La historia que voy a contar a continuación me la regaló un buen amigo, ya retirado, que por el año 60 participara en aquel tremendo terremoto socio-político. Es una historia enterrada en sus recuerdos, sobre seres supuestamente de la nada, que hicieron historia. Es sobre hechos y decisiones, quizás no nuevos, aunque a veces no […]
La historia que voy a contar a continuación me la regaló un buen amigo, ya retirado, que por el año 60 participara en aquel tremendo terremoto socio-político. Es una historia enterrada en sus recuerdos, sobre seres supuestamente de la nada, que hicieron historia. Es sobre hechos y decisiones, quizás no nuevos, aunque a veces no suficientemente explorados.
No le he pedido permiso para hacerla pública. Apenas si la he editado. Me la contó desde su corazón, pero también, desde su preocupación. Me la contó porque él es de los que aún creen que la historia es para aprender de ella y no para vivir de ella.
Es un privilegio haberla recibido de él directamente, como también poder, todavía, de vez en vez, intercambiar algunas ideas con alguno de aquellos protagonistas que casi siempre estuvieron en el anonimato o cuando más aparecieron de fugazmente en alguna noticia. Aquí va, sin el permiso de mi amigo, una parte de su texto:
«Entiendo que en nuestra sociedad hay que rescatar algunas cosas, como los viejos oficios perdidos por la centralización y por la política que se siguió de monopolizar todo, hasta los puestos de fritas.
Por ejemplo para valorar bien lo que nos hace falta: para referirme al Sector Textil, Sector o Rama que atendí desde el Comercio Exterior, cuando creado por el Che el BANCEC con fecha 25-04-60, fui entonces como joven combatiente a integrar en mayo de aquel año su equipo fundacional, oficializado con fecha 04-06-60 y que un año después, el 23-02-61 derivó como MINCEX y derivando aún más en 1962 con sus primeras empresas monopólicas importadoras y exportadoras.
La Industria de las Confecciones Textiles durante la arrancada del 60 estaba estructurada privadamente, en talleres integrales y en ordenadores, los primeros diseñaban y vendían, los segundos producían por órdenes de las tiendas o almacenes; se exportaban confecciones y calzado al Caribe y a Centro América, comenzando por las guayaberas, ropa interior, medias, trusas o sea tanto tejidos planos como tejidos de punto; la industria del calzado: ¿quiénes no recuerdan el calzado Amadeo e Ingelmo, de una calidad envidiable producidas en sus fábricas del Cerro?, las producciones «Viti» en las confecciones; y cómo no mencionar la «Industria Sombrerera», que hasta un sindicato tenía. Había empresarios «talleristas ordenadores», que organizaban sus producciones con operarios a domicilio, por especialidades, de ellos habían pantaloneros, camiseros, embolsilladores, etcétera. Por otra, no hablemos de los sastres, las modistas, simples trabajadores individuales pocas veces agrupados en parejas o tríos, todos afiliados al «Sindicato de la Aguja», sindicato que tanto nos asesoró a encontrar y definir las necesidades de Cuba en tejidos, hilos de coser etc.; hechos notablemente importantes como el Sindicato de Sombrereros, que nos ayudó a determinar la «curva de tallaje de las cabezas cubanas» para comprar a la carrera en Checoslovaquia las famosas boinas verde olivo de nuestras milicias.
Aquellos compañeros no eran capitalistas explotadores, eran obreros afiliados a las mejores causas proletarias, defensores de la clase obrera, políticamente agrupados. Esto puede ser un ejemplo repetitivo en muchas ramas de nuestra economía, puedo decirlo hoy porque con mis escasos 22 años entonces, no fui un funcionario burócrata, sino que fuimos enviados allí a ejecutar una política en una primera trinchera de la economía, a garantizar que el país no se paralizara por la acción de la Ley Puñal del Imperio. En el 60 encontramos los almacenes vacíos, 50 mil obreros de las Confecciones sin trabajo y con la ayuda de los Sindicatos textiles y del calzado, volvimos a echarlos andar, a lograr que las confecciones se volvieran a vender en las tiendas sin racionamiento a mediados del primer lustro de la década del 60. Después vino la ola de la estatalización de los talleres y lo que todos conocimos entonces hasta con los registros contables.
