Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
«El genocidio cultural se extiende más allá de los ataques a elementos físicos y/o biológicos de un grupo y busca eliminar sus más amplias instituciones […] Se manifiestan elementos del genocidio cultural cuando se restringen o prohíben las actividades artísticas, literarias y culturales, y cuando son destruidos o confiscados los tesoros nacionales, bibliotecas, archivos, museos, artefactos y galerías de arte».
David Neressian [1]
Durante aproximadamente los cien últimos años el movimiento sionista se ha dedicado a un intenso proceso de construcción de un Estado en la tierra de la Palestina histórica. Desde la perspectiva sionista, el problema era la existencia de una población palestina predominantemente no judía en la misma zona que se había previsto que se convirtiera en el Estado judío. Desde la perspectiva sionista, la solución era la desaparición del pueblo palestino.
Durante más de sesenta años el intento de hacer desaparecer Palestina ha adoptado tres formas principales: la destrucción física de las propiedades palestinas y la expulsión de las personas de sus hogares, la discriminación legalmente consagrada del pueblo palestino tanto dentro como fuera de Palestina y el proceso en marcha de genocidio cultural que amenaza el propio centro de la identidad palestina. Estos procesos se entrelazan de manera inherente, pero a menudo se concede más atención a los dos primeros que al tercero. Este estudio se referirá brevemente a la destrucción física y a la discriminación legal para proporcionar un marco para entender el tema fundamental del estudio: un ejemplo del proceso aún en marcha de robo y destrucción cultural.
En 1948 gran parte de la población rica y con formación académica palestina se concentraba en Jerusalén y otros centros urbanos. Cuando las milicias sionistas barrieron estos barrios expulsaron físicamente a miles de personas de sus hogares y provocaron que otras decenas de miles huyeran a causa del miedo. Muchos palestinos se fueron a toda prisa y se llevaron lo que podían llevar en su huida. Otros pensaron que volverían al cabo de unas semanas una vez que acabaran los combates. En muchos casos miembros de la clase con educación dejaron tras de sí algunas de sus más preciadas posesiones.
A los soldados que asaltaron estos barrios de Jerusalén Oriental les siguieron de cerca equipos de bibliotecarios de la Biblioteca Universitaria y Nacional Judía de la Universidad Hebrea (más tarde conocida como Biblioteca Nacional Judía o simplemente Biblioteca Nacional). Reunieron aproximadamente 30.000 libros de bibliotecas privadas palestinas y según testimonios de personas implicadas en el proyecto, empezaron a catalogar libros por temas y a menudo por los nombres de los propietarios. Sin embargo, a principios de 1960 cerca de 6.000 de estos libros fueron revisados y etiquetados con las letras «AP», [siglas en inglés de] «Propiedad Abandonada» [2]. El catálogo de la biblioteca no ofrece información sobre la procedencia o el anterior propietario. Si esta información se había registrado anteriormente, parece que se ha borrado o cuando menos se ha ocultado cuidadosamente.
A día de hoy, la signatura de los libros empieza con las letras «AP». Así, la Biblioteca Nacional ha mantenido, posiblemente de forma no intencionada, una colección de libros palestinos saqueados, fácilmente identificables para quienes entiendan qué significa «AP». Sigue sin estar claro por qué algunos libros fueron etiquetados «AP» y otros no. Es más, el resto de los 30.000 libros saqueados, que fueron insertados en el catálogo general de la biblioteca y que continúan albergados ahí, son mucho más difíciles de identificar.
Este estudio se centra sólo en los 6.000 con la designación «AP» y tiene el objetivo de contribuir a revelar un episodio histórico particular y de ofrecer sugerencias sobre cómo avanzar con la información que recopila el estudio. Situará la historia de los libros palestinos saqueados en el más amplio contexto político del sionismo y de otros casos de propiedades culturales saqueadas en tiempos de guerra y ocupación, concretamente, el de las propiedades judías saqueadas por los nazis. Más concretamente, empezará estableciendo cómo los libros «Propiedad Abandonada» de la Biblioteca Universitaria y Nacional Judía se pueden relacionar con sus anteriores propietarios y eventualmente devolverlos al lugar que ocupan en la memoria cultural palestina.
Contexto histórico
«Imagine que despierta un día y todo su entorno humano ha desaparecido». Sami Abu Shehadeh, estudiante de doctorado, activista político y social, y residente en Yaffa, trata de explicar el impacto de la Nakba sobre el pueblo palestino. Nakba, o catástrofe, es el nombre árabe dado al desplazamiento y desposesión del pueblo palestino inmediatamente antes, durante y después de la fundación del Estado Israel. El 13 de mayo de 1948, un día antes de que Israel se declarara así mismo un Estado, los ejércitos sionistas echaron literalmente al mar a 50.000 palestinos de Yaffa. Los barcos transportaron a la gente a Gaza, Egipto y Líbano donde muchos de ellos permanecen todavía [3]. En un periodo de tiempo extraordinariamente corto la población palestina de Yaffa disminuyó de 120.000 a menos de 4.000 personas, todo un entorno humano desaparecido [4].
A menudo las personas son desplazadas durante la guerra: o bien huye durante los combates o son expulsadas a punta de pistola. Cuando acaban los combates, empiezan el a veces sofisticado y complicado proceso psicológico y legal de reclamar su tierra y sus propiedades. El caso de los palestinos destaca como uno de los casos más extremos de desplazamiento, uno en el que la huida de la población originaria no fue incidental sino necesaria por la creación del Estado judío en la Palestina histórica. Sin embargo, como la limpieza étnica fue incompleta, el nuevo Estado israelí promulgó leyes y políticas para garantizar la creación y continuación de una mayoría judía artificial.
En 1950 el gobierno israelí aprobó la famosa «Ley del retorno» que garantizaba que «todo judío tiene derecho a venir a su país» [5]. La ley describe la concesión de la ciudadanía israelí a cualquier judío del mundo que la desee. En cambio, se ha negado sistemáticamente el retorno de los refugiados palestinos, un derecho garantizado a todas las personas del mundo y específicamente reafirmado para el pueblo palestino por la Resolución 194 de 1948 de la ONU [6]. Los nombres árabes de las calles se han sustituido por los nombre de dirigentes sionistas. Cientos de pueblos palestinos han sido destruidos y los escombros de las casas cubiertos por bosques de pinos no autóctonos de rápido crecimiento plantados por el Fondo Nacional Judío con donaciones de todo el mundo [7]. Una de las leyes más asombrosas es Ley de las propiedades ausentes que declara que aquellas personas que abandonaron el país durante los combares de 1948 ya no tienen derecho a sus propiedades si en primer lugar fueron a un «país enemigo», y que aquellas personas desplazadas internas son consideras «presentes ausentes», que siguen sin tener acceso a su tierra y propiedades [8]. Como afirman amargamente muchas personas de las que entran en esta última categoría, «estamos aquí cuando llega el momento de pagar impuestos, pero no estamos cuando cuando tratamos de reclamar nuestros derechos».
