Pocos meses antes –abril de 1936- que comenzara la guerra de España, se constituyó una asociación específicamente femenina e integrada en el movimiento anarquista, Mujeres Libres.
Con el objetivo de emancipar a la mujer obrera de su “esclavitud” y el impulso de luchadoras como Amparo Poch y Gascón, Lucía Sánchez Saornil o Mercedes Comaposada, contó durante la guerra con más de 20.000 afiliadas y 170 agrupaciones locales en el estado español.
Además de recoger esta información, el historiador y profesor de la Universitat de Valéncia, Javier Navarro, subraya que a partir de 1937 surgieron en el País Valenciano secciones de Mujeres Libres –cerca de 30- en barrios de las ciudades de Valencia y Alicante; y en municipios como Cullera, Elda, Camporrobles, Chella, Carcaixent, Elche y Utiel. Destacaban la necesidad de trabajar por la formación integral de las mujeres y la transmisión de una “determinada cultura ética” (Ateneos y Grupos ácratas, 2002).
Finalizada la guerra, en abril de 1939, el movimiento guerrillero continuó la batalla contra el fascismo y la dictadura. Fernanda Romeu Alfaro dedicó un libro a la Agrupación Guerrillera de Levante (Alfons el Magnànim, 1987), vinculada al PCE, que desarrolló sus acciones armadas en el monte entre 1945 y 1952, en las provincias de Cuenca, Teruel, Valencia y Castellón.
De las entrevistas realizadas a mujeres guerrilleras, la historiadora destaca que –fueran adolescentes o madres de familia, y con escasa formación por el medio que habitaban- tenían claros los objetivos y la lucha cotidiana contra la represión, por ejemplo de la Guardia Civil. A Menudo las mujeres actuaron como puntos de apoyo y enlaces, en municipios como Cofrentes, Higueruelas, Calles o Arcos de las Salinas.
“Igual amasaban pan, como les suministraban lo que encargaban, con gran riesgo de su integridad. En un gran número de casos, comprometían en esta ayuda hasta sus propios hijos, chiquillos de escasos años, pero que ya sabían de los peligros que suponía esta clase de ayuda”, escribe Fernanda Romeu Alfaro.
Décadas después, durante la Transición, se desarrolló el Movimiento Feminista Valenciano; constituyó una de sus primeras expresiones el Movimiento Democrático de Mujeres (MDM), organizado en 1969 en el entorno del PCE, pero asimismo tomaron parte socialistas, independientes y católicas, resalta la historiadora y docente Vicenta Verdugo (artículo El movimiento feminista valenciano durante la Transición democrática, 2009).
Trabajaban, entre otros frentes, con las asociaciones de vecinos y de las amas de casa; y denunciaban que el sistema capitalista relegaba las mujeres al ámbito doméstico. En 1976 el MDM, que contaba con cerca de 2.000 militantes en el País Valenciano, incluía entre sus reivindicaciones el aborto, el divorcio y la libertad sexual, explica Vicenta Verdugo; su programa incluía además la perspectiva nacionalista.
El artículo se hace eco de las principales iniciativas del movimiento feminista; por ejemplo, “en enero de 1977, la Coordinadora de Grupos de Mujeres valenciana inició una campaña por la igualdad de derechos, divorcio, aborto, anticonceptivos y la petición de amnistía total (…); se solidarizaban con las luchas obreras y denunciaban las agresiones de las bandas fascistas”. Consideraban que estas reivindicaciones no eran compatibles con los gobiernos de una Monarquía sucesora de la dictadura. En noviembre de 1978, se constituyó la Asamblea de Mujeres.
Esta evolución e hitos en la lucha feminista fue recogida en la ponencia -y un artículo en La Directa- de las investigadoras Andrea Aguilar y Laura Bellver, titulado Llibertàries i comunistes del País Valencià, símbols de l’alliberament de gènere al segle XX.
La ponencia fue compartida en el Curs d’Història Política de les Esquerres Valencianes,organizado por la Universitat Popular La Fènix; el curso se celebra hasta el 2 de marzo en la Facultat de Geografia i Història de la Universitat de València. Impartido en colaboración con La Directa y con ocho sesiones presenciales y gratuitas, responde a razones como narrar “la historia de las esclavas, aquellas que viven de sus manos, que dependen de otros para vivir y murieron enterradas fuera del nicho de la historia”.
