Traducido para Rebelión por Elena González
El domingo 10 de octubre, el gobierno conservador israelí aprobó una propuesta que obligaría a los ciudadanos que no fueran judíos a jurar lealtad a Israel como estado judío. Si bien la propuesta no establece explícitamente que los que no sean judíos disfrutarán de menos derechos y privilegios en comparación con los ciudadanos judíos, así es como la mayoría de la gente ha entendido la ley.
Para acallar las críticas, el gobierno israelí ha invocado al clásico argumento de que Israel ha sido siempre un estado judío y democrático y que los ciudadanos que no sean judíos no tienen nada de qué preocuparse. No obstante, lo que el gobierno no dice es que a partir de ahora Israel se definirá principalmente por su naturaleza «judía», y sólo de forma secundaria por ser un estado democrático. En otras palabras, si y cuando «judío» y «democrático» no sean compatibles, como es normalmente el caso, uno no debe hacerse ilusiones sobre qué término invalida al otro.
En otras palabras, Israel realmente no puede ser democrático y talmúdico a la vez, y bajo las presentes circunstancias, lo mejor y lo máximo que el estado judío puede hacer es aparentar ser verdaderamente democrático o usar la democracia como un mero escaparate para ocultar su naturaleza fascista.
A esto se refería Ahmed Tibi, miembro árabe del parlamento israelí (Knesset) en su reacción a la nueva ley. Ahmed Tibi dijo que la nueva ley significaba primero y lo más importante, que Israel es democrática sólo para los judíos, pero judía para los no judíos, especialmente para los árabes. «No hay ningún país en el mundo que obligue a sus ciudadanos o a los que se nacionalizan a jurar su lealtad a una ideología o a una obligación sectaria. Israel está demostrando que no es un estado igualitario y que de hecho es un estado democrático para los judíos y judío para los árabes.»
Dirigida a los árabes
La nueva ley parece dirigida a la gran comunidad árabe en Israel, que constituye más del 23% de la población de Israel y está aumentando a mayor velocidad en comparación con la tasa de natalidad de los judíos, y a los millones de refugiados palestinos, expulsados de sus casas y pueblos en 1948, y que insisten en su repatriación a dichas casas y pueblos en lo que hoy es Israel.
Por lo que se refiere a la comunidad árabe en Israel, la nueva ley parece decirles que no se puede garantizar eternamente su existencia continuada como ciudadanos en Israel y que debería buscar su «realización nacional» en otra parte, por ejemplo, en un futuro estado palestino. En otras palabras, la nueva ley ondea la espada de las transferencias ante los aproximados 2 millones de palestinos con se consideran ciudadanos israelíes de pleno derecho.
En cualquier caso, la nueva ley reafirma la naturaleza judía de Israel, principalmente a expensas de la democracia. Tácitamente parece decir: «Israel es ante todo un estado judío y si no eres judío no esperes disfrutar de plenos derechos y privilegios.» En un análisis final, si un ciudadano no judío aspira a la plena igualdad debería convertirse al Judaísmo Ortodoxo (otras corrientes del judaísmo no se aceptan), o dejar el país.»
En lo referente a los refugiados palestinos que aspiran volver a sus casas, la nueva ley les dice que no sueñen con una repatriación a Israel. Esto perpetuará el conflicto Israelo-palestino, haciendo que sea imposible que se resuelva en las próximas décadas. No hay duda de que la aprobación de esta ley explícitamente fascista constituye la «infraestructura legal» para una posible deportación de ciudadanos palestinos de Israel con miras a resolver el creciente problema demográfico de Israel.
Representantes del gobierno israelí, incluido el primer ministro Benyamin Netanyahu, constantemente exigen a la Autoridad Palestina que reconozca Israel como un estado judío. Israel nunca ha explicado completa o satisfactoriamente que se supone que significa «estado judío». No obstante, si tomamos las declaraciones de miembros del gobierno israelí por lo que parecen, «estado judío» implicaría que Israel tendría el derecho, al menos en algún momento futuro, de expulsar a ciudadanos no judíos al futuro estado palestino.
Así pues, a pesar de la plétora de declaraciones a favor o en contra de la nueva ley, queda suficientemente claro que el fin último de la ley es la realización de las llamadas «transferencias». Para los no iniciados, transferencia no es un término lingüístico inocente que indica el movimiento de población de un lugar a otro. En el contexto palestino, significa nada menos que limpieza étnica genocida.
Desde 1948, Israel viene llevando a cabo ejercicios de limpieza étnica de palestinos. Hoy en día, la limpieza ética se apoya en una sólida infraestructura legal que permitiría a los sionistas utilizar la nueva ley como una mantra cuya invocación justificara cada crimen imaginable contra la gente palestina. Por lo tanto, Israel podría acelerar el proceso de retirar la ciudadanía a los «árabes israelíes» sobre la base de que Israel es un estado judío y que los no judíos que deseen permanecer en Israel deberían aceptar su estatus inferior como ciudadanos de segunda o tercerea categoría.
! Kahana reivindicado!
A principio de los años 70, un rabino inmigrante americano con ideas fascistas llamado Meir Kahana, fue elegido a la asamblea israelí (Knesset). Kahana explicó que judaísmo y democracia eran totalmente incompatibles y que Israel tendría que decidir si quería ser simplemente una democracia occidental más o un verdadero estado judío. Kahana, que escribió un libro titulado «Deben irse» (They must go), hizo un llamamiento por la expulsión de la mayoría o de todos los palestinos de Israel y de los territorios ocupados de Gaza, Cisjordania y Jerusalén este.
Uno de los discípulos contempéranos de Kahana, el miembro de la knesset Ben Ari del Bloque de Unión Nacional declaró la victoria diciendo que «20 años después de la muerte de Kahana, la Consolidación (Likud) ha admitido que el rabino Kahana tenía razón. Es reconfortante escuchar al gobierno de la Consolidación que como el perseguido rabino Kahana, quiere que los árabes hagan un juramento de lealtad. Hoy se ha reconocido que lo que el rabino Kahana afirmó hace 20 años era correcto y adecuado.»
Tras la aprobación de ésta última ley, muchos israelíes con mentalidad civilista temen que esto sea sólo el principio y que sea sólo cuestión de tiempo que se aprueben otras leyes más draconianas que harán de Israel un estado indudablemente fascista. Algunas leyes talmúdicas ven a los no judíos abiertamente como animales y les atribuyen el papel de «portadores de agua y cortadores de madera» al servicio de la «raza dominante» o del «pueblo elegido». Lo que es más, ministros del consejo de ministros de mentalidad talmúdica como Y’akov Ne’eman, declaran abiertamente que no descansaran hasta que vean a Israel gobernado por las leyes del Talmud.
Según otros ministros laicos, como Isaac Herzog, hijo del antiguo presidente de Israel Haim Herzog, esto es fascismo con todas sus letras. «Estamos en una peligrosa pendiente resbaladiza» declaró Herzog. «Parece que el fascismo estás devorando los márgenes del a sociedad». No obstante, parece que el fascismo está devorando algo más que los márgenes de la sociedad israelí ya que se ha convertido en un fenómeno mayoritario.
http://www.middleeastmonitor.org.uk/articles/middle-east/1614-legislating-fascism