En 1948 el Custodio de las Propiedades Ausentes tomó el control (pero no la propiedad) de las propiedades de todos los refugiados, incluyendo los libros. Se suponía que esta medida iba a ser temporal. En 1950 la Ley de propiedades ausentes declaró al Custodio el «dueño» de la propiedad hasta que se presentase un dueño adecuado y al mismo tiempo hizo prácticamente imposible que los palestinos se presentase para reclamar sus propiedades [9]
El reconocimiento de la propiedad palestina no sólo amenazaría la legitimidad israelí sino que la incorporación de los libros en la narrativa israelí sirvió activamente a los intereses sionistas. Aunque las instituciones podían simplemente haber descartado los libros, su preservación se ha convertido en parte de la concepción del propio Israel. Igual que el hummus es ahora una comida israelí, los libros palestinos son ahora artefactos israelíes. La identidad del colonizador sólo existe en relación al colonizado.
Al mismo tiempo, los libros «Propiedad Abandonada» proporcionan un recuerdo de un pasado que Israel preferiría olvidar. Aunque sus propietarios están esparcidos por el mundo en el exilio, los libros están en Jerusalén, separados de sus propietarios y de sus antiguos hogares, pero alojados unos con otros, todavía en la Palestina histórica.
Los libros AP también sirven de testimonio de la floreciente cultura de Palestina y del mundo árabe en general, y de Jerusalén en la década de 1940. Estos libros no son publicaciones de ficción popular producidos de manera masiva o publicaciones comerciales baratas. En general son volúmenes académicos, la mayoría de ellos en árabe, y muchos de ellos son excepcionales o están agotados hoy.
Así pues, el mantenimiento de la colección AP (ya sea intencional o no) es especialmente conmovedor. Aunque el gobierno israelí y las instituciones afiliadas a él han tratado de hacer que los libros AP carezcan de sentido para el pueblo palestino, sus esfuerzos han demostrado ser incompletos. El investigador Gish Amit descubrió la historia y proyectos como The Great Book Robbery [El gran robo de libros] (un documental y página web interactiva que incluye la traducción de parte del catálogo de los libros AP de la Biblioteca Nacional) siguen dándole publicidad. Que yo sepa, ni la Biblioteca Nacional ni aquellas personas que tratan de arrojar luz sobre este caso han llevado a cabo una investigación sobre la procedencia de estos libros, por lo que el objetivo de este estudio es iniciar este proceso. Pero antes es útil examinar otros ejemplos de propiedad cultural saqueada (particularmente en la Europa nazi) y el proceso de devolución a sus anteriores dueños.
El saqueo nazi de la propiedad cultural judía
Uno de los ejemplos más conocidos de destrucción física y cultural de un pueblo es el Holocausto nazi perpetrado contra los judíos y otras personas. No me centraré en la destrucción física de persona ni de materiales, sino en el saqueo (y supervivencia) de la propiedad cultural judía, especialmente los libros. No hay dos acontecimientos históricos que sean iguales, pero resulta instructivo examinar algunos de los paralelismos y diferencias entre los casos del saqueo nazi de las propiedades judías y el saqueo sionista de libros palestinos.
El Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (ERR) se estableció en 1940 y en los años siguientes confiscó millones de artículos culturales judías. Aunque ocasionalmente entró en conflicto con nazis que simplemente querían destruir las propiedades culturales judías, el ERR tenía un amplio apoyo gubernamental por parte de aquellos que querían «entender» a sus enemigos [10]. El ERR guardó unos registros detallados de la confiscación de bibliotecas, con direcciones, fecha de la confiscación y la cantidad de cajas sacadas de cada sitio. Algunas de estas listas del ERR han llegado hasta hoy [11]. No está claro si en el caso de Palestina existe esta detallada información oficial, pero sólo se ha descubierto una cantidad muy pequeña de ella.
Finamente, en los dos casos de Palestina y de la Europa controlada por los nazis la mayoría de las víctimas habían huido o fueron expulsadas por la fuerza y los libros permanecieron bajo el control de la potencia ocupante. Como en Palestina con el Custodio de la Propiedad Ausente, «las propiedades de los judíos que habían huido de la invasión nazi fueron declaradas ‘sin propietario’ y, por consiguiente el ERR tenía la ‘obligación’ de almacenarla en lugares seguros dentro del Reich» [12].
Como el gobierno nazi trataba de entender a los judíos, a menudo obligó a trabajadores judíos a procesar y a catalogar los libros. El personal reclutado de la Oficina Principal de la Seguridad del Reich o RSHA (por sus siglas en inglés) se vio en una situación precaria. Por un lado, los bibliotecarios judíos querían documentar y cuidar estas colecciones judías robadas; por otra, trabajaban en condiciones inhumanas para un gobierno que quería aniquilarlos. Además, la deportación a campos de concentración planeaba sobre todos ellos y, de hecho, finalmente la mayoría de ellos fue deportada [13].
De modo similar, los presos palestinos de la guerra de 1948 fueron obligados a saquear las casas de los demás, y en algunos casos la propia, para reunir los libros que había en ellas y prepararlos para llevarlos a la Biblioteca Nacional [14]. Como la catalogación sólo se hizo una vez que terminó la guerra, este trabajo ya no fue un trabajo forzado de la cárcel, pero todavía se necesitaba a los palestinos por sus conocimientos de la lengua árabe. A Aziz Shehadeh, un abogado palestino con nacionalidad israelí, le encantaba esta trabajo de catalogar libros en la Biblioteca Nacional, pero también señala que «he visto toda la tragedia palestina a través de estos libros. Una catástrofe» [15].
Se han llevado a cabo múltiples esfuerzos para restituir las propiedades judías confiscadas. Estas se dividen más o menos en dos categorías: los llevados a cabo justo después de la Segunda Guerra Mundial y los que se están llevando a cabo actualmente a consecuencia de esfuerzos renovados de recuperar propiedades robadas. Se puede usa unos pocos de los ejemplos más instructivos como base para entender y empezar a trabajar en el caso de los libros y otras propiedades palestinas saqueadas.
En 1941 los nazis establecieron el campo de concentración Theresienstadt en una ciudad llamada Terezin a las afueras de Praga. Este campo alojó a judíos ricos y prominentes procedentes de diferentes países y sirvió de «campo modelo» para demostrar al mundo que el trato dado por los nazis a los judíos era humano. Por consiguiente, al menos al principio a las personas que estaban en el campo se les permitieron muchos servicios que normalmente no se suministraban a los habitantes de los campos de concentración [16]. Uno de estos servicios era una biblioteca comunitaria y biblioteca ambulante.
Muchas de las personas que llegaron a Theresienstadt traían libros y así se estableció la colección Las autoridades nazis en seguida completaron esta colección con bibliotecas robadas a instituciones judías por toda Europa. Los libros no estaban en una misma lengua ni eran del mismo tema, y fueron catalogados por profesionales en la biblioteca. Finalmente, la motivación de los nazis por las operaciones en la biblioteca se volvieron mucho más insidiosas: los judíos tenían que catalogar los materiales para su futura inclusión en el «Museo de la raza extinguida» [17].
Finalmente, la vasta mayoría de los residentes en Theresienstadt fueron deportados y asesinados. El bibliotecario jefe y otros miembros del personal sobrevivieron, y permanecieron voluntariamente en el campo tres meses después de la liberación hasta que pudieron organizar y catalogar los 100.000 volúmenes de la biblioteca. Después los libros encontraron un nuevo hogar en el Museo Judío de Praga [18].
