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Lo que Sharón no pudo ver

Fuentes: CSCAweb

Desde la muerte política de Ariel Sharón han sucedido varios hechos novedosos en Palestina y una dinámica que permanece. Lo más relevante: el triunfo electoral de Hamas, el triunfo de Kadima en Israel, las medidas de la comunidad internacional contra Hamas, la guerra contra Hezbollah, la confrontación entre palestinos y la «reocupación» de Gaza. El […]

Desde la muerte política de Ariel Sharón han sucedido varios hechos novedosos en Palestina y una dinámica que permanece. Lo más relevante: el triunfo electoral de Hamas, el triunfo de Kadima en Israel, las medidas de la comunidad internacional contra Hamas, la guerra contra Hezbollah, la confrontación entre palestinos y la «reocupación» de Gaza.

El triunfo de Hamas

Lo más importante del triunfo electoral de Hamas (enero de 2006) es la transparencia del proceso electoral, con un 78% de participación, a pesar de las medidas de restricción impuestas por Israel para votar. Este triunfo no niega el debate sobre la construcción de un Estado laico palestino (que no está en la agenda de Hamas), ni el debate sobre terrorismo, para algunos «única causa del conflicto» y tema del cual ya otros han escrito.

La pregunta es: ¿cómo es posible que una mayoría abrumadora vote a un grupo presentado en la prensa como terrorista y calificado como tal por la Unión Europea? ¿por qué Al Fatah pierde? ¿Por qué los palestinos votaron a Hamas a pesar de las amenazas de Israel, Estados Unidos y Europa? Porque Hamas incluye en su agenda lo que los palestinos claman: un Estado social y la lucha contra la ocupación. Y esos puntos son centrales en la agenda palestina y no otros. Porque tales amenazas no asustan a los palestinos acostumbrados a la violencia israelí. Los palestinos escogen a Hamas porque, esencialmente, la ocupación israelí no sería menos si hubieran votado a Fatah. Al Fatah pierde en parte por sus prácticas corruptas, además por la desaparición de Arafat, figura que generaba consenso. Incluso el líder de la nueva guardia de Fatah en prisión, Marwan Barguti, pidió perdón por los errores de Fatah. Quien realmente perdió fue la vieja guardia de Fatah encabezada por el actual presidente Abu Mazen. Los palestinos votaron a Hamas porque no eran Fatah, por tanto es erróneo esperar, por parte de la Unión Europea, que un partido elegido entre otras cosas por no ser Fatah se porte como éste una vez se ha hecho con el gobierno.

Hamas gana por su constante proceso de construcción de bienestar en Palestina y por su postura mantenida frente a la ocupación. No hubo engaño por parte de Hamas a nadie. Esto no quiere decir que todo el que luche contra la ocupación es siempre justo (basta mirar la situación de las mujeres en las poblaciones bajo el control de Hamas) pero sí es justo luchar contra la ocupación. La paz no se afectó con el triunfo de Hamas porque no había ningún proceso en curso, salvo la tregua unilateral del mismo Hamas y la Hoja de Ruta que solo algunos de manera perversa o ingenua mencionan con esperanza.

Pero el triunfo electoral de Hamas trajo consigo una vergonzosa confrontación entre Fatah y Hamas, mostrando los problemas internos de la sociedad palestina para contar con mecanismos de negociación no violentos. Tal confrontación se selló, provisionalmente, con un acuerdo conocido como el «plan de los prisioneros» (27 de junio de 2006). Sharón no hubiera visto el triunfo de Hamas en su real dimensión porque, como muchos israelíes, cree firmemente que la mejor manera de doblegar a los palestinos es la violencia.

Kadima al poder

El triunfo de Kadima en las elecciones israelíes (marzo de 2006) es la última victoria de Sharón, pues más que por el poco carisma de Ehud Olmert, la gente votó a la memoria de quien fuera su líder tanto militar como político, de lo que Olmert no puede presumir. El debate sobre las diferentes opciones políticas en Israel es relevante para los israelíes pero no para los palestinos y, por tanto, quien ganara en tales elecciones poco o nada cambiaría la ocupación que no es una política de gobierno sino de Estado y frente a la cual hay unanimidad entre los políticos israelíes. Por ejemplo, no hay un solo partido israelí que disienta del muro o que haya disentido de la guerra contra Hezbollah. El debate interno que afecta a la población israelí es sobre el incremento de la pobreza y el desmantelamiento del estado social.

