Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
El año pasado escribí un artículo para Syria Comment enumerando los acontecimientos más importantes de 2014 y qué es lo que cabía esperar de 2015. Aquí tengo otro, realmente muy largo. He ido recopilándolo durante semanas pero acabo de terminarlo ahora, pocos días después de que acabara el año [3.01.2016].
En consonancia con la buzzfeedificación de la narrativa política internacional, he decidido hacer una lista de los diez acontecimientos más importantes y proporcionar algunas fuentes de utilidad, demasiada opinión especulativa hay ya. Voy a clasificarlos de abajo a arriba, empezando con el número diez y ofreciéndoles toda la información que pueda sobre ellos. ¡Que lo disfruten!
10. La muerte de Zahran Alloush
En octubre de 2013, el estimado editor de Syria Comment, el profesor Joshua Landis, recopiló una lista de los cinco líderes insurgentes más importantes de Siria, excluyendo a al-Qaida, el Estado Islámico y las Unidades de Protección Popular (YPG) kurdas. Contenía los nombres siguientes:
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Hassane Abboud (Ahrar al-Sham)
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Zahran Alloush (Ejército del Islam)
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Ahmed Eissa al-Sheikh (Suqur al-Sham)
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Abdelqader Saleh (Brigada Tawhid)
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Bashar al-Zoubi (Brigada Yarmouk)
De los cinco, dos siguen vivos aunque rebajados a un segundo nivel en sus facciones. En marzo de 2015, Ahmed Eissa al-Sheik fusionó su grupo con Ahrar al-Sham, asumiendo labores menos prestigiosas en la nueva formación. En octubre, el peso pesado del Ejército Libre Sirio (ELS) Bashar al-Zoubi fue reasignado para dirigir la oficina política del Ejército de Yarmouk, como se denomina ahora, siendo Abu Kinan al-Sharif el encargado de sustituirle como comandante. Los otros tres están muertos. Abdelqader Saleh fue alcanzado por un misil en Alepo en noviembre de 2013. Poco después, su poderosa Brigada Tawhid empezó a desmoronarse. La mayor parte de sus subunidades están ahora dispersas en dos formaciones rivales, aunque aliadas, llamadas el Frente del Levante y el Primer Cuerpo, ambas activas en Alepo. Hassane Abboud fue asesinado junto con otro de los líderes de Ahrar al-Sham en un atentado, o lo que quiera que fuese, que se produjo en septiembre de 2014. Y el día de Navidad de 2015, Zahran Alloush sufrió el mismo destino. Un misil impactó sobre un edificio en la parte oriental de Ghuta, donde se encontraba reunido con otros líderes rebeldes locales.
Desde que Zahran Alloush murió hace una semana, no sabemos bien cómo este hecho puede afectar finalmente al conflicto. Pero era, sin discusión, uno de los comandantes rebeldes más reconocidos en Siria, el mejor posicionado para dominar Damasco si Asad perdía el poder, uno de los muy raros aglutinadores eficaces (porque era implacable) dentro de la oposición siria, un aliado leal del gobierno saudí y el más poderoso líder islámico dispuesto a involucrarse en las conversaciones de paz patrocinadas por la ONU. Esas cinco cualidades parecían auspiciarle un papel importante en el futuro de Siria. Pero ahora está muerto. Y como su grupo parecía haberse ido fortaleciendo siempre alrededor de su persona, muchos temen/confían que ahora empiece a pasarles como a la Brigada Tawhid en Alepo. Veremos. Si los rebeldes empiezan a perder posiciones al este de Damasco, eso supondrá un alivio enorme para Asad.
9. El fracaso de la ofensiva Tormenta del Sur
El verano pasado, la amplia coalición de unidades rebeldes conocida como Frente Sur del Ejército Libre Sirio se dispuso a capitalizar un año de progresos lentos pero constantes en el que habían conseguido arrancarle a Asad el control de Sheij Miskin y otras ciudades. Cercaron la capital de la provincia, Daraa, para lanzar una ofensiva final denominada Tormenta del Sur. La ciudad parecía realmente a punto de caer. Tras Idlib, Yish al-Shughur, Ariha, Palmira y Sujna, se intentaba que la caída de Daraa fuera el tiro de gracia para Asad y una demostración de fuerza para las facciones del ELS que contaban con la aprobación de Occidente en el sur, desviando apoyos de sus rivales islámicos.
Las historias difieren sobre lo que pasó después, pero la campaña de la Tormenta del Sur resultó un fiasco. Las líneas del frente del régimen apenas se movieron, los Allahu Akbars fueron apagándose en un murmullo confuso y los comandantes fueron llamados de nuevo a Jordania. Medio año después, con el apoyo aéreo ruso, Asad ha empezado una ofensiva para volver a tomar Sheij Miskin esperando finalmente que el bastión rebelde sobre Daraa se debilite, aunque en el momento de escribir estas líneas es aún un esfuerzo en curso.
¿Qué sucedió? En realidad, no lo sé. Probablemente muchas cosas. Parece que la operación estuvo mal coordinada, que los rebeldes siguieron un plan con el que sus financieros-gerentes extranjeros del Centro de Operaciones Militares en Jordania no estaban conformes. Han circulado historias acerca de algunas naciones cortando apoyos, de rebeldes desertando hacia Asad o dirigiéndose a Europa, de armas vendidas a los yihadistas y de grupos escindiéndose por oscuras intrigas internas. Algunas de estas historias pueden ser falsas, pero el fracaso fue una realidad y desde entonces los rebeldes no han logrado nuevos avances.
Desde luego, podría parecer extraño decir que los rebeldes no tomaran una ciudad en lo que constituyó el noveno acontecimiento más significativo en Siria en 2015. No es ni siquiera una historia de Perro Muerde a Hombre, es una historia de Perro No Muerde a Hombre. Pero el asunto de Daraa parece haber dañado gravemente las esperanzas occidentales y árabes respecto al Frente Sur del ELS, que hasta entonces se había representado como un modelo para el resto de la insurgencia siria. A menos que los rebeldes sureños consigan reorganizarse, unificarse y volver a la ofensiva, creo que los acontecimientos del verano de 2015 podrían acabar viéndose como un punto de inflexión en la guerra en el sur.
8. La Operación Atolladero Decisivo
De acuerdo con la tradición local, los príncipes de Arabia Saudí pueden casarse con cuatro crisis regionales a la vez. A principios de 2015, cuando estaban de morros por Siria, emocionalmente agotados por Egipto, aturdidos por la infiel Libia y desesperados por la arpía en Bagdad, el Yemen entró de repente en sus vidas: un inmenso, incoherente y asfixiante caos de escindidas facciones armadas, instituciones colapsadas, pobreza a la africana, terrorismo yihadista de todo tipo y condición y agresivas interferencias por parte de gobiernos extranjeros rivales.
Algo así como un caso de amor a primera vista.
Desde entonces, la intervención militar liderada por los saudíes en el Yemen de marzo de 2015 ha resultado exactamente ser el vergonzoso despelote autodestructivo que todo el mundo que no sea miembro de la familia real saudí había pronosticado.