En los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial el Museo Judío de Praga llevó a cabo un proceso generalizado de restauración de materiales a sus anteriores dueños. De los más de 190.000 volúmenes que el museo había adquirido durante e inmediatamente después de la guerra se devolvieron 158.000 [19]. En 2000 la República Checa aprobó una ley de restitución que exigía a todas las instituciones estatales devolver las obras de obtenidas ilegalmente entre 1938 y 1945. Aunque no era una institución estatal, el Museo Judío se comprometió con el espíritu de la ley y empezó a investigar la procedencia de muchos de los artículos de la colección. Además, el museo tiene una sección en su página web denominada «Términos para cumplimentar las reclamaciones para la restitución de libros de la colección de la biblioteca del Museo Judío de Praga que fueron confiscados ilegalmente a personas naturales durante el periodo de la ocupación nazi». Tras explicar que todos los libros «serán remitidos gratis a la persona natural que fue su propietaria antes de la confiscación» [20], la página web ofrece una lista de las instrucciones específicas sobre cómo cumplimentar la reclamación, que pueden hacerlo descendientes y parientes, y de la documentación requerida.
Quizá debido a su culpabilidad única respecto al Holocausto nazi, Austria y Alemania han llevado a cabo rigurosas investigaciones sobre la procedencia y han devuelto más artículos que la mayoría de los demás países. En Alemania, la Base de Datos en Internet sobre Arte Perdido contiene datos sobre objetos culturales que a consecuencia de la persecución nazi o de las consecuencias directas de la Segunda Guerra Mundial fueron trasladados y reubicados, almacenados o confiscados a sus propietarios, particularmente judíos, o sobre objetos culturales en los que debido a lagunas en su procedencia no se puede descartar como posible esa historia de pérdida [21].
La base de datos está dividida en dos secciones. La primera, «Peticiones de búsqueda», permite a aquellas personas que han perdido artículos registrarlos y permite a los actuales dueños o custodios de un objeto cuestionable investigar las reclamaciones de este objeto. La segunda sección, «Informes de objetos encontrados», hace lo contrario, permite a los actuales dueños registrar los artículos con una historia discutible, y a individuos e instituciones buscar sus artículos. Al hacer click sobre un registro individual se ofrece información sobre el artículo así como una foto del objeto. Aunque la mayoría del material de esta base de datos son obras de arte, de nuevo puede ser un modelo útil para pensar acerca de la restitución de otras propiedades culturales, incluyendo libros.
En 1998 Austria aprobó la Ley de restitución del arte y en 2009 modificó las leyes federales concernientes a la restitución de propiedades culturales. Desde entonces la Comisión para la Investigación de la Procedencia ha trabajado con los museos y colecciones federales para inspeccionar los materiales y archivos en busca de propietarios previos. No es principalmente una respuesta a peticiones individuales sino un esfuerzo continuo que se considera importante en sí y por sí (Comisión para la Investigación de la Procedencia, n.d.) [22]. En la introducción del proyecto de Restitución e Investigación de la Procedencia la Biblioteca Nacional de Austria reconoce su historia y acepta su responsabilidad por su papel en el saqueo de las propiedades judías. Después de declarar que «la herencia histórica» de las instituciones […] «no está libre de injusticia y de pecado» [23] (Biblioteca Nacional de Austria, 2007, para. 1) señala conmovedoramente que «sólo tratando su propio pasado de manera ejemplar, sensible y honesta la Biblioteca Nacional de Austria ofrece credibilidad como la institución principal para la memoria de este país» [24].
En cambio, el caso de los libros saqueados en Bielorrusia quizá es más similar al actual estado de los libros AP. La Biblioteca Nacional de Bielorrusia recibió más de un millón de libros al final de la guerra, la mitad de los cuales habían sido saqueados en Bielorrusia y la otra mitad de Francia, Bélgica y Países Bajos. Aunque se hicieron intentos de identificar los libros durante el régimen soviético, los años transcurridos desde entonces han visto muy pocos esfuerzos por investigar la procedencia. Varios miles de libros con marcas identificativas se han transferido al Departamento de Libros Raros, que ha creado fichas de catálogo y otros archivos de datos sobre los libros, que ahora están en internet [25].
A pesar de estos pequeños esfuerzos sigue habiendo muchas limitaciones. En primer lugar todavía hay que catalogar varios libros en hebreo y yiddish. En segundo lugar, sólo una pequeña parte de los libros trofeo se ha transferido al Departamento de Libros Raros y la vasta mayoría de ellos continúan en vastos almacenes temporales y es casi imposible identificarlos. Por último, aunque se está llevando a cabo alguna investigación sobre la procedencia, actualmente no se hacen esfuerzos ni hay voluntad de devolver los libros a sus dueños, con la excepción de una pequeña cantidad devueltos a los Países Bajos [26].
De forma similar, los libros «Propiedad Abandonada» en Palestina continúan bajo el control de un gobierno que no desea devolverlos a sus propietarios. A diferencia de Minsk, donde la Biblioteca Nacional de Bielorrusia ha reconocido la existencia de los libros y el hecho de que fueron confiscados, la Biblioteca Nacional de Jerusalén todavía no lo ha hecho. Aunque en el caso de los libros robados palestinos es un tanto más fácil debido a la designación de «AP» por parte de las autoridades israelíes, debemos recordar que decenas de miles de libros no han recibido esta designación y probablemente están incorporados en la colección general, lo mismo que los libros de Minsk. Representantes comunitarios y países individuales han trabajado para identificar y, en su caso, devolver los artículos confiscados. A finales de 1951, el Dr. Nahum Goldmann de la Agencia Judía y el Congreso Mundial Judío convocó una reunión en Nueva York de veintitrés organizaciones judías para discutir las demandas materiales. El resultado fue la formación de la Conferencia sobre Demandas de Materiales Judíos a Alemania o Conferencia de las Demandas. La Conferencia representó a aquellas organizaciones presentes y empezó a negociar con el gobierno alemán compensaciones y restitución de los materiales confiscados. Las negociaciones acabaron en acuerdos que según afirma la Conferencia de las Demandas en su página web fueron «únicas en las historia humana. Las tres entidades implicadas (la Conferencia de las Demandas, Alemania Occidental e Israel) no existían en la época de la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, llegaron a un acuerdo sobre compensaciones por crímenes cometidos durante esa época».
Hasta la fecha, a consecuencia de las leyes negociadas con la Conferencia de las Demandas el gobierno alemán ha pagado más de 60.000 millones de dólares a las víctimas de los nazis y la Conferencia sigue trabajando con los gobiernos y los bancos para compensar más completamente a las víctimas por sus pérdidas [28]. La extensa página web de la organización incluye una detallada información sobre cada aspecto de su trabajo, incluyendo una amplia sección sobre Obras de Arte y Propiedad Intelectual y podría servir para considerar la Conferencia como un modelo para el caso de Palestina y la restitución de las propiedades, tanto cultural como de otro tipo.
