«En la naturaleza, los organismos vivos, como las rosas con espinas, desarrollan sus sistemas de autodefensa no para atacar sino para proteger a la vida. Abdullah Öcalan, el representante ideológico del PKK, llama a esto la ‘teoría de la rosa’». (Dilar Dirik, antropóloga y activista kurda) Una revolución que comenzó hace cinco años en el […]
Una revolución que comenzó hace cinco años en el fragor de un conflicto que estremece a Medio Oriente. El norte de Siria, territorio kurdo histórico, se convirtió en un laboratorio político y social. En ese escenario, mujeres y hombres, niños y ancianos rechazaron las opciones más visibles: plegarse al gobierno y al ejército sirio, o acrecentar las filas de una oposición que, en escasas semanas, mutó en un sinfín de grupos terroristas, que tienen su máxima expresión en el Estado Islámico.
En Rojava, tierra donde vivió por veinte años el líder kurdo y fundador del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, las fuerzas se movilizaron por una tercera vía, como ellos mismos la denominan: construir una federación democrática, regida por la igual de derechos de géneros, religiones y nacionalidades, basada en una organización comunal y la creación de una economía cooperativa y ecológica.
Acosados por el Daesh, cercados por el militarismo turco, menospreciados por el Estado sirio, los pobladores de Rojava salieron a las calles, construyeron sus fuerzas de autodefensa y comprendieron que la revolución que defienden tiene en las mujeres a su vanguardia. Las historias, acciones y palabras de miles de mujeres que van rompiendo los moldes patriarcales que regían sus vidas -proceso con aciertos, contradicciones y resistencias internas y externas- son una realidad que sale a luz con la fuerza incontenible de la rebeldía.
Un pueblo de mujeres, libre de la violencia de género, en el corazón de Medio Oriente. Eso es Jinwar, aldea cercana a la ciudad de Dirbesiye, en el cantón de Cizîre, en el Kurdistán sirio (Rojava).
A finales del año pasado, cuando se conoció la experiencia de Jinwar, las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) y las Unidades de Protección Femeninas (YPJ) continuaban con sus avances contra el Estado Islámico mientras el Ejército turco intentaba detener a las fuerzas kurdas con bombardeos masivos. Pese a esta situación, en la reconstrucción de la sociedad del norte de Siria las mujeres redoblaban la apuesta y fundaban un pueblo.
Según informó la agencia de noticias JINHA, Jinwar tiene como objetivo transformarse como «una alternativa a la violencia contra las mujeres» y desarrollar una vida ecológica. Ancianas y adolescentes, todas ellas se encargaron de plantar los primeros árboles en el pueblo, cuyas raíces siguen creciendo hasta el día de hoy.
Heval Rumet, integrante de la Academia de Jineoloji, participó en el acto de fundación y explicó que «la vida de cada mujer sin autovoluntad, autoconciencia, autoorganización y autodefensa está en peligro». Rumet relató que las mujeres a lo largo de la historia se tuvieron que enfrentar a una lengua, una cultura, a sentimientos y pensamientos, y a unas labores que permiten el despojo y el asesinato. «Enfrentarse al genocidio de mujeres requiere de una organización multilateral y trabajar con amor -resumió-. Los proyectos y luchas requieren asegurarse de que el nombre de la mujer no se refiera a la muerte, sino a nuestra cultura de vida igualitaria de nuevo».
Fueron 73 días de combates contra el Daesh, en los cuales se rescataron a miles de civiles, en medio de una lucha que, en los últimos días, se volvió cuerpo a cuerpo.
A mediados de agosto de 2016, las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) anunciaron la liberación de Manbij, ciudad ubicada en el norte de Siria y fronteriza con Turquía. Las primeras imágenes que circularon estremecían: las mujeres de la localidad, de mayoría árabe, lloraban mientras abrazaban a las milicianas de las YPJ, que integran las FDS.
Manbij, con alrededor de cien mil habitantes y un punto estratégico para el suministro de armamento desde Turquía hacia los terroristas, respiraba una libertad que hasta hacía pocos días estaba sepultada bajo la bandera negra del ISIS.