Abreviando, los saudíes siguen aún en el Yemen sin divisar victoria alguna por el horizonte y sin ninguna salida viable para poder salvar la cara. Esto significa que tienen mucho menos tiempo y recursos que dedicar a Siria que hace un año. Se han quedado más expuestos al acoso iraní y más dependientes de sus aliados regionales y occidentales, entre los cuales hay varios que no comparten sus puntos de vista sobre cómo lidiar con Bashar al-Asad. En lugar de aprovechar su intervención en el Yemen contra Irán y Asad en Siria, los saudíes parecen haber estado trabajando en su propia contra.
Gracias al exceso de confianza e incompetencia de la familia real saudí, los rebeldes sirios pueden convertirse en los grandes perdedores de la guerra yemení.
7. La fatiga de Europa respecto a Siria frente a la viabilidad de Asad
Las cifras ingentes de refugiados procedentes de Siria y otros países que llegaron a la UE en 2015 tuvieron muchas causas, pero uno de sus efectos fue reorganizar la lista de prioridades de Europa en Oriente Medio. Los tres principales objetivos son ahora los siguientes: estabilidad, estabilidad y estabilidad. El cuarto es el antiterrorismo, el quinto el crecimiento económico y después hay unos cuantos más en esa dirección. Promover la democracia está también en la lista para «cuando las ranas críen pelo».
En 2015, hemos visto también un goteo lento pero persistente de sustos terroríficos y masacres ocasionales, incluyendo las dos grandes de París de enero y noviembre. Por supuesto que esto no es culpa de los refugiados, pero muchos europeos vinculan de algún modo esos ataques con Siria, incluyendo a algunos de los atacantes, como el capullo que empezó a apuñalar gente al azar en el metro de Londres el pasado diciembre.
Estas cosas movilizan los impulsos más oscuros de Occidente. El rechazo a la inmigración, el doloroso cambio social y los pinchazos terroristas pueden ser irracionales -en realidad la mayoría lo son- pero tienen un peso real y hacen ganar votos. Los especialistas en política podrían recomendar una mezcla de paciencia estratégica, reformas prudentes y retórica matizada, pero los populistas de la derecha europea se desayunan a base de especialistas en política.
Los movimientos islamófobos de extrema derecha estaban creciendo ya por toda Europa, por razones en gran medida relacionadas con las propias enfermedades internas del continente, pero la crisis de refugiados y los ataques terroristas han resultado ser una bendición para ellos. Algunos de estos grupos no se contentan únicamente con odiar y temer a los rebeldes sirios por su islamismo sino que también adoptan posiciones pro-Asad. Además, los extremistas europeos, tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, sienten cada vez más simpatías hacia la Rusia de Putin; algunos incluso están financiados por el Kremlin. Estos partidos ya no son actores secundarios. Van a estar pronto en el gobierno o lo suficientemente cerca como para poder moldear la política. Añadan a eso el autoritario conservadurismo nacionalista de vieja escuela que ha empezado a reaparecer en Europa del Este, incluyendo a Hungría, Polonia y otros lugares, y al hecho de que países como la República Checa y Hungría son ya los mejores defensores del Baaz en la Unión Europea, y así se encontrarán ustedes con el núcleo de un electorado que va formándose lentamente a favor de Asad.
Desde luego que hay muchos políticos europeos que están también volviendo a evaluar sus puntos de vista sobre Siria por razones perfectamente no racistas y no paranoicas. Es probable que la más común sea la pérdida de fe en la oposición siria, no sólo como alternativa a Asad, sino incluso como herramienta para presionarle y diseñar una solución. Hay otros que nunca mostraron interés por una política que derrocara a Asad aunque piensen que es un criminal.
La cuestión es que todas estas cosas se refuerzan ahora entre sí y parecen justificar al régimen sirio. En 2011, Bashar al-Asad hizo una apuesta pensando que 1) Occidente retrocedería un día de su historia de amor con las revoluciones del Oriente Medio y volvería a la comodidad familiar del autoritarismo laico, y 2) que su propio régimen estaría aún en pie cuando eso sucediera.
Está sucediendo ya, pero si el régimen de Asad está aún o no en pie como tal régimen es una cuestión de definición. El presidente sirio ha demostrado hasta ahora poca capacidad para explotar grietas políticas como esas. Para un creciente número de políticos europeos parece ser el mal menor, pero también un mal espectacularmente incompetente. Su régimen les parece demasiado roto, demasiado pobre, demasiado polarizado, demasiado sectario, demasiado inflexible y demasiado poco fiable para trabajar con él, más bien una especie de fuerza gastada que la opción menos mala. La diplomacia de Asad puede ser mucho más elegante pero últimamente no es más constructiva que la de Moamar al-Gadafi, quien, como podrán recordar, siguió rechazando cualquier compromiso e incluso rehuyó hacer concesiones puramente tácticas hasta que fue finalmente golpeado hasta la muerte por unos islamistas chillones en un país ahora tan destrozado que quizá no pueda nunca recuperarse.
Luego tenemos la cuestión de la propia viabilidad de Asad a largo plazo. Incluso en la Siria anterior a 2011, nadie podía estar muy seguro de si el régimen baazista seguiría en una sola pieza sin Asad al timón. En un conflicto como este debe haber docenas de asesinos intentando arrastrarse hasta el palacio presidencial en cualquier momento dado y, por todo lo que sabemos, uno de ellos podría tener suerte en 2016, 2017 o mañana mismo. ¿Y qué hay de su salud? El presidente sirio cumplió 50 años el pasado septiembre. Eso no es nada para un jefe de Estado árabe y en las entrevistas parece estar perfectamente. Pero si los servicios de inteligencia occidentales han sido diligentes, sabrán que su padre Hafez sufrió un desastroso derrame cerebral o ataque al corazón a la edad de 53 que casi le dejó fuera del poder. ¿Quién sabe? Quizá sea algo que venga de familia…
Sin embargo, en este punto, un creciente número de políticos europeos están tan hartos de Siria y sus problemas que apostarían para que Asad sea el feliz y saludable autócrata que parece ser. Se sentirían silenciosamente aliviados de ver que el gobernante sirio resurge fortalecido para aplastar la amenaza yihadista y detener el flujo de refugiados con el método que sea, siempre y cuando no tengan que estrechar sus manos ensangrentadas en público, y a condición de que entregue un Estado residual semifuncional con el que ellos puedan trabajar en un algún momento no especificado del futuro.
Obviamente, Asad no va a convertirse en el mejor amigo de la UE a corto plazo, pero podría ser suficiente para él que empezaran a aparecer importantes grietas en la política de Occidente hacia Siria. Si así sucediera, se estaría abriendo una ventana de oportunidad que no existía para él hace un año. Si el presidente sirio lograr romper algunos malos hábitos, prueba suerte con la política real en vez de acudir a eslóganes baasistas y elabora un plan de estabilización un poco más sofisticado que el de asesinar a todos los que le replican, entonces 2016 podría ser el año en que empiece a romper el aislamiento internacional. Si no es así, probablemente se quede en el congelador al menos otro año, y ya que su régimen es cada vez más débil, más desagradable y menos estatal cada día, no hay ninguna certidumbre de que tenga otra oportunidad.
Este es un potencial punto de inflexión que merece la pena considerar, pero no se emocionen demasiado. Teniendo en cuenta cómo se ha conducido el régimen de Asad durante los últimos cincuenta años, las probabilidades de una política transformadora y una diplomacia persuasiva del hombre fuerte de Siria van para largo.
6. La reunión de Viena, el ISSG y Ginebra III
Aunque no fue lo más importante, la creación del Grupo Internacional de Apoyo a Siria (ISSG, por sus siglas en inglés, no confundir con el ISIS o el ISIL) fue sin duda la noticia más claramente positiva del año.
Un club de debate de naciones interesadas y organismos internacionales no es suficiente para poner fin a la guerra siria, pero significa que los términos del debate se han reajustado para mejor. Reconocer la dimensión internacional del conflicto y comprometerse de forma constructiva con el hecho de que esta guerra es ahora en parte una guerra por poderes es algo que había que haber hecho hace mucho tiempo. Según está organizado en estos momentos, el ISSG podría ser demasiado amplio y difícil de manejar para un funcionamiento correcto, ya que los principales actores (EEUU, Rusia, Irán, Arabia Saudí, etc.) parecen tener que celebrar siempre reuniones preparatorias antes de acomodarse al formato del ISSG. Pero si eso es lo que se necesita para conseguir que los gritones y hoscos adolescentes que gobiernan Teherán, Ankara y Riad se sienten y hablen como adultos, bienvenidas sean.
Que la creación del ISSG haya convertido a Irán por vez primera en una parte formal de las conversaciones sobre Siria es una buena cosa, sea lo que sea lo que los rebeldes sirios y sus tesoreros saudíes puedan pensar de él. Irán es un actor clave tanto sobre el terreno como en la lucha diplomática respecto a Siria; eso no es algo que puedas cambiar pretendiendo otra cosa aunque muchos lo hayan intentado. Desde luego, ahora estamos todos esperando que Irán llegue a la misma conclusión sobre los rebeldes sirios en vez de insistir infantilmente en que hay que permitir que Asad negocie con la oposición que pretende seleccionar.
Después de sus reuniones en Viena y Nueva York, el ISSG ha empoderado al enviado de la ONU, Staffan de Mistura, para que convoque una nueva ronda de conversaciones sirios-sirios, fijada actualmente para el 25 de enero en Ginebra. Como muchos han señalado ya, no es probable que estas conversaciones resuelvan los problemas sirios. El objetivo apoyado por el ISSG de una transición mediante elecciones libres y justas en 2017 resulta casi una caricatura poco realista.
Así pues, ¿qué se puede hacer? Muchos expertos han reaccionado ante la declaración de Viena y el proceso de paz de Ginebra tan sólo ridiculizándolos y después se han puesto a reafirmar sus preferencias respecto al resultado. Eso no ayuda mucho. Es probable que las conversaciones no consigan alcanzar sus muy ambiciosos objetivos, pero vamos a trabajar desde ese supuesto en vez de burlarnos de ellos.
Los actores involucrados en la guerra de Siria deben planificar más para si se fracasa de lo que planifican para el éxito. Deberían estar preparando ya una situación posterior a Ginebra en la que tendrán que salvar, garantizar y construir a partir de cualquier ápice de progreso conseguido en las conversaciones.
Alcanzar un alto el fuego en junio parece increíblemente difícil, pero, con un poco de suerte, podría conseguirse una disminución de la violencia. Si los negociadores sirios son serios, podría también llegarse a un acuerdo significativo sobre algunas cuestiones más limitadas y menos controvertidas.
Podrían también acordar seguir negociando. Ya que ahora hay muchos que se decantan a favor de algún tipo de solución política y que las negociaciones infructuosas podrían llevar a una escalada militar, sería útil evitar un parón total y el sabor del fracaso. Un proceso de Ginebra vacilante podría dilatarse en muchas sesiones y aplazarse, devolviendo a los negociadores de ambas partes para que hagan sus deberes en casa durante un par de meses en vez de darlo todo por terminado. Transformar el proceso de Ginebra en una plataforma semipermanente de negociaciones a partir del modelo habla-mientras-combates transferiría la atención de algunos de los combatientes hacia una vía política. Eso sería algo positivo, tanto para la esperanza de lograr un avance más adelante como para la gestión del día a día de la crisis.
Más que nada, los actores internacionales deberían asegurarse de salvaguardar el marco ISSG o alguna versión del mismo frente a una actuación decepcionante en Ginebra. Incluso si la guerra sigue y se intensifica, será de utilidad que haya algún tipo de grupo internacional de contacto para facilitar la comunicación y resolver cuestiones laterales, y sigue siendo un ingrediente necesario en cualquier acuerdo futuro de desescalada.
5. El Donald
La política de EEUU es parte esencial de la política de Siria, aunque no así al contrario.
Precisamente ahora parece muy posible que Donald Trump consiga la nominación republicana a la presidencia o bien actúe como independiente y divida el voto republicano por puro despecho. Si así fuera, es muy probable que Hillary Clinton salga elegida presidenta de los EEUU, lo que le daría la última palabra en la política de la superpotencia hacia Siria a partir de enero de 2017 hasta 2020 o incluso 2024.
Desde luego, nunca se sabe: algún escándalo extraordinario podría dejarla fuera de la carrera o quizá Trump se escabulla o se le fiche de nuevo tras perder las primarias. Ya veremos. Pero, en estos momentos, Clinton parece la apuesta de la persona inteligente.
Por lo que sabemos de su actuación como secretaria de estado del presidente Obama durante los tres primeros años de la guerra siria, una presidencia Clinton quizá implique una actitud más de línea dura hacia Asad. Por ejemplo, sigue haciendo declaraciones a favor de una zona de exclusión aérea que deje en tierra a la fuerza aérea siria. Si eso es factible es ya otra cuestión, porque con los aviones rusos y los sistemas de defensa aérea por todas partes, las duras palabras de la campaña electoral no se traducen necesariamente en la política de la Casa Blanca. Pero una actitud estadounidense más intervencionista en Siria podría marcar definitivamente una diferencia en la guerra, para bien o para mal o para ambas cosas.
La alta probabilidad de una presidencia Clinton significa también que podemos excluir provisionalmente el tipo de ruptura radical en la política siria estadounidense que podría seguir a una restauración republicana. Algunos de los candidatos republicanos son más agresivamente anti-Asad que Clinton y no tienen interés en preservar parte alguna del legado de Obama. Otros son exactamente la antítesis: más o menos pro-Asad y marcadamente opuestos a los rebeldes, ya sea para complacer el voto antimusulmán o por un principio antiintervencionista. Pero teniendo ahí a Donald Trump, parece que esos puntos de vista van a quedar ahora «schlonged» en una oposición permanente.
4. El acuerdo con Irán
Los efectos del acuerdo nuclear iraní, alcanzado entre abril y junio de 2015, van haciéndose evidentes de forma muy gradual. Pero a menos que los esfuerzos combinados de los halcones de EEUU, Irán, Israel y Arabia Saudí se carguen de algún modo el acuerdo, podría llegar a remodelar la región.
Como consecuencia del acuerdo y del deshielo estadounidense-iraní, el aislamiento de Teherán está llegando a su fin. Después de cuatro años excluidos de la diplomacia sobre Siria, pero no de Siria, Irán ha sido invitado al proceso de negociaciones liderado por la ONU a través del ISSG. EEUU está también empezando a aceptar a Teherán como potencia regional con la que comprometerse de forma fría pero constructiva, aunque este es un terreno poco hollado aún por todos los implicados.
Mientras tanto, las empresas europeas están acudiendo en manada a Teherán para conseguir una tajada del pastel del fin de las sanciones. Los gobiernos europeos, que esperan conseguir contratos en el sector de la construcción por valor de miles de millones de dólares y corren como locos para ganarle la partida a sus competidores rusos, chinos, estadounidenses y árabes, empezarán pronto a prestar mucha atención a lo que los diplomáticos iraníes tengan que decir. Así pues, más poder blando para los ayatolás.
Aunque a menudo se considera a Rusia, de forma algo inexplicable, como un actor de tercer nivel en las conversaciones con Irán, ese país está también prestando la mayor atención a este proceso. Una vez conseguido el acuerdo nuclear, Putin empezó rápidamente a transformar una relación complicada aunque amistosa en un pacto emergente, al ver en la combinación de petróleo, gas y potencia militar de Irán, con pobres vínculos con Occidente, un aliado regional perfecto para Rusia. Los medios estatales rusos acaban de anunciar que Moscú iniciará el próximo mes el envío de su poderoso sistema de defensa aérea S-300.
Desde luego que esta es una gran noticia para Bashar al-Asad, aunque no está aún claro si su régimen puede mantenerse el tiempo suficiente como para capitalizar bien la creciente influencia de Irán.
3. La descomposición estructural en curso del gobierno sirio
Asad vivió algo sobresaltado durante la primavera y verano de 2015. Después de una curva ascendente en 2014, el ejército sirio empezó a parecer exhausto a finales de año y su ofensiva en Alepo se fue apagando tras el último hurra en la primavera de 2015. Con el apoyo creciente a los rebeldes, la base del régimen de Asad empezó a vaciarse.
Y lo que es más obvio, Asad perdió mucho territorio en la primera mitad de 2015. En marzo, una coalición de rebeldes islámicos capturó la ciudad de Idlib en el norte y Bosra en el sur. En abril, cayó Yish al-Shugur, seguida por el cruce fronterizo con Jordania de Nasib. En mayo, le tocó a Ariha, en Idlib, con otros grupos rebeldes presionando en los Llanos de Ghab. Más hacia el este, el Estado Islámico tomó Sojna y Palmira. Los rebeldes del sur se hicieron con una base militar conocida como la Brigada 52 en el Huran en junio y empezaron a preparar su asalto (fracasado finalmente) sobre Daraa, la capital de la provincia. Ese mismo mes, las fuerzas de Asad en Hasakeh fueron vapuleadas por el Estado Islámico. Sobrevivieron sólo gracias a una complicada alianza con los kurdos, que les hizo pasar a depender cada vez más de ellos. En julio, Asad se vio en apuros y dio un discurso declarando que el ejército se centraría en el mantenimiento de las zonas más estratégicas de Siria, aunque no pararía de luchar por la victoria total.
Las ofensivas rebeldes y del Estado Islámico se han reducido bastante desde entonces gracias a los reforzados niveles de apoyo ruso e iraní y no llegaron lo suficientemente lejos como para perjudicar al régimen. Sin embargo, en el momento de escribir este artículo, el régimen de Asad sigue siendo incapaz de recuperar ninguna de las ciudades que perdió en la primera mitad de 2015. El frente norte de Hama, en particular, continúa causando a su gobierno grandes dolores de cabeza.
Aunque no pueda verse en un mapa, Asad ha perdido también fuerza en otros sectores en 2015. Su principal fuente de poder -aparte del ejército- fue siempre el hecho de que controlaba el Estado, y junto con él un número de instituciones de las que cada familia dependía, incluyendo los tribunales, la policía, los servicios públicos, las empresas y los bancos bajo control estatal y un sistema de subsidios para alimentos y combustibles. Aunque eso no implica que los sujetos del régimen amen a su presidente, ha permitido que Asad coopte, controle y movilice a millones de sirios de una forma que los insurgentes no pueden. Tener la propiedad del gobierno también le permite a Asad extender la promesa de un continuado control central, reducción institucional de los precios en las provincias y una reconstrucción coordinada, i.e., algún tipo de plan para después de la guerra.
En cambio, puede que sus oponentes sean hábiles a la hora de echar abajo las instituciones existentes, pero hasta ahora han demostrado ser incapaces de construir otras nuevas que se extiendan más allá de unos pocos pueblos. Esta debilidad es la causa primordial de la fortaleza de Asad.
El Estado Islámico y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) son excepciones parciales a la norma, claramente capaces de organizar una gobernanza rudimentaria después de destruir, expulsar o someter a las elites locales vinculadas con el régimen. Pero, por diversas razones, no son alternativas creíbles frente al Estado central existente. En cuanto a la situación en las restantes regiones rebeldes suníes, es muy débil. Después de casi cinco años, hay un puñado de milicias con presencia en varias provincias, alrededor de tres redes regionales de tribunales de la Sharia (la Comisión de la Sharia de Ahrar al-Sham, la Dar al-Qada del Frente Nusra en el norte y la más extendida con sede en Dar al-Adl en el sur), un montón de pequeños consejos locales vinculados con la oposición en el exilio y una red de servicios de ayuda humanitaria de financiación extranjera que opera en Turquía y Jordania, pero no mucho más.
Cuando Idlib cayó en manos de la insurgencia a principios de 2015, fue sólo la segunda capital de provincia en escaparse de las manos de Asad, después de Raqqa. Estaba destinada a convertirse en un ejemplo de lo que podría significar el gobierno rebelde. ¿Y qué sucedió? La ciudad se hallaba en desventaja a causa de la guerra, de los bombardeos de represalia de Asad, etc. Parecía que un buen número de funcionarios públicos había permanecido allí, continuando en sus puestos de trabajo, pero los salarios y el suministro eléctrico se acabaron. Eso significó que servicios como las bombas de agua y los colegios dejaron de funcionar. Las facciones rebeldes hicieron lo que pudieron para organizar la vida civil, por ejemplo, formar un consejo conjunto que ha administrado la ciudad mediante una combinación de reglamentos municipales heredados y la ley de la Sharia. A pesar del importante papel de al-Qaida en la coalición de Yaish al-Fath que gobierna ahora Idlib, los gobiernos extranjeros han intervenido donando suministros alimentarios y médicos para evitar un desastre humanitario. Sin embargo, incluso bajo una coalición comparativamente bien organizada, de base amplia y localmente arraigada como Yaish al-Fath, no parece que se hayan conseguido establecer los fundamentos de un nuevo orden político. Después de ocho meses de inseguridad, delitos y hombres armados pululando por la ciudad, los nuevos gobernantes tienen aún que organizar una fuerza policial solvente. Diga lo que diga la oposición, esos fallos no son únicamente la consecuencia de las bombas de barril de Asad.