En 2001 la Comisión para el Arte Saqueado en Europa creó el registro Central de Información sobre Propiedad Cultural Saqueada 1933-1945. El Registro Central, que opera bajo los auspicios del Centro Oxford para Estudios Hebreos y Judaicos, investiga, documenta y publica información sobre el saqueo de propiedad cultural por parte de los nazis y aconseja a familias e instituciones. Quizá más impresionante es la sección «Información por países» de su página web, que establece una lista de más de cuarenta países y organiza la información de varias categorías muy útiles [29].
Considerando los ejemplos antes citados es posible preguntarse cómo se puede llevar a cabo una investigación específica sobre la procedencia cuando no se puede encontrar a los propietarios individuales. Un caso válido al respecto es el Depósito Archivo Offenbach.
A principios de 1945 las tropas aliadas descubrieron cientos de almacenes escondidos que contenían propiedades robadas por los nazis. La Oficina del Gobierno Militar para Alemania, Zona Estadounidense (OMGUS, por sus siglas en inglés), junto con otras instituciones estadounidenses, asumió la responsabilidad de recuperar y restituir [las propiedades]. En 1946 cuando quedó claro que el trabajo era mayor del esperado, se estableció el Depósito Archivo Offenbach y para cuando cerró en 1949 el depósito había devuelto más de 2.8 millones de libros, en treinta y cinco lenguas a catorce países diferentes [30]. Este esfuerzo, el «mayor programa de restitución de libros de la historia» [31] se llevó a cabo por medio de la cooperación de muchas personas y organizaciones cualificadas, incluyendo el ejército estadounidense, la Biblioteca del Congreso, su Misión en Alemania y muchas organizaciones judías [32].
El director del Depósito Archivo Offenbach Seymour Pomrenze y su sucesor Isaac Bencowitz, desarrollaron un exhaustivo sistema para clasificar e identificar los volúmenes con facilidad. Mirando los ex libris, ilustraciones y otras marcas el personal creó un inventario de artículo claramente identificables y rápidamente los devolvió a sus países de origne. Los artículos no identificados se investigaron más y de nuevo, una vez que se obtuvo suficiente información, se devolvieron a sus países de origen [33]. Además, los antiguos propietarios de libros pudieron presentar denuncias que fueron examinadas en el depósito [34].
Esta maquinaria aparentemente bien engrasada no dejaba de presentar retos. El programa de restitución no sólo fue el más amplio de su tipo en la historia, sino que algunas prácticas aceptadas no tenían necesariamente sentido aquí. Por ejemplo, la devolución de libros al país de origen en el que la comunidad judía había sido diezmada recientemente no sólo era ilógico sino que era totalmente ofensivo para algunos. Hubo discusiones: aunque se aceptaba comúnmnente que se debería devolver los libros a las personas y sus familias siempre que fuera posible, ¿qué se iba a hacer con libros que eran parcial o totalmente inidentificables?
La mayoría estaba de acuerdo en que los libros deberían ir a algún lugar en el que pudieran servir más a la comunidad judía de la que procedían, pero no era una tarea fácil con los supervivientes de las comunidades judías ahora repartidos por todo el mundo. Se insistía en que independientemente de cuál fuera la solución, toda la distribución de material se debería hacer conjuntamente con un grupo representativo de dirigentes religiosos e intelectuales judíos. Finalmente, se acordó entregar los libros inidentificables (unos 500.000) Fundación de la Reconstrucción Cultural Judía (JCR, por sus siglas en inglés) en custodia, con la estipulación de que se buscaría a sus dueños y se les devolverían los libros. Entonces el JCR empezó el proceso de distribuir los libros por bibliotecas y centros culturales judíos por todo el mundo.
Cuando se consideran los esfuerzos europeos para restaurar la propiedad a los judíos, no se puede menos que imaginar las posibilidades que existen en el caso de Palestina. Una limitación fundamental en este caso es que a diferencia de la situación en la Alemania de posguerra, Israel todavía controla los documentos en cuestión y las tierras de las que proceden, y sus altos cargos se siguen negando a reconocer el hecho histórico de la presencia y propiedad palestina antes de 1948.
Aunque la ley y política israelí todavía tienen que acercarse a la de la Europa de la posguerra, podemos mirar al derecho internacional como guía. De hecho, la mayor parte del derecho internacional se desarrolló como resultado directo del Holocausto nazi, para tratar de garantizar que no volviera a ocurrir nada similar. En 1954 la Convención de La Haya para la Protección de la Propiedad Cultural en caso de Conflicto Armado declaraba que «la preservación de la herencia cultural es de vital importancia para todos los pueblos del mundo y […] debería recibir protección internacional» [35]. La Convención prohíbe el saqueo de la propiedad cultural y en caso de que esto no se cumpla, pide a los países que «al acabar las hostilidades, devuelvan a las autoridades competentes del territorio previamente ocupado la propiedad cultural que está en su territorio» [36].
Un problema obvio en el caso de Palestina es que todavía tenemos que ver que «acaben las hostilidades». Continúa el sistema de ocupación y colonización, y las fronteras de Israel, que nunca se han declarado oficialmente, se expanden constantemente. Aún así, la Biblioteca Nacional de Jerusalén es una institución perteneciente a un Estado que se considera parte de la comunidad internacional. No estamos hablando meramente de registros de autoridades de ocupación militar en Cisjordania y Gaza, sino de documentos en una institución estatal robados a personas que más de sesenta años después siguen luchando por sus derechos al retorno, la restitución y compensación.
Una carta de 1952 del primer ministro israelí David Ben-Gurion al primer presidente de la Conferencia de las Demandas, Dr. Nahum Goldmann, afirmaba que «por primera vez en la historia del pueblo judío, oprimido y saqueado durante cientos de años, […] el opresor y saqueador ha tenido que devolver algunas de las cosas espoliadas y pagar compensaciones por parte de las pérdidas materiales» [37]. No puede pasarnos desapercibida la ironía de esta declaración cuando se yuxtapone con el caso de la opresión y saqueo palestino.
Hay una pequeña minoría de israelíes que, a través de organizaciones de base como Zochrot («Recordar») trata de descolonizar su propia identidad recordando la Nakba y apoyando el derecho palestino al retorno. Sin embargo, la vasta mayoría de los israelíes y todas las instituciones estatales siguen negando los derechos palestinos a la tierra y a su historia porque, como en muchas otras situaciones coloniales, el propio reconocimiento de la identidad palestina deslegitimaría la identidad israelí. Hay que hacer frente y tratar esta contradicción central para poder adelantar en algo parecido a la justicia para el pueblo palestino. Mientras tanto, podemos empezar a prepararnos para el momento político en que sea posible la devolución de la propiedad.
Aunque el resto de este estudio fundamentalmente inicia el proceso de investigación de la procedencia individual, quizá el paralelismo más relevante entre los casos de los judíos de después de la Segunda Guerra Mundial y los palestinos de después de la Nakba es la discusión de un retorno colectivo a una comunidad dispersa por el mundo. Para este fin todos los esfuerzos de relacionar individualmente los libros con sus propietarios se deben ver en el más amplio contexto del derecho palestino, como colectivo, a controlar su propiedad cultural.