El ganador Olmert anunció que iba a definir de manera unilateral las fronteras entre Israel y lo que sería Palestina, acelerando la construcción del muro, ratificando la no renuncia a los territorios hoy ocupados por los ilegales asentamientos, prescindiendo del derecho internacional, proponiendo un retiro parcial de algunos asentamientos no significativos para entonces consolidar el resto, manteniendo un régimen de control en Gaza. La sociedad israelí, en vez de ver el triunfo de Hamas como un rechazo a la ocupación y establecer una mirada crítica, confirmó en las urnas su apoyo a la ocupación.

El bloqueo a Hamas La Unión Europea juega en el mejor de los casos al juego de «dos partes iguales»: definir el conflicto como un enfrentamiento entre dos partes que la verdad no son ni social, económica, política ni militarmente comparables, cuando se trata de un conflicto basado en una ocupación militar con el apoyo de los Estados Unidos, y una población ocupada desde 1967. En el peor de los casos, la Unión Europea considera a Israel como un Estado democrático y amenazado, y a Hamas como un grupo terrorista, ecuación compartida obviamente por Israel y por los Estados Unidos, cuando lo ideal sería solo una solución basada en el derecho internacional.

Hamas ganó, pero una cosa es ganar y otra es gobernar. En su intento por gobernar, no gozó de un tiempo de prueba sino que rápidamente recibió tres condiciones por parte de los integrantes del Cuarteto:

a) la aplicación del derecho internacional, incluyendo incorrectamente en éste a los Acuerdos de Oslo que precisamente no tuvieron en cuenta los derechos de los palestinos;
b) el reconocimiento de Israel, sin que este reconozca a su vez a Palestina, y
c) el cese de la violencia.

El problema es que, ciñéndonos al derecho internacional, la violencia de la resistencia (no así el terrorismo) es legal mientras que la violencia del ocupante, que la Unión Europea no pide que se detenga de la misma manera, es ilegal. Incluso la elección de Hamas puede leerse como un voto de castigo al proceso de Oslo. Es difícil demandar el respeto al derecho internacional cuando no se garantiza la protección debida a los derechos de los civiles palestinos. La Unión Europea y demás donantes suspendieron la ayuda financiera para quebrar el gobierno de Hamas, empresa a la que Israel se sumó desde antes bloqueando la transferencia de impuestos de los palestinos debidos a sus exportaciones y que pertenecen a la Autoridad Palestina. Incluso, Israel retuvo el dinero para las ONG humanitarias. Donantes que antes contribuían con casi el 50% del presupuesto del Ministerio de Salud repentinamente retiraron sus ayudas. La falta de capacidad de pago del nuevo gobierno ha mellado su prestigio y ha generado caos dentro de los trabajadores estatales.

Pero la política de bloqueo no dio sus frutos y la Unión Europea, mediante un mecanismo (Temporary International Mechanism) reabrió la ayuda a los palestinos. La Unión Europea trata así de mantener cierta legitimidad frente a los palestinos y un pie en el conflicto, pero como teme poner el pie de una política exterior clara, entonces prioriza el de la ayuda humanitaria reducida al arroz y desconectada de los derechos humanos. Palestina es el único caso donde la comunidad internacional decide castigar a los ocupados, para beneficio de los ocupantes, por haber realizado un proceso democrático en vez de optar por el terror. La ayuda humanitaria que se necesita en Palestina no es el resultado de un tsunami, sino de una ocupación a la que la comunidad internacional contribuye con un bloqueo económico.

La guerra contra Hezbollah: la mirada palestina

Hace tres años, en Ramallah, un líder palestino me dijo «nuestra única esperanza es Hezbollah». Decenas de resoluciones de las Naciones Unidas que exigen la retirada israelí de los territorios ocupados duermen en los escritorios, pero bastó una sola resolución y dos semanas para garantizar el retiro de las tropas sirias del Líbano. En los últimos meses, Israel detuvo ilegalmente a la dirigencia de Hamas (28 parlamentarios y 8 ministros en junio de 2006), atacó Gaza por aire, tierra y mar, matando una familia entera en las playas de Gaza (9 de junio) ante el silencio del mundo que veía en vivo y en directo tal masacre.