La manifiesta incapacidad de los rebeldes para gobernar, junto con los despiadados ataques aéreos sobre el territorio no controlado por el régimen, es lo que hace que Asad sea capaz de obligar a la mayor parte de la población a vivir bajo su dominio; y el temor a un colapso estatal irreversible ha hecho que los Estados extranjeros escamoteen la ayuda a los rebeldes en momentos críticos. Sin embargo, esta ventaja clave del régimen de Asad está también desapareciendo lentamente, junto con el Estado mismo. Enumerar todos los problemas resultantes es una tarea ardua.
Por un lado, el déficit de soldados del ejército sirio se está convirtiendo en un problema importante. Asad ha movilizado a su aparato de seguridad para perseguir a los desertores mediante visitas a domicilio y controles de vuelos para reponer las menguadas filas. El efecto principal parece haber sido el de enviar un flujo creciente de jóvenes de 17 y 18 años a través de las fronteras, a menudo acompañados de sus familias. No importa que puedan preferir o no al gobierno frente a los rebeldes. En una Siria en paz habrían acudido refunfuñando a cumplir un servicio militar de año y medio. Pero según están las cosas, son perfectamente conscientes de que el servicio militar no tiene límite: cumplirlo es igual a morir. Y resulta que la mayoría de los sirios no tiene la menor intención de dar sus vidas al servicio de Bashar al-Asad y los planes de deserción se han generalizado ahora. Las tensiones han llegado a ser tan grandes que en la región de Sweida, de mayoría drusa, el gobierno decidió en 2015 dejar de hacer el reclutamiento habitual para el Ejército Árabe Sirio ante el temor de provocar una rebelión local. Los hombres drusos pueden en cambio presentarse para las unidades de defensa locales, en el entendimiento de que no les van a enviar a morir a las lejanas Hasakeh o Latakia. Según se ha informado, un acuerdo similar se aplica en Alepo y parece que están también extendiéndose por otras regiones.
En las líneas del frente, los combatientes extranjeros chiíes están asumiendo un papel cada vez mayor. Parecen estar detrás de gran parte de exitosa ofensiva al sur de Alepo. Irán está reuniendo combatientes iraquíes y libaneses con incentivos financieros y religiosos, pero sus grupos de clientes -Hizbolá, la organización Badr, Aseb al-Haqq, etc.- no parecen ser capaces de movilizar suficientes hombres para la lucha. Según los mismos informes, las autoridades iraníes están recurriendo a forzar a jóvenes refugiados hazara chiíes para que vayan a Siria con la amenaza de deportar a sus familias a Afganistán.
Rusia ha actuado de forma más decisiva aún, enviando a su propia fuerza aérea y enormes cantidades de material militar en apoyo de Asad.
Sobre la base de todos estos recursos, el presidente sirio y sus aliados han conseguido equipar al ejército con el material que necesitaba para recuperar algún tipo de compostura estratégica después de la difícil primera mitad de 2015. El ejército parece mantenerse firme de nuevo. Pero, aunque el aparato de contrainsurgencia del régimen está otra vez en funcionamiento, es aún el equivalente logístico-militar de reparar el motor de un coche con chicle y una oración.
Aunque sigue siendo la fuerza armada más poderosa del país, el Ejército Árabe Sirio parece haberse reducido a una organización esquelética. Muchas unidades de elite y especializadas siguen funcionando, pero los oficiales tienen cada vez menos soldados a su mando y están reclutando a parásitos locales al azar para rellenar las filas en su sector. Personalidades de la sociedad civil pro-Asad han creado un enorme número de milicias más o menos locales que incluyen a empresarios, hombres fuertes de las barriadas y líderes tribales, e Irán ha ayudado a Asad a organizar decenas de miles de combatientes bajo el paraguas de las Fuerzas de Defensa Nacional. Gran parte de las fuerzas más amplias de tierra han sido sustituidas por irregulares locales, aunque parece que los oficiales del ejército y la inteligencia siguen aún supervisando las acciones e informando a Damasco.
Un ejemplo de cómo es ahora el Ejército Árabe Sirio es la Fuerza del Tigre de la Brigada del General Soheil al-Hasan. Llamada así por su comandante, cuyo apodo es «el Tigre», es una de las unidades de elite más aclamadas del gobierno, avanzando y retrocediendo por el norte de Siria para apagar incendios y romper estancamientos. Aunque los medios del régimen presentan a la Fuerza del Tigre como un representante ejemplar del Ejército Árabe Sirio regular, Hasan es en realidad un oficial de la fuerza aérea que al parecer sirvió en la inteligencia de la fuerza aérea en el aeropuerto de Hama cuando empezó el conflicto. Al haberse trasladado a la línea del frente a partir de 2011, no parece controlar una gran fuerza porque tiene que depender de tropas locales y de un entorno más reducido de partidarios personales de diverso origen. Incluso ahora, que está estacionado en el frente contra el EI al este de Alepo, está arropado por algunas de las milicias locales con las que trabajó en Hama a principios de la guerra.
La parte civil del gobierno está también pasándolas canutas. La economía estatal se ha degradado a un ritmo acelerado desde el verano de 2014. Entonces, la libra siria empezó a devaluarse más velozmente, los suministros de combustible se redujeron y el gobierno se vio obligado a iniciar una penosa retirada de su costoso sistema de subsidios a los productos básicos. Asad también perdió el acceso a la frontera jordana en 2015, lo que complicó el comercio con Irán y los mercados del Golfo Pérsico, perjudicando a campesinos y otros exportadores. La decisión de Irán de abrir de nuevo el grifo del crédito en la primavera de 2015 ayudó seguramente a detener la caída. Pero como Asad ha agotado su reserva de divisas y está teniendo que enfrentarse a todo un cúmulo de problemas, el valor de la libra continúa desvaneciéndose, la falta de combustible causa una cascada de problemas por toda la economía, la podredumbre institucional se agrava, por lo que estamos contemplando un éxodo acelerado de las clases medias de Damasco y las grandes ciudades.
Cuando recientemente encuesté a algunos especialistas en la economía siria, las respuestas fueron uniformemente pesimistas. Yihad Yasigi, que publica el boletín de economía The Syria Report, una revista bien considerada, concluyó que en 2016 los sirios «serán más pobres, soportarán una vida más miserable y seguirán emigrando en cifras cada vez más altas». José Ciro Martínez, experto en la alimentación en los conflictos, señaló que los precios del pan se habían triplicado en las zonas bajo control del gobierno (y también en las partes de Siria controladas por el EI), mientras que se están estabilizando en las regiones bajo control rebelde, donde los gobiernos extranjeros están enviando camiones de harina y alimentos.
Para el gobierno baazista, que aún hoy controla a una considerable mayoría del pueblo sirio, este ha empezado a socavar una de las ventajas competitivas más importantes de Asad: su capacidad para suministrar productos básicos y salarios en las zonas bajo su control, que atrae a los civiles de las bombardeadas y destrozadas tierras baldías y les pone bajo el control del Estado, ejército y aparato de seguridad. Durante el pasado año, los trabajadores humanitarios y los diplomáticos que observan estas cuestiones han empezado a hablar de personas internamente desplazadas que están abandonando las zonas bajo control del gobierno porque sienten que este ya no puede permitirse atender sus necesidades y en cambio les está considerando como potenciales quintacolumnistas de la insurgencia suní. La situación es tan mala que en el norte de Siria miles de personas se han dirigido hacia la Raqqa del Ejército Islámico, una ciudad gobernada por psicópatas fundamentalistas que está siendo atacada por una docena de fuerzas aéreas distintas; no obstante, es más segura y más habitable que los lugares de donde proceden.
La decadencia del gobierno central, el ejército, las instituciones estatales y la economía sirias significan a un nivel más general que Asad es cada vez menos creíble como administrador de la totalidad o de parte de la posguerra siria, incluso para quienes se sienten inclinados a considerarle como tal. Durante años, el gobierno sirio ha gastado considerables recursos para mantener funciones gubernamentales básicas incluso en las zonas fuera de su control, por ejemplo, pagando salarios a los funcionarios, profesores y personal de hospitales en algunas regiones controladas por la oposición. Como consecuencia, paradójicamente, muchas zonas insurgentes dependen bastante de los pagos regulares y los servicios institucionales del gobierno contra el que combaten.
En algunos casos, son acuerdos de toma y daca, donde el gobierno trata de aprovechar su capacidad para cerrar servicios en conseguir que los rebeldes permitan que el tráfico pase por un puesto de control o poder pasar la noche fuera de ciertos pueblos. En otros casos, hay una gran mayoría de intereses compartidos, como cuando el gobierno y los islamistas llegan a algún acuerdo para mantener los suministros de agua potable de Damasco y Alepo. Nos encontramos también con el espectáculo de los desafortunados trabajadores del petróleo del gobierno enviados a revisar centrales eléctricas bajo supervisión del Estado Islámico, porque ambas partes quieren mantener la electricidad y confían en hacer dinero a costa de la otra.
Pero en muchos otros casos, parece que el gobierno central está simplemente pagando por los servicios en zonas que no controla. Esta no es una medida humanitaria y tampoco una mera inercia burocrática. (En ocasiones, el gobierno cierra servicios y corta las entregas de alimentos como forma de castigo colectivo.) Más bien parece ser el resultado de una opción estratégica para mantener una mínima red institucional en tantas regiones como sea posible. Eso es de interés fundamental para el Estado sirio como tal, pero también para Asad a nivel personal, que confía en ganar la guerra salvaguardando la base institucional del gobierno y haciéndola depender de la continuada existencia de su régimen.
Dadas las tendencias actuales, parece poco probable que el gobierno central pueda mantener esos pagos para siempre. En la medida en que los actuales gobernantes estén obligados a elegir, no dudarán en priorizar las zonas que les son leales (o la corrupción y el clientelismo harán esa elección por ellos). Hay también muchas áreas que han perdido ya cualquier presencia del Estado y de instituciones públicas operativas. Si el gobierno de Asad no tiene los recursos o la capacidad institucional para reconstruir las zonas reconquistadas, entonces gobernará sin más eficacia que los rebeldes. Si depende demasiado de los radicales sectarios como para tener que permitir que regresen los refugiados suníes y no puede actuar de hecho como Estado institucional y gobierno nacional, entonces el presidente Asad es sólo un señor de la guerra con un título sofisticado.
Para el régimen esta cuestión es a vida o muerte. A menos que consiga controlar en 2016 esos problemas estructurales, Siria puede estar adentrándose en territorio desconocido.
2. La alianza entre EEUU y los kurdos
Desde finales de 2014 y principios de 2015, la fuerza aérea estadounidense se ha transformado en algo que parece más bien ser la fuerza aérea del Kurdistán occidental. Bajo la cobertura aérea de EEUU, las fuerzas kurdas están construyendo su propia región autónoma (llamada Rojava) y en otoño del pasado año, EEUU empezó a entregar munición y armas pequeñas directamente a las unidades árabes que trabajaban bajo el paraguas kurdo, llamadas actualmente las Fuerzas Democráticas Sirias. Estamos aún en las primeras fases de lo que puede o no convertirse en una relación a largo plazo, aunque ciertamente no una relación monógama.
A nivel militar, se trata de un partido jugado en el cielo y los resultados son impresionantes. A pesar de sus limitados efectivos, los kurdos han creado una fuerza disciplinada que utiliza con eficacia el apoyo aéreo. Están masticando yihadistas y escupiéndolos desde Kobane a Hasakeh. En estos momentos, están amenazando con marchar contra Shedadi, cerca de la frontera iraquí y acaban de apoderarse de la presa Octubre en el Eufrates, que les da acceso terrestre a Manbij y a las zonas que rodean Alepo.
Esas victorias no parecen ser gran cosa sobre el mapa, pero están haciendo un daño importante y sistemático a los yihadistas en zonas sensibles. Campos petrolíferos, carreteras, cruces fronterizos y puentes: son elementos sin los que el EI no puede existir. Ahora, la coalición kurdo-estadounidense va zumbando por el norte de Siria como una aspiradora gigante, zampándose todas esas chucherías y no dejando nada para nadie. Si 2016 resulta ser el año en que el EI empieza a resquebrajarse y contraerse, los kurdos sirios habrán jugado un papel enorme para conseguirlo.
Sin embargo, hablando a nivel político, la alianza kurdo-estadounidense no es un matrimonio tan perfecto. Es más bien un ligue inapropiado: se alinean las ambiciones iniciales pero no tienen muchos intereses en común y los amigos ponen los ojos en blanco.
En primer lugar, los kurdos son una minoría étnica con una serie muy particular de problemas y ambiciones en Siria que tienen poco que ver con la guerra más amplia dentro de la mayoría árabe sunní. Su actual cosecha de líderes es ideológicamente leal al doctrinario del PKK. Se relacionan de forma atrozmente escasa con el resto de la oposición que EEUU apoya y mantienen contactos inquietantemente estrechos con Moscú. Si EEUU desea actuar en el escenario central de la política siria, necesita en última instancia ganar fuertes aliados dentro de la mayoría árabe de sabor religioso suní, pero ha llegado a depender de un grupo kurdo laico, autoritario, amigo de Rusia, con vínculos extranjeros y con una reputación (en parte no merecida) de separatista. Huelga decir que esto irrita a todos los campos ideológicos dominantes dentro de la mayoría del pueblo: islamistas, baazistas y nacionalistas sirios.
En segundo lugar, el PKK está catalogado en EEUU como organización terrorista extranjera. Eso significa que para los ciudadanos estadounidenses es ilegal que se le proporcione cualquier forma de «apoyo material o recursos», incluyendo posiblemente los enormes camiones cargados de munición y los miles de millones de dólares en apoyo aéreo cercano. Desde luego, las sanciones al PKK se deben más a su violento conflicto con Turquía que a cualquier ataque kurdo contra los estadounidenses. Por tanto, uno esperaría lógicamente que al menos hubiera un debate en EEUU sobre si este aliado clave contra los yihadistas debería salir de la lista negra, porque esta cuestión parece ser un interés urgente para la seguridad nacional. Pero no hay nada de eso. Es más, la rama del ejecutivo sólo va a lo suyo y el PKK obtiene sus armas como estaba previsto. Es un caso raro de sistema político que es tan disfuncional que se vuelve muy funcional, pero esto podría no durar siempre.