Buscar a los propietarios palestinos
La historia de los libros «Propiedad Abandonada» de Palestina albergados ahora en la Biblioteca Nacional judía encaja perfectamente con una narrativa más amplia de robo de propiedad cultural y de destrucción en Palestina, lo mismo que con la de un largo historial de incidentes similares surgidos de saqueos en tiempo de guerra. Para una poder añadir una posibilidad más profunda y concreta a la discusión de los libros AP, este estudio no sólo compara Palestina con otras situaciones históricas sino que también examina libros particulares en la Biblioteca Nacional de Israel e identifica la manera de poder relacionar los libros AP con sus propietarios palestinos originales.
En una visita a la biblioteca el investigador y el director de cine Benny Brunner descubrieron unas claras inscripciones personales de Nasser Eddin Nashashibi en la portada de un libro llamado Makramiyat [38]. En otro ejemplo conmovedor, Dumya y Hala Sakakini, hijas del famoso educador Khalil Sakakini, fueron a la biblioteca después de oír rumores de que la colección de su padre estaba albergada ahí. El bibliotecario les explicó que los libros sobre propiedades abandonadas y que no tenían derecho a ellos, pero pudieron mirar uno de los libros que ellas recordaban y confirmar mirando el margen del libro que, efectivamente, era un libro de su padre [39].
Estos dos casos me llevaron a creer que podría encontrar alguna información que identificara algunos de los libros AP. Empecé buscando marcas como placas con el nombre y el sello de la librería, notas escritas, incluyendo e nombre de los dueños, dedicatorias y notas al margen, marcas de los libreros o de catálogos, hojas de pedido o recibos que indicaran un uso anterior.
Hay unos 6.000 libros catalogados como «Propiedad Abandonada» en la Biblioteca Nacional, la mayoría de los cuales están en árabe. La página web de The Great Book Robbery ha traducido a inglés un breve registro de los 200 primeros libros de la lista del catalogo on line de la biblioteca. Miré treinta y cuatro libros, la mayoría de los cuales aparecen al principio de la lista. Parece que son títulos representativos que engloban lingüística, ciencia, religión, filosofía, literatura y más. Se escogieron dos de los libros porque Amit [40] señaló que podían tener información identificativa.
Aunque los libros AP están en compartimentos cerrados, se pueden solicitar y leer en una sala de lectura. Kara Francis, estudiante de Estudios Islámicos y sobre Oriente Próximo, visitó la biblioteca tres veces para ver todos los libros que había solicitado. Fotografió cualquier marca que pudiera ser útil y me envió los datos. Algunos colegas que dominaban el árabe me ayudaron a traducir las notas, a descifrar la caligrafía y a proporcionar un contexto más amplio sobre algunos de los nombres y tipos de comentarios encontrados en los libros.
Por supuesto, a veces resulta difícil determinar si un nombre lo escribió el dueño, un lector o un catalogador, y muchas notas estaban o bien arrancadas o borradas. He consultado otros trabajos y cruzado referencias con el trabajo de Amit, pero los resultados no dejan de tener cierto grado de conjetura. He anotado abajo cuando se hicieron suposiciones. Puesto que el trabajo es más cualitativo que cuantitativo por naturaleza y sólo incluye una cantidad muy pequeña de libros en una muestra de estudio, su propósito era más empezar a establecer la viabilidad de una posterior investigación sobre la procedencia que generalizar acerca de la colección en su conjunto.
De los treinta y cuatro libros examinados sólo uno tenía un sello personal y tres o cuatro tenían sellos o impresiones de instituciones como bibliotecas o libreros. Un libro (AP 77), un diccionario de astronomía, tenía un sello que decía (en árabe) : «Librería Al Taher Brothers, Yaffa». Al Taher Brothers era una conocida librería antes de la Nakba de 1948 [41].
Otro tenía un sello que decía «Biblioteca Pública de Beirut» (o «Librería Pública de Beirut», ya que en árabe las palabras «biblioteca» y «librería» son la misma). Otro libro (AP 163) llevaba el sello de un encuadernador Hijab, situado «detrás de la mezquita Al Azhar en El Cairo». Resulta interesante que el libro se imprimió en Estambul y no en Egipto.
A diferencia de los sellos y marcas, los nombre escritos a mano son abundantes. De nuevo, a veces resulta difícil saber si el nombre lo escribió un propietario, un autor, un librero, un lector o un bibliotecario. En algunos casos el nombre de un propietario era familiar, pero para hacer conjeturas sobre sobre los demás, miré en primer lugar el emplazamiento del nombre.
Si estaba dentro de la portada o en la página en la que iba el título, era más probable que fuera un propietario que un lector. Si era una firma que se repetía una y otra vez en los márgenes de una página en medio del libro, entendía que era más probable que fuera un lector que un propietario. Si el nombre estaba escrito con lo que parecía ser el lápiz de un bibliotecario o catalogador y particularmente si estaba escrito cerca de un número AP, entendía que era el nombre de un propietario escrito por un catalogador. Esto era fácilmente verificable con una mirada rápida al catálogo, pero algunos libros tenían varios autores lo que hacía que el proceso fuera un poco más difícil.
De los treinta y cuatro libros, de siete a once (aproximadamente el 25%) tienen el nombre del dueño escrito en ellos. Cuatro de ellos pertenecieron a la misma persona, Mohammad Nimer Al-Khatib, cuyo nombre fue mencionado por el catalogador Butrus Abu-Manneh en un artículo de Gish Amit: «Cada libro tiene un número secuencial […] y debajo escribimos una abreviatura del nombre del dueño en inglés. Por ejemplo, las letras SAK quieren decir Sakakini, NIMR significan Nimer, y así sucesivamente. Estas letras aparecen tanto en la cobertura interna como en la ficha [42]».
Esto confirma que «Nimer» era un propietario de muchos de los libros saqueados. Una mayor investigación demuestra que Mohammad Nimer Al-Khatib era un dirigente de la Hermandad Musulmana y del Comité Nacional Árabe de Haifa en la década de 1940 que sobrevivió a un intento de asesinato en 1948 por parte de la Haganah, la organización sionista paramilitar que después se convirtió en el ejército israelí [43]. Ademaás, una búsqueda en internet en árabe ofrece varios foros que sitúan a Mohammad Nimer Al-Khatib como hijo Abdel Fattah, en mismo nombre que aparece en un sello del padre al hijo en uno de los libros antes mencionados. Así que se puede asumir razonablemente que el dirigente y el propietario son el mismo Mohammad Nimer Al-Khatib. Además, confirmé con Gish Amit que no todos los libros AP se tomaron de la zona de Jerusalén; muchos de Haifa y de otras partes de Palestina acabaron también en la Biblioteca Nacional.
En dos libros encontramos el nombre de Sakakini, uno de los otros propietarios mencionados por el catalogador Butrus Abu-Manneh. En uno, un libro de un drama en árabe, está escrito «Khalil Sakakini», en otro, un trabajo en cuatro volúmenes sobre la guerra civil turca, está escrito «Sari Sakakini» (véase imagen 4). Khalil Sakakini fue un pionero del sistema educativo palestino a principios de 1900 y Sari era su hijo mayor [44].
