El 12 de septiembre de 1998 cinco cubanos fueron arrancados abruptamente de los brazos de sus seres queridos. Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González, René González, y Ramón Labañino resultaron condenados a severas penas en un amañado proceso llevado a cabo en Miami por el único delito de monitorear organizaciones contrarrevolucionarias con el fin de […]
El 12 de septiembre de 1998 cinco cubanos fueron arrancados abruptamente de los brazos de sus seres queridos. Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González, René González, y Ramón Labañino resultaron condenados a severas penas en un amañado proceso llevado a cabo en Miami por el único delito de monitorear organizaciones contrarrevolucionarias con el fin de evitar actos terroristas contra el país caribeño.
Desde entonces estos combatientes por la libertad y la justicia han sido víctimas de todo tipo de atropellos, entre estos la violación de sus más elementales derechos humanos que incluyen negativas de visas a familiares para visitarlos en las prisiones estadounidenses donde están confinados, una evidencia del odio visceral de Washington a la Revolución Cubana.
El valor, gran sacrificio y amor caracteriza la historia de estos patriotas, que fieles a sus convicciones arriban a sus 12 años de encierro en prisiones estadounidenses, mientras en todas partes del orbe crece el clamor a favor de su excarcelación.
De quinteto de gigantes los calificó el Comandante en Jefe Fidel Castro, en una de las primeras Tribunas Abiertas de la Revolución dedicadas a reclamar su libertad y donde hizo énfasis en las virtudes de esos hombres cultos, de elevados conocimientos y profundas convicciones morales y revolucionarias.
Cada día la justicia de su causa se abre paso, no obstante el silencio de la gran prensa estadounidense. En 2005 el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas declaró arbitraria la detención de los cinco cubanos. Actualmente numerosos actos y manifestaciones se llevan a cabo en el mundo con motivo de este aniversario de su encierro. La historia de estos hombres, cuya existencia transcurre incomunicados y en pequeñas celdas, hace ya 12 años, es un relato de valor, sacrificio y mucho amor, tanto hacia sus familiares como a su Patria.
La fortaleza de espíritu los acompaña en el cruel encierro, lejanía en la que permanece constante la preocupación por la educación de sus hijos. Ramón Labañino escribe a sus hijas, cuya ausencia paterna añoran: «Donde quiera que he estado y estaré, ustedes siempre están y estarán presentes».
Antonio Guerrero, en el poema Por una causa justa, afirma: «Verás que no hay mayor satisfacción/ que el tratar de evitar alguna guerra/ aunque te falte a diario una caricia».
Estados Unidos viola los derechos humanos de Adriana Pérez y Olga Salanueva, esposas de Gerardo Hernández y René González, a quienes se les impide las visitas a sus cónyuges.
El día de su cumpleaños, René habló por teléfono con su esposa y el mensaje que le transmitió fue de optimismo. Desde la cárcel, a Olga Salanueva, el amor de su alma, le manifiesta sus deseos de colmarla de cartas y poemas y le escribe: «Me consuela saber que cada momento que hemos pasado juntos ha sido para regocijarnos en nuestro amor y hacernos la vida feliz el uno al otro».
En uno de los versos del poema Sólo, Gerardo le dice a Adriana: «Sólo si río o si estoy triste, / sólo si pienso en lo que yo fui/ sólo si sé que el amor existe/ sólo si vivo pienso en ti».
Fernando González escribe a su adorada madre: «Confía siempre en la victoria y mantén el entusiasmo que aprecio en tu carta. Que junto a esta te llegue todo el cariño y el amor de un hijo que aprecia con orgullo tu valor y fortaleza en estos momentos de dificultad».
El 29 de diciembre de 2001 durante una sesión extraordinaria y solemne de la Asamblea Nacional del Poder Popular, se acordó otorgarles a los Cinco el Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba por haber cumplido «con ejemplar dedicación, dignidad y firmeza la sagrada misión de defender la Patria y protegerla del terrorismo, corriendo grandes riesgos para sus vidas y soportando enormes sacrificios en el medio más hostil, agresivo y corrupto».
La escritora afroamericana Alice Walker considera que ellos son la clase de héroes que, por lo general, se encuentran en la mitología. De ahí que al evocarlos las personas honestas sienten latir con más fuerza el corazón.