En 1926, con 35 años de edad, Antonio Gramsci fue encarcelado en la prisión de San Vittore, Milán. Su encarcelamiento tenía un objetivo claro: silenciar un cerebro revolucionario. Nada menos conseguido. Durante más de 20 años Gramsci, desde la cárcel, continuó con su actividad política y escribió además de los Cuadernos, fundamental obra teórica para […]
En 1926, con 35 años de edad, Antonio Gramsci fue encarcelado en la prisión de San Vittore, Milán. Su encarcelamiento tenía un objetivo claro: silenciar un cerebro revolucionario. Nada menos conseguido. Durante más de 20 años Gramsci, desde la cárcel, continuó con su actividad política y escribió además de los Cuadernos, fundamental obra teórica para entender sus postulados sobre el marxismo cultural, más de 500 cartas a allegados y familiares, cargadas de un profundo afecto y comprensión por la condición humana. En ellas se cuestionaba la necesidad del afecto en el carácter revolucionario: «Pero cuántas veces me he preguntado si era posible ligarse a una masa cuando nunca se había querido a nadie, ni siquiera a la familia, si era posible amar a una colectividad cuando no se había amado profundamente a criaturas humanas individuales».
Noventa años después, la Revolución egipcia también se escribe desde la cárcel. Día tras día nos llegan los testimonios de los más de 41.000 prisioneros políticos que Egipto tiene entre rejas. El pasado mes de diciembre, el fotógrafo Shawkan, bajo arresto desde agosto de 2013 por fotografiar la masacre de la plaza cairota de Rabaa al-Adawiyya, nos relataba que aún sigue vivo porque sabe que no está sólo, que nosotros, los que le escuchamos, le damos vida. Ahmed Said, encarcelado desde noviembre por participar en una manifestación conmemorativa de 2011, ha decidido reconocer su conexión con la Revolución, aunque eso le lleve a continuar su encarcelamiento: «Hice lo que hice para sentirme libre y para poder reclamar mi libertad antes de que se convirtiera en una simple memoria».
El recuerdo, la memoria, la solidaridad y el acompañamiento de los presos políticos en Egipto garantiza la supervivencia de la Revolución en su quinto aniversario, que se cumple estos días. Las constantes torturas, las condiciones infrahumanas, la falta de recursos médicos y de abrigo ante el frío invierno, han sido denunciadas por los familiares de los detenidos de la prisión de Al-Aqrab, una de las prisiones de máxima seguridad de el país, a través del hashtag «Aqrab es una tumba«. De la misma manera, Maysun al-Masri, la hermana de Mahienour al-Masry, la célebre activista de Alejandría, relataba las condiciones de hacinamiento: más de 27 detenidas en celdas de seis metros cuadrados «tienen que dormir unas encima de las otras». Y pese a todo, los actos de resistencia se suceden día tras día. Las huelgas de hambre, una constante desde 2013, se erigen como verdaderos actos de resistencia. Apropiarse del único espacio de autonomía disponible es reclamar la libertad común.
Y es que, en el año V de la revolución, las desapariciones forzosas, las detenciones y los registros en el propio domicilio son una constante en la vida cotidiana, y, sobre todo, entre los jóvenes, principales sospechosos de cualquier disenso político. Semanas previas a la celebración del aniversario, cientos de jóvenes activistas fueron arrestados y detenidos en los cafés o sus domicilios de El Cairo y Alejandría, y centros culturales, como el famoso Townhouse, un espacio artístico situado en el centro de El Cairo, cerrados. Estas medidas represivas son sin duda el devenir de un régimen que pierde apoyos entre la población, y que, con una economía hundida y un Sinaí incontrolable, la paranoia contrarrevolucionaria ahonda aún más en su incapacidad de legitimarse a ojos nacionales e internacionales. Motivos para la suspicacia no le faltan al régimen de Sisi, porque los egipcios no han dejado, a pesar de la represión, de seguir conservando la memoria. En las últimas semanas han proliferado diferentes eventos en Facebook que invitan a celebrar el V aniversario. La necesidad de preservar la narrativa de la revolución es tal que tras el arresto del miembro del Sindicato de Médicos Taher Mokhtar el pasado 14 de enero por su participación en la Plaza Tahrir en 2011, el hashtag #I_participated_in_January_Revolution se hizo viral. Ante el intento de demonización de 2011, se torna fundamental conservar el recuerdo y una utopía que la contrarrevolución quiere a toda costa silenciar.
En 1937, Gramsci falleció tras una larga enfermedad en la cárcel, mientras la contrarrevolución y el fascismo se ceñían sobre Italia. Prevenir que la Revolución egipcia acabe de la misma manera depende en parte de nuestra capacidad de seguir escuchando su narrativa y alimentando la empatía y la solidaridad con la misma. Dar voz a una generación cuyo principal enemigo es el inmovilismo de los regímenes autocráticos árabes, que cada vez convencen más y mejor a gobiernos y ciudadanos europeos de a pie de que son la única solución al auge del terrorismo en la región, es un primer paso para garantizar la supervivencia de la Revolución. Si los egipcios nos enseñaron que otro mundo era posible, que la política se hacía en la calle y se reclamaba en las plazas, dejar que desaparezca entre barrotes es abandonar también nuestro propio sueño de cambio, el de aquí, de este norte del Mediterráneo. Porque, como dice Islam Khalil en una de sus cartas desde la cárcel: «Estoy hablando de todos nosotros».
Fuente original: http://disparamag.com/extramuros/lettere-dal-carcere-el-ano-v-la-revolucion-egipcia