La fuerza del puño judío proviene del guante de acero americano que le recubre, y de los dólares que le cobijan. (Yeshayahou Leibowist, «Israël et Judaïsme», p. 253) La verdad es que todas las guerras del Oriente Medio y del Oriente Próximo son guerras de colonización y de exterminio. Los capitalistas sionistas y estadounidenses […]
La fuerza del puño judío proviene del guante de acero americano que le recubre, y de
La verdad es que todas las guerras del Oriente Medio y del Oriente Próximo son guerras de colonización y de exterminio. Los capitalistas sionistas y estadounidenses han ocupado esas regiones por sus intereses económicos y geopolíticos. En nombre de esos intereses se ha confinado en la franja de Gaza y en Cisjordania al pueblo palestino. Se le ha bombardeado sin misericordia. Se le ha cerrado la ayuda internacional de alimentos y asistencia médica. Hoy 27, el Estado Terrorista de Israel ha comenzado a bombardear, por aire, la franja de Gaza. El jefe del Gobierno de Hamás en Gaza, Ismail Haniye, acusó a Israel de haber cometido su «más horrible y fea masacre al matar al menos 225 personas.
Desde la creación arbitraria del Estado Sionista-Terrorista de Israel en 1948 en los territorios de Palestina, la política de los Estados Unidos se centró en torno a un compromiso con el Estado sionista, que convirtió al imperio estadounidense en el gran benefactor del Estado Militarista de Israel. Aunque Gran Bretaña y la Sociedad de las Naciones fueron los dos principales artífices de la consolidación de los primeros pasos del Sionismo, dando un carácter legal a la decisión de los sionistas de crear un «Hogar judío en Palestina» y organizando en esa tierra árabe un movimiento de radicación judía masiva, con el fin de echar las bases subrepticiamente planificadas del Estado israelí. Igualmente, Estados Unidos desempeñó un papel fundamental, a favor del Sionismo, en las Naciones Unidas. Se trataba para el imperio estadounidense de contribuir a la creación de un Estado artificial para enquistarlo en el seno de la comunidad árabe Palestina y en detrimento de los países de Oriente, imponiéndolo, como punta de lanza, en el corazón de la nación árabe. El poder de los sionistas en los Estados Unidos era tal ya en 1942 que en el Hotel Baltimore, de Nueva York, una convención maximalista decidió que era necesario pasar del «Hogar en Palestina» (prometido por Balfour: la colonización lenta por adquisición de terrenos, bajo protectorado británico o americano) a la creación de un «Estado judío soberano.
La declaración final de Balfour (en 1917) no habla para nada de toda Palestina, sino solamente del establecimiento en Palestina de un «Hogar nacional para el pueblo judío». De hecho todo el mundo decía «hogar» como si se tratara de un centro espiritual y cultural. Pero, en realidad la elite sionista pensaba en la fundación de un «Estado». Como el propio Herzl, David LLoyd George escribió en su libro: The Truth about the Peace treaties (La verdad acerca de los tratados de Paz): «No debería existir ninguna duda sobre lo que los miembros del Gabinete tenían en aquella época en su cabeza Palestina, llegaría a ser un Estado independiente». Es significativo que el General Smuts, miembro del Gabinete de guerra, declaraba en Johannesburg, el 3 de noviembre de 1915: «En el transcurso de las generaciones venideras, veréis levantarse allí (en Palestina) una vez más un gran Estado judío». (En: The Truth about the Peace treaties).
ESTADOS UNIDOS, GRAN BENAFACTOR DEL ESTADO SIONISTA DE ISRAEL
El 14 de mayo, Ben Gurión proclamo en Tel-Aviv ‘la independencia’: «El Estado judío en Palestina se llamará: Israel». El Estado de Israel fue admitido en las Naciones Unidas gracias a las presiones vergonzosas del «lobby sionista».
El poder del lobby sionista ha doblegado a muchos presidentes estadounidenses. El presidente Kennedy, por ejemplo, en 1958, recibió la advertencia del presidente de la Conferencia de Presidentes de Asociaciones judías, Klutznik, quien le dijo crudamente: «Si dice lo que debe decir, puede contar conmigo. De lo contrario no seré yo el único que le vuelva la espalda». Lo que debía decir, lo resume así Klutznik: la actitud de Eisenhower en el asunto de Suez era mala mientras que en el 48 Truman estaba en el buen camino Kennedy siguió este consejo en 1960, cuando fue designado por la convención demócrata como candidato. Después de sus declaraciones en Nueva York, ante las personalidades judías, recibió 500.000 dólares para su campaña, nombró a Klutznik como consejero, y contó con el 80% del voto judío.
Durante su primer encuentro con Ben Gurión, en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York, en la primavera de 1961, John F. Kennedy le dijo: «Sé que he sido elegido gracias a los votos de los judíos americanos. Les debo mi elección, Dígame que debo hacer por el pueblo judío».
Es así que tanto Kennedy, Bill Clinton como James Carter y el resto de los presidentes estadounidenses de las últimas cinco décadas, salieron del corazón del Council on Foreing Relations (CFR), de la Comisión Trilateral y del Bilderberg Group, columnas vertebrales del poder sionista.
El Council on Foreign Relations (CFR) conforma una poderosa organización centralizadora del capitalismo trasnacional a nivel mundial, de muy bajo perfil público, y de alta efectividad, integrada por unos 3.600 miembros del más alto nivel, prestigio e influencia en sus respectivas disciplinas y ámbitos de poder, tanto en Estados Unidos como en Europa. El CFR reúne a los más altos directivos de instituciones financieras, a grandes empresas industriales y medios de comunicación social, a investigadores y académicos, a oficiales militares de máxima jerarquía, a políticos, funcionarios públicos, decanos y centros de estudios. En el CFR se concentra todo el poder mediático del sionismo: CNN, CBS, NBC, The New York Times, The Daily Telegraph, Le Figaró, The Economist, The Economist, The Wall Street Journal, Le Monde, The Washington Post, Time, Newsweek, US News & World Report, Business Week, RTVE, etc., todos en manos de redes empresariales que integran el CFR. También son miembros integrantes del CFR las grandes universidades y facultades como Harvard, Massachusetts Institute of Technology (MIT), Columbia, Johns Hopkins, Princenton, Yale, Stanford y Chicago, donde egresan la mayoría de los profesionales que cubren 150 puestos clave de la administración estadounidense, incluyendo los cargos más relevantes en sus fuerzas armadas.
La Comisión Trilateral, fundada por iniciativa de David Rockfeller en julio de 1973, consolida la alianza entre el poder de las trasnacionales, el de las finanzas y el de la política, gracias a una red de influencias cuyas ramificaciones se extienden a los principales sectores de la sociedad estadounidense y mundial.
El Bilderberg Group fue concebido en 1954 bajo la dirección de grandes grupos económicos e ideólogos del imperialismo, entre ellos, la banca Rotschild, el magnate petrolero Rockefeller y el experto guerrerista Kissinger. Es uno de los grupos rectores de las finanzas, el comercio, la política y las relaciones internacionales. Constituye algo así como el cerebro del G8. El grupo elite lo conforman directivos de France Telecom; la Banca Morgan; Coca Cola; The Wall Street Journal; Danone; AOL Time Warner; Bundesbank; Banco Mundial. Unilever; Wolkswagen; Royal Ducht Shell; PepsiCo; Daimler Chrysler AG; Citibank.
En nombre de esa comunión los Estados Unidos han utilizado el dinero del pueblo estadounidense para subvencionar el desarrollo económico y militar del Estado Sionista de Israel y para rescatarlo durante los periodos de crisis financieras. Con la asistencia militar estadounidense, Israel se ha convertido en uno de los Estados más fortalecidos militarmente. Además, los gobiernos estadounidenses han dado a Israel un amplio apoyo diplomático, protegiéndolo de algunas de las consecuencias condenatorias emanadas de los organismos internacionales por sus acciones criminales. El hecho más obvio de la condición privilegiada del Estado Sionista de Israel, que confiere el imperialismo estadounidense, es la asistencia económica militar. En el 2005, la misma ascendía a 154.000 millones de dólares, el grueso de la cual comprendía ayudas económicas directas más que prestamos. Y esta ayuda directa se da en general bajo condiciones excepcionalmente favorables.
