Traducido del inglés por Sinfo Fernández
Azmi Bishara (Magnus Johansson/MaanImages)
Azmi Bishara es miembro de la Knesset, el parlamento israelí, desde 1996. Nació en Nazaret en 1956. Es fundador y primer presidente del Comité Nacional de Estudiantes Árabes de Instituto, el fundador de la Unión de Estudiantes Árabes en Israel, el fundador de la Asamblea Democrática Nacional y fue el anterior director del departamento de Filosofía en la Universidad de Birzeit.
El estado israelí y el movimiento sionista han iniciado el penúltimo asalto en su larga contienda, que dura ya un siglo, para conseguir expulsar de Palestina a su pueblo indígena, transformándola en un enclave de la supremacía judía: la persecución de Azmi Bishara, uno de los más importantes dirigentes nacionales palestinos y pensadores actuales. Este caso tiene un enorme significado para el movimiento de solidaridad palestino.
Bishara es un ciudadano palestino de Israel, uno entre los más de un millón que viven en el estado judío, que son supervivientes, o descendientes de ellos, de la limpieza étnica sionista que obligó en 1947-48 a huir de su país a gran parte de la población palestina. Bishara, elegido para la Knesset en 1996, es fundador de la Asamblea Democrática Nacional, un partido que pide que Israel se transforme de una etnocracia sectaria en un estado democrático para todos sus ciudadanos.
El pasado domingo [15 de abril], Bishara apareció en Al Yasira, tras semanas de especulaciones en la prensa en las que se afirmaba que se había exiliado y que dimitiría de la Knesset. Él mismo reveló que en realidad estaba siendo objeto de una investigación, a muy alto nivel, de los servicios de seguridad del estado israelí que, en apariencia, planean presentar serias acusaciones contra él relativas a la «seguridad». La censura alrededor de este asunto es tan feroz que, en el «democrático» Israel y hasta hace unos cuantos días, los periódicos israelíes tenían prohibido siquiera mencionar la existencia de esa investigación. Y todavía siguen teniendo prohibido dar información alguna sobre el fundamento de la investigación, y Ha’aretz admitió que, debido a la censura oficial, no se podía ni siquiera volver a imprimir gran parte de lo que Bishara había manifestado ante millones de televidentes.
El mismo Bishara conocía vagamente las acusaciones. Si hubiera conocido todos los detalles y hubiera hablado de ellos, podría haberse puesto en situación de grave peligro. Declaró que todavía está considerando las posibles opciones a seguir, incluida la relativa a cuándo volver a Israel. Aunque cuestionó la importancia de tener que pasar años demostrando su inocencia en cosas que no considera ilegales, como mantener amplios contactos con el mundo árabe del cual siente que forma parte, reflexionando agudamente sobre las opciones que tiene últimamente frente a sí: la prisión, el exilio o el martirio. Estas son, efectivamente, las únicas opciones que Israel siempre ha colocado frente a los palestinos que se niegan a someterse al control racista del sionismo.
Lo que sí tenía ya claro era que estaba siendo objeto de una campaña para destruirle a él y a su movimiento político que estaba siendo coordinada a los niveles más altos del estado israelí. No tiene ninguna duda de esto, de lo que hay, además, numerosos y anteriores precedentes. En 2001, el fiscal general de Israel Elyakim Rubinstein acusó a Bishara de «estar poniendo en peligro al estado» por los comentarios que hizo durante una visita a Siria, y la Knesset votó, por primera vez en su historia, para que se levantara la inmunidad a uno de sus miembros y Bishara pudiera ser procesado. En 2003, el Comité Central para las Elecciones en Israel intentó descalificar a Bishara y a su partido para que no pudieran participar en las elecciones nacionales, sobre la base de que su partido no se había adherido al dogma de que Israel debe seguir siendo un «estado judío». Bajo las leyes israelíes, se exige que todos los partidos abracen el dogma de que Israel debe siempre garantizar los mejores y especiales derecho a los judíos, lo que implica que los partidos realmente democráticos están siempre flirteando con la ilegalidad. Esa decisión fue eventualmente echada abajo por los tribunales (Aunque debe señalarse que la prohibición fue apoyada por el anterior fiscal general Rubinstein, que es ahora ¡juez del Tribunal Supremo!). Esa persecución contra los palestinos que viven en Israel ha sido la norma desde que se fundó este estado. Hasta 1966, vivieron bajo «gobierno militar», una forma de ocupación militar interna similar a la experimentada en la actualidad por los palestinos en Cisjordania y Gaza. Las leyes, prácticas y políticas que continúan negando sus derechos humanos fundamentales han sido muy bien descritas por Jonathan Cook en su reciente libro «Blood and Religión: Unmasking the Jewish and Democratic State». En años recientes, las encuestas efectuadas a la opinión pública muestran que una mayoría de judíos israelíes apoyan rotundamente los esfuerzos de su gobierno para echar a los ciudadanos palestinos del país. (En semanas recientes, el antiguo primer ministro israelí y actual dirigente del Likud, Benjamín Netanyahu, declaró que lo que mejor que podía pasar es que Bishara no volviera jamás).
