Tanto Ahed Tamimi como Yifat Alkobi fueron interrogadas por abofetear a un soldado en Cisjordania, pero sus casos tienen muy poco más en común: simplemente porque una es judía y la otra palestina. Esta otra bofetada no encabezó las noticias de la noche. Esta bofetada, que fue a parar a la mejilla de un soldado […]
Tanto Ahed Tamimi como Yifat Alkobi fueron interrogadas por abofetear a un soldado en Cisjordania, pero sus casos tienen muy poco más en común: simplemente porque una es judía y la otra palestina.
Esta otra bofetada no encabezó las noticias de la noche. Esta bofetada, que fue a parar a la mejilla de un soldado en Hebrón, no dio lugar a ninguna acusación formal. La agresora abofeteó a un soldado que trataba de impedirle tirar piedras; se la llevaron para ser interrogada, pero fue liberada el mismo día y se le permitió regresar a su hogar.
Antes de este incidente, había sido condenada cinco veces: por arrojar piedras, por agredir a un oficial de policía y por conducta desordenada; pero no fue encarcelada ni una sola vez.
En una ocasión, fue sentenciada con libertad condicional, y en las otras a un mes de trabajo comunitario y una multa insignificante como compensación a las partes agredidas. La acusada se negó sistemáticamente a comparecer cuando fue citada para ser interrogada o por procedimientos legales, pero los soldados no fueron a arrancarla de la cama en medio de la noche, y ningún familiar suyo fue arrestado. A excepción de un breve reporte de Jaim Levinson sobre el incidente, el 2 de julio de 2010, casi no hubo repercusiones sobre la bofetada y los arañazos causados por Yifat Alkobi en la cara de un soldado que la atrapó tirándole piedras a sus vecinos palestinos.
La portavoz del ejército israelí dijo que la institución «considera grave cualquier incidente de violencia hacia las fuerzas de seguridad»; y sin embargo, la agresora sigue viviendo tranquilamente en su casa. El ministro de Educación no pidió que la metan en la cárcel, las redes sociales no explotaron con llamamientos a que sea violada o asesinada, y el columnista Ben Caspit no recomendó que sea castigada con todo el rigor de la ley «en un lugar oscuro, sin cámaras».
Al igual que Ahed Tamimi, Alkobi es conocida desde hace años por las fuerzas militares y policiales en los alrededores de donde vive; y las dos son consideradas una molestia, e incluso un peligro. La principal diferencia entre ellas es que Tamimi agredió a un soldado enviado por un gobierno hostil que no reconoce su existencia, que roba su tierra, que mata y asesina a sus familiares, mientras que Alkobi, una criminal serial, agredió a un soldado de su mismo pueblo y religión, que fue enviado por su nación para protegerla; una nación de la que ella es ciudadana con privilegios especiales.
La violencia de los colonos judíos contra los soldados en los territorios ocupados ha sido un asunto de rutina durante años. Pero aun sabiendo que no sirve de nada pedirle a los soldados que protejan a la población palestina del acoso físico y del vandalismo de sus propiedades por parte de los colonos, es difícil entender por qué las autoridades continúan haciendo la vista gorda, encubriendo y cerrando casos (o ni siquiera abriéndolos) cuando los criminales son de origen judío. Hay cantidad de pruebas, algunas de ellas grabadas en video. Y sin embargo, los delincuentes aún duermen en sus camas, envalentonados por mandato divino y generosamente financiados por organizaciones que reciben apoyo estatal.
En invierno es agradable calentarse y acurrucarse bajo estos dobles estándares, pero hay una pregunta que todo israelí debería estar haciéndose: Tamimi y Alkobi cometieron el mismo delito. El castigo (o la falta de él) debería ser el mismo. Si la elección es entre liberar a Tamimi o encarcelar a Alkobi, ¿cuál elegirías tú? Tamimi debe permanecer bajo custodia mientras duren los procedimientos -es decir, un juicio en un tribunal militar hostil- y se espera que reciba una sentencia de prisión. Alkobi, que no fue procesada por ese delito, y fue juzgada en un tribunal civil por crímenes mucho más graves, permaneció en su casa durante el proceso. Ella estuvo representada por un abogado que no tuvo que esperar en un puesto de control militar para ver a su cliente; y su único castigo fue hacer servicio comunitario.
Los ministros del gabinete del Likud y el Habayit Hayehudi no tienen razón alguna para apresurarse a aprobar una ley que aplique la legislación israelí en los territorios. Aún sin ella, lo único que importa es si naciste judío/a. Todo lo demás es irrelevante.
Fuente original: https://mariaenpalestina.wordpress.com/2018/01/04/lo-que-paso-cuando-una-colona-judia-abofeteo-a-un-soldado-israeli/