La revolución siria es representativa de las otras revoluciones árabes en el sentido de que la postura de EEUU y de cualquier otra potencia internacional no es especialmente importante. La revolución siria está dirigida contra una práctica política interior y su enemigo es el régimen, y no alguna parte exterior. Por ello, la revolución no […]
La revolución siria es representativa de las otras revoluciones árabes en el sentido de que la postura de EEUU y de cualquier otra potencia internacional no es especialmente importante. La revolución siria está dirigida contra una práctica política interior y su enemigo es el régimen, y no alguna parte exterior. Por ello, la revolución no ha presenciado la quema de banderas estadounidenses ni eslóganes contra sus ciudadanos o los de otros países. Los estadounidenses tras las revoluciones de Túnez, Egipto, Libia y Yemen, sintiendo que había algo árabe nuevo que había que probar, adoptaron una actitud positiva hacia las protestas sirias, lo que no dio a nadie en Siria la oportunidad de enfrentarse a ellos.
El 8 de julio de 2011, el embajador estadounidense en Damasco, Robert Ford, visitó la ciudad de Hama, escenario de manifestaciones de centenares de miles de personas. Los hamawíes le dieron la bienvenida y lanzaron ramas de olivo a su coche. Fue un testigo bien recibido del pacifismo de su revolución y de la amplitud de participación. Su visita además llevaba implícito un deseado apoyo moral y una duda sobre la versión del régimen de que había protestas limitadas, armadas y salafistas. Se entiende que la peripecia provocó un profundo enfado en el régimen, y despertó en su contra el discurso del antiimperialismo, contrario de forma innata a EEUU y a Occidente. Con ello, la revolución siria quedó convertida en una maniobra exterior y una conspiración.
El 13 de septiembre de 2011, Ford y otros embajadores occidentales visitaron la ciudad de Dariya para dar el pésame por la muerte del activista pacífico Ghiath Mátar, que murió bajo tortura. Ello fue también un apoyo moral deseado, y una clara acusación de falsedad a la imagen que el régimen daba de la revolución.
Ello arrebató a los estadounidenses el amargo calificativo de enemigo a ojos del público sirio de la revolución, pero no significa que se produjera una cambio radical en la postura generalmente dudosa hacia los estadounidenses y sus políticas, sino que se trataba de una nueva clase de pensamiento sobre las grandes potencias, sobre una clase más profunda fundamentada en la duda y y la enemistas. Esta nueva y distinguida clase podía fortalecerse según el desarrollo de los acontecimientos y las posturas que adoptasen los estadounidenses. Puede decirse que ni un solo día ha pasado en la historia de Siria sin que las posturas del público sirio general no fueran negativas en lo que a los estadounidenses se refiere, por no decir positivas, más que en 2011.
En el otoño de 2011, y después, creció rápidamente el componente armado de la revolución siria y las peticiones se ampliaron: una intervención exterior en pro del pueblo sirio, zonas de exclusión aérea o corredores humanitarios. Parecía que los estadounidenses eran prudentes con estas propuestas sin tener alternativas a las mismas. Los EEUU no solo se abstuvieron de ofrecer ayuda militar alguna a la resistencia siria armada, sino que impidieron a los países árabes que ofrecieran la que desearan y es posible que presionaran a Turquía para confiscar los arsenales de armas de la resistencia siria. Esto mientras los responsables en EEUU y en la OTAN anunciaban una vez tras otra que no tenían planes de intervenir militarmente en Siria. Todo ello parecía una forma de dar al régimen la oportunidad de aplastar la revolución y en la práctica así ha sido, como también lo ha sido con la advertencia que los estadounidenses hicieron al régimen de que no utilice las armas químicas a finales de este verano, que parecía un permiso para utilizar todo tipo de armas excepto esas.
En el verano de 2012, se empezó a oír más y más en los centros de los revolucionarios y los políticos sirios que a los EEUU les conviene que los sirios se destruyan entre sí y que si no apoyan al régimen en realidad, tampoco apoyan a la revolución para que ponga fin a la lucha contra él. Las dudas van en la dirección de que eso es lo que conviene a Israel, que tiene gran influencia en la conformación de la política estadounidense en Oriente Medio y dichas dudas se expresaron claramente en el lema del viernes 19 de octubre de 2012: «EEUU, ¿tu rencor no se ha saciado con nuestra sangre?»
En 2012, aparecieron grupos yihadistas que se convirtieron poco a poco en una preocupación creciente para EEUU. En otoño de 2012, los estadounidenses presionaron para conformar un marco opositor amplio que debilitara el peso de los islamistas en la oposición, y tal vez entrar en negociaciones con partes del régimen. La secretaria de Estado Clinton a finales de octubre pasado habló de que el Consejo Nacional Sirio ya no era la formación más conveniente de la oposición, palabras que provocaron descontento por su falta de respeto y su prepotencia.
Hace pocas semanas, Washington puso al sirio Frente de Al-Nusra en la lista negra de organizaciones terroristas, lo que provocó la ira en los centros de los revolucionarios sirios que en su mayoría no apoyan a dicho frente. Parece que es un intento de imponer las paranoias de EEUU a la revolución siria y provocar la lucha intestina, mientas que sigue la lucha contra el régimen asadiano. El lema de las manifestaciones del 14 de diciembre de 2012 era una respuesta directa a la iniciativa estadounidense: «No hay más terrorismo en Siria que el de Asad».
Hace poco, Riad Turk, el destacado opositor sirio, dijo que EEUU no quiere que la revolución siria triunfe, unas palabras que encuentran mayor eco hoy que en ningún otro momento desde el inicio de la revolución.
De forma general puede decirse que 2012 ha registrado un retroceso en la imagen positiva de EEUU en Siria. La postura no se ha deslizado a una enemistad violenta, ni ha llegado a la quema de banderas, pero los sirios hoy dudan más de los estadounidenses de lo que lo hacía el año pasado. Puede que no sea correcto hablar de la iniciativa EEUU-Rusia que lleva consigo Brahimi y que exige la permanencia de Bashar al-Asad en su puesto hasta mediados de 2014 y la preservación de los servicios de seguridad y el ejército, pero ha quedado patente para los sirios que EEUU es la parte más anquilosada de cara a su revolución de entre todas las potencias occidentales.
No hay duda grosso modo de que los estadounidenses no han materializado una política clara frente a la situación en Siria en 2012 y en los últimos meses parece que su política se ha centrado en lo que es un efecto secundario de la revolución siria; es decir, la aparición de grupos yihadistas en 2012.
Han fracasado en atraer la postura internacional hacia los intereses de cambiar el régimen sirio, por no decir que han sido un freno en esa dirección. El cambio de régimen en Siria debía ser el punto de encuentro entre el interés nacional sirio y el interés ilustrados de EEUU, como debía provocar un gran cambio en el ambiente político de la zona, iniciando nuevas dinámicas políticas, internas y regionales.
En cualquier caso, parece hoy que cuanto más se alarga la lucha siria, peor es para nosotros por una razón y para los EEUU por otra, y peor para la imagen que tenemos nosotros de ellos y ellos de nosotros.
Publicado por Traducción por Siria