Un legítimo acto de guerra de la resistencia palestina a una base militar israelí, y la detención de un prisionero, generó una respuesta desproporcionada y un castigo colectivo a Gaza. Desde finales de junio hasta hoy, cientos de palestinos han sido asesinados o heridos. En este marco, Hezbollah, cruza la frontera y ataca al ejército israelí, capturando dos prisioneros y exigiendo la liberación de los casi diez mil prisioneros árabes, muchos de ellos sin cargos y sin garantías judiciales. Pero esta es la causa inmediata de la guerra, la causa última es la ocupación de los Altos del Golán: como dice el escritor israelí Gideon Levy «si Israel hubiera devuelto los Altos del Golán y firmado un tratado de paz con Siria oportunamente, esta guerra no hubiera sucedido».

Israel perdió: no recuperó sus soldados, perdió más de 140 en combate, mostró su incapacidad para detener los cohetes de Hezbollah, aceptó la negociación como camino para la liberación de sus soldados, fracasó en su capacidad de brindar adecuada protección y ayuda humanitaria a su propia población y, lo más doloroso para el sionismo, acabó el mito del ejército invencible.

Es innegable el asesinato de civiles en forma indiscriminada, así como el sembrado masivo con «bombas racimo» en zonas urbanas libanesas. Según la ONU, Israel arrojó más de 100.000 bombas de este tipo en las últimas 72 horas de la guerra cuando ya se sabía que habría un acuerdo de paz. En total, se calcula que Israel arrojó en el sur del Líbano 1 millón 300 mil bombas de fragmentación, contrarias al derecho internacional humanitario. Como dijo el jefe de una unidad militar israelí «lo que hicimos fue demente y monstruoso: cubrimos ciudades enteras con bombas racimo».

Más allá de lo dogmáticamente religioso, políticamente desacertado y militarmente irresponsable de las acciones de Hezbollah, lo cierto es que Hezbollah ha sido prácticamente la única organización no palestina que ha peleado por los palestinos. Los palestinos no son una real prioridad ni para las Naciones Unidas, ni para la Unión Europea. Los países árabes tampoco han mostrado un fuerte compromiso por la causa palestina, no más allá del de querer ser los «dueños» de tal causa. Los dirigentes del mundo árabe, no sólo no han confrontado debidamente la ocupación sino que han terminado por aceptar la situación, como es el triste papel de Egipto.

Es cierto que, en el caso del Líbano, las condiciones de vida de los palestinos en los campos de refugiados distan de un trato digno, viviendo graves limitaciones de libertad de movimiento y restricciones en el acceso a un trabajo, pero eso no restó apoyo a Hezbollah. Hezbollah tiene su propia agenda, que no es una organización exclusivamente pro palestina, y que ha cometido actos de terror, pero ninguna de estas consideraciones modifica el hecho de que muchos palestinos perciben en ellos la esperanza.

La confrontación entre palestinos Palestina volvió a ser noticia por los choques armados entre Hamas y Fatah, que se han enfrascado en una confrontación que desvía la atención sobre la terrible ocupación israelí. En un fin de semana de septiembre, hubo una docena de muertos y medio centenar de heridos en la confrontación interna, en la que sin duda habría un ganador: Israel.

La actual crisis en Gaza tiene un origen inmediato indiscutible: las elecciones palestinas de enero. Esa es la principal causa de la situación, más que el muro, la demolición de casas y los asesinatos de palestinos, los escándalos de corrupción, más que la infiltración de los servicios israelíes en los grupos palestinos. La novedad es el uso de los mecanismos democráticos por parte de Hamas. Los demás hechos ya existían sin que hubieran precipitado la situación actual. La unidad palestina no es solo un problema de cómo gobernar sino, aún más importante, cómo enfrentar la ocupación.

La «reocupación» de Gaza

Escribo «reocupación» porque Gaza no ha dejado de estar ocupada. El Plan de Desconexión no significó un retroceso de la política de asentamientos sino su ratificación. Una ocupación termina cuando el poder ocupante no ejerce más control sobre el territorio ocupado. La ocupación en Palestina no es sólo la colonización ilegal de territorios mediante el sistema de asentamientos, por tanto el fin de tal sistema no es el fin de la ocupación, pero el fin de la ocupación necesariamente pasa por el desmantelamiento de tal sistema.

Durante el 2006 Gaza ha estado sometida al control de sus fronteras y a las restricciones a las vidas de los civiles. Israel bombardeó la única planta eléctrica, realizó numerosas incursiones militares, conjugó los asesinatos selectivos y las invasiones militares masivas, destruyó casas, asesinó en los últimos cinco meses más de 300 civiles, atacó puentes y sedes civiles del gobierno palestino, destruyó cultivos e impidió el tránsito de personas y de mercancía y de dinero, de y hacia Gaza.

