La demolición de Líbano por Israel trascurre en medio de una farsa montada por Estados Unidos en torno a sus «esfuerzos» para conseguir una paz «duradera», cuya protagonista más visible es la secretaria de Estado Condolleeza Rice. En ese tenor las lágrimas de cocodrilo vertidas por los civiles libaneses en el bochornoso encuentro entre W. […]
La demolición de Líbano por Israel trascurre en medio de una farsa montada por Estados Unidos en torno a sus «esfuerzos» para conseguir una paz «duradera», cuya protagonista más visible es la secretaria de Estado Condolleeza Rice. En ese tenor las lágrimas de cocodrilo vertidas por los civiles libaneses en el bochornoso encuentro entre W. Bush y su criado Tony Blair. Qué simpático Bush prometiendo la reconstrucción de un Líbano estable y, faltaría más, «democrático». Que le pregunten a los negros y a los pobres de Nueva Orleáns todavía sin techo.
La mafia bushista pretende hacernos creer que trabaja por la paz, cuando es ella la que arma hasta los dientes a Israel y a nadie en este mundo le queda la menor duda que se ha dedicado a torpedear todos los intentos por detenerlo e incluso le envía de urgencia bombas rompe-búnker de última generación para que eleve su productividad en la carnicería. Mientras, Israel aprovecha que las miradas se dirigen a Líbano para incrementar la limpieza étnica de palestinos en Gaza.
Washington ha impedido sistemáticamente que el Consejo de Seguridad de la ONU condene al gobierno genocida de Yehud Olmert y le exija un cese del fuego pese a existir un amplio consenso internacional al respecto. El paseo de Condolleeza y su asistencia a la reunión de Roma son parte de un juego para cubrir las apariencias, mientras es obvio que trata de ganar tiempo desesperadamente para que su socio israelí cumpla con los objetivos de la campaña bélica o al menos salve la cara a última hora ya que tan mal le va en el campo de batalla y ante la opinión pública internacional, que cada vez repudia más vigorosamente sus crímenes de guerra.
Es evidente que aunque en la arremetida contra Líbano y Gaza el ejecutor es el ejército sionista esta ha sido planificada conjuntamente entre Washington y Tel Aviv dentro de esa aberración en la que ya casi nadie cree llamada «guerra contra el terrorismo». Que consiste en un proyecto para apoderarse de las riquezas naturales del planeta y acabar con los gobiernos y pueblos que no inclinan la cerviz ante el nuevo orden nazi internacional que intenta implantar Bush a partir del 11 de septiembre de 2001.
En esta guerra, movimientos de liberación nacional como el palestino Hamás y el libanés Hezbollah constituyen objetivos esenciales a destruir por cuanto comportan un grave escollo en la «reestructuración» yanqui-israelí de una zona pletórica en hidrocarburos como el Medio Oriente y un abierto desafío a los planes de esclavizar a la humanidad trazados por los aspirantes a dueños del mundo.
La agresión a Líbano también ha tenido la característica de mostrar a una industria mediática más mendaz y sesgada que nunca y que salvo honrosas y muy contadas excepciones ha intentado justificar los crímenes de guerra de Israel con el farisaico argumento de que este «tiene derecho de defenderse».
El cese del fuego unido a una fuerza de interposición internacional en el sur de Líbano claramente dirigida contra Hezbollah, como quieren Washington y Tel Aviv, será muy difícil de instrumentar porque Israel, más allá de los asesinatos de civiles en masa, la ola de cientos de miles de refugiados y el despedazamiento de la infraestructura civil de ese país, no ha conseguido reducir la capacidad y disposición combativa del movimiento islámico. Por otra parte, se sabe por encuestas que la popularidad de este es hoy más alta que nunca en el país del cedro, no sólo entre los musulmanes chiítas sino entre sumnitas, cristianos maronitas y drusos. De modo que una salida al conflicto que no tome en cuenta las demandas de Hezbollah está condenada al más rotundo fracaso.
Cualquier solución auténtica y duradera al contencioso del Medio Oriente debe atender a sus verdaderos orígenes en el reparto imperialista del mundo posterior a la Primera Guerra Mundial y al carácter colonial, racista y agresivo del Estado hebreo surgido como consecuencia. Debe tomar en cuenta a todas las fuerzas y gobiernos afectados por la agresividad y las amenazas de Estados Unidos e Israel en la región. Recetas cocinadas dentro o fuera del Consejo de Seguridad, sin dar participación a Hezbollah, a los palestinos, a Siria y a Irán solo conducirán a prolongar el injusto orden de cosas actual.
En ese caso, para palestinos y libaneses queda claro que el camino es continuar la resistencia, derecho reconocido por la ley internacional y por el pensamiento político más avanzado.