Parafraseando a Groucho Marx, otro genio circunciso, podríamos decir que, desde que Gilad Atzmon se «deisraelizó», la música israelí ha sido a la música lo que la justicia israelí es a la justicia. Ya en su día nos escandalizamos al ver que la condena por asesinar a sangre fría a una persona indefensa, un crimen […]
Parafraseando a Groucho Marx, otro genio circunciso, podríamos decir que, desde que Gilad Atzmon se «deisraelizó», la música israelí ha sido a la música lo que la justicia israelí es a la justicia.
Ya en su día nos escandalizamos al ver que la condena por asesinar a sangre fría a una persona indefensa, un crimen por el que en España se recibirían automáticamente 30 años, era de tan solo 18. Luego leímos mejor: no eran 18 años, sino 18 meses. Y entonces comprendimos lo que quería decir el rabino Yaacob Perrin con aquello de que un millón de árabes no valen lo que la uña de un judío.
Ahora, con la esperanza de que el mundo esté mirando hacia otro lado, han empezado a ajustar el precio. De momento, 14 meses. Eso es lo que ha de pagar un israelí si quiere pegarle un tiro en la cabeza a un palestino herido y desarmado. En el otro sentido, los precios cambian. Un niño palestino que tire una piedra a un coche israelí puede ser condenado a 20 años.
El Alto Comisario para los Derechos Humanos de la ONU acaba de enviar una carta a 150 empresas entre las que por lo visto se encuentran Caterpillar, Priceline.com, TripAdvisor, Airbnb o Coca-Cola (la publicación de la lista completa está siendo bloqueada por la Administración Trump). La Oficina de Asuntos Estratégicos del Ministerio de Economía israelí se lamenta de que algunas empresas -habrá que ver cuáles- ya están respondiendo que no van a renovar sus contratos en Israel.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.