Entre las lágrimas y los abrazos iba quedando atrás unos de los símbolos de opresión del Estado Islámico: por las calles de la ciudad se esparcían las ropas negras que los terroristas obligaban utilizar a las mujeres.
Esas imágenes de las habitantes de Manbij desprendiéndose de las formas de opresión más profundas y cotidianas dieron la vuelta al mundo. Con el paso de los días, las fotografías y videos fueron devorados por el frenesí informativo que genera Medio Oriente. Pero esas mujeres, aferradas a sus hijas e hijos y que sonreían junto a las combatientes de las YPJ, confirmaron que su territorio ya no pertenecía a los opresores; sus cuerpos y los días volvían a ser suyos.
Trescientas delegadas en la ciudad de Kobane. La consigna que las une es «Por unas mujeres libres en una Siria Federal y Democrática». Convocadas por el Kongreya Star, llegaron de Manbij, de Cizîre y hasta de la convulsa región de Al Raqqa con la tarea de discutir, proponer y sacar conclusiones para desarrollar su lucha.
Durante la presentación del evento, Evin Siwêd, portavoz de Kongreya Star, enfatizó: «Estamos luchando por la libertad de todas las mujeres. Miles de mujeres en las zonas bajo ocupación y la opresión están expuestas a la violencia de las bandas (en referencia a ISIS). Tenemos que luchar por su salvación». Siwêd resumió que «todas las mujeres de todos los pueblos han de unir sus fuerzas para venir juntas bajo una misma bandera y un mismo poder».
En marzo de este año se realizó el Segundo Festival de Arte y Literatura de las Mujeres, en la ciudad de Qamishlo. «El arte y la literatura de las mujeres son una garantía para la nación democrática» fue el lema de presentación. Un mes antes fue la Primera Conferencia del Movimiento de las Mujeres para la Cultura y las Artes, en el cantón de Afrin, con la participación de 400 delegadas y una consigna simple: «Para proteger a las mujeres y la vida, con la revolución de las artes y cultura tenemos que luchar hasta que se obtenga un Federalismo Democrático».
En Rojava, desde que se consolidó la revolución, se multiplican las tareas, los debates y las convocatorias organizadas por las mujeres kurdas, árabes, asirias, turcomanas y de otras nacionalidades. Sus actividades muestran el pulso de la zona y confirman que aunque la guerra esté a unos pocos kilómetros y que el peligro de un ataques de ISIS o Turquía se encuentra latente, la vida libre por la que lucha no se detendrá.
Las Casas de las Mujeres se multiplican en el territorio de Rojava. En octubre de 2016, las mujeres del Consejo Municipal de El Heye El Sexîre, de la ciudad de Manbij, anunciaron la apertura de uno de estos espacios donde confluyen las mujeres de diferentes etnias, religiones e ideologías. Şervîn Armanc, miembro del Consejo Municipal, recordó que «las mujeres siempre son víctimas de atrocidades a manos de las fuerzas de ocupación, y dichas fuerzas siempre ponen el sometimiento de la voluntad de las mujeres en el punto de mira». Ante esta situación, Armanc convocó a las mujeres a autoorganizarse «en todos los aspectos de sus vidas, y trabajar tanto en el área política como en el militar y social».
Las Casas tienen el objetivo principal de proteger los derechos de las mujeres, romper con el patriarcado que todavía impera en el norte de Siria y formar un pensamiento liberador y autónomo.
En Şedadê, en el cantón Cizîre, este año también se dio apertura a una Casa de las Mujeres. Welîda Botî, integrante de Kongreya Star, explicó que «con el inicio de la revolución de Rojava, las mujeres, gracias a la filosofía del líder Abdullah Öcalan, han luchado contra la barbarie de las bandas terroristas, los sistemas de esclavitud y ahora luchan para demostrar nuestra existencia».