Buscamos específicamente uno de estos libros debido a que se mencionaba en el artículo de Amit, mientras que dimos con los otros al buscar algunos de los primeros libros que estaban en la listas del catálogo. Resulta interesante que en otro libro que Amit sugería incluía el nombre de Sakakini encontramos el nombre del Dr. Yusuf Haikel, el último alcalde de Yaffa antes de 1948 que posteriormente fue embajador de Jordania en Washington y en muchas otras ciudades del mundo [45]. Tres o cuatro de los treinta y cuatro libros contenían lo que parecían dedicatorias personales. En un libro escrito en árabe (AP 23) aparecía escrito «regalo de Isaf Nashashibi a Saleh Nammari», y este último nombre estaba tachado. Otro libro (AP 22), uno de los libros religiosos de Mohammad Nimer Al-Khatib y uno de los que más escritos tenía, incluía dedicatorias de rezos para mantener el libro seguro y una dedicatoria manuscrita del padre al hijo.
De algún modo, los márgenes pueden proporcionan los datos más ricos ya que puede haber muchos tipos de notas escritas en los márgenes por diferentes personas. Por otra parte, es difícil relacionar esta información con un dueño anterior específico sin mucha más investigación. De hecho, podemos encontrar notas al margen en muchos libros, pero a menudo no está claro quién escribió las notas y, obviamente, la mayoría de éstas son sobre el propio texto y no indican claramente propiedad.
Encontramos dieciséis libros de los treinta y cuatro con notas al margen. Esta categoría excluye notas que se puede asumir razonablemente que fueron escritas por bibliotecarios o catalogadores; se pueden consultar abajo.
En unos pocos casos las primeras páginas de los libros tienen un índice escrito a mano y/o lo que parece ser una lista de varios volúmenes o libros escrita con tinta púrpura, presumiblemente por el dueño. En algunos casos encontramos lo que parecían ser los precios de los libros y en otros, fechas (a veces de publicación, a veces no) inscritas en las primeras páginas. Frecuentemente encontramos notas en el texto, incluyendo definiciones de palabras, traducciones de palabras árabes al hebrero probablemente por investigadores israelíes y notas gramaticales. Ocasionalmente estaba escrito un verso o un comentario sobre el prestigio de un escritor particular. Otras notas y/o dibujos parecían ser simples garabatos.
Esta claro que diferentes personas, desde los dueños originales a los investigadores actuales y todas las personas entre ambos, han interactuado con estos materiales y que estos libros tienen una rica historia que contar. Contar esta historia está más allá del alcance de este estudio particular y se dejará a futuros investigadores el contexto preciso de todas estas notas y las conjeturas acerca de quién las escribió.
Por lo que indican los catalogadores y bibliotecarios, casi cada libro tiene un número AP y/o nombre de autor escrito en la cobertura interna o en la página en la que va el título. Como esto no nos da más información de la que ya tenía del catálogo, lo he excluido. Con todo, anoté los casos en los que se incluía una signatura en el libro pero no se incluía en el catálogo de la Biblioteca Nacional.
Estas signaturas podrían significar que los libros se habían catalogado previamente o simplemente podrían indicar otra manera de catalogarlos ahora; en cualquier caso, pueden proporcionarnos más información.
De vez en cuando tuve problemas para determinar si una nota la había escrito un catalogador, un dueño o un investigador. No obstante, podemos asumir razonablemente que la mayoría de lo escrito con el mismo lápiz y cerca de los números AP probablemente fue escrito por los catalogadores. Además, en algunos casos encontramos a lo que Butrus Abu-Manneh se refería antes: las letras «NIMR» para significar libros de Mohammad Nimer Al-Khatib.
De doce a quince de los treinta y cuatro libros tenían lo que parecían ser notas de los bibliotecarios o catalogadores diferentes del simple número AP y nombre del autor. En la mayoría de los casos estas notas eran números: signaturas, fechas y otros números identificativos. Algunas notas eran más difíciles de descifrar que otras y como con las notas al margen, hay que investigar más los códigos exactos utilizados por los bibliotecarios y catalogadores para obtener información definitiva sobre las notas
Dieciocho de los treinta y cuatro libros tenían notas de pedido o tarjetas de préstamo. Esto no significa necesariamente que el resto nunca se hubieran visto; de hecho, probablemente es una casualidad que las notas de pedido sigan estando ahí, ya se accidentalmente o dejadas a propósito por un investigador. Señalo las notas y tarjetas porque nos dicen más acerca de la historia de los propios libros. Por ejemplo, muchas de las tarjetas de préstamo contenían las fechas en las que había que entregar el libro lo que indicaba que esos libros se prestaron una vez, aunque ahora están en secciones cerradas. La mayoría de los libros con tarjeta de préstamo tienen estampadas fechas de devolución de los libros en las décadas de 1970, 1980 y 1990s. Uno tenía estampada la fecha de 2008, lo que significa que o bien los libros AP se prestaban hasta hace poco o que sólo recientemente se clasificó este libro como «Propiedad Abandonada». Además de examinar físicamente los propios libros examiné el catálogo on line de la Biblioteca Nacional en busca de más información sobre la historia de los libros. Diecisiete de los treinta y cuatro libros tenían notas en sus registros de «clasificación antigua» seguidos de números de la clasificación decimal de Dewey y a veces encabezamientos con el tema. La mayoría de los demás tenía al menos un número de la clasificación decimal de Dewey en sus registro MARC, pero la «clasificación antigua» nos dice que puede que los libros hayan sido catalogados previamente antes de ser designados «Propiedad Abandonada». Este asunto exige una mayor investigación.
Lo que es notable aunque no sorprendente es que la Biblioteca Nacional no tiene indicaciones de los anteriores propietarios en su catálogo on line. No es infrecuente incluir en los registros de los catálogos información acerca de la precedencia, particularmente en las colecciones de libros raros. De hecho en las últimas décadas, se han añadido varios campos de registro MARC y se han adoptado normas y prácticas oficiales de catalogación para facilitar la documentación sobre la historia [47].
Por ejemplo, tras la Segunda Guerra Mundial y el cierre del Depósito Archivo Offenbach, la Biblioteca del Congreso (LOC, por sus siglas en inglés) recibió más de 5.700 artículos del JCR. Se otorgaron ex libris a los libros para honrar su historia y la LOC introdujo una nota de procedencia en el registro MARC de cada libro [48]. En la etiqueta MARC 561 para el libro Afn shprakhfront se lee, en parte, «Vols. 1 (1934) y 3/4 (1935) [bajo P10.A35] del Conjunto 1 de este título fue presentado a la Biblioteca del Congreso por Jewish Cultural Reconstruction, Inc.», una organización paraguas basada en Nueva York que sirvió como fideicomiso para el pueblo judío inmediatamente después del Holocausto [49].
Este primer paso de reconocer propiedades saqueadas puede llevar a un paso más hacia el retorno.
Conclusiones y recomendaciones:
Cuando empecé mi proceso de investigación temí que examináramos decenas de libros y no encontraramos ninguna información que identificara personalmente o, al menos, ninguna que indicara claramente quiénes eran los propietarios. Me sorprendió agradablemente que aproximadamente una cuarta parte de los libros que vi tuviera el nombre de los dueños escrito dentro y muchos más tenían información adicional que se podía usar para identificar a los propietarios. Esto confirma que es realmente posible, aunque tedioso, devolver los materiales a los dueños individuales.