Durante la administración Kennedy se concretó el primer compromiso tangible de Estados Unidos con la seguridad militar de Israel. En diciembre de 1962, Kennedy le dijo a la ministra israelí de Asuntos Exteriores Golda Meir lo siguiente: «creo que está bastante claro que, en caso de una invasión, Estados Unidos acudiría en apoyo de Israel. Tenemos esa capacidad y está aumentando». Kennedy poco más tarde autorizó la primera gran venta de armamento estadounidense a Israel en 1963.
Sin embargo, el auténtico giro en cuanto a la ayuda estadounidense tuvo lugar durante y después de la Guerra de los Seis Días en junio de 1967. Tras aproximarse a una media de 63 millones de dólares anuales de 1949 a 1965 -de los cuales más del 95 por ciento era asistencia económica y ayuda alimentaría-, la ayuda media se elevó a 102 millones de dólares de 1966 a 1970. Posteriormente, en 1971, el apoyo se disparó a 634,5 millones de dólares -de esta suma el 85% era asistencia militar- y se multiplicó por más de cinco después de la Guerra del Yon Kipur en 1973. Según estos datos, en el año 1976, el Estado Sionista de Israel se convirtió en el mayor receptor anual de ayuda exterior estadounidense del mundo, una posición que ha mantenido desde entonces. Desde 1974, parte o toda la ayuda militar estadounidense a Israel ha sido en forma de préstamos sin la obligación de devolverlos.
El Estado Sionista recibe ahora unos 3.000 millones de dólares de ayuda exterior directa cada año, una cantidad que es aproximadamente 1/6 del presupuesto de Estados Unidos para asistencia exterior directa y equivale a cerca del 2% del PIB de Israel. En años recientes, aproximadamente el 75% de la asistencia estadounidense ha sido de tipo militar. En términos per cápita, este nivel de asistencia exterior directa equivale a un subsidio directo de más 500 dólares al año por cada israelí. En comparación, el receptor número dos de ayuda exterior de Estados Unidos, Egipto, recibe sólo 20 dólares por persona, y países empobrecidos, como Pakistán y Haití, reciben aproximadamente 5 dólares y 27 dólares por persona respectivamente.
La ayuda que recibe Israel de Estados Unidos, la obtiene bajo términos más favorables que la mayoría de los otros receptores de asistencia estadounidense. La mayor parte de los países que reciben ayuda en dinero de Estados Unidos es en plazos trimestrales, pero desde 1982 los proyectos de ley anuales sobre ayuda exterior han incluido una cláusula especial en la que se específica que Israel recibirá su asignación completa en los primeros 30 días del año fiscal. Esto es igual a que una persona recibiera su salario anual completo el 1 de enero y por lo tanto pudiera ganar intereses sobre la porción no gastada hasta que ésta sea usada. La transferencia anticipada de los fondos de Financiación Militar Extranjera (FMF por sus siglas en inglés) ha permitido a Israel ganar unos 660 millones de dólares en intereses extra a fecha de 2004. Increíblemente, el Estado Sionista de Israel es el único receptor de ayuda económica estadounidense que no tiene que dar cuentas de cómo la gasta. La ayuda a otros países es asignada a proyectos específicos, pero Israel recibe una transferencia directa de efectivo de una sola vez.
Otra forma de apoyo de Estado Unidos son las garantías de préstamo, que permiten a Israel pedir dinero prestado a bancos comerciales a interés más bajos, ahorrando así millones de dólares en pagos de intereses. Israel solicitó y recibió aproximadamente 10.000 millones de dólares en garantías de crédito de Estados Unidos a comienzos de la década de 1990 para financiar los costos de asentar a los judíos soviéticos que emigraban a Israel.
Además de las ayudas subvencionadas por el gobierno y las garantías de crédito, se estima que recibe unos 2.000 millones de dólares anualmente en donaciones privadas de ciudadanos estadounidenses, aproximadamente la mitad en pagos directos y la otra mitad mediante la compra de bonos del Estado de Israel. Hay grupos como los Amigos de las Fuerzas de Defensa Israelíes que recaudan fondos en Estados Unidos para «sostener programas e instalaciones sociales, educativas y recreativas para los y las jóvenes soldados de Israel que defienden la patria judía» (Mearsheimer y Walt, The Israel and U. S. Foreign Policy). Según estos autores en una cena en Nueva York, comenzando el primer quinquenio de este siglo, recaudaron unos 18 millones de dólares en contribuciones, que no son gravables según la ley de Estados Unidos. Otras donaciones privadas de ciudadanos estadounidenses han ayudado también a subvencionar la colonización de los Territorios Ocupados.
AYUDA MILITAR
La máxima ayuda de los Estados Unidos está dirigida a la asistencia militar, con el fin de preservar la supremacía israelí en el Medio Oriente. El Estado Sionista Israelí no sólo recibe armamento de fabricación estadounidense de última generación, sino que también ha pasado a estar vinculado a las instituciones de defensa e inteligencia de Estados Unidos mediante una serie de diversos acuerdos formales e informales. Según el servicio de Investigación del Congreso, «la ayuda militar estadounidense ha contribuido a transformar las fuerzas armadas israelíes en uno de los ejércitos tecnológicamente más sofisticados del mundo». Además de la ayuda económica y militar ya descrita, Estados Unidos ha proporcionado al Estado Sionista de Israel casi 3000 millones de dólares para desarrollar armas como los aviones Lavi, los tanques Merkava y los misiles Arrow. Los lazos militares entre Estados Unidos e Israel dieron un salto cualitativo en la década de 1980, como parte del esfuerzo de la administración de Reagan para construir un «consenso estratégico» antisoviético en Oriente Medio. Otro interés estratégico que tiene Estados Unidos tiene que ver con los recursos energéticos localizados en el golfo Pérsico. No cabe ninguna duda de que Estados Unidos tiene un gran interés estratégico en los recursos energéticos localizados en el golfo Pérsico. La importancia del petróleo de Medio Oriente llevó a Estados Unidos a establecer una estrecha alianza con Arabia Saudí después de la Segunda Guerra Mundial. También fue una de las razones por las cuales Washington mantuvo al sha de Irán durante muchos años como gobernante tiránico de los persas. Tras la caída del sha en 1979, ese mismo interés de mantener el dominio en la región y en consecuencia el flujo constante de los suministros de petróleo hizo que la administración de Reagan provocará la Guerra Irán-Irak (1980-1988). Estados Unidos dio un amplio apoyo a Irak.
EL LOBBY SIONISTA
El «lobby sionista» tiene como objetivo permanente designar una amplia y dispar coalición de individuos y organizaciones que trabajan activamente para conformar la política exterior estadounidense e imprimirle una dirección claramente pro-sionista. Dicho de otra manera, el «lobby sionista» es una gigantesca operación de presión económica y política que opera simultáneamente en todos los estamentos del poder institucional estadounidense: Casa Blanca, Congreso, Pentágono, Departamento de Estado, CIA, y Agencias de inteligencia. Es fácil identificar a los grupos que son claramente del «lobby» -por ejemplo, la Organización Sionista de Estados Unidos (ZOA, por su siglas en inglés) – así como a los individuos que son miembros clave, como Malcolm Hoenlein, «vicepresidente ejecutivo» de la Conferencia de Presidentes de las Organizaciones Judías Más Importantes de Estados Unidos.
A través del «lobby sionista», el Estado Terrorista de Israel impulsa abiertamente la intervención militar en todo el territorio del Oriente Medio y Oriente Próximo para eliminar «la amenaza árabe a Israel», sosteniendo que Israel y Turquía son los únicos verdaderos Estados-naciones de la región y han estado pronosticando la desintegración de algunos Estados árabes desde la primera guerra del golfo. Su «Biblia» operacional se condensa en un documento del año 1996 titulado «Un cambio nítido: una nueva estrategia para asegurar el territorio nacional», escrito por el Instituto Judío para Asuntos de la Seguridad Nacional (JINSA) para aconsejar al entonces primer ministro entrante israelí Benjamín Netanyahu.
El dinero para la financiación de las estructuras operativas del «lobby sionista» proviene de las mega-corporaciones: petroleras, armamentistas, tecnológicas, financieras, que hacen negocios tanto con el Complejo Industrial como con Wall Street y también proviene de fundaciones conservadoras que utilizan las fortunas legadas a tal fin por magnates ya fallecidos. El «lobby sionista» cuenta con un núcleo que consta de organizaciones cuyo propósito declarado consiste en presionar al gobierno estadounidense a aportar ayuda material a Israel y a respaldar las medidas políticas de su gobierno, además de constar de individuos influyentes para los cuales estos objetivos también constituyen una prioridad fundamental.
Los judíos estadounidenses han formado un conglomerado impresionante de organizaciones cívicas cuyos programas se centran en la misión de beneficiar a Israel, en muchos casos mediante una decidida influencia en la política exterior estadounidense. Las organizaciones clave son el AIPAC (Comité Estadounidense de Asuntos Públicos de Israel), el Congreso Judío estadounidense, la ADL, el Centro de Acción Religiosa del Judaísmo Reformista, Estadounidenses por un Israel Seguro, Amigos Estadounidenses del Likud, Mercaz-USA, Hadassah y muchos más.
Entre las muchas organizaciones judías que incluyen la política exterior como parte central de su programa encontramos el AIPAC, que es la organización sionista más conocida. Desde su creación el AIPAC ha tenido raíces explícitamente sionistas: su fundador I. L. Kenen, era el director del Consejo Sionista Estadounidense en 1951. Organización que fue denominada en 1959 AIPAC.
A medida que la ayuda exterior estadounidense dedicada al Estado Sionista comenzó a exceder las aportaciones particulares, las organizaciones pro-sionistas se concentraron más en las actividades políticas propiamente dichas, tendentes a preservar o a incrementar el apoyo del gobierno estadounidense.
Morrys Amitay, quien sustituyó a Kenen como director ejecutivo del AIPAC en 1975 expresó: «el nombre de lo que está en juego, si uno desea ayudar a Israel, no es otra que la acción política». Con Amitay y su sucesor, Tom Dine, el AIPAC se transformó. Dejó de ser una operación de carácter detrás de los telones y de bajo presupuesto para ser una gran organización, con una masa en la base, con un personal de más 150 empleados y un presupuesto anual (recaudado solamente entre los aportes particulares) que pasó de unos 300.000 dólares en 1973 a una estimación de 40 o tal vez 60 millones hoy en día.
El recién electo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, también se ha aliado completamente con la AIPAC y la agenda israelí de dominación del Oriente Próximo. Se ha rodeado de consejeros partidarios de Israel por encima de todo. Ha demostrado su devoción pública por el «pueblo elegido». Ha prometido lealtad total a Israel, y ha dejado claro que si el Estado Terrorista de Israel decide empezar otra guerra, tendrán el pleno apoyo del ejército de los Estados Unidos. La elección de Rahm Israel Emmanuel como jefe de gabinete de la Casa Blanca, es una señal de que la única cosa diferente de la nueva administración serán las caras. Rahm es un fuerte defensor del AIPAC, y viene de una familia terrorista. Su padre fue miembro del Irgun, una organización terrorista judía que usó la violencia para expulsar a los británicos y los palestinos de Palestina, para crear el Estado judío. Durante la guerra del Golfo de 1991, Rahm Israel Emmanuel sirvió como voluntario en el ejército de Israel. Fue miembro del Consejo de Administración de Freddie Mac. Barack Obama se ha rodeado de partidarios sionistas. Una de sus estrellas es Robert Rubin, el mafioso banquero que fue secretario del Tesoro en la administración Clinton. Joseph Biden, el Vicepresidente, fue un defensor clave de la guerra de Bosnia, y votó a favor de la guerra de Irak. Se ha proclamado sionista.