Bishara considera esta última táctica de Israel como un síntoma del cambio en las «reglas del juego». Si él, un diputado elegido, una figura pública famosa, no puede enfrentarse a tales tácticas, ¿a qué se va a tener que enfrentar el resto de la comunidad palestina? En efecto, la reciente publicación por los dirigentes palestinos en Israel de un informe en el que pedían reformas suaves en el estado israelí provocó que la policía secreta de Israel, el Shin Bet (que interviene en las torturas y escuadrones de la muerte en los territorios ocupados) advirtiera de que «pondría fin a las actividades de cualquier grupo que tratara de cambiar el carácter judío o democrático de Israel, aunque se sirviera para ello de medios democráticos» («Dirigentes árabes impulsan una campaña de relaciones públicas contra el Shin Bet», Ha’aretz, 6 de abril de 2007). (Hay precedentes de tales maniobras no sólo contra los palestinos, sino incluso contra los judíos Mizrahi de Israel, cuyos intentos de organizarse contra la discriminación Ashkenazi fueron echados por tierra por el Shin Bet. Véase el libro de Joseph Massad «The Persistence of the Palestinian Question».)
Los activistas de la solidaridad palestina deben comprender y actuar ante la señal que Israel está enviando con la persecución de Bishara. Durante años, el principal movimiento político palestino y sus aliados han enterrado sus cabezas en el eslogan: «poner fin a la ocupación». Aunque se trata fundamentalmente de eso, esta visión no es lo suficientemente amplia. Debemos reconocer que la guerra de Israel contra los palestinos no discrimina entre palestinos, perdonando a unos y condenando a otros. Pero sí adopta formas diferentes, dependiendo de dónde vivan los palestinos. Los que están en Jerusalén Este, en Cisjordania y en la Franja de Gaza soportan una forma extrema de tiranía militar llamada ahora a menudo «apartheid», aunque parece ser cada vez más algo incluso peor. Los palestinos que viven dentro de las fronteras de 1948 de Israel viven bajo un sistema de leyes, políticas y prácticas que les excluye políticamente y les oprime económica y socialmente. Y millones de palestinos que están fuera del país son perseguidos por leyes racistas que les prohíben el retorno por la única razón de que no son judíos.
En la práctica, esto significa que el movimiento de solidaridad con Palestina necesita crear un nuevo mensaje que rompa con la falsa fantasía de una separación hermética en dos estados nacionalistas. Significa que tenemos que centrarnos en combatir el racismo y colonialismo israelí contra quienes viven bajo la ocupación en cualquiera de sus formas, contra los que están dentro del estado israelí y contra los que viven fuera en el exilio. Necesitamos educarnos a nosotros mismos sobre lo que está sucediendo por toda Palestina, no sólo en Cisjordania y la Franja de Gaza. Necesitamos levantarnos y actuar solidariamente con Azmi Bishara y con todos los palestinos que están dentro de las fronteras de 1948 y que han estado tanto tiempo marginados y abandonados por los principales políticos palestinos. Es especialmente urgente apoyar el llamamiento de la sociedad civil palestina al boicot económico a Israel y a las sanciones (véase http:www.pacbi.org/). En la práctica, necesitamos empezar a construir una visión de la vida tras el apartheid israelí, una vida incluyente en la que israelíes y palestinos puedan vivir en igualdad compartiendo todo el país. Si el Sinn Fein de Gerry Adams y el duro líder unionista de Irlanda del Norte, Ian Paisley, han podido sentarse juntos para formar gobierno, y si Nelson Mandela y el Partido Nacional del apartheid pudieron hacer lo mismo, nada está fuera del alcance de las posibilidades en Palestina, si así lo imaginamos y trabajamos por ello.
Azmi Bishara es el único dirigente palestino de estatura internacional que expresa una visión y una estrategia que es fundamental para todos los palestinos y que puede desafiar con efectividad al sionismo. Por eso teme por su vida, seguridad y futuro, mientras el colaboracionista «presidente» Mahmud Abbas en Ramala recibe armas y dinero de EEUU y té y pasteles de Ehud Olmert.
Ali Abunimah es co-fundador de The Electronic Intifada y autor de «One Country: A Bold Proposal to End the Israeli-Palestinian Impasse» (Metropolitan Books, 2206)
Enlace texto original en inglés:
http://electronicintifada.net/v2/article6798.shtml
Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate.