Recomiendo:
0

Legislación electoral y fracaso de IU

Fuentes: Rebelión

Tras leer el artículo publicado en Rebelión por Pablo M. Fernández Alarcón el pasado 29 de marzo, y titulado «¡Échale la culpa a D’Hondt!«, no puedo por menos que manifestar mi desacuerdo sobre muchas de las manifestaciones vertidas en dicho artículo y tratar de contestar y exponer mi punto de vista al respecto. No lo […]

Tras leer el artículo publicado en Rebelión por Pablo M. Fernández Alarcón el pasado 29 de marzo, y titulado «¡Échale la culpa a D’Hondt!«, no puedo por menos que manifestar mi desacuerdo sobre muchas de las manifestaciones vertidas en dicho artículo y tratar de contestar y exponer mi punto de vista al respecto. No lo hago con ánimo de polemizar, aunque sí de participar en un debate que pienso que es necesario para la reconstrucción de una izquierda alternativa que, como tal, sea merecedora de más apoyo electoral que el que ha recibido recientemente IU. Después de todo, pienso que Pablo y yo estamos de acuerdo en un punto esencial: IU ha cosechado un desastre electoral por méritos propios. También creo que estamos posiblemente de acuerdo en que es necesaria una reconstrucción profunda de la izquierda española como justa repuesta al capitalismo salvaje que nos rodea y a la política neoliberal, con tufillo fascista, del PP y del PSOE. En lo que no puedo estar de acuerdo es en afirmaciones tales como que «D’Hondt creó un ponderado sistema proporcional» o que «lo de menos es el sistema electoral». El sistema electoral es, en mi opinión, esencial, hasta tal punto, que puede ser decisorio en discernir si un régimen es democrático o no. Por ello creo que, ni se puede afirmar, como han hecho dirigentes de IU, que la causa de su fracaso electoral ha sido debida al sistema electoral, o que, en otro extremo, el sistema electoral ha sido lo de menos en dicho fracaso. Ambas son verdades a medias que enmascaran la realidad de lo que ha ocurrido. En consecuencia, quiero anticipar las dos conclusiones, que trataré posteriormente de razonar, en relación con la «legislación electoral y el fracaso de IU». Son las siguientes:

– El sistema electoral español es deleznable desde un punto de vista democrático, y desde luego trata injustamente desde siempre a partidos minoritarios de ámbito estatal, como es el caso de IU.

– Al margen la legislación electoral, IU ha cosechado un estrepitoso fracaso electoral por méritos propios.

En lo referente a la primera conclusión, el sistema electoral español adolece de los siguientes defectos graves:

– Ausencia de proporcionalidad entre votos emitidos y candidatos electos, con absoluto de desprecio a las minorías.

– En el caso del Congreso de los Diputados (única cámara actualmente útil), la votación se realiza con listas de candidatos cerradas y bloqueadas.

En cuanto a la primera conclusión, la democracia exige que los votos de todos los ciudadanos tengan igual validez, y ello sólo se cumple cuando existe proporcionalidad entre votos emitidos y candidatos electos. Seudoproporcionalidades como la proclamada por el sistema D’Hondt adulteran, en mi opinión, la democracia, y creo que no forman parte de la historia de ésta, sino más bien de la historia de la desvirtuación de dicho sistema político.

El concepto de proporcionalidad es meridianamente claro. Si yo tengo cuatro décimos de lotería y Vd tiene uno con el mismo número, supongo que a Vd no le gustaría cobrar, si ese número saliera premiado, la décima parte de lo que cobre yo; sería muy injusto. Este concepto, por muy obvio que parezca, no lo deben saber muy bien los legisladores españoles, pues no se cumple ni en el cobro de las pensiones, ni en el del paro, ni, por supuesto, en las elecciones. Puede alegarse que la sociedad es algo muy complicado y que técnicamente es muy difícil de aplicar una proporcionalidad estricta, ya que dificultaría la gobernabilidad del país. Es posible, pero en todo caso estos argumentos no deben servir para desvirtuar una proporcionalidad y dar lugar a reparto injusto de escaños, y la ley D’Hondt genera esta desvirtuación. De hecho, algunos de los cerebros que aplicaron este sistema han reconocido que lo hicieron específicamente, en los comienzos del juancarlismo, para evitar que el Partido Comunista tuviera el peso que realmente le correspondía.

Una ruptura más flagrante del sistema proporcional radica en la falta de proporcionalidad entre la población de las circunscripciones electorales y el número de diputados a elegir. Tal como Vd sugiere, es posible que sea una tontería echarle a Soria la culpa del bipartidismo, pero es un hecho absolutamente objetivo y tremendamente injusto que el voto de un ciudadano de Madrid o Barcelona valga muchísimo menos que el voto de un ciudadano de una provincia pequeña. El sistema es tremendamente injusto desde el punto de vista democrático puesto que establece una flagrante desigualdad entre los electores. En este aspecto, la Constitución proclama que los Diputados han de ser elegidos por «sufragio igual» (Artículo 68.1). No obstante, es difícil interpretar lo que el legislador quiso afirmar con este término, porque la igualdad no se cumple en su aspecto más esencial. Esta falta de proporcionalidad se podría arreglar, incluso manteniendo la circunscripción electoral provincial, admitiendo un mínimo de un solo diputado por provincia, en vez de los dos actuales. Con este sistema, y tendiendo a una proporcionalidad estricta, Madrid tendría entre 50 y 51 diputados, en vez de los 35 actuales. El mantener la circunscripción provincial actual tiene la ventaja de la existencia de una mayor proximidad entre electores y elegibles, lo cual permite que los primeros puedan tener un mejor conocimiento de los segundos para decidir su voto. No obstante, podrían considerarse las autonomías como circunscripción y tomar en consideración los restos de votos en todas las circunscripciones para obtener escaños en el caso de que se supere un umbral mínimo de votos.

