven como élites abstractas en torres de marfil, convencidos de que están confrontando el imperialismo y de que van a cambiar el mundo. Al mismo tiempo desprecian a los pueblos porque básicamente no los miran y cuando los miran los consideran, a partir de su superioridad cultural, como pura chusma. Esta posición no puede producir una verdadera comprensión. Siempre he chocado con estos intelectuales y políticos; en la época en la que los Hermanos Musulmanes lideraban la lucha, la mayor parte de estos intelectuales se alineaban con los Hermanos Musulmanes y yo escribía contra ellos, por lo que se me acusaba de ser un agente imperialista. Ahora están contra los Hermanos Musulmanes y apoyan al régimen sirio. ¿Cómo abordar la cuestión de los Hermanos Musulmanes desde un solo ángulo político? Esa es una lógica esquemática y superficial que deja a estas élites a merced de los acontecimientos y sin capacidad para influir en la realidad. Las élites intelectuales tienen que comprender la realidad y su estructura interna a fin de poder intervenir en ella. Esto es lo verdaderamente importante de lo que nos enseñó Marx; es decir, hay que ver la estructura de la sociedad y su complejidad y particularmente en su base misma o, lo que es lo mismo, en lo que se refiere a la lucha de clases; es la única manera de transformarla. Las élites intelectuales sólo hablan de la política, el imperialismo, la «normalización»(1), y viven en un mundo de ilusiones superficiales. Por supuesto que yo estoy en contra del imperialismo; lo he estado siempre y no sólo en el nivel político, pero también, al mismo tiempo, estoy en contra del modelo capitalista en su conjunto y me esfuerzo por superar ese modelo en todo el mundo.
Es necesario mirar la realidad y analizar los hechos. Porque por ejemplo Rusia y EEUU están hoy enfrentados, pero la propia Rusia es imperialista. ¿Qué es lo que nos empuja a alinearnos con Rusia frente a los EEUU? ¿Nos alineamos con Rusia sólo porque apoya al régimen sirio? Lo apoya hoy, pero mañana saqueará su economía.
-¿Cómo ha influido la «primavera árabe» sobre los pueblos árabes?
-Creo que las revoluciones han llegado para poner fin a una etapa, no solo en las formas de gobierno sino también en lo que respecta a las élites y a la conciencia al mismo tiempo. Todas estas élites intelectuales pertenecen ya al pasado. Estas revoluciones van a producir una juventud provista de un fuerte nivel de comprensión que les llevará a reconstruir el pensamiento y la acción política. Algunos jóvenes me han dejado estupefacto. En el pasado me costaba mucho trabajo encontrar jovenes interesados, por ejemplo, en la lectura. Ahora, después de las revoluciones, el joven que rechazaba los libros a modo de protesta y que huía de su propia crisis bien por el camino de la religión, buscando un poco de paz espiritual que le ayudase a soportar el paro, la marginación y las cargas familiares y personales, bien a través de la diversión, internet, los amigos y el consumo; este joven que huía por una de estas dos vías tomó conciencia de que ninguna de ellas bastaba para solucionar sus problemas y estalló en las calles, tomando conciencia de que estaban emprendiendo una acción política y de que era la más importante acción política posible, es decir, la revolución; estos jóvenes, una vez dado este paso, comprendieron que necesitaban más conciencia y que las cosas no son sencillas y que es necesario saber, por tanto, cómo hay que coordinar la lucha, de manera que la revolución se convirtió en una escuela de acción y de conciencia que empujaba a los jóvenes a hacerse preguntas y sacar conclusiones y a esforzarse en el campo de la cultura, la información y el conocimiento de las especificidades de la lucha.
-¿Cómo ves la próxima etapa?
-Será una etapa de cristalización de verdadera conciencia y de retorno a la cultura, la lectura, el debate, el diálogo y la producción de un nuevo pensamiento; el regreso a la reconstrucción de una estructura organizativa derivada de la gente misma y no de esas élites que viven en sus torres de marfil y desprecian a la gente. Esto ya ha empezado de hecho en algunas zonas, a través de jóvenes que tienen apenas veinte años y que escriben partiendo de presupuestos analíticos realistas.
-¿Cuál es, en tu opinión, la causa de la ausencia de una vertiente intelectual rigurosa en el análisis de la «primavera árabe»?
-La conciencia y la lógica esquemática que dominan a las élites intelectuales les impiden una visión realista y así, por ejemplo, cuando estalló la revolución tunecina se la apoyó a partir de una visión limitada, apelando a que Ben Ali era un aliado de EEUU y había que derrocarlo; abordando la revolución, por tanto, sólo en términos políticos. En Egipto, Hosni Moubarak era un nombre contaminado por Camp David, por la defensa de Israel y los acuerdos del gas y en consecuencia también apoyaron la revolución en Egipto. Pero cuando la cuestión llegó a Libia y Siria comenzaron a cambiar radicalmente por considerar que se trataba de regímenes de «resistencia» (a Israel y al imperialismo) y comenzaron a poner en duda incluso las revoluciones tunecina y egipcia. Esta posición es el resultado de una visión muy limitada y superficial de la realidad, una visión basada en el imperialismo sionista, contra el imperialismo sionista, el peor y más ingenuo de los análisis.
