Las cuatro entregas anteriores de esta serie han tenido como objeto de análisis las relaciones mantenidas por Israel con distintos estados árabes (Arabia Saudita, Marruecos, Jordania y Egipto). En este último artículo vamos a aproximarnos al comportamiento que han tenido algunos actores políticos árabes de la región con respecto a la causa palestina sin que […]
Las cuatro entregas anteriores de esta serie han tenido como objeto de análisis las relaciones mantenidas por Israel con distintos estados árabes (Arabia Saudita, Marruecos, Jordania y Egipto). En este último artículo vamos a aproximarnos al comportamiento que han tenido algunos actores políticos árabes de la región con respecto a la causa palestina sin que podamos hablar de alianzas estratégicas entre estados, como sí sucede en los casos trabajados anteriormente.
Lealtades y estrategias comunitarias en el Líbano
Sin duda, el caso más claro de reacciones comunitarias enfrentadas en torno a la resistencia palestina lo presenta el país de los cedros, lo que se relaciona directamente a las condiciones históricas que marcaron los orígenes del país. Como sostiene el investigador francés Yann Richard, el Líbano fue «(…) creado por Francia después de la Primera Guerra Mundial para que hubiera una unidad territorial donde los cristianos de Levante fueran mayoritarios»1. La iglesia cristiana maronita fue la aliada natural del colonialismo francés y en base a sus intereses comunitarios se construyeron los primeros modelos de organización institucional del Estado libanés. Las alianzas entre esta comunidad y los proyectos sionistas son tempranas y lógicas si tenemos en cuenta que ambos veían con suma preocupación su situación frente a un entorno mayoritariamente árabe y musulmán, y si consideramos también las excelentes relaciones que tuvieron durante la segunda posguerra los servicios secretos franceses con Israel.
Como afirma el profesor Benjamín Beit Hallahmi, «(…) las relaciones de Israel con los cristianos maronitas del Líbano, incluyendo el proyecto de un Estado maronita, son parte de su estrategia periférica. El sueño de una alianza con los maronitas aparecía ya, por primera vez, en los escritos sionistas de los años veinte. Vladimir Jabotinsky había expresado la esperanza de un Líbano cristiano aliado con el sionismo en los años treinta. El diario de David Ben Gurion del 24 de mayo de 1948 contiene una referencia a un ‘estado cristiano’ en Líbano (…). Un apunte del 11 de junio de 1948 menciona que los objetivos de la guerra de Israel incluían una ‘revuelta cristiana’ en Líbano. Este sueño de un Líbano maronita aliado a Israel era tan frecuente que incluso fue mencionado por el sionista marxista Mordejai Bentov antes del consejo de ministros israelí de diciembre de 1948»2. Las alianzas se hicieron especialmente fuertes con las Falanges Libanesas, un partido maronita de neto corte fascista formado por Pierre Gemayel en 1936, con contactos tan sólidos que incluso permitieron la participación israelí en la financiación del partido durante la campaña electoral de 1951. Estos vínculos entre la comunidad maronita e Israel no dejarían de intensificarse siguiendo un claro programa de alianzas e intervenciones diagramadas desde Tel Aviv. «Moshe Dayan, jefe del Estado mayor de las fuerzas de Defensa israelíes, sugirió el 16 de mayo de 1955 que Israel debería conseguir, o comprar, un oficial libanés (…) para que se declarase salvador de los maronitas. De este modo, Israel podría invadir el Líbano, crear allí un régimen cristiano aliado y anexionarse el territorio al sur del río Litani»3 . El apogeo de las acciones conjuntas entre las Falanges e Israel se produce con el enfrentamiento armado intercomunitario de 1975 y la posterior invasión israelí al Líbano. La acción conjunta de ambas fuerzas en una gran campaña sobre suelo libanés había sido planificada muchos años antes; desde 1957 a 1977 Israel gastó 150 millones de dólares en suministros militares para los falangistas, además de adiestrar a cientos de sus hombres. Varios autores israelíes dan cuenta detalladamente de los encuentros y negociaciones entre las falanges de los Gemayel y los enviados israelíes4 durante los años previos a la invasión y mientras se desarrollaban los cruentos enfrentamientos. Ambos acordaban en la necesidad impostergable de desarticular a la resistencia palestina establecida en suelo libanés y cercenar la influencia siria en el escenario político del país5. El 23 de agosto de 1982, con la infraestructura de la OLP destruida y sus restos obligados a abandonar el país, Bashir Gemayel es elegido presidente del Líbano por un parlamento reunido bajo la protección de los paracaidistas israelíes. Bajo el gobierno de los Gemayel, y con el apoyo de las fuerzas armadas sionistas, las falanges maronitas llevaron a cabo ese mismo año la tristemente célebre matanza en los campamentos palestinos de Sabra y Shatila con un saldo de cinco mil civiles asesinados de las formas más horrendas.