El resultado de una estricta proporcionalidad implicaría que, en las elecciones actuales, el PSOE habría obtenido unos 152 escaños (en vez de 169), el PP unos 140 escaños (en vez de 154) e IU unos 13 escaños (en vez de 2), aunque el número total de escasos que resultaría sería algo menor (341), al no considerarse los votos de los partidos que no alcanzan un solo escaño. Está claro a quien favorece y a quien desfavorece el sistema electoral actual. Se ha dicho a menudo con mucha ligereza que el sistema actual favorece a los partidos nacionalistas. No es así. Con un sistema estrictamente proporcional CIU, ERC, BNG, CA, EA, PAR, CHA y NC-CCN habrían obtenido un escaño más en las últimas elecciones, y sólo el PNV habría perdido dos escaños. Es cierto que el partido que lidera Rosa Díez habría obtenido 4 escaños en vez de 1, pero esto no debe ser un obstáculo, tal como sugiere sutilmente Fernández Alarcón, para mantener un sistema proporcional. Aunque particularmente me sitúo en las antípodas ideológicas de dicha formación política, pienso que la izquierda debe ganar sus escaños por convencimiento, concienciación y votación de los electores, y no por subterfugios en el sistema electoral que favorezcan a uno u otro partido.

Otro aspecto nefasto y clave del sistema electoral es la existencia de listas cerradas y bloqueadas de candidatos, que ha favorecido la partidocracia y la falta de democracia interna en las formaciones políticas, y que es una de las causas de que el parlamento no funcione adecuadamente, pues con unos pocos parlamentarios con voto ponderado el Congreso actuaría igual que con 350 diputados. No obstante, esto es ya otro debate, muy interesante por cierto, que se escapa del alcance de este artículo.

Sobre los méritos propios de IU para su debacle electoral se ha escrito ya mucho y hay poco que añadir. La conquista de la coalición por una cúpula derechizada y las purgas e intrigas asociadas a esa conquista han generado una descomposición interna de IU difícil de admitir. Una coalición de izquierdas debe ser estrictamente democrática y desde luego de izquierdas, e IU no ha sido ni una cosa ni otra en los últimos tiempos.. El admitir reiteradamente que el PSOE es un partido de izquierdas y buscar un acercamiento a él para encontrarse en «la casa común de la izquierda» no es de recibo para un ciudadano de izquierdas. Tampoco es una buena tarjeta de visita para un elector de dicha ideología el soslayar o hablar con la boca pequeña de la falta de libertades existente en el país, reflejada por la aplicación de torturas a los detenidos y en la Ley de Partidos y su aplicación, con ilegalizaciones de partidos y detenciones y encarcelamientos masivos en el País Vasco. El PSOE ha impulsado, conjuntamente con el PP, esta política represiva, que ni siquiera es propia de una derecha civilizada, sino más bien de una ultraderecha impulsora de un estado fascista. El PSOE, también con el PP, ha sido uno de los artífices de una política neoliberal y de la corrupción generalizada que existe en el país; es corresponsable del trabajo basura, de la degeneración de los sistemas educativo y sanitario, del problema de la vivienda, de la degradación del medio ambiente y, en suma, de que la sociedad española camine hacia la ruina. En estas condiciones, ¿a dónde quiere ir IU de la mano del PSOE? Particularmente pienso que el que esta coalición haya sufrido la debacle electoral es un triunfo de la izquierda, porque ello demuestra que hay otra izquierda que se ha abstenido o ha votado «inútilmente» a otras opciones para impedir este despropósito de una derecha con careta de izquierda. Evidentemente, el triunfo será completo si se logra construir en un futuro próximo un frente de izquierdas auténticamente democrático, que responda desde una perspectiva muy distinta a los principales problemas que tiene planteados el país y que logre llenar el vacío actualmente existente en este sentido dentro del espectro político del Estado Español.

Aunque piense que el sistema electoral no reúne las condiciones propias de un régimen auténticamente democrático, coincido con Fernández Alarcón es que la presente forma de exigir un cambio en dicho sistema de IU es realmente indigno, por su naturaleza partidista, porque efectivamente soslaya los otros problemas gravísimos que tiene planteados el país y porque en definitiva trata de enmascarar con una falsedad las causas reales de su fracaso electoral en este caso específico. El sistema electoral ha sido siempre el mismo desde los comienzos del juancarlismo, y sin embargo, IU, y antes el PC, obtuvieron resultados mucho mejores en el pasado y, desde luego, nunca tan catastróficos como en el presente.