En el cantón de Afrin, el Comité de Elaboración de los Planes de Estudios trabaja en un libro sobre Jineologî para trabajarlo en las escuelas secundarias. Hasta ahora se publicaron 2.000 ejemplares en kurdo y el año que viene se espera la aparición la versión en árabe.
Berivan Muhamad, integrante del Comité, explicó que el fin de este proyecto es revelar la verdadera historia de las mujeres «para que más mujeres aprendan su historia, para que se vuelvan confidentes entre ellas y tengan el poder de liberarse a sí mismas». Berivan agregó que se capacitó personal especial ya que la materia se dará en forma de diálogos y debates.
Ahin Hasan, profesora de Jineologî, señaló que «al principio los estudiantes tenían dificultades para comprender la materia debido a la riqueza de su información, pero posteriormente, cuando se desarrolló más intensamente la interacción, los estudiantes comenzaron a realizar debates y les empezó a gustar el tema».
Aminah Joid, que es parte de la comunidad árabe, dijo que «al principio no sabíamos nada sobre el tema y nos parecía difícil, pero ahora tenemos una visión más clara de lo que se trata y hemos aprendido acerca de la verdadera esencia de la mujer y su papel en la sociedad». «A través de esta materia el importante papel de las mujeres salió a la luz logrando una especie de renacimiento en toda la comunidad, y clarificando el papel de la mujer en la crianza de las generaciones», sostuvo.
Cuando el Estado Islámico surgió en 2014, uno de sus primeros blancos fue el pueblo yezidí del Kurdistán iraquí (Bakur). El gobierno del Kurdistán Autónomo, liderado por el Partido Democrático de Kurdistán (PDK) y su máximo dirigente Masud Barzani, miró para otro lado mientras los terroristas cometían un genocidio. Muertos, desplazados, pueblos destruidos, la marca registrada del Daesh. La intervención de las fuerzas del PKK detuvo la matanza y permitió la salida de civiles por corredores humanitarios. Igualmente, al día de hoy 3000 mujeres yezidíes siguen en poder de ISIS, que las esclaviza y las vende en mercados sexuales.
Pero en la zona yezidí de Bakur, desde el dolor y la tragedia, nació la resistencia. Enfrentando al Estado Islámico, soportando los ataques del PDK y los bombardeos del Estado turco, el pueblo de la región de Shengal declaró su autonomía y conformó sus fuerzas de autodefensa; en el caso de las mujeres, crearon las Unidades de Mujeres de Shengal (YSJ) y el Movimiento de Mujeres Libres Yezidíes (Tevgera Azadiya Jinên Êzidî-TAJÊ).
Zeynep Cudî, miembro de las YSJ, declaró en marzo de este año que «las mujeres resistieron en la primera línea» con el fin de proteger sus raíces, ancladas en el pueblo de Kurdistán. Cudî agregó que las yezidíes tienen sus propias organizaciones, razón por la cual «el enemigo» tienen «miedo del poder de las mujeres».
El 14 de marzo, las fuerzas del PDK reprimieron con brutalidad una movilización de mujeres en la ciudad de Xanesor. Las manifestantes rechazaban los ataques del PDK y la injerencia del gobierno de Barzani frente al avance de la autonomía en la zona de Shengal. Nazê Nayif Qewal fue la víctima de las fuerzas represivas, pero también, ese mismo día, se convertiría en un símbolo de la resistencia.
En un comunicado, el movimiento de mujeres yezidíes recordó que «la mayor aspiración de nuestra amiga Nazê era que nuestras mujeres fueran liberadas del cautiverio del Daesh y que los responsables por el genocidio pagaran por sus actos». Por eso, afirmaron que «nosotras nos organizaremos y resistiremos en la senda» de las mujeres mártires.
«Ya no somos las mujeres de la época anterior a la masacre -remarcaron en el comunicado-. Hoy sentimos y saboreamos el olor y el sabor de la libertad y nos hemos comprometido con la libertad. Como mujeres yezidíes hemos tomado conciencia y nos hemos organizado en nuestra autodefensa junto a las YJS».