Si hubiera habido una visión marxista materialista habrían visto que toda la región era empujada a la revolución al margen de cualquier relación con el imperialismo y el sionismo. Quien examine las condiciones económicas y sociales en las que se vive en el mundo árabe, y las consecuencias de la liberalización de la economía, con la ruina de la industria y la agricultura, la implantación de una economía rentista clientelar «mafiosa», el consiguiente control por parte de una exigua minoría de las riquezas y el empobrecimiento de la mayoría (a lo que hay que añadir la invasión imperialista de Iraq y la segunda intifada palestina), podrá comprender la alta tensión acumulada en la zona entre la gente común (pero no entre las élites intelectuales). Hasta que llegó un momento en el que la gente ya no pudo seguir soportando la situación y estalló por una causa insignificante, como en los 80, por ejemplo, reaccionó como respuesta al aumento del precio del pan. Quien parta de un análisis marxista y pase de las clases a la economía para llegar luego a la política entiende perfectamente que estemos pasando por una etapa revolucionaria. Por desgracia, para las élites intelectuales no hay nada que se llame «revolución», para ellos no existe ni el pensamiento ni la filosofía; sólo existe la «política». Eso es lo que ha empujado a estas élites a acusar a las revoluciones de «conspiraciones», como si los estadounidenses tuviesen el poder de movilizar a la gente a esta escala y de esta manera y como si la gente se moviese por control remoto y si EEUU dice «alzaos» la gente se alza. No puede haber una visión más deplorable ni más elitista de los pueblos; demuestra tanto desprecio hacia ellos que raya casi en el racismo, y nuestra obligación es denunciarlo.
-El pensamiento nacionalista árabe, ¿se ha marchado para no volver?
-Todo el pensamiento del pasado está desapareciendo, aunque quedan algunos exponentes individuales que tienen derecho a defender el pensamiento que mejor les parezca. Pero el pensamiento nacionalista árabe cumplió un papel en los años 40 y 50 del siglo pasado, según mi análisis personal, porque los partidos comunistas renunciaron al papel protagonista. Hoy no creo que haya condiciones para establecer partidos panarabistas porque las ideas panarabistas se deformaron y un pensamiento nacionalista fundado sobre un pensamiento idealista es incapaz de incidir en la dirección hoy dominante; carece de verdaderas soluciones para las problemáticas reales. Hay decenas de pequeños partidos panarabistas, pero creo que su papel se ha terminado, aunque esto, por supuesto, no significa que la cuestión panarabista se haya acabado. Al contrario, creo que sólo los marxistas podrán abordar el proyecto panarabista y el proyecto de la unidad árabe, así como la liberación de Palestina y la confrontación con el imperialismo internacional, y esto como una parte natural de su actividad efectiva sobre el terreno.
-En general lo que escribes parte de una visión ideológica. ¿Esto no debilita tu método de análisis de los fenómenos políticos y teóricos?
-Yo no parto de una visión ideológica sino del análisis marxista. Por eso me concentro sobre la metodología. No es que me interese por los textos o ideas que escribieron Marx, Engels o Lenin ni que me sienta obligado a comprometerme con un determinado texto porque sea «marxista». Lo que ha introducido el marxismo es una nueva metodología, y esta metodología por su propia naturaleza no es una ideología en el sentido consagrado del término, es decir como sinónimo de «dogmático», porque es un método que parte de la realidad en movimiento y que nos exige analizar la realidad en sus transformaciones, aceptando que no existe nada definitivamente estable. Hoy puedo decir una cosa y dentro de un tiempo descubrir que ese pensamiento no tiene ya vigencia o se ha transformado como resultado de condiciones materiales concretas. Pero si me detengo en la primera proposición me vuelvo «dogmático». Pero precisamente porque interpreto el marxismo como un método capaz de aprehender objetivamente la realidad no soy «ideológico». Lo que yo llamo «ideología» es la conciencia afirmativa orientada a materializar reivindicaciones, pero cuando utilizamos este término con un propósito acusatorio no hablamos de «ideología» sino de «dogmatismo». El marxismo es ante todo conocimiento científico. Si yo fuera un «ideólogo», como dicen, sería incapaz de comprender que el mundo árabe está maduro para la revolución.
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Salama Kayla nació en la ciudad palestina de Birzeit en 1955, pero estudió en Iraq, donde obtuvo la licenciatura en Ciencias Políticas por la Universidad de Bagdad (1979) para trasladarse a continuación para trabajar con la resistencia palestina. He colaborado en numerosos periódicos y revistas árabes y ha publicado numerosos libros, entre ellos «Los árabes y la cuestión de la Umma» (1989), «Crítica del marxismo vulgar» (1990), «Socialismo o barbarie» (2001), «Propuestas para un marxismo militante» (2002) y «Problemáticas del movimiento nacionalista árabe» (2005). Entre 1992 y 2000 estuvo encarcelado por el régimen sirio bajo la acusación de «oponerse a la unidad, la libertad y el socialismo» y permaneció en Damasco tras su salida de prisión. Fue detenido por las fuerzas de seguridad sirias el pasado 24 de abril acusado de haber difundido «El izquierdista», una revista de la que habían salido tres números y en cuyo segundo número aparecía el titular: «Por la liberación de Palestina… queremos la caída del régimen». Fue expulsado a mediados del mes pasado a Jordania, donde recibió tratamiento médico tras las torturas sufridas durante su arresto.
(1) Literalmente «naturalización» y se refiere a la luchas de los pueblos árabes contra el establecimiento («normalización») de relaciones diplomáticas, económicas y políticas con Israel.
Fuente original: http://al-akhbar.com/node/94305