Debemos ser claros al afirmar que las alianzas en el Líbano responden menos a convicciones políticas o éticas y más a coyunturas y tácticas circunstanciales orientadas a fortalecer las posiciones en el terreno. De esta manera podemos comprender el accionar sirio en sus maniobras en el Líbano con relación a las organizaciones de la resistencia palestina. Yassir Arafat ha denunciado en numerosas ocasiones los intentos del régimen sirio de Hafez Al Assad por poner bajo su égida a la resistencia palestina, utilizándola como instrumento de su política regional6. De hecho Siria ha procurado minar el accionar de todo grupo potencialmente determinante en el Líbano a fin de perpetuar su hegemonía sobre este país y garantizar su superioridad militar. Sus esporádicas alianzas con los falangistas maronitas, con los musulmanes sunnitas, con ciertos sectores palestinos y con los shiítas deben entenderse a la luz del razonamiento anterior. Esto no significa que Siria haya establecido alianzas con el estado sionista, sino que sus acciones en la región orientadas a fortalecer su posición han favorecido muchas veces los proyectos israelíes y han actuado en detrimento de los intereses palestinos, que, sin embargo, el régimen sirio dice defender.
Lo que sostuvimos para el caso sirio sirve también para entender las complejas posiciones adoptadas por los drusos, otra comunidad religiosa de gran peso político en el Líbano. Dirigidos por Walid Jumblatt, los drusos han tenido, para con los palestinos, posiciones calificadas, en el mejor de los casos, como pragmáticas. Así, aunque el líder druso se había comprometido con Arafat a no favorecer las acciones de Israel contra la resistencia palestina, ante el avance de las fuerzas sionistas en el terreno decide ignorar lo acordado con el referente de la OLP. «Los israelíes se despliegan en el Chouf7 sin un disparo. Se han preocupados de poner a la cabeza un batallón druso-israelí8; desde hace meses, los drusos de ambos lados de la frontera han preparado la intervención. Para Walid Jumblatt, no se trata en ningún modo de traición. Su pueblo montañés, minoritario, ha sobrevivido a lo largo de los siglos gracias a su realismo. Jumblatt sabe que ni él ni Arafat detendrán a los israelíes. De forma que los deja pasar y, en su delicioso palacio de Moukhtara, recibe a Shimon Peres, su camarada de la Internacional Socialista. (…) Jumblatt obtiene de esa manera el derecho a conservar las armas. Se sirve de ellas para bloquear el paso de los palestinos»9. Estas posiciones ambiguas se repetirán en los últimos acontecimientos que se han desarrollado en el Líbano, Jumblatt, a pesar de lanzar duras críticas a las acciones israelíes, fustiga también a Hizbullah, la única organización de resistencia que ha podido expulsar al invasor sionista del territorio libanés.
