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Sales y soles

Las tres pateras

Fuentes: Gara

    La patera milagrosa. Las campañas de insensibilización están de moda. Ver, oír y callar. O a lo sumo, apadrinar. Todo vale mientras nada cambie. Oeneges, empresas, gobiernos… miles de millones de euros invertidos en apagar las conciencias. El Ilustre Colegio de Abogados de Valencia y el Consejo General de la Abogacía Española han […]

 

 

La patera milagrosa. Las campañas de insensibilización están de moda. Ver, oír y callar. O a lo sumo, apadrinar. Todo vale mientras nada cambie. Oeneges, empresas, gobiernos… miles de millones de euros invertidos en apagar las conciencias. El Ilustre Colegio de Abogados de Valencia y el Consejo General de la Abogacía Española han puesto en marcha una exposición que incluye una reproducción a tamaño real de un cayuco. La patera de Valencia, patera en tierra, promete no dejar indiferente. «Podremos tocar un cayuco, sentarnos en él» y además «vivir las sensaciones que cada día experimentan los cientos de inmigrantes que emprenden un viaje que les saque de la miseria y la violencia con las que cohabitan a diario». Y todo sin movernos de casa. El objetivo final de la iniciativa, según Francisco Real, decano del Colegio de Abogados de Valencia, es «informar a la población sobre el incumplimiento de los Derechos Humanos y sobre cómo defenderlos mediante el apoyo de los abogados». Para los traficantes de la pobreza, no hay mal que por bien no venga.

 

La patera de ida y vuelta. El escritor nigeriano Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura en 1986, acudió esta semana al Festival de las Letras de Segovia. Habló de África, de emigración, de trueque: «Por cada cayuco que llega a Europa con 100 africanos que arriesgan su vida por buscar una vida mejor debería salir otra embarcación en sentido contrario que llevara europeos emprendedores a África. No tienen que mandarnos a sus criminales, sino aventureros que busquen nuevas oportunidades. Les aseguró que si se instalan en Lagos, ya no querrán salir de allí».

 

La patera de cartón. Participó en la marcha del Euromayday, el primero de mayo de 2005. Sencilla, digna, resistente, la patera de los invisibles recorrió las calles de Barcelona de la mano de dos decenas de inmigrantes pakistaníes. Llevaban varias semanas en huelga de hambre en demanda de «Papeles para todos». En su cascarón de papel, una frase, una denuncia: «No nos castiga el mar, nos castigan los gobiernos».