El TAJÊ, conformado como una herramienta de organización en todos los ámbitos de la vida, remarcó que las mujeres «tenemos que dejar a un lado la victimización y la desesperación», porque «seremos reconocidas por nuestra resistencia e insistencia en la libertad».
Para los pobladores yezidíes, el actual desafió es proyectar una nueva sociedad, donde los derechos de las mujeres sean respetados, y las religiones, nacionalidades y lenguas puedan vivir en libertad.
El Movimiento de Mujeres de Kurdistán nació al fragor de una lucha histórica por la libertad, el respeto de los derechos negados y la construcción de una conciencia que apunta a destruir los cimientos del patriarcado y el machismo. Las características patriarcales en Medio Oriente, y en Kurdistán en particular, no son diferentes de lo que vivimos cotidianamente en América Latina. Aunque desde los círculos de poder y sus medios de difusión muestren a Medio Oriente como una gran cárcel para las mujeres -sobre todo teñido con una explicación superflua del Islam-, en Latinoamérica suceden hechos similares, por lo cual las luchas de las mujeres también tienen profundas conexiones, aunque exista un océano que las separe.
En junio de 2016, Rojda Felat, una de las principales comandantes de las FDS fue entrevistada por el periódico Binevs. En sus palabras se pueden descubrir las síntesis y los caminos futuros por donde transitan las mujeres de Kurdistán. «Queremos librar a nuestra región de esta tiranía contra las mujeres -aseguró -. Las acciones de ISIS no tienen cabida en el Islam». La comandante explicó que la lucha de las mujeres kurdas se enciende «donde se reprime a la mujer», pero también «donde un hombre esté amenazando a una mujer».
«Cuando nos fijamos en el Kurdistán sirio, las mujeres son las vanguardias de la revolución. Arin Mirkan fue un ejemplo de esto. Esas compañeras nos mostraron el camino a seguir. Nuestros amigos varones van por este camino y no se sorprenden más por esto, nos respetan y nos apoyan», resumió Felat.
En abril de este año, Îlham Ehmed, co-presidenta del Consejo Democrático Sirio (MSD, por sus siglas originales), declaró a la agencia Firat News que en la actualidad se producen «importantes acontecimientos políticos y militares que se llevan a cabo bajo el liderazgo de las mujeres kurdas» y que buscan establecer «un sistema democrático» que permita «una transformación general en Medio Oriente».
Ehmed advirtió que otras «revoluciones que se realizaron en la historia, con el lema de la libertad y la democracia, no trajeron libertad y democracia debido a la falta de organización y de conciencia de las mujeres para establecer su autodefensa. Esas revoluciones solamente vencieron a los poderes dominantes. Pero esta vez será diferente y el nivel de mentalidad y organización de toda la sociedad va a cambiar».
Con respecto a la experiencia en Rojava, la co-presidenta del MSD explicó que «la participación de las mujeres en las zonas militares y de defensa personal garantiza un sistema democrático e igualitario», pero que «lo que queremos decir aquí no está relacionado con el aspecto militar solamente. La autodefensa en áreas políticas, militares, económicas, todas son importantes». Además destacó que la experiencia de las mujeres en el norte de Siria «tiene un impacto» concreto en Medio Oriente. «Las mujeres en Egipto, Túnez, Palestina y otros lugares siguen los pasos de las YPJ y las toman como modelo para renovar y revitalizar sus experiencias», resaltó Ehmed.
La revolución que encabezan las mujeres de Kurdistán no se reduce a fusiles y fotografías apropiadas por los grandes medios de difusión, sino que hunde su filosofía en lo profundo de la historia del pueblo kurdo y apunta contra un sistema resquebrajado, que en Medio Oriente parece implosionar con el transcurso de las semanas. El cambio, la transformación y la liberación no llegan solamente de las bocas de las ametralladoras.
En Rojava ahora las rosas florecen con más libertad todos los días. Y como las rosas, las mujeres del Kurdistán construyen su autodefensa para derrotar un sistema político, social y económico que las negó como mujeres, kurdas y revolucionarias.
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