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Literatura. Memoria subversiva del mundo.

Fuentes: Rebelión

En su ensayo «Un pistoletazo en medio de un concierto», Belén Gopegui (Madrid, 1963) coloca en la balanza dos interpretaciones que ha originado la frase de Stendhal. Una se limita al inicio de la reflexión: «La política en una obra literaria es un pistoletazo en medio de un concierto»; la otra, en cambio, completa la […]

En su ensayo «Un pistoletazo en medio de un concierto», Belén Gopegui (Madrid, 1963) coloca en la balanza dos interpretaciones que ha originado la frase de Stendhal. Una se limita al inicio de la reflexión: «La política en una obra literaria es un pistoletazo en medio de un concierto»; la otra, en cambio, completa la idea: «La política en una obra literaria es un pistoletazo en medio de un concierto, una cosa grosera y a la que, sin embargo, no se puede negar cierta atención. Vamos a hablar de cosas muy feas».

La primera opción, como apunta Gopegui, ha sido utilizada para reafirmar el supuesto pecado que encierra la escritura de la novela de cuestionamiento político. La segunda, que sirve de epígrafe a la novela Nieve del premio Nobel Orhan Pamuk, nos revela el carácter de «pistoletazo» de la ficción. El creador, como un provocador negado a los absolutismos, dibuja su propuesta de realidad. Y, para asumir la complejidad de una escritura trastocadora de códigos sociales, se libera de la carga del panfleto y alza vuelo con su palabra ligera (y creadora). Me gusta entender, con esta imagen, la magnitud de la frase de Stendhal.

A la reflexión del «pistoletazo» también se le podría aplicar el contrapeso de la ficción confrontativa ante la ficción escapista. Y es la ficción confrontativa (la de la palabra dinamitada) la que se enfrenta a cualquier estructura absolutista. La historia de la literatura podría ser la memoria subversiva del mundo; un «pistoletazo» en medio de la injusticia social; el espejo que muestra, de frente y de espalda, lo bestia y lo sublime de cada punto invisible; la otra puerta que se le abre a la derrota que día a día nos pretende imponer el pragmatismo consumista. ¿Acaso Don Quijote no se siente encerrado en la misma realidad absolutista que oprime a Gregorio Samsa? ¿La estructura social que dibuja Victor Hugo no es tan inhumana como la que describe Franz Kafka o George Orwell?

Más allá de los análisis que agrupan a una novela dentro de una determinada corriente ideológica, el vuelo de la ficción confrontativa busca traspasar (y dinamitar) los rigores del absolutismo social. Y este objetivo puede apuntar a una asfixia individual o colectiva. De ahí que, por ejemplo, La metamorfosis de Kafka se preste a un cuestionamiento personal (el cuerpo como cárcel), familiar (la primera relación de dominio) y laboral (la maquinaria esclavista moderna).

Una ficción poderosa debería ser aquella capaz de entregarle a un lector (en cualquier tiempo y espacio) las piezas para diseñar, a su manera, una realidad en medio de un vacío.