Es sorprendente la cantidad de información que encontramos en sólo treinta y cuatro libros. Sabemos quiénes era algunos de sus dueños, de qué librerías o editoriales proceden, a quién se pidió supervisar estos libros durante años, que información de los libros le pareció interesante a la gente, qué palabras tenían que definir los investigadores y mucho más.
Aún así, queda mucho por investigar en este caso y en otros análisis de investigación que ya se han emprendido. Se podría obtener mucho de examinar un porcentaje más amplio de la colección AP y de toda la base de datos de todos los libros y de toda la información que podemos recoger de ellos. Con todo, esto exigiría muchas horas de visitas diarias a la biblioteca y a la colección, y la organización de los datos. Antes de que se dé este paso parece útil explorar más detalladamente los datos que ya tenemos. Por ejemplo, sin demasiada dificultad se pueden encontrar descendientes de los propietarios cuyos nombres están en los libros. También podemos buscar a las sesenta personas o familias que aparecen en una lista con antiguos propietarios en el informe de marzo de 1949 de la Biblioteca Nacional [5o]. También sería posible contactar con algunos de los libreros o familiares de libreros e impresores que aparecen el lista del catálogo y estampados en los libros, e investigar los registros que mantienen.
Para las marcas menos claras de los treinta y cuatro libros que examiné sería útil enseñar fotos a personas más versadas en la historia cultural e intelectual de Palestina en la década de 1940 así como en las prácticas de catalogación de la Biblioteca Nacional. De este modo, por los tipos de marcas, de tintas utilizadas, ubicación de la escritura y otros factores podríamos empezar a hablar de forma más definitiva quién escribió qué notas y qué quería decir.
Durante este proceso sólo intenté dos veces contactar con la Biblioteca Nacional y sólo con preguntas generales sobre la historia de los libros, porque no quería poner en peligro mi capacidad para llevar a cabo la investigación. Sería más útil entrevistar a más personas implicadas en el proceso de catalogación de los libros AP entre 1948 y hoy, y quizá encontrar encontrar bibliotecarios afines que estuvieran actualmente trabajando en el sistema y que o bien supieran más acerca de la historia de los libros o estuvieran interesados en saber más. Aunque parte de la investigación que llevé a cabo habría sido necesario independientemente del grado de cooperación con la institución, el trabajo se hubiera acelerado si hubiéramos sido capaces de aprender más de la propia biblioteca.
Como seguimos buscando a los antiguos propietarios, es igualmente importante reivindicar que los libros AP son realmente libros palestinos. Al hacerlo podemos aprender mucho del ejemplo de los libros judíos saqueados por los nazis. En el caso del Depósito Archivo Offenbach surgió el debate acerca de a dónde deberían ir los libros no identificados. Nunca se puso en duda que deberían ser «devueltos», la cuestión era cómo devolver los libros a una comunidad dispersa por todo el mundo.
Es asombrosa la similitud con el caso de Palestina. La población palestina de todo el mundo es aproximadamente diez millones de personas, más de la mitad de las cuales están en el exilio y muchas más desplazadas [51]. Es imperativo empezar a discutir cómo retornar las propiedades a la comunidad palestina, pero no hay respuestas fáciles. ¿Quién representa a los palestinos? ¿Deberían ir los libros a un archivo gubernamental palestino? ¿A una institución cultural? ¿A una organización palestina en Jerusalén o cerca de la ciudad, o lo más cerca posible del lugar de origen de los libros? ¿A una biblioteca nueva lejos de Palestina y así protegida de la ocupación israelí? El único paso necesario claro en este proceso es la inclusión de voces palestinas y particularmente la voz de los refugiados palestinos en cualquier discusión sobre el retorno de su propiedad colectiva a la comunidad. De alguna manera, la importancia de esta historia radica simplemente su relato y los libros AP como colección adquieren un nuevo significado con cada examen. No sólo representan un recordatorio más o menos no intencionado del robo por parte de Israel de la propiedad cultural e intelectual palestina, sino que también son un archivo viviente con significado en la relación entre los libros y sus propietarios. Por ejemplo, mientras que propietario AP Mohammad Nimer Al-Khatib formaba parte de varios grupos específicamente alineados con el famoso clan Husseini [52], el Dr. Yusuf Haikel, otro propietario AP, «era considerado un enemigo de los seguidores tradicionales de Haj Amin Al-Husseini y seguidor del rey Abdullah» [53]. Uno puede preguntarse cómo las relaciones de los libros o de las personas entre sí cambian con el contexto de una colección cautiva de libros saqueados hace seis décadas.
La desaparición y robo de la herencia cultural palestina se corresponde con la desaparición y robo de tierra palestina y los largos e infructuosos intentos sionistas de hacer desaparecer al pueblo e identidad palestinos. Muchos palestinos hablan de la Nakba actual que continúa a través de procesos simultáneos de ocupación, colonización y apartheid. Leyes, políticas, sistemas, estructuras y actitudes mantienen a los palestinos luchando por su supervivencia a muchos niveles. Por ejemplo, la censura de libros de texto palestinos dentro de Israel tienen relación con el mantenimiento de una colección de libros palestinos denominados «abandonados» en la Biblioteca Nacional de Israel.
De forma similar, el trabajo de Baladna en Haifa o del Centro Cultural Yafa en el campo de refugiados de Balatae tiene relación con los esfuerzos de Gish Amit y Benny Brunner para documentar la historia de los libros AP. La lucha de los refugiados palestinos para volver a sus hogares está relacionada con la lucha del retorno de los libros AP a sus dueños legales. La abundante investigación en el caso del saqueo de los nazis de propiedades judías está relacionada con la necesidad de investigar el caso del saqueo israelí de propiedades palestinas.
En julio de 1948 el primer ministro israelí David Ben Gurion escribió una famosa cita en su diario acerca del pueblo palestino: «Los viejos morirán y los jóvenes olvidarán» [54]. Puede que los viejos estén muriendo, pero los jóvenes no están olvidando. Bajo la superficie de cualquier interacción en o acerca de Palestina subyace el fantasma del pasado, poderosamente resucitado en una multitud de proyectos de herencia cultural con un ojo puesto en el presente y otro mirando al futuro. Tengo la esperanza de que este estudio sobre los libros «Propiedad Abandonada» contribuya al actual proceso de descolonización por medio de la memoria y el retorno [55].
Reconocimientos
Este proyecto no se hubiera podido terminar sin la gran cantidad de ayuda de colegas y amigos. Agradezco a Gish Amit, Benny Brunner, Kara Francis, Mona Halaby, Ali Issa, Lubna Alzaroo, Noor Ogly, Ryvka Barnard y Ruth Mermelstein el proporcionarme información previa y por su ayuda para recoger datos, traducir y editar.
Hannah Mermelstein es licenciada del Queens college, bibliotecaria y activistas palestina que vive en Brooklyn, Nueva York.
Notas:
1 David Neressian, «Rethinking cultural genocide under international law,» Human Rights Dialogue (Spring 2005): para. 3. Retrieved from http://www.carnegiecouncil. org/resources/publications/dialogue/2_12/ section_1/5139.htmlpara. 3)
2 Gish Amit, «A strange monument: The collecting of Palestinian libraries in West Jerusalem during the 1948 war, and their changing fortunes at the Jewish National and University Library,» 2011. Recibido del autor, se publicará en 2011.