En tercer y último lugar, pero no menos importante, ¿verdad que han oído hablar de la OTAN? EEUU tiene una alianza militar con Turquía, que es un patrocinador clave de la oposición árabe suní siria pero también el archienemigo del PKK. Tanto Ankara como los kurdos se clasifican el uno al otro en un lugar mucho más alto que Asad o el Estado Islámico en sus respectivas listas de males a destruir con urgencia. Y esto va también a peor. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan está en estos momentos enviando aviones y tanques a bombardear las ciudades kurdas y apoyando los intentos de destruir al HDP (siglas del Partido Democrático de los Pueblos), que sirve como Sinn Féin del PKK y es un componente necesario en cualquier solución pacífica del conflicto en Turquía. Si antes las relaciones entre Turquía y el PKK eran ya antagónicas, ahora mismo son realmente asesinas.
Estas contradicciones amenazan con hacer pedazos la red de alianzas sirias de EEUU, socavando su política de presionar tanto a Asad como al Estado Islámico. Resolverlas es probablemente imposible; ignorarlas o trascenderlas no resulta mucho más fácil. Por el momento, EEUU está yendo a la deriva respecto al PKK casi por defecto. Esto se debe también a que los kurdos han ofrecido algo que realmente funciona sobre el terreno y que Erdogan ha sido un aliado singularmente inútil en Siria. El obstruccionismo turco puede haber empezado a desaparecer ya, con Ankara dándose cuenta tardíamente de su necesidad de contar con el apoyo occidental y los costes de hacer de aguafiestas. Eso podría cambiar las cosas. Pero a menos que la conducta de Turquía cambie radicalmente y otras tendencias actuales continúen, la improbable alianza entre el Pentágono y el PKK parece que podría superar los pronósticos y sobrevivir en el largo plazo.
1. La intervención rusa
Y aquí estamos ya, en el número uno, y es una elección fácil. El acontecimiento más importante de la guerra siria en 2015 fue desde luego la intervención militar de Rusia a partir del 30 de septiembre. Por desgracia, es mucho más difícil precisar con exactitud por qué es tan importante: ¿porque reforzó mucho a Asad o porque no le reforzó lo suficiente?
La mayoría de las discusiones en Europa Occidental y EEUU han girado alrededor de si Rusia ha intervenido contra el Estado Islámico, como proclama, o contra los otros rebeldes apoyados por EEUU, Turquía y Arabia Saudí. Es fácil responder a esa pregunta: Rusia no ha intervenido contra nadie en particular, ha intervenido a favor de Asad. Sale herido el que encuentre en medio de su camino. Hasta ahora, los ataques se han centrado de forma abrumadora en los otros rebeldes, no en el Estado Islámico, aunque el gobierno ruso y sus lameculos en los medios continúen afirmando lo contrario con una terquedad mojigata no vista desde Bagdad Bob.
Si en cambio juzgamos la intervención rusa contra su objetivo real no declarado, que es ayudar a Asad, aparece una imagen matizada. Los ataques aéreos en sí son intensos y parecen efectivos, pero en última instancia importan poco, a menos que una fuerza terrestre eficaz pueda explotar las brechas creadas. El ejército de Asad deja mucho que desear, como ya se ha indicado, y su gobierno luchará para recuperar un control firme sobre las zonas y poblaciones que pueda capturar.
Hasta ahora, ha habido avances limitados sobre el terreno, en su mayoría en zonas de bajo valor del sur de Alepo y algunos terrenos montañosos duramente ganados en el norte de Latakia. El ejército sirio está tratando también de recuperar el control de Sheij Miskin en el sur, lo que facilitará la toma de Daraa. Menos visible pero quizá más importante es que una serie de acuerdos locales de alto el fuego y evacuación han ayudado a neutralizar los baluartes rebeldes en las regiones de Homs y Damasco. Ya que los costes parecen ser bastantes limitados para Rusia, probablemente puedan mantener esto durante un plazo largo, lo que significa que Asad no se siente muy apurado y puede centrarse en preservar la cohesión y el esfuerzo humano.
Pero, por otra parte, han pasado ya tres meses y Asad no ha recuperado ni una sola de las ciudades que perdió en la primavera y verano de 2015. Ni Yisr al-Shughur, ni Bosra, ni Idlib, ni Palmira. Y en el frente del norte de Hama, donde se ha centrado principalmente la fuerza aérea rusa, Asad ha tenido que retroceder. Poco después de que intervinieran los rusos, perdió Moreq, una ciudad pequeña que ha sido fieramente disputada por ambos bandos; eso no es indicio de fortaleza. Si los rebeldes avanzan sólo unos pocos pueblos más hacia el sur de Moreq, tendrían cómodamente a su alcance la ciudad de Hama y podrían empezar a bombardear el aeropuerto militar de Hama, vitalmente importante. (¿Es esa quizá la razón de que Asad y los rusos estén ahora restaurando apresuradamente el aeropuerto de Shaayrat, al suroeste de Homs?)
En otras palabras, aunque la intervención ha ayudado a Asad a cambiar el rumbo, no ha conseguido la eficacia necesaria para capturar el territorio que sus enemigos tomaron hace medio año. Por ahora, la conmoción y el miedo iniciales han empezado a desaparecer. Los medios estatales rusos continúan afirmando que están ganando, ganando, ganando, pero si la gente estaba dispuesta a escuchar eso el 30 de septiembre, ya no lo está. Después de tres meses de mentiras sin parar y fanfarronadas, los informes de progreso desde los ministerios de defensa y asuntos exteriores de Rusia ya no resultan más creíbles que la estridente propaganda de los rebeldes y del régimen sirio a las que nos hemos ido acostumbrando.
Dicho esto, creo muy posible que los bombardeos rusos hayan abierto una profunda brecha en la suerte de la rebelión para la primavera de 2016. No debería ignorarse el efecto acumulativo y a largo plazo de toda esta presión. ¿Cuánto tiempo podrán combatir los insurgentes de Idlib una guerra con tres frentes contra las fuerzas que vienen de Alepo al este, Latakia al oeste y Hama al sur? Tanto las fuerzas aéreas rusas como las sirias están ahora alcanzando almacenes de munición, rutas de suministros y transporte por todo Idlib y Alepo. Los efectos a largo plazo de estos bombardeos puede que todavía sean invisibles para nosotros. Están bombardeando también el comercio civil y los puntos de acceso de la ayuda médica y alimentaria en zonas que anteriormente habían estado fuera de los límites de la fuerza aérea siria. Esto es o una apuesta calculada o parte de una estrategia deliberada para crear un desastre humanitario, ya que los rusos son muy conscientes de que hay cientos de miles de personas que dependen de las entregas canalizadas a través de estas zonas. Cualquiera que sea el caso, enciende la situación por todo el norte de Siria. Las fuerzas rebeldes podrían teóricamente empezar a desenvolverse estructuralmente del mismo modo que el Estado Islámico está haciendo ahora en algunos frentes tras un año de presiones mayoritariamente iraquíes, kurdas y estadounidenses.
De hecho, estamos viendo señales de que no todo va bien en el movimiento rebelde sirio. La coalición Yaish al-Fath, una poderosa alianza de Idlib construida sobre el eje Nusra-Ahrar, acaba de emitir un llamamiento que parece desesperado pidiendo apoyo exterior y combatientes extranjeros. El hecho de que la alianza invite abiertamente ahora a los yihadistas extranjeros a unírseles rompe una duradera línea roja para los segmentos no pertenecientes a al-Qaida de la oposición islámica. Una de las facciones fundadoras de Yaish al-Fath, la milicia Filaq al-Sham, alineada con la Hermandad Musulmana, estaba tan preocupada por esta deriva (y quizá por cómo reaccionarían sus financiadores) que se retiró de la alianza días después de ese comunicado. Que las facciones dominantes de Yaish al-Fath abandonen toda precaución de esta manera, hasta el extremo de que la alianza empiece a debilitarse, es señal de las presiones que están padeciendo desde el 30 de septiembre.
Otra métrica posible es la muerte de altos comandantes. No hay escasez de nuevos reclutas para la rebelión, por eso no debería uno exagerar el significado general, pero si están consiguiendo matar a los dirigentes, es al menos una señal de que algo anda mal. Desde el 30 de septiembre, ha habido muchos informes sobre la muerte y heridas sufridas por altos mandos de la insurgencia. La víctima más conocida es desde luego Zahran Alloush en Damasco, aunque no sabemos si los rusos estuvieron involucrados en ese ataque. Más al norte, han muerto recientemente Abu Abdesalam al-Shami, miembro de Ahrar al-Sham que fue gobernador de la ciudad de Idlib como miembro de Yaish al-Fath; Ismail Nasif, que fue el jefe militar de las brigadas Nuredin Zenqi; y su homólogo en el Frente Thuwar al-Sham, Yaser Abu Said. Los tres fueron asesinados en el frente sur de Alepo. El principal juez perteneciente a Yaish al-Fath, el célebre yihadista saudí Abdulá al-Moheisini, resultó herido justo antes de Navidad (aunque sobrevivió), mientras el Sheij Osama al-Yatim, que dirige el sistema de tribunales Dar al-Adl en el Huran, fue asesinado a mediados de diciembre. La lista podría ser mucho más larga.
También merece la pena señalar que los efectos políticos fuera de Siria han sido mucho mayores que los avances militares dentro de Siria. El 30 de septiembre sacudió las ideas convencionales sobre el conflicto y aumentó la influencia de Putin en todos los ámbitos, al haber de extendido de nuevo el conflicto a Occidente y demostrado su compromiso con Asad. Ello le metió a John Kerry en algunos debates difíciles de ganar, lo que se añade al creciente pesimismo europeo ya existente sobre la conveniencia de apoyar a los rebeldes sirios, e hizo menos probable que Obama, o su sucesor/a, pudiera imponer en Siria una zona de exclusión aérea. Al centrar el interés de las mentes de la gente en Moscú, Washington y otros lugares, la intervención rusa ha ayudado también a atraer la atención sobre las reuniones de Viena, la creación del ISSG y, consecuentemente, también sobre las próximas conversaciones Ginebra III del 25 de enero. El comunicado de Viena de 14 de noviembre (que a Asad no le gusta) está ahora superando al comunicado de Ginebra de junio de 2012 (que Asad odiaba realmente). Dependiendo de cómo se valoren estas cosas, pueden no ser nada.
La mayor parte de los análisis sobre la implicación rusa ha estado tan politizada que ha resultado casi inútil. Los seguidores de Putin y Asad se han dado prisa en calificar la operación de éxito rotundo, mientras quienes apoyan a los rebeldes la rechazan como un fiasco asesino. La apuesta segura es, como siempre, buscar la verdad en algún lugar entre esos extremos. Mi mejor hipótesis es que Putin está probablemente preocupado por los decepcionantes logros del Ejército Árabe Sirio y cada vez más inquieto por lo que él ha conseguido. Sin embargo, Asad está sin duda en una posición más fuerte de la que estaba hace medio año y puede aún esperar mayores dividendos en 2016. También hay que tener en cuenta las alternativas: el ejército sirio estaría sin duda mucho peor ahora si no se hubiese producido la intervención, y eso habría socavado también la influencia de Rusia.
Finalmente, debo señalar los riesgos implícitos de elevar las apuestas. Si las conversaciones Ginebra III fracasan y Asad no consigue un avance decisivo en 2016, ¿qué pasará? Rusia difícilmente puede retroceder ahora que Asad ha pasado a depender aún más de su apoyo, no puede hacerlo sin perder la cara y ver cómo el esfuerzo invertido se malogra. ¿Y, entonces qué, Sr. Putin? ¿Seguirá adelante sin un final a la vista, o intensificará aún más la escalada? En otras palabras, Rusia corre ahora el riesgo de quedarse atrapada en un conflicto inextricable sin estrategia de salida y sin claras ganancias políticas. Sería como Arabia Saudí en el Yemen, pero a una escala mucho mayor. Si Putin deja de enviar tropas de tierra a la batalla, los riesgos y costes aumentarían de forma considerable, pero incluso eso podría no ser suficiente para que el Kremlin llegue a un final positivo en el caos sirio.
Algunos de los actores menos responsables en el lado prorebelde (Vds. saben quiénes son) podrían llegar a la conclusión de que este escenario les interesa. Putin, al exponerse a salir lesionado de Siria mientras continúa simultáneamente provocando a Occidente y las naciones árabes suníes en Ucrania, Irán y otros lugares, les ha ofrecido eficazmente la oportunidad de una guerra por poderes en toda regla. Una vez que parece haber atado su prestigio personal de forma suficientemente fuerte al destino de Asad, sólo tiene que abandonar cualquier esperanza persistente que pudiera tener de estabilidad en Siria y empezar a puntapiés con los pilares que aún mantienen el Estado en pie, convirtiendo Siria en el propio Afganistán de Putin. Sería una noticia muy mala para los rusos, pero sería una catástrofe para los sirios.
Salvo un avance militar, muchas cosas podrían depender del resultado de las conversaciones, por otro lado poco estimulantes, de Ginebra III del 25 de enero. La conducta de Rusia y el gobierno de Asad van a ser estrechamente observados por los Estados occidentales. Si Putin actúa de forma constructiva y demuestra que puede realmente influir en su aliado, o si parece que pueden alcanzarse acuerdos significativos entre los sirios, miel sobre hojuelas. Pero si resulta que Putin se niega a cumplir su parte del acuerdo, que es aportar la aprobación de Asad para un plan de transición, o si Asad ignora sencillamente el consejo de Moscú, entonces ¿qué tiene de positivo la presencia rusa en Siria para árabes, estadounidenses y europeos? Volveríamos a una disputa puramente militar. El incremento de las inversiones rusas en el régimen de Asad parecería entonces menos un reajuste unilateral del equilibrio de poderes en Siria y más un blanco de oportunidad.
Aron Lund, editor de Syria in Crisis, ha publicado amplios informes sobre los movimientos de oposición sirios y las dinámicas militares. Además de ser colaborador habitual de varios periódicos y revistas, Lund ha publicado dos libros, entre ellos «Struggling to Adapt: The Muslim Brotherhood in a New Syria.»
Fuente: http://www.joshualandis.com/blog/ten-most-important-developments-syria-2015/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la traducción.