EL RESCATE FINANCIERO Y EL LOBBY JUDÍO, OTRO GRAN NEGOCIO
Mediante el «rescate financiero», el lobby sionista bancario hizo lo que sabe hacer muy bien, multiplicar los panes. Ya no con dinero especulativo proveniente del sector privado, sino con los recursos públicos puestos al servicio de un nuevo ciclo de rentabilidad capitalista.
Pero la nueva administración gubernamental estadounidense encabezada por el electo presidente, Barack Obama, ya desató un guerra intestina en el lobby sionista por el control millonario de los fondos destinados a los «rescates», cuya suma (hoy es de 1.5 billones), aumentando constantemente. La guerra es por el control de los dos máximos niveles de decisión mundial del capitalismo financiero: La Reserva Federal y el Tesoro de lo Estados Unidos. Según los medios especializados de Wall Street, se está perfilando un combate a cuchillo entre los grupos sionistas que controlan la Reserva Federal, actualmente conducida por Ben Bernanke, y el lobby que controlará el Tesoro durante la gestión de Obama. Estos dos organismos son clave en el diseño y ejecución de los «rescates» así como del manejo de los fondos y de la designación de los bancos privados que intervienen en el macronegocio.
De acuerdo con el diario insignia del lobby sionista, The Street Journal, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) evalúa la posibilidad de emitir deuda por primera vez en su historia, una función del gobierno que ahora está en manos del Tesoro. La emisión de bonos -señala el Journal- podría ayudar a la Fed a gestionar los billones de dólares en nuevos préstamos que ha contraído al concederle una nueva fuente de financiamiento a las empresas. Hay que recordar que el Sistema de Reserva Federal es un consorcio público-privado (presentado como estatal) compuesto por una Junta de Gobernadores, el Comité Central de Mercado Abierto, 12 Bancos de Reserva Federal regionales y una red de bancos privados. Los integrantes de la Junta y su presidente (el llamado titular de la Reserva Federal) son designados por el Presidente de los Estados Unidos y confirmados por el Senado, pero su función en la práctica está orientada a servir a los intereses privados que controlan la Reserva Federal. El actual presidente de la Junta de gobernadores (Reserva Federal) es Ben Bernanke, que antes de ser designado por el Presidente de los Estados Unidos (baby Bush) contó con el consenso de la red bancaria privada sionista, la que se vale del Sistema de Reserva Federal como una herramienta para regular y controlar la actividad monetaria y financiera mundial. Bernanke continuará presidiendo la Reserva Federal durante la gestión de Obama. Los primeros escarceos entre la Reserva y el Tesoro surgen porque la «trilogía» del lobby sionista que controlará la política financiera de Obama, compuesta por Timothy Geithner, Lawrence y Summers y Robert Rubin, tiene sus propios programas.
En síntesis, el «lobby sionista» no solamente está en la Casa Blanca sino que abarca todos los niveles de las operaciones del capitalismo trasnacional, cuyo diseño estratégico está en la cabeza de los grandes «directores» y «ejecutivos» de bancos y consorcios multinacionales que se asientan en el Consenso de Washington y se reparten el planeta como si fuera un pastel. Esta estructura de poder capitalista, esencialmente concentrado y centralizado, es decir, imperialista se concreta mediante una red infinita de asociaciones y vasos comunicantes entre el capital financiero, industrial y de servicios que convierte a los países y gobiernos inscritos en el Consenso de Washington en gerencias de enclave.
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Finkelstein,Norman (2002). La industria del holocausto. Siglo veintiuno de España Editores.
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