3 PalestineRemembered.com, 1999-2006.
4 Sami Abu Shehadeh and Fadi Shbaytah, «Jaffa: From eminence to ethnic cleansing,» Al Majdal 39/40 ((2008/2009): 8-17.
5 David Ben-Gurion, Moshe Shapira, and Yosef Sprinzak, Law of return 5710-1950, (1950). Obtenido de http://www.mfa.gov.il/MFA/ MFAArchive/1950_1959/Law%20of%20 Return%205710-1950
6 Badil, Refugee & IDP rights (2010). Obtenido de http://badil.org/en/refugee-a-idp-rights
7 Yeela Raanan, «The role of the Jewish National Fund in impeding land rights for the indigenous Bedouin population in the Naqab,» Al Majdal 43 (2010): 34-38.
8 Adalah, Major findings of Adalah’s report to the UN Committee on the Elimination of Racial Discrimination (1998). Obtenido de http://www.adalah.org/eng/intladvocacy/cerd- major-finding-march98.pdf
9 Wakim Wakim, «The exiled: Refugees in their homeland,» Palestine-Israel Journal of Politics, Economics & Culture, 9(2) (2002): 52-57.
10 Stanislao Pugliese, «Bloodless torture: The books of the Roman Ghetto under the Nazi occupation,» Libraries & Culture, 34(3) (1999): 241-253.
11 Patricia Kennedy Grimsted, «The road to Minsk for Western ‘trophy’ books: Twice plundered but not yet ‘home from the war,'» Libraries & Culture 39(4) (2004): 351-404.
12 Pugliese, «Bloodless torture,» 244.
13 Dov Schidorsky, «The library of the Reich Security Main Office and its looted Jewish book collections,» Libraries & The Cultural Record 42(1) (2007): 21-47.
14 Mohammad Batrawi, comunicación personal, 11 de enero de 2011. [Nota del editor: Batrawi falleció el 15 de marzo de 2011 a la edad de 82 años.]
15 Benny Brunner, director, The Great Book Robbery teaser [Motion Picture] (Netherlands: Xela Films, 2010).
16 Miriam Intrator, «‘People were literally starving for any kind of reading’: The Theresienstadt Ghetto Central Library, 1942- 1945,» Library Trends, 55(3): 513-522.
17 Intrator, ‘»People were literally starving…,» 513-522″
18 Intrator, ‘»People were literally starving…,»513-522.
19 Jewish Museum in Prague, «Library Holdings,» in Provenance research and restitution (2004-2008). Obtenido de http:// www.jewishmuseum.cz/en/arestit.htm#3
20 Museo Judío de Praga, «Terms for the filing of claims for the restitution of books from the library collection of the Jewish Museum in Prague which were unlawfully seized from natural persons during the period of Nazi occupation.» in Provenance research and restitution (2004-2008). Obtenido de http://www.jewishmuseum.cz/en/arestit.htm#6
21 Koordinierungsstelle Magdeburg, Lost Art Internet Database (2011). Obtenido de http://www.lostart.de/Webs/EN/Datenbank/ Index.html
22 Commission for Provenance Research, Commission for Provenance Research (n.d.). Obtenido de http://www/provenienzforschung.gv.at/index. aspx?ID=1&LID=2
23 Austrian National Library, Provenance research and restitution (2007): para. 1. Obtenido de http://www.onb.ac.at/ev/about/ provenance_research.htm
24 Austrian National Library, Provenance research and restitution, para. 7.
25 Grimsted, «The road to Minsk,» 351-404.
26 Grimsted, «The road to Minsk,» 351-404.
27 Claims Conference, About us (2010-2011): para.6. Obtenido de http://www.claimscon. org/index.asp?url=about_us.
28 Claims Conference, Conferences, declarations and resolutions (2010-2011). Obtenido de http://www.claimscon.org/indexasp?url=artworks/conferences
29 Central Registry, Information by country: Overview (2011). Obtenido de http:// lootedart.com/infobycountry
30 Anne Rothfeld, «Returning looted European library collections: An historical analysis of the Offenbach Archival Depot, 1945-1948,» RBM: A Journal of Rare Books, Manuscripts, and Cultural Heritage, 6 (1) (2005): 14-25.
31 Rothfeld, «Returning looted European library collections,» 14.
32 Robert Waite, «Returning Jewish cultural property: The handling of books looted by the Nazis in the American Zone of Occupation,» Libraries & Culture, 37(3) (2002): 213-228.
33 Rothfeld, «Returning looted European library collections,» 14-25.
34 Waite, «Returning Jewish cultural property,»213-228.
35 Yehuda Blum, «On the restitution of Jewish cultural property looted in World War II,» Proceedings of the annual meeting [of the] American Society of International Law, (2000): 91.
36 Blum, «On the restitution…,» 91.
37 Claims Conference, History of the Claims Conference (2010-2011). Obtenido de http://www.claimscon.org/index asp?url=history
38 Benny Brunner, personal communication, February 10, 2011.
39 Haim Hanegbi, The Sakakini House – Katamon (n.d.): 3. Obtenido de http://www/zochrot.org/images/The%20Sakakini%20House%20%E2%80%93%20Katamon.pdf
40 Amit, «A strange monument.»
41 Sami Abu Shehadeh, personal communication, April 24, 2011.
42 Amit, «A strange monument,» 10.
43 Benny Morris, The Birth of the Palestinian Refugee Problem Revisited (Cambridge: Cambridge University Press, 2004.
44 Amit, «A strange monument.»
45 Amit, «A strange monument.»
46 PASSIA (Palestinian Academic Society for the Study of International Affairs), Palestinian personalities: A biographic dictionary (2011). Obtenido de http://www.passia.org/ publications/personalities/Sample/H.pdf
47 M. Winslow Lundy, «Provenance evidence in bibliographic records: Demonstrating the value of best practices in special collections cataloging,» Library Resources & Technical Services 52 (3) (2008): 164-172.
48 Library of Congress, «Hebraic Section: The Holocaust-Era Judaic Heritage Library,» in African and Middle Eastern Reading Room (2011). Obtenido de http://www.loc.gov/rr/ amed/hs/hscoll.html
49 http://lccn.loc.gov/52054681
50 Amit, «A strange monument.»
51 Ingrid Jaradat Gassner, «Palestinians living in the diaspora,» This Week in Palestine (2008). Obtenido de http://imeu.net/news/ article008217.shtml
52 Morris, The Birth of the Palestinian Refugee Problem.
53 PASSIA, Palestinian Personalities, 87.
54 Bar Zohar, Ben-Gurion; The armed prophet (New Jersey: Prentice-Hall, 1967): 157.
55 Desde que terminé este estudio, he visitado la biblioteca y examinado más de treinta libros. Los resultados son similares: una gran cantidad de notas al margen, pocos nombres de propietarios y ocasionalmente el sello del librero. Las conclusiones son las mismas: es realmente posible localizar quién es el dueño individual de gran parte de la colección AP y es necesaria la discusión sobre la propiedad colectiva.
Fuente: http://www.jerusalemquarterly.org/ViewArticle.aspx?id=386