Pero cometeríamos un error si presupusiéramos que la cada vez más numerosa y activa comunidad shií del Líbano ha mantenido una postura unívoca a lo largo de las últimas décadas con respecto a la causa palestina. Históricamente los shiítas libaneses han estado relativamente marginados de los grandes centros de formación de esta escuela de pensamiento del Islam, perpetuando estructuras tribales y conservadoras. La constante persecución a la que fue sometida esta comunidad a lo largo de siglos la había convertido en un actor sumamente débil, objeto de humillaciones hasta en las denominaciones que se utilizaban para mencionarlos. Según Yann Richard, fue fundamentalmente gracias a la influencia del Sayyed Musa Sadr durante la década de 1970 que los shiítas libaneses pasan «de la sumisión a la rebelión»10. La solidaridad con los palestinos, la condena al sionismo y la acción militante contra él no fueron un obstáculo para Musa Sadr a la hora de formular críticas a ciertas actitudes que veía en Arafat como peligrosas; «(…) con las armas Arafat consigue dinero; con el dinero puede financiar a la prensa – sostenía Sadr – y gracias a la prensa tiene eco en la opinión mundial»11. Las progresivas transformaciones que fue experimentando esta comunidad explican que, aun en 1982, algunos poblados shiítas del sur del Líbano hayan recibido con muestras de satisfacción el ingreso de las tropas israelíes12. La consolidación de las expresiones definitivamente anti-israelíes, anti-imperialistas y revolucionarias del shiísmo vendrán de la mano del fortalecimiento progresivo de Hizbullah, luego del triunfo de la Revolución Islámica en Irán. Este último movimiento conseguirá expulsar en mayo del 2000 a las fuerzas sionistas de ocupación en el sur del Líbano y saldrán airosas del intento de invasión llevado a cabo por Israel en 2006 al mantener una férrea resistencia y conseguir la retirada israelí. Sin embargo, estos acontecimientos serán una muestra más de la fragilidad institucional del Líbano, ya que mientras Israel atacaba el país de los cedros, el entonces primer ministro sunnita Fuad Siniora, seguía hablando de la necesidad de conseguir un progresivo desarme de Hizbullah, en sintonía con los reclamos norteamericanos e israelíes. Javier Moreno, en una entrevista que le realizara el 14 de marzo a Shimon Peres para el diario El País de España, sostiene que «(…) hay algo más que indicios de que Israel no está solo en esa guerra, sino que dispone de cierto grado de colaboración por parte de varios países árabes que consideran que el islamismo radical amenaza la estabilidad de sus regímenes tanto o más que al Estado de Israel»13. Como recuerda Moreno en esta misma entrevista «(…) el diario en árabe Al-Quds al-Arabi, editado en Londres, sugirió que en el asesinato de Mughniyah14 colaboraron varios Estados árabes».
La Autoridad Nacional Palestina: corrupción y servilismo.
Como sostuvimos en otros artículos15, la OLP ha sufrido, luego de la primera Intifada y con el progresivo crecimiento de Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica), un claro deterioro de su legitimidad, agravado con los resultados lastimosos de las negociaciones que llevara a cabo Yassir Arafat con los distintos gobiernos sionistas. Apropiándose de la representación palestina (la Autoridad Nacional Palestina) la OLP ha desconocido el triunfo democrático de Hamas en los comicios de enero de 2006 y ha boicoteado sistemáticamente cualquier medida de gobierno de la organización islámica. Atravesada por denuncias de corrupción, realizadas incluso por el intelectual palestino Edward Said, ha dilapidado la ayuda internacional fortaleciendo las relaciones clientelares con la burocracia construida desde la administración de Arafat. Esto explica que, con el beneplácito israelí, la ANP consiguiera bloquear la ayuda internacional al pueblo palestino en su intento por ahogar a Hamas y su gobierno.
Como sucediera en Argelia, la comunidad internacional demostró en la Palestina ocupada que las declamaciones democráticas pueden ser ignoradas sin más cuando el proceso electivo es desfavorable a los intereses de las potencias hegemónicas y sus aliados. A pesar de la voluntad popular palestina expresada en las urnas, la OLP siguió arrogándose la representación de la misma con el visto bueno de Estados Unidos, Europa e Israel. Sin embargo, la legitimidad de Hamas y su profunda inserción en el entramado social palestino quedó demostrada con la resistencia desplegada frente a los furiosos ataques israelíes a Gaza hacia fines de diciembre de 2008. Recordemos que la ANP, con sus hombres en Cisjordania, se negó durante todo el conflicto a movilizar a sus fuerzas y a la población palestina en esta zona para socorrer a sus hermanos que estaban siendo masacrados en Gaza.
El Mossad ha manifestado desde hace años su satisfacción por el grado de infiltración que tiene en la OLP. Dan Raviv y Yossi Melman afirman16, incluso, que muchas operaciones de la OLP, que luego serían utilizadas como excusas para acciones israelíes de «represalia», fueron pensadas por agentes de los servicios de inteligencia sionistas. No sorprende, entonces, encontrar a agentes palestinos miembros de Al Fatah colaborando con en Mossad en su última acción conocida: el asesinato, el pasado 19 de enero, de unos de los líderes de Hamas en Dubai, Mahmud al Mabhuh. Shimon Peres es claro cuando afirma: «Hoy, las relaciones secretas entre los distintos países son mucho más reveladoras que las diplomáticas. Tiene más sentido y resulta mucho más poderoso mantener relaciones entre las distintas organizaciones de inteligencia, porque ya no se lucha contra ejércitos, sino con los servicios secretos. No se limita a un país. No se limita a una nación. Es una batalla de cerebros, más que de tropas. Y no se trata de ganar después del enfrentamiento, sino antes. Esto es: descubrir algo significa ganar. Si no lo descubres, has perdido. No se lucha contra un ejército, se lucha contra una organización. Ni siquiera contra una organización, se lucha contra un poder establecido en distintos lugares, sin organizar, con tecnologías modernas. Y si se fija usted en las relaciones formales en Jordania, Israel, Egipto y Palestina, es una cosa. Pero si profundiza, saben que su enemigo no es realmente… su enemigo es Hamas, y eso es otra cosa. Así que se tiene constantemente esta especie de relación encubierta por un lado, y luego las relaciones formales por otro»17.