Mi experiencia personal: En las empresas del Comercio Exterior, funcionábamos desde sus inicios con autofinanciamiento, fui fundador y Director Gerente de una de ellas, propuse su nombre, le registré en todos los lugares, le vi nacer desde nuestros buroes, no era economista, tenía un 4to año de bachillerato».
Hasta aquí la historia, sólo una parte.
Hoy importamos todo tipo de confecciones desde todo tipo de empresas y hasta por personas que lo hacen a título privado y que, para nuestra sorpresa, logran vender confecciones de mejor calidad y a mejores precios que los grandes monopolios estatales. ¡Ay! nuestro consumidor, ahora que el nuevo decreto lo ha puesto de moda y que la aplicación de CIMEX lo hará más visible pero que sigue teniendo la opción de escoger muy restringida, en precios y en calidad.
Cuba importó 820 301 000 dólares entre 2013 y 2016 en prendas y calzado, según muestra la tabla 8.12 del Anuario Estadístico de Cuba de 2016. No sé si aquí se sumen los otros millones de los «importadores por cuenta propia». De todas formas, más de 800 millones de dólares en ropa y calzado en cuatro años, es un número.
¿Cuánto de todo esto pudiéramos producir en Cuba? ¿Cuántos puestos de trabajo que le permitirían a muchos cubanos ganarse un salario, a decenas de diseñadores realizarse en su profesión y vivir aquí de ella, a centenares de los hoy llamados «artesanos» ser mucho más útiles? ¿Cuánto trabajo a domicilio para personas de la tercera edad -en especial mujeres- se podrían crear?
¿Por qué las estrategias de «sustitución de importaciones» que tan pocos buenos resultados han tenido en tantos años, no «innovan» e incluyen a todos estos otros agentes que, con una política industrial adecuada, podrían convertirse no solo en una fuente de productos de calidad para el mercado interno, sino también para la exportación?
¿Por qué no empezamos a reconocer que una parte de los «artesanos» son en realidad pequeños y medianos empresarios? ¿Por qué, si generan productos y servicios que ahorran / evitan importaciones y crean puestos de trabajo, no logramos una política que incentive su crecimiento como empresas y disminuya la carga fiscal de quienes crean riqueza? ¿Por qué en las estrategias de promoción de exportaciones ellos no aparecen?
Volvamos a la ropa. Es cierto también que esta industria ha cambiado, que hoy una parte importante de todo el valor agregado que se genera en la industria de las confecciones está en la «nube», que la tecnología ha sustituido mucho trabajo manual… Todo ello es cierto, pero no lo es menos que hoy tenemos muchos expertos en trabajar en la «nube», en la nuestra que es un poco distinta a la otra, y también lo es que tenemos muchas personas necesitadas de obtener un trabajo y un salario adecuado. Esta puede ser una buena oportunidad.
En muchos casos no hace falta ningún extranjero con capital para aprovechar esas oportunidades, pues hay suficientes cubanos que individualmente o agrupados y con una relación fluida con el sector estatal, con los incentivos adecuados, podrían hacer lo mismo que aquel y reducir en mucho esas importaciones. Lo probaron las cooperativas de la construcción en la reparación de los hoteles después de Irma, las que construyeron la obra civil de la mina Castellanos, las experiencias de la Oficina del Historiador de la Ciudad que durante muchos años ha aprovechado esa oportunidad. Se ha probado hasta la saciedad en el sector turístico, pues hoy la cuarta parte de todas las habitaciones de Cuba están en sus manos; y para qué hablar de los restaurantes. ¿Hacen falta más pruebas?
Las alianzas entre lo público y lo privado pueden ser una de las vías de lograr aligerar el peso de las importaciones, la dependencia del capital extranjero, de crear empleos (en especial para sectores desprotegidos), pueden ser un camino para mejorar a muchas y muchos, un recurso para promover esa igualdad que hace falta para el desarrollo, y que debe ser un resultado «buscado» de ese proceso.
Fuente: http://oncubamagazine.com/columnas/lo-publico-lo-privado-y-el-bienestar/