Un juzgado británico ha emitido una orden de aprensión contra Tzipi Livni, ex Ministra de Exteriores israelí durante los hechos ocurridos en la masacre de Gaza hace un año. A pesar del chantaje a la comunidad y opinión pública internacional que ejercen los gobiernos israelíes, existe una jurisdicción internacional que cada día será más complicado […]
Un juzgado británico ha emitido una orden de aprensión contra Tzipi Livni, ex Ministra de Exteriores israelí durante los hechos ocurridos en la masacre de Gaza hace un año. A pesar del chantaje a la comunidad y opinión pública internacional que ejercen los gobiernos israelíes, existe una jurisdicción internacional que cada día será más complicado evadir. En contraste, existen más de diez mil prisioneros palestinos en Israel, la mayoría de ellos sin juicio justo; la orden contra Livni quiebra la sensación de impunidad y ha producido un ataque de nervios entre los gobernantes israelíes.
La comunidad internacional se refiere al proceso de paz entre Palestina e Israel. Pero tal proceso no existe. El actual ministro de exteriores de Israel, el ultra nacionalista Liberman, se retira de la mesa de negociaciones si el enviado de Obama alude a Jerusalén Oriental; mientras la colonización de Cisjordanía, con todo el despojo que significa, es imparable. Esos y otros actos hacen ver que la única salida que tiene el pueblo palestino es la resistencia, que la mayoría ejerce de forma pacífica, sin ningún resultado; al contrario, el cerco sobre sus comunidades llega a niveles de barbarie, por lo que la resistencia violenta de Hamas cuenta con respaldo.
El pro israelismo afirma que el mundo calla frente a otros conflictos pero frente a Israel desata su antisemitismo; así, las críticas a Israel son la continuidad de todo el daño e incomprensión a los judíos desde tiempos inmemoriales. Pero, más allá de ese panfleto, lo de Palestina sí reviste características particulares. El Estado agresor goza, por circunstancias históricas que explota al máximo, de una burbuja de protección que presenta los atropellos que comete como situaciones existenciales; además, Occidente no presenta a otros conflictos como el límite sus valores. Por otro lado, la agresión sobre los palestinos no nace de una respuesta directamente emanada del mismo conflicto; ésta expresa la continuidad de la búsqueda de culpables por hechos anteriores: ubicar el chivo expiatorio del antisemitismo. Los palestinos pagan lo que otros provocaron durante milenios; mientras Europa funge de mediador, con el holocausto judío en la mochila.
Lo señalado no justifica a Hamas, pero sí lo explica, en el sentido de que existe una violencia original devenida de la creación de Israel y de la expansión de sus colonias, lo que estrangula la vida palestina. Hamas es producto de la ocupación, no existía antes de 1967, y ha sido alentado por sectores de los propios gobiernos israelíes para combatir a Fata de Arafat. Israel crece sin pausa desde 1948, mientras Palestina inconexa es dividida sistemáticamente. Israel decide sobre el aire, el agua, el suelo, la pesca, el comercio, los impuestos, el trabajo, la migración, la libertad, en suma controla la vida y el territorio del agredido.
Pro israelíes como Pilar Rahola, van por mundo presentando la crítica a Israel como si ello significara ir en contra de la libertad: Israel como escudo de la civilización frente a la barbarie islamo fascista, naturalmente hermanada con la izquierda mundial. Si bien en muchos países islámicos las libertades están severamente recortadas y se dan una serie de atrocidades, ello es independiente de cómo Israel ha cercenado la libertad de todo un pueblo. Si en realidad se trata de denunciar los recortes a la libertad, es necesario asumir que el modelo democrático liberal (pervertido por el neoliberalismo), con todas las contribuciones que ha traído, hoy en la mayoría de tensiones político/económicas, opta por recortar las libertades antes que por impulsarlas.
Livni u otros líderes israelíes tendrán el derecho a gozar de un juicio justo cuando sean aprendidos, lo que jamás tendrán los por lo menos diez mil prisioneros palestinos, y menos los muertos por la operación Plomo Fundido del año pasado, ni los otros miles de muertos palestinos e israelíes víctimas del islamismo radical o del extremismo pro israelí. Este es un conflicto particular porque usa la coartada de la eterna víctima para profundizar la arbitrariedad del agresor y cuenta con maquinaria de presión global bien aceitada.
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