Ideas finales
Con esta serie de artículos hemos intentado aproximarnos a las relaciones que mantienen con Israel algunos estados y actores políticos árabes, con el fin de desarticular los discursos que hacen uso de la causa palestina para legitimarse hacia el interior de sus propios países. Como vimos, tras las expresiones pro palestinas y a favor de la unidad árabe contra las pretensiones israelíes, estos actores árabes mantienen una compleja red de relaciones con el estado sionista y colaboran con la consolidación del imperialismo israelí. No podemos dejar de mencionar las acciones demagógicas que estos gobiernos llevan a cabo entre las comunidades árabes, o de arabo-descendientes, organizando importantes actividades a favor de la causa palestina, ocultando los intereses que los vinculan a Israel.
Viejos debates, pero no por eso menos urgentes, están implícitos en las líneas precedentes: ¿qué posibilidades de triunfar tiene la causa palestina mientras exista todo un espectro de países árabes aliados a Israel?; ¿es necesario que se produzcan, primero, una serie de cambios hacia el interior de los distintos sistemas políticos de estos estados árabes para alejar del poder a los residuos monárquicos y dictatoriales que favorecen las políticas de Israel y los Estados Unidos, para luego pensar en una acción exitosa por Palestina?; ¿cómo puede la ANP defender en los organismos internacionales los intereses de su pueblo mientras defiende sus aparatos de corrupción y hace alianzas con los ocupantes sionistas? No podemos aquí responder a estos interrogantes. Sólo la incólume voluntad de resistencia del pueblo palestino demostrada por décadas de heroica lucha, a pesar de las traiciones, nos permite pensar en un horizonte alentador en el que seamos testigos del triunfo de procesos libertarios no sólo en Palestina sino en todo el mundo árabe.
NOTAS
1] RICHARD, Y. El Islam Shií . Edicions Bellaterra, Barcelona, 1996. Página 153.
[2] BEIT HALLAHMI, B. Israel Connection . Ediciones B, Barcelona 1988. Página 27.
[3] Ibid. Página 28.
[4] Cfr. DEROGY, J. y CARMEL. Israel ultra-secreto . Editorial Planeta, Argentina, 1990; RAVIV, D. y MELMAN, Y. Todo espía un elegido . Editorial Planeta, Buenos Aires, 1991; BEIT HALLAHMI, B. Israel Connection . Ediciones B, Barcelona 1988.
[5] Pero, como veremos con mayor claridad más adelante, las alianzas en la ex colonia francesa son sumamente inestables, y Siria, con sus propios intereses en la zona, no encontró dificultad alguna para llevar a cabo, junto a las falanges, una masacre sobre el campo de refugiados palestinos en Tell Az Zaatar el 12 de agosto de 1976.
[6] Cfr. FAVRET, R . Arafat, un destino para un pueblo . Espasa – Calpe, Madrid, 1991.
[7] Región bajo control de Jumblat.
[8] El ejercito israelí cuenta con unidades árabes drusas.
[9] FAVRET, R . Arafat, un destino para un pueblo . Espasa – Calpe, Madrid, 1991. Página 194.
[10] RICHARD, Y. Op. Cit. Página 158.
[11] Ibid. Página 163.
[12] La propaganda sionista ha explotado estas imágenes hasta el hartazgo.
[13] http://www.elpais.com/articulo/internacional/Gaza/organismo/irani/elpepiint/20100314elpepiint_1/Tes
[14] Uno de los lideres militares de Hizbullah asesinado por Israel.
[15] http://www.libreria-mundoarabe.com/Boletines/n%BA67%20Ene.09/GazaOcasoArabismo.htm
[16] Cfr. RAVIV, D. y MELMAN, Y. Todo espía un elegido . Editorial Planeta, Buenos Aires, 1991
[17] http://www.elpais.com/articulo/internacional/Gaza/organismo/irani/elpepiint/20100314elpepiint_1/Tes
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