Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Los altos cargos de la hasbara [máquina de propaganda] israelí están bastante desesperados en estos días tratando de detener lo que parece ser un lento pero definitivo despertar en el mundo ante el racismo odioso y criminal israelí. En un pasado no muy lejano estos altos cargos solían negar lo obvio, como afirmar que Israel no mataba civiles a sabiendas y deliberadamente y que se había asesinado por error a los miles de palestinos inocentes.
Los portavoces israelíes también podían citar algunos casos aislados en los que hospitales israelíes «salvaban» la vida de un niño o de una mujer palestinos como si semejante hecho trivial expiara el hecho de que la máquina de matar israelí mate o deje inválidos a miles de civiles palestinos.
Recuerdo que una vez pregunté a una portavoz militar israelí cómo un Estado que afirma ser «la única verdadera democracia en Oriente Medio» podía permitirse asesinar niños a sangre fría y después tratar de encubrir el crimen. Me quedé anonadado cuando la misma portavoz me dijo que el asesinato estaba justificado desde el momento en que las víctimas podían dañar a judíos si se les permitía crecer.
Semejantes argumentos malvados caricaturizaban más o menos la manera de pensar israelí que difiere muy poco, en realidad, de la manera nazi de pensar. En última instancia los nazis habrían argumentado que tenían que exterminar a las personas que ellos consideraban una amenaza estratégica potencial para la patria alemana.
Otros argumentos satánicos de los doctores de la hasbara de Israel consistían en citar crímenes presentes o pasados cometidos por países occidentales, como el hecho de que Estados Unidos haya usado armas nucleares contra Japón, las atrocidades francesas en Argelia y las prácticas coloniales británicas, para justificar sus masacres contra los palestinos.
Los propagandistas israelíes a menudo parecían convencidos de que estos argumentos silenciarían a los activistas de derechos humanos originarios de estos países. Ignoran con facilidad la máxima moral y legal de que el hecho de que se perpetre el mal en un lugar no justifica o legaliza que se perpetre en otro lugar.
Por desgracia, varias generaciones de israelíes han crecido convencidos de que el mundo es una selva y que hay que ser asesino o víctima. El comportamiento israelí en Cisjordania, en el sur de Líbano y la Franja de Gaza ha sido una vívida expresión de esta mentalidad enferma. ¿Qué justificaría si no el asesinato de niños en edad escolar por parte de soldados israelíes, que suele ir acompañado la despreciable práctica de «verificar el asesinato» vaciando todo el cargador de balas en la tierna cabeza del niño moribundo para asegurarse de que éste o ésta no supone una amenaza para «la seguridad» de los soldados israelíes?
¿Qué explica si no que arrojaran dos o tres millones bombas racimo en pueblos libaneses durante la campaña israelí contra este país en 2006? Pera quienes todavía no se dan cuenta de la gravedad de este crimen, quisiera recordarles que dos o tres millones de bombas racimo son suficientes para asesinar o dejar inválidos al menos a dos o tres millones de niños libaneses. Esto constituiría al menos medio holocausto según los parámetros sionistas.
Los sionistas no dejan de sorprendernos con sus asqueantes tácticas verbales. Últimamente han estado tratando de convencer a la comunidad internacional y a los pueblos del mundo de que criticar los crímenes israelíes equivale a antisemitismo. En otras palabras, estos matones enfermos querían silenciar cada crítica legítima a Israel independientemente de lo que el Estado similar a los nazis haga a sus víctimas palestinas.
Según esta lógica despreciable, Israel tiene derecho a incinerar a los palestinos con fósforo blanco, a matar de hambre a los palestinos, a disparar contra barcos de pesca palestinos y hundirlos, y a asesinar sin acusaciones o juicio a palestinos sospechosos de resistir a la ocupación israelí, como ha ocurrido hace unos pocos día en el norte de Cisjordania.
Y cuando surgen críticas contra estas prácticas, los mentirosos patológicos de la hasbara israelí pronuncian las mismas mentiras preparadas previamente para justificar sus espantosos crímenes, como afirmar que se vio a las víctimas caminar de manera sospechosa, o que llevaban un objeto sospechoso o que se creía que eran miembros de una organización ilegal.
Como era de esperar, cuando los propios soldados israelíes o grupos de derechos humanos como B’tselem sacan a la luz estas mentiras, los matones asesinos del sionismo recurren a las llamadas «tácticas de las pistas falsas» señalando que en todo el mundo se producen asesinatos de civiles inocentes y que no es justo señalar a Israel como si fuera el principal villano del mundo.
Pues bien, Israel es el principal villano del mundo aunque sólo sea porque ha robado la patria de otro pueblo y ha estado tratando de liquidar y erradicar la existencia nacional de este pueblo.
En todas partes se producen crímenes. Sin embargo, también es verdad que el pueblo palestino ha sido la víctima más constante del colonialismo, racismo y genocidio israelíes.
Hace unas semanas el ministro israelí de la Diáspora y Diplomacia Pública, Uuli Edelstein, trató de parecer más inteligente que sus compañeros propagandistas judíos. Señaló que el mejor enfoque para «hacer frente» a las campañas de boicot a las prácticas de apartheid israelíes era difundir información acerca de lo válido que es Israel para el mundo y, por consiguiente, cambiar la atmósfera que hace que se acepte el boicot.
En otras palabras, el ministro quería hacer que los pueblos del mundo olvidaran o ignorara a los niños que se está asesinando, casi a diario, en Gaza y Cisjordania … porque estas víctimas «no son judíos» y sus vidas no merecen la atención del mundo, y no digamos ya su intervención. Es más, Edelstein quería que los pueblos del mundo se sientan bien en relación a Israel y no sientan reparos por los palestinos y las demás víctimas de la criminalidad genocida israelí del tipo de la que vimos en Gaza hace menos de dos años.
«En Londres me preguntaron por el boicot a Israel», dijo Edelstein. «Estoy a favor, pero háganlo en serio. No se limiten a dejar de comer tomates cherry, cierren sus ordenadores, llamen al hospital y digan que dejen de tratar a sus familiares con medicamentos y equipamientos medicos israelíes; es muy fácil boicotear a Israel cuando no se sabe de qué se está hablando».
Este ministro sionista a todas luces arrogante quería hacernos pensar que sería el fin del mundo si la gente deja de comer tomates cherry cultivados en las colonias sionistas construidas en territorios ocupados y si la gente deja de comprar productos israelíes.
Pues bien, este alto cargo matón se debería haber dado cuenta de que los avances tecnológicos y científicos de un país no le dan licencia para cometer crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. La Alemana nazi era bastante avanzada en ciencia y tecnología, pero los nazis no utilizaban estos argumentos para justificar sus crímenes de guerra ni sus crímenes contra la humanidad.
Por desgracia, los sionistas están tan absortos en sí mismos y son tan arrogantes que no son capaces de entender que ninguna cantidad de logros científicos podría justificar o encubrir nunca asesinar a niños que van al colegio o vuelven a casa después de éste, limpiar étnicamente a las personas en sus casas de Jerusalén Oriental o disparar contra agricultores que trabajan sus campos en Gaza.
En última instancia, los criminales son criminales aunque dé la casualidad de que son grandes inventores o genios. Por esa razón a los criminales se les trata como criminales al margen de toda otra consideración. Desde luego, así es como la humanidad debería tratar a los criminales de guerra de Israel, independientemente de lo respetables que puedan parecer a ojos de algunas personas.
Fuente: http://desertpeace.wordpress.com/2010/09/21/what-who-gives-israel-the-right-to-act-as-it-does/