Un dato ilustra las condiciones: de una lista de 473 medicamentos esenciales, 116 estaban prácticamente agotadas en Cisjordania y 80 en Gaza. La pobreza en Gaza pasó de 39% en 2000 a 79% en abril de 2006. Hoy día, hay 1,3 millones de personas encerradas en una gran prisión llamada Gaza, los donantes se retiran; las ONG humanitarias no pueden trabajar adecuadamente; la Unión Europea y demás donantes no defienden los derechos de los palestinos; Israel mantiene la ocupación y las Naciones Unidas miran para otro lado.

Nuevo escenario

Esas son pues las cosas que Sharón no pudo ver. Amos Oz recordaba el credo de Sharón: «lo que no se puede hacer con la fuerza se puede hacer con más fuerza» y eso es la consigna de sus seguidores. El nuevo escenario no es del todo nuevo: la ocupación se mantiene, la violencia contra los palestinos se mantiene, la doble moral de la comunidad internacional se mantiene. Las diferencias son que ya no está en el escenario político ni Sharón, ni Arafat, Hamas está en el gobierno y Hezbollah rompió el mito del ejército israelí. No es mucho pero tampoco es poco.

Lo que se ve venir es más de lo mismo: el control israelí de los territorios ocupados, los rituales de las conferencias internacionales, más palestinos asesinados, casas demolidas y el avance imparable del muro a pesar de la Corte Internacional de Justicia. Los asentamientos siguen su crecimiento a pesar del derecho internacional, ocupando no sólo más territorio en Cisjordania sino consolidando la anexión de facto de Jerusalén.

Hamas, por su parte, se mantiene en su posición de respuesta ante las agresiones israelíes: «Si Israel no permite a los palestinos vivir en paz, dignidad e integridad nacional, Israel tampoco podrá disfrutar de estos mismos derechos». La dinámica no puede explicarse solo por nombres como Arafat o Sharón. El discurso anti-árabe es profundo en la sociedad israelí: el 68% de judíos rechazarían vivir en el mismo edificio que un árabe y la mitad de los judíos israelíes expresan miedo o incomodidad cuando oyen gente hablando árabe. El fracaso de la democracia, como el del derecho, empuja la situación a tres posibles escenarios:

a) una negociación directa Hamas-Israel, improbable, menos aún después de la herida en el orgullo israelí propinada por Hezbollah,
b) una tercera Intifada, deseada por algunos de Hamas pero difícil dado el cansancio del mismo pueblo palestino,
c) la perpetuación del statu quo.

De estas tres puede surgir una combinación de pasos adelante y atrás que, sin llevar a ningún puerto, finalmente perpetúan la ocupación. Una cuarta opción sería el avance del proyecto de España, Francia e Italia por lanzar un nuevo plan, pero tal anuncio parece más un titular sin contenido que una propuesta innovadora.

La comunidad internacional continúa en la misma lógica de auto-reducirse a un papel de ONG humanitaria antes que a un sujeto de derecho internacional con derecho y deber de exigir el respeto a los derechos humanos de los palestinos. No bastó la desaparición política de Sharón para que se diera el fin de la ocupación.

Han desaparecido Ben Gurion, Moshé Dayan y Golda Meir, sin que la situación palestina haya cambiado, porque el problema no es de las personas en el poder sino de la naturaleza sionista de Israel: un eje político y religioso para el pueblo judío, naturaleza que, por definición, es incompatible con la democracia y con un lugar para el pueblo palestino, dígase lo que se diga. Se sigue confundiendo, pues, la acción política con la ayuda humanitaria, la crisis de aplicación del derecho internacional con la crisis humanitaria, las prioridades de los beneficiarios con las necesidades de los donantes, la neutralidad con la cobardía, la resistencia con el terrorismo, el derecho internacional con los Acuerdos de Oslo, y el antisionismo con el antisemitismo.

PD: Sí, ya sé, el tema del terrorismo, no lo desconozco, sólo que preciso dos cosas que sobrepasan el alcance de este artículo: uno, resistencia es diferente de terrorismo, diferencia que puede y debe hacerse basándose en el derecho internacional aceptado por todas las naciones y, dos, quien no acepte hablar de ocupación en Palestina no tiene derecho de hablar de terrorismo.

* Victor de Currea-Lugo es doctor en Medicina y experto en Derecho Internacional. Autor del libro Palestina, entre la trampa del muro y el fracaso del derecho (Icaria, Barcelona, 2005).

http://www.nodo50.org/csca/agenda06/palestina/currea_18-12-06.html