La anciana, cargando un montón de paquetes en sus brazos, baja de un avión en el aeropuerto de La Habana y se deshace en elogios a la Revolución Cubana. «Mienten los que dicen que en Estados Unidos hay libertad. Pasé allí tres meses y en ninguna parte pude gritar: `¡Viva, Fidel Castro!`», dice. Las declaraciones […]
La anciana, cargando un montón de paquetes en sus brazos, baja de un avión en el aeropuerto de La Habana y se deshace en elogios a la Revolución Cubana. «Mienten los que dicen que en Estados Unidos hay libertad. Pasé allí tres meses y en ninguna parte pude gritar: `¡Viva, Fidel Castro!`», dice.
Las declaraciones de esta mujer fueron transmitidas por la televisión cubana y reproducidas en Miami por el canal 23, filial de la cadena Univisión, sin ningún comentario.
En seguida, el mismo canal ilustró profusamente las manifestaciones de exiliados cubanos en Miami, que se oponen enérgicamente al endurecimiento del embargo contra la isla, decretado en mayo por el gobierno del presidente George W. Bush.
Pero es probable que esas manifestaciones languidezcan en las próximas semanas, tras una velada amenaza que insinúa que muchos de esos exiliados podrían perder su condición de tales, por haber mentido al decir que eran perseguidos políticos cuando solicitaron su residencia en Estados Unidos.
El representante republicano Lincoln Díaz Balart dijo: «Un asilado político debe respetar esa condición, para seguir siendo considerado como tal».
El mensaje parecía estar dirigido a los que protestan contra el presidente Bush y tiene la lógica de que un refugiado político no escapa de su país para luego exigir, seis meses después, que se le permita regresar como si nada hubiera pasado.
Decenas de miles de cubanos que llegaron a territorio de Estados Unidos en las últimas décadas lograron el asilo argumentando su condición de perseguidos políticos, beneficiándose así de la Ley de Ajuste Cubano.
Díaz Balart, un cubano-estadounidense de gran influencia en la Casa Blanca, subrayó que «miles de otros extranjeros inmigrantes envidian esa ley», que les permite a los cubanos quedarse en Estados Unidos y lograr la residencia en un año.
Entre los mismos exiliados es un secreto a voces que si las autoridades estadounidenses revisaran los expedientes de miles de cubanos que quieren regresar a Cuba a visitar a sus familiares, se encontrarían con que casi todos se declararon perseguidos políticos. Pero como después fueron y regresaron de Cuba sin mayores problemas, se podría «demostrar» que mintieron, lo que los volvería vulnerables a la deportación.
Ahí parece inscribirse la velada amenaza lanzada por Díaz Balart, repetida en programas de opinión por exiliados de la extrema derecha o la línea «dura» anticastrista. Quizás por esto es que en los últimos días menguaron las protestas contra las medidas que Bush puso en vigencia el 30 de junio.
Entre ellas figuran la disminución del dinero que se puede gastar en Cuba, límites en los equipajes a llevar, prohibición de llevar a Estados Unidos bienes comprados en Cuba o de enviar ropa y artículos de tocador y, sobre todo, viajar sólo cada tres años para visitar a familiares directos.
El objetivo, según el gobierno de Estados Unidos, es disminuir el caudal de divisas que recibe La Habana, con el objeto de acelerar cambios políticos en la isla.
No se alteró la autorización del envío de hasta mil 200 dólares por familia anuales, concepto por el que Cuba recibiría hasta mil millones de dólares.
Ahora, falta ver si tras lo dicho por Díaz Balart, vuