Traducido para Rebelión por Loles Oliván
A la indignación que aún queda en los ojos de Suheil Idris
Escribo estas palabras cuando la agresión israelí contra Líbano entra en su séptimo día, tras la operación militar de la Resistencia Islámica que tuvo como resultado la captura de dos soldados israelíes y el asesinato de otros siete. Salto de canal en canal de TV y por las páginas de los periódicos. Todo lo que se me ocurre decir es: «Qué lástima, Líbano».
Y sin embargo, no lo digo porque vea a Líbano «metido en una guerra creada por las maquinaciones del eje sirio-iraní». Tal es la pretensión de los que, o bien neutralizan a Líbano en el conflicto israelo-árabe, entre ellos el Bloque 14 de Febrero [1], o bien hacen depender su participación en este conflicto de la participación de los demás países árabes. Tampoco lo digo porque sea escéptico respecto al éxito de Hizbolah en conseguir sus objetivos declarados -la liberación de las cárceles israelíes de los prisioneros libaneses y quizá árabes también. Ni lo digo porque lamente (aunque de verdad lo lamento) la destrucción del aeropuerto, de los puentes y del resto de infraestructuras cuyos costes de construcción estamos pagando nosotros, los libaneses, de nuestros propios bolsillos y seguiremos pagando de los bolsillos de nuestros hijos y de nuestros nietos durante décadas futuras.
Si, Líbano, te compadezco, y sin embargo…
Te compadezco, Líbano, porque deberías estar afligido por un liderazgo que no aprovechó la liberación de 2000 para fortificar el sur y otras áreas contra futuras agresiones israelíes. (Y cualquiera que hubiera considerado la historia de Israel y sus ambiciones en esta región podría haber visto que nuevas agresiones estaban por venir). Los gobiernos sucesivos de Líbano faltaron a su obligación de construir refugios, construir carreteras o invertir en instituciones que contribuyesen a fortalecer a la población (como hospitales, escuelas, universidades, etc.) a pesar de los millones de dólares que se recibieron de los regímenes árabes tras cada ataque israelí y que fueron transferidos al Consejo para el Sur.
Te compadezco, Líbano, porque tienes que sufrir un liderazgo que no proporciona a su pueblo los medios para la autodefensa aunque la mayoría de sus gobiernos, incluido el actual, hayan estado «en términos amistosos» con los patrocinadores de la Revolución de los Cedros, EEUU y Francia, quienes proporcionan a Israel las armas que desea. No es extraño, por supuesto, si consideramos que las autoridades libanesas han mantenido consecuentemente durante décadas que «la fuerza de Líbano… está en su debilidad».
Te compadezco, Líbano, porque deberías ser gobernado -en estos días particularmente- por un gabinete que no «adopta» la captura de soldados israelíes para liberar presos libaneses, dejando con ello oficialmente huérfana ante el mundo a la Resistencia y proporcionando, de hecho, una cobertura a la agresión israelí. Es lamentable, Líbano, que debas estar sometido a un Primer ministro que condena la agresión israelí por ser «desproporcionada» respecto a la operación de Hizballah. ¿Significa eso que habría apoyado aquélla si ésta la hubiera igualado, y a pesar de que ha sido Israel, en tanto que beligerante y ocupante, quien ha provocado esa operación (como todas las del pasado y quizá las que están por venir)?
Qué pena, Líbano, que no tengas la suerte de contar con una dirección que presione incesantemente a «la comunidad internacional» (cuyas alabanzas siempre canta) para obligar a Israel a pagar las reparaciones por sus actos de agresión en el curso de más de cuatro décadas. De hecho, resulta extraño escuchar a los principales miembros de los sucesivos gobiernos libaneses alabando la «astucia» del lobby sionista en EEUU, olvidando (o más bien ignorando) mientras tanto el hecho de que ese lobby consiguió en 1988 y por la fuerza mil millones 250 mil dólares de Suiza y 60 mil millones de dólares de Alemania en concepto de «reparaciones» a cuyos pagos se forzó a Europa «debido a su rampante antisemitismo» tanto antes como después de la Segunda Guerra Mundial [2].
Te compadezco, Líbano, porque tienes que soportar a una clase de políticos y «analistas» que intentan aplastarnos estos días con dos lemas: «mal momento» y «proporcionar un pretexto al enemigo». El primero ha sido la principal preocupación de los políticos del Bloque 14 de Febrero y de los medios de comunicación que les apoyan -como si hubieran silbado y aplaudido por la operación si hubiese ocurrido en cualquier otro día- (qué día hubiera debido ser, no lo especifican). El segundo nos repite una y otra vez que la operación supone el pretexto que Israel necesitaba para llevar a cabo su agresión. Esta lógica absurda ignora por completo la historia: nunca ha necesitado el enemigo israelí un pretexto para expandir su agresión, su ocupación, ni su venganza contra la oposición árabe. Por el contrario, la Shabak y el Mossad eligen cualquier ocasión para agredir, incluso cuando las operaciones [contra Israel] han cesado. Además, esta lógica conduce rápidamente a los árabes a la sumisión y a la dependencia de las mismas viejas pretensiones: «realismo» y «el ojo no puede luchar contra el cincel» (aunque lo hizo y triunfó, de hecho, el 25 de mayo de 2000).
Lo que es igualmente lamentable, Líbano, es que tus principales medios de comunicación se hayan transformado en mensajeros de los chicos de las embajadas de EEUU y de Francia cuando éstas llaman a sus ciudadanos a abandonar un Líbano que ha dejado de ser seguro -aunque haya dejado de serlo precisamente por el armamento de EEUU y el apoyo político estadounidenses y francés a Israel. Con su llamamiento a huir, estas embajadas facilitan el despliegue de ese armamento contra Líbano y probablemente contra Beirut en particular. Hablando de los medios de comunicación, qué pena por Líbano también que ninguna cadena de TV bien equipada como Future TV [3] haya producido un video clip en apoyo a la firmeza del pueblo libanés mientras esa misma cadena produjo más de cien canciones y video clips (la mayoría de ellos bobalicones) en las semanas posteriores al asesinato del Primer ministro al-Hariri. ¿O es que las víctimas de la agresión israelí (cuando escribo ya hay más de 210 libaneses civiles muertos) cuentan menos que un Primer ministro Hariri?
Te compadezco, Líbano, por tu clase de falsos izquierdistas (específicamente la «Izquierda Democrática») que no tienen otra preocupación que sospechar de todo lo que huele a dignidad y buscar algo con lo que puedan denunciar a los regímenes de Siria y de Irán, a Hizbalah, a Hamas, a la Yihad Islámica y al FPLP-Comando General -cualquier cosa, incluso aquello que pudiera conducir a la liberación de los héroes que han pagado el precio de su libertad para que alcancemos la nuestra. De hecho, algunos izquierdistas de Hariri han llegado a afirmar que es Nasralah quien ha destruido la economía libanesa con su atrevida operación militar, faltando deliberadamente a la obligación de recordar cómo las políticas del Primer ministro Hariri incitaron la deuda, el despilfarro y la corrupción (en coordinación con algunos de sus aliados y con figuras dirigentes del régimen sirio).
Ello no significa que aquellos a los que el Bloque 14 de Febrero gusta criticar sean inocentes. Menos que nadie el régimen sirio, cuyos intelectuales «estrategas»(como el Dr. ‘Imad Fawzi Al-Shu’aybi) me repugnan con sus torrenciales alabanzas de la Resistencia Libanesa sin que ni una sola vez, por ejemplo, se pregunten en voz alta por la ausencia de una resistencia oficial siria en el Golán. Tales alabanzas me hieren como la otra cara de la posición tomada por los partidarios del parlamentario Elias ‘Atallah (de la Izquierda Decorativa) que critican tanto la aquiescencia del régimen sirio en el Golán como la no aquiescencia de Hizbalah y de la Resistencia en Líbano. ¿Le gustaría al señor ‘Atallah que siguiéramos la corriente siria en este caso o no? Y siguiendo en la misma línea, la crítica al liderazgo libanés, a su derecha e «izquierda» política no debería dejar a nadie tranquilo la perversa lógica del régimen iraní que combate al imperialismo en Líbano pero colabora con él en Iraq.
Al mismo tiempo, es verdaderamente vergonzoso que el Bloque del 14 de Febrero, junto a sus «teóricos»y sus figuras mediáticas, denuncie la coordinación de la Resistencia Libanesa con Siria e Irán, como si fuera posible parar la guerra israelo-estadounidense (o al menos ponerle un límite) sin alianzas regionales. Por el contrario, uno esperaría que si ese Bloque se preocupara sinceramente por la persistencia de Líbano, por su dignidad, y por la seguridad de sus territorios, haría un llamamiento inmediatamente al gobierno libanés (en el que tiene presencia mayoritaria) para solicitar apoyo militar de Siria y de Irán, a pesar de su supuesto antagonismo respecto al sistema [político] religioso o de partido único. ¿O es que los que abogan por «la soberanía, la libertad y la independencia»creen acaso que es posible hacer frente a la violencia israelo-estadounidense con una vanguardia dirigida por el tabuleh, el kibbe nayeh, o el araq [4]de fabricación casera; con una retaguardia compuesta de dabkeh, de los poemas libaneses de Sa’id ‘Aql y el credo conservador que rechaza «la guerra de los otros en nuestra tierra»(referido especialmente a Siria, Irán y los palestinos); y con un estandarte ondeando al viento sobre todos ellos decorado con esos símbolos de la coexistencia de las cruces y las medias lunas?
Dondequiera que alguien diga «te compadezco Líbano» únicamente para denigrar a Hisbalah, a la Resistencia y a todo aquel que levanta su voz contra EEUU e Israel, debería hacerse las siguientes preguntas:
¿Hay algún otro modo de capturar soldados israelíes para devolver a casa a Samir al-Qantar, Yahya Skaf, Nasim Nisr y Ahmad Farran, por no mencionar -y porque somos nacionalistas árabes y de izquierda, debemos mencionarlos- miles de presos y presas palestinos, árabes y de otras nacionalidades? Si, otro medio es que los presos y presas declaren su arrepentimiento, que juren que se comportarán como gente decente y que cooperarán. Un segundo modo es que la dirección de la Resistencia Islámica siga el camino de Oslo, prometa «renunciar y denunciar» a la resistencia armada, y recurra al Consejo de Seguridad [de naciones Unidas] para solicitar el retorno de sus presos (así como la liberación de sus territorios, el cese del robo israelí de las aguas libanesas, etc.). No tengo duda de que el Estado libanés podría llevar a cabo tales exigencias una vez que se hubiera producido la repatriación de los refugiados palestinos, de acuerdo con la Resolución 194 y otras resoluciones de Naciones Unidas relacionadas.
Podría haber aún una tercera vía: si el seij Hasan Nasralah cambiase su identidad en la notaría más próxima y adoptase el nombre de «Sr. Hasan Karzai, o «General Hasan Lahd», o «General Hasan Rayub».
Más allá de las armas, ¿existe algún modo de intimidar a Israel siquiera un poquito, antes de que piense en pasearse de nuevo por las tierras de Líbano, por sus aguas y por su cielo, o expulsar a más refugiados y cometer más masacres en Al-Huleh, Kfar Kila, Al-Mansuriyah, Qana, Marwanhin y ‘Ayratun?
Parece un ejercicio vano recordar a los enterados liberales que la historia (la árabe al menos) no ha sigo jamás testigo de victorias genuinas sin sangre, detenciones, tortura o muerte. Incluso la lucha no violenta como huelgas, boicots, y campañas de desinversión (en Sudáfrica durante el Apartheid, en el movimiento de India contra los británicos dirigido por Gandi, y en Palestina durante la Iª Intifada) no escapa a la sangre. No es que yo crea que aquellos que se oponen a la resistencia armada libanesa estén haciendo llamamientos, por ejemplo, al boicot de empresas que apoyan a Israel como Nestlè, Estée Lauder, Caterpillar, Coca-Cola. Es bien sabido que ministros del anterior gobierno de Hariri (como Basil Fulayhan) ignoraron las quejas dirigidas por grupos civiles locales relacionadas con la apertura en Líbano de Estée Lauder, una compañía dirigida por Ronald Lauder, presidente del Fondo Nacional Judío, la primera fuente de financiación de los nuevos colonos en Israel. Más aún, la señora Nazik al-Hariri (la esposa del ex Primer ministro), a pesar de las vigorosas manifestaciones y protestas públicas, presidió hace varios años la ceremonia de apertura de la tienda Aishti en el centro de Beirut que comercializa exclusivamente los productos de esa compañía.
Además, sería extremadamente trivial recordar a aquellos que rechazan la operación de Hizbalah (y la resistencia armada en general) y favorecen depender de la «comunidad internacional» y de «las resoluciones de Naciones Unidas», que EEUU (y ocasionalmente Europa occidental) han rechazado constantemente aplicar las resoluciones internacionales contra Israel. Más bien al contrario, recientemente han decidido hacer pasar hambre a todo el pueblo palestino por haber elegido, mediante procedimientos absolutamente democráticos, la ruta de la resistencia a Israel.
Si no quedan otros medios para que vuelvan los prisioneros libaneses más que capturar soldados israelíes (una táctica cuyo éxito se ha confirmado en el pasado reciente mediante operaciones llevadas a cabo por el FPLP-Comando General y Hizbalah, entre otros grupos), ¿por qué condenarla?, y ¿por qué limitar su aplicación al territorio libanés mientras Israel sigue reteniendo a centenares de presos y presas capturados fuera de Palestina ocupada? Lo que resulta más cómico de todo son algunos políticos y sus comentaristas (especialmente de Future TV y de la LBC) cuando aseguran que no están en contra de la operación de Hizbalah o de la resistencia armada per se, sino más bien contra las actividades de la resistencia decididas en ausencia de un consenso nacional previo. ¿De qué consenso nacional hablan? La Resistencia no necesita consenso ni unidad nacional. Eso es una mentira absurda que no se sostiene con ningún ejemplo histórico, hasta donde yo sé. Por ejemplo, la Resistencia francesa en la IIª Guerra Mundial -un ejemplo particularmente importante ya que el Bloque 14 de Febrero adora Francia, su civilización y especialmente a Jacques Chirac- no representaba en ningún caso a la mayoría francesa cuando fue lanzada. La historiadora Elizabeth Thomson [5] muestra que un tercio de los burócratas de la Administración de Vichy en Líbano rechazaron servir a Charles De Gaulle y volvieron a Francia a servir al gobierno de Vichy tutelado por los nazis. Del mismo modo, las fuerzas militares francesas abandonaron a De Gaulle, excepto en una mera cifra de 3.000.
O tomemos un ejemplo próximo a lo nuestro: en 1982, la mayoría de libaneses estaban aterrados por la ocupación israelí y muchos agitaban las armas en público por temor a ser cogidos in fraganti. La resistencia nacional contra la ocupación israelí de Beirut comenzó solo con un puñado de combatientes motivados por su propio respeto hacia si mismos. Se mantuvieron firmes contra los ocupantes en los barrios de Hamra, Concorde y ‘Aisha Bakkar, etc. Fueron perseguidos, detenidos y asesinados por el régimen de Amin Gemayel, el tutelado de Israel. Según avanzaron los días, sin embargo, ese puñado se convirtió en una marea que liberó Beirut y gran parte de otras zonas de Líbano de la ocupación. Y sin embargo, la Resistencia estaba lejos de disfrutar de ningún consenso nacional libanés (oficial o popular), a pesar de que aunaba a gentes de diversas confesiones en virtud de su carácter laico e izquierdista. Más tarde, por una larga lista de razones, Hizbalah llegó a situarse al mando de la resistencia y liberó la mayor parte [del territorio] que quedaba bajo control israelí, de nuevo sin que la Resistencia tuviese ningún consenso nacional, a pesar de haberse convertido en una oleada popular. De hecho, siguió confinada básicamente a una sola (aunque extensa) confesión. Así que, ¿por qué debería buscar hoy la Resistencia un consenso nacional sobre sus derechos nacionales, legales y religiosos?, ¿y de quién?, ¿de «las fuerzas libanesas» que colaboraron con Israel durante tantos años bajo la excusa de proteger a los cristianos [libaneses]?, ¿de los partidos [políticos] de ambigua identidad -confesionales, socialistas y conservadores- y cuyos liderazgos se coordinaron con la ocupación israelí (como ha desarrollado Faris Abi Sa’b en una artículo publicado hace un mes en el periódico Al-Diyar)?, ¿de los «representantes» parlamentarios que no habrían recibido ni cien votos en las últimas elecciones parlamentarias si no hubiera sido por la financiación del seij Sa’ad Al-Hariri y por la explotación de la simpatía popular por su familia [generada] tras el asesinato de su padre?, ¿de otros parlamentarios que confesaron que se vieron forzados a votar por la inconstitucional extensión del cargo del Presidente Emile Lahud, por miedo al castigo del régimen sirio si votaban contra él?, Quienes han traicionado la confianza de sus electores, ¿pueden representar un consenso nacional?
De hecho, ¿no ha mostrado Hasan Nasralah, quien todavía tiene en su poder misiles Ra’ad, Zilzal, y Shihab, [tener] una gran paciencia al haber conferenciado durante horas y horas con dirigentes libaneses (Michel ‘Awn, Sa’d Hariri, etc.) para obtener su reconocimiento de la identidad libanesa de las Granjas de la Shab’a y de Kafar Shuba, y el derecho de devolver a casa a los presos libaneses? ¿No fue eso suficiente antes de que Hizbalah pudiera llevar a cabo una acción concreta para obtener la liberación de los presos? Tras el «Diálogo Nacional» y las numerosas reuniones de coordinación, ¿era todavía necesario el «consenso nacional»?, ¿qué ocurriría si se celebrase un referéndum popular sobre la resistencia (no entre los miembros del Parlamento, no entre los dirigentes de los partidos políticos sino entre el propio pueblo)? ¿no sería nada menos que una declaración de la mayoría de los libaneses (no todos pues sería imposible para cualquier causa) en apoyo de la Resistencia armada libanesa?
Por último, te compadezco Líbano porque tras tu victoria en 2000 tengas que ser reducido una vez más por aquellos que critican a la Resistencia para [tener] un lugar en los negocios, en el turismo y en la picaresca (shatara). Los negocios y la industria del turismo han sido golpeados por Israel y por EEUU (que le proporciona las armas), no porque Hizbalah ejerza su derecho a liberar a los presos libaneses. El aeropuerto de Beirut (que, incidentalmente ha sido recientemente rebautizado como Aeropuerto Internacional Rafiq al-Hariri sin ningún consenso nacional, a pesar de que es el pueblo en su totalidad quien está pagando su construcción) fue atacado por Israel y EEUU, no por Hizbalah en 2006, ni por la Resistencia palestina en 1968. (Por cierto, la destrucción del aeropuerto ¿no ilustra la gran falta de cálculo de Hariri ante las prioridades nacionales? La prioridad, ¿no debiera ser la seguridad respecto a la beligerancia israelí y no la imagen de Líbano como nación «civilizada» y «avanzada»a los ojos de los turistas, los orientalistas, los visitantes del Golfo y la «comunidad internacional»?
Lo que lamento es que se diga que «Líbano ha pagado bastante por Palestina» así que ya no tiene que actuar en solidaridad con el subyugado pueblo palestino, ni siquiera mediante una operación cuyo primer objetivo es liberar presos libaneses aunque el momento pueda coincidir con la presión que ejerce la maquinaria militar israelí contra el gobierno elegido de Hamas. ¿Es demasiado pedir de ti, Líbano, que tu búsqueda para liberar a tus presos alivie también algo del terrible peso del ejército israelí que soportan los hombros del pueblo palestino simplemente por el momento [en que está teniendo lugar]?, ¿Hemos olvidado ya nuestra amargura, nosotros, libaneses, cuando «los árabes» animaban al equipo [de fútbol] argelino contra el polaco en la Copa del Mundo de 1982 y guardaban silencio absoluto ante la invasión israelí de Líbano? ¿Los intelectuales y analistas que están tan cansados de Palestina quieren hoy ser como esos «árabes» que condenaron?
Igualmente, qué lamentable para Líbano que algunos de sus residentes de origen palestino que llegaron como refugiados hace décadas, adquirieron la ciudadanía (al contrario que cientos de miles de otros palestinos), y alcanzaron el bienestar, subrayen hoy la importancia de separar los destinos de Líbano y de Palestina. Ahora que se han convertido en libaneses rechazan incluso que el «momento» de la operación de Hizbalah venga en ayuda de Hamas. Ello, de hecho, no es tanto una cuestión de renuncia al propio origen o de negación del propio pueblo torturado, sino de olvidar un hecho histórico obvio: esta región en su totalidad fue un territorio común para sus habitantes antes de que fuese raptada por mandatos e imperios que separaron a los libaneses de los palestinos.
¿A qué se parecería un Líbano que no fuese lamentable? Un Líbano dignificado sería el aliado de una venerable Palestina. De hecho, no dañaría a Líbano sino que le honraría
ayudar al pueblo palestino y a su gobierno democráticamente elegido a triunfar, cuando fuera posible, y especialmente cuando el principal objetivo está directamente a favor de Líbano (como es el caso de los presos libaneses en Palestina ocupada). Pese a quien pese, la victoria de la Resistencia Islámica esta «cerca, muy cerca, verdaderamente cerca» como jura el símbolo de la dignidad árabe de hoy (si, dignidad, queridos liberales) Sayed Hasan Nasralah. Esa victoria será también una victoria para Palestina. Todo lo que es necesario en este momento es mantenerse tenazmente en los principios, un inquebrantable apoyo a la Resistencia y serena paciencia.
Es el destino de Líbano ser vecino de un enemigo vicioso, Israel. Pero es la noble elección de Líbano estar al lado de sus heroicos combatientes por la libertad y al lado de Palestina.
* Samah Idris es editor jefe de la Revista Al-Adab Magazine. Este artículo escrito originalmente en árabe será publicado en el número de julio/agosto de la revista Al-Adab. Ha sido traducido al inglés por Kirsten Scheid y publicado en Online Journal el 25 de julio de 2006.
Notas
El Bloque 14 de Febrero representa a la coalición creada en la primavera de 2005 bajo la dirección de Saad al-Hariri, hijo del asesinado ex Primer ministro Rafiq Hariri, para acudir a las elecciones celebradas entre el 29 de mayo y el 19 de junio de 2005 y que obtuvo 72 de los 128 escaños de la Asamblea Nacional libanesa.
Véase: Finkelstein, Norman G.: La industria del Holocausto, Editorial Siglo XXI, 2002.
Cadena privada creada por Rafiq Hariri.
Platos y bebida típica de la cocina maxrequí y, por ende, de Líbano.
Thomson, Elizabeth: Colonial Citizens, Columbia University Press, 2000, p.196