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Los autobuses «segregacionistas» solo son la punta del iceberg de la ocupación

Fuentes: Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

La comunidad internacional asiste al régimen de segregación israelí y aparta los ojos. Tales injusticias no se verían de la misma manera si los judíos en cualquier parte del mundo fueran las víctimas.

 Trabajadores palestinos suben a un autobús en el centro de Israel. (Foto: Moti Milrod)

El hecho de que un plan de segregación de los palestinos en los autobuses de los territorios se se haya congelado, ciertamente trae un suspiro de alivio. Pero es imposible concluir de ello que las políticas israelíes en los territorios están libres de la vergüenza moral y la deshonra.

Esta impresión se ve reforzada por lo que dijo el miércoles el ministro de Defensa Moshe Yaalon -el que propuso el plan- que no tiene intención de cancelarlo. La afirmación de Yaalon de que el plan está destinado a servir las necesidades de seguridad no es convincente. Esto se debe a que se redactó antes que nada para apaciguar a los colonos, que no querían compartir los autobuses con los palestinos.

La segregación en los autobuses tiene un gran poder simbólico: recuerda el trauma del racismo contra los negros en Estados Unidos y en Sudáfrica. Por lo tanto sacar el proyecto de ley de la agenda fue importante para el primer ministro Benjamín Netanyahu, que no quería causar una protesta global.

Un movimiento racista tan descarado habría provocado duras críticas a la política de ocupación de Israel y el mundo habría entendido esta decisión de la única manera que se puede entender: que Israel había decidido instituir un régimen de apartheid en los territorios.

Pero a pesar de que esta decisión insana se ha congelado está claro que los autobuses segregacionistas solo son la punta del iceberg. Debajo de esta punta visible subyace una política establecida de separación, anclada en los cimientos mismos de la dominación de Israel sobre los territorios. Esta norma establece la libre circulación de los judíos, las restricciones son para los palestinos; permisos para construir casas solamente en comunidades específicas en lugar de un sistema de permisos igualitario basado en criterios equitativos y justos; elegibilidad para los beneficios sociales y servicios de bienestar para un solo lado; para la otra parte desposesión de sus tierras; y por supuesto diferentes sistemas jurídicos para las personas que viven en el mismo territorio, incluidos distintos sistemas judiciales, diferentes castigos y mucho más.

Los autobuses segregacionistas atraen la atención que las prácticas diarias de la ocupación no logran atraer. Por ejemplo la desposesión de los palestinos de la aldea de Sussia, en las colinas del sur de Hebrón, que fue aprobada recientemente por el Tribunal Superior de Justicia, no ha provocado una protesta similar a la que ha suscitado el plan de los autobuses, a pesar de que está bajo el paraguas de la misma injusticia.

Gracias a la naturaleza aparentemente temporal de la ocupación, la comunidad internacional ayuda al régimen de segregación israelí desviando los ojos de lo que allí ocurre. Tales injusticias no se verían de la misma manera si los judíos en cualquier parte del mundo fueran las víctimas. Por otra parte la expansión de los asentamientos y la fuerza de sus partidarios en los gobiernos recientes demuestran que la ocupación está lejos de terminar. Por lo tanto debe tratarse como una intrusión permanente.

Y los planes peligrosos del ministro de Defensa deben rechazarse inmediatamente.

Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/1.657448