Entre noviembre de 1936 y octubre de 1937 Valencia fue capital de la II República española. Andrea Aguilar y Laura Bellver recuerdan que en la calle La Paz de la capital valenciana se emplazaban cuatro edificios de Mujeres Libres y que, en la citada vía, el colectivo anarcofeminista tuvo su sede estatal; además del trabajo en los ateneos, la asociación desarrollaba su labor cultural mediante exposiciones, charlas, programas de radio o bibliotecas ambulantes.
Durante la misma época desplegó su actividad la Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA), surgida en 1933 de la Internacional Comunista (Comintern), con la presencia relevante de Dolores Ibárruri. La Agrupación tuvo un eco destacado en el País Valenciano.
De hecho, “en la provincia de Castellón se crearon sedes en los municipios de Vall d’Uixó, Burriana, Villarreal, Coves de Vinromà y en la capital; la presentación pública consistió en un gran mitin en el Teatro Municipal, realizaron numerosas acciones de refuerzo en la retaguardia y ayuda a los heridos en los hospitales”, remarcan las dos historiadoras.
En las secciones del AMA en Alicante, durante la guerra, se ha documentado la división en grupos de visitadoras a hospitales; talleres, en colaboración con los sindicatos; cursos de formación primaria e instrucción de enfermeras; y de propaganda, en la que tomaban parte oradoras, dibujantes y repartidoras de folletos. En ciudades como Alcoi se dio el caso de aproximación –mediante comités de enlace- entre el AMA y Mujeres Libres para combatir el fascismo.
En Valencia, uno de los colectivos con mayor peso del AMA se ubicaba en el barrio de Russafa. Además de recoger alimentos para el frente, así como dinero para refugios y hospitales, este comité realizaba –como instrumento de formación política- lecturas de la prensa para las afiliadas.
Andrea Aguilar es miembro de La Fènix y el colectivo Arada de memorias feministas; Laura Bellver es integrante de La Fènix y colaboradora de La Directa. A partir de 1939 llegaron los tiempos de la represión franquista, la clandestinidad y el exilio, subrayan las historiadoras; en el interior, las organizaciones de mujeres fueron “ahogadas” por la sección Femenina de Falange y Acción Católica de la Mujer; ejemplos de cárceles fueron la Prisión Provincial de Mujeres y la Prisión Nueva Convento de Santa Clara, las dos en Valencia.
Fallecido el dictador (noviembre de 1975) y ya en la Transición, el movimiento feminista del País Valenciano “se nutrió de muchos debates que ya estaban produciéndose en Estados Unidos y el resto de Europa”, apuntan Aguilar y Bellver en su ponencia; por otra parte consideran preferible la elección del plural –“feminismos”- para analizar la complejidad del movimiento feminista.
Prueba de esta complejidad fueron los “desacuerdos”, en 1977, dentro del Movimiento Democrático de Mujeres (MDM) del País Valenciano; un sector puso en cuestión la “doble militancia”, ya que consideraba que esta lucha política “general” priorizaba los intereses del PCE sobre las reivindicaciones de género. Así, “otras mujeres, que concebían el feminismo como una alternativa global y un proyecto de liberación, crearon grupos autónomos que defendían la militancia única; fue el caso del Grup Terra”.
En diciembre de 1977 se celebraron las I Jornades de la Dona del País Valencià en la Facultat d’Economia de la Universitat de València; se produjo la ruptura de la Coordinadora y la puesta en marcha –a finales de 1978- de la Asamblea de Mujeres, lo que implicaba la división del Movimiento.
“Por una parte -concluyen Laura Bellver y Andrea Aguilar- la antigua Coordinadora de Grups de Dones y, por otra, la Assemblea Feminista, partidaria en mayor medida de la independencia partidista y el feminismo radical”. Les distinguían no tanto los objetivos como los planteamientos y prácticas, “cuestión que no está exenta de conflicto y que llega hasta nuestros días”.
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