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Los alauíes se mantienen firmes junto a al-Asad

Fuentes: Aish

Nasser nunca les preguntó a sus amigos de Damasco a qué religión pertenecían. «A veces no lo supe hasta pasados muchos años» y no porque fuera tabú, «sino porque nunca me lo planteé». De origen suní, muchos de sus amigos eran alauíes, la minoría religiosa de la que forman parte el presidente Bashar al-Asad y […]

Nasser nunca les preguntó a sus amigos de Damasco a qué religión pertenecían. «A veces no lo supe hasta pasados muchos años» y no porque fuera tabú, «sino porque nunca me lo planteé». De origen suní, muchos de sus amigos eran alauíes, la minoría religiosa de la que forman parte el presidente Bashar al-Asad y su entorno en el poder. «Sabes que ha habido fricciones y todo el mundo conoce los enfrentamientos violentos entre comunidades que ocurrieron durante los primeros años de gobierno del partido Baaz» explica este joven de 28 años en su casa de Beirut, «pero no recuerdo haber oído ni un insulto que haga referencia al origen religioso».

Esta tolerancia entre comunidades se resquebraja a medida que la violencia se prolonga. Las Naciones Unidas advirtieron en diciembre que el conflicto se estaba volviendo «abiertamente sectario». El proceso se ha acelerado y la comunidad alauí, también denominada nusayrí, es la que vive con más incertidumbre la situación siria. Los alauíes son una rama del chiísmo. La creencia en la transmigración del alma, la reencarnación o el lugar preponderante que le otorgan al imán Ali, primo del Profeta, aleja a los alauíes de la ortodoxia islámica. Los musulmanes más conservadores consideran que son herejes, también porque suelen ser menos rigurosos a la hora de seguir los preceptos del islam. Algunos no tienen inconveniente en tomar alcohol e incluso algunos celebran la navidad, aunque a su manera: «Obviamente no creemos en la misma historia» explica un alauí que vive en el norte del Líbano. En Siria son una de las varias minorías del país (en torno al 12% de la población), pero siempre ha sido vista como un caso especial, ya que el núcleo del régimen y del ejército está compuesto en su mayoría por personas de esa confesión. En algunos casos, el resentimiento hacia los dirigentes se ha extendido al conjunto de los alauíes, que viven mayormente en Damasco y en las regiones costeras de Latakia y Tartus. Entre los combatientes del Ejército Sirio Libre (ESL) también existe cierto recelo hacia ellos. «No tenemos ningún problema con los cristianos -decía Ahmad Jatib el pasado verano en la ciudad de Maarra, al norte de Alepo- lo único que queremos es que Asad se vaya, democracia y volver a nuestro vida normal». Preguntados sobre las alauíes, Jatib y otros miembros de la brigada, todos de confesión suní, argumentan que su situación no es la misma. Uno de los combatientes cree que «deben demostrar que están en contra del régimen». La mayoría del ESL está formado por suníes, la confesión de la que forma parte el 65% de la población.

Los alauíes temen que la caída del régimen dé lugar a un ajuste de cuentas contra ellos. Algunos defienden ahora la permanencia de Bashar al-Asad cuando al principio del conflicto creían adecuado un cambio. «Si me hubieras preguntado hace un año quién podría reemplazar a Bashar al-Asad, te hubiera dicho que este o aquel» le explicaba Yahya al-Ahmad, respetado doctor alauí de Homs, al periodista Nir Rosen. «Me lo preguntas hoy y te diré que no acepto a nadie salvo a Bashar» decía este doctor que al principio del conflicto se reunía con amigos sunníes para reducir las tensiones sectarias en la ciudad. Pero el apoyo de la comunidad alauí al régimen no está exento de críticas. Habitantes de los territorios costeros se quejan de que el ejército no se ha desplegado allí para protegerlos del ESL e intervenir en los enfrentamientos con otras localidades vecinas de mayoría suní; asimismo alegan que el régimen ha concentrado a los soldados en Damasco y otras ciudades estratégicas como Homs y Hama. Por eso para paliar el déficit de seguridad han formado en diferentes localidades milicias populares, que en algunos casos han recibido el apoyo de los temibles shabihas, considerados los matones del régimen por su crueldad, para hacer frente a brigadas opositoras.

Más allá de las divisiones actuales, muchos alauíes tienen presentes las duras condiciones en las que vivían sus antepasados durante el imperio otomano. A veces siervos de los señores feudales de la época, temen que la caída del régimen signifique un retroceso en sus condiciones de vida, ya que el ascenso de los Asad no significó que los alauíes controlaran el poder económico, un poder que siguió en manos de la élite suní. Caroline Donati explica en el libro L’exception syrienne que si bien en las zonas urbanas donde viven alauíes sí que se ha desarrollado una clase media, la mayoría de los que viven en zonas rurales siguen confiando en el ejército para asegurarse un futuro. Por eso el apoyo al régimen «es una contradicción intrigante» explica Rosen, «ya que los alauíes se ven a sí mismos como los ciudadanos más pobres del país [e incluso] descuidados por Damasco, pero están dispuestos a morir por el Estado que ellos argumentan ha fallado en protegerlos».

Muchos sirios reniegan del sectarismo, pero distinguir entre comunidades que apoyan al régimen y aquellas que alientan a la oposición sería un error. «El régimen no hubiese aguantado tanto si solo tuviese el apoyo del 10% de la población» dice un sirio sentado en un café de Beirut. Explica que no toda la población suní apoya a la oposición ni sus métodos. «Hay una gran parte de la población siria que está muy cansada en todos los sentidos» afirma en una conversación telefónica Alain Gresh, el director-adjunto de Le Monde Diplomatique, «y si hay gente que entra con valor en un proceso de negociación, puede haber una reacción positiva de una parte de la opinión siria en todos los campos».

Algunos medios se han hecho eco de la posibilidad de que el régimen establezca un estado alauí segregado como último recurso. Es una opción que no parece viable ya que los mismos alauíes se sienten sirios. Un oficial del ejército afirma que «lo mejor que puede pasar es que se instaure el federalismo», ya que por ahora «el odio es muy superior a lo soportable». Una división que la prolongación del conflicto solo puede acrecentar. Como dice Ignacio Gutiérrez de Terán en su libro Estado y Confesión en Oriente Medio, asociar los alauíes al régimen es caer «en la referida manía de considerar que los actos de algunos individuos reflejan el sentir general del colectivo al que pertenecen», pero quizás es una asociación que en tiempos de guerra tiene las de ganar.

Fuente original: http://www.aish.es/index.php/es/component/content/article/130-clavessiria/4140-siria-432013-los-alauies-se-mantienen-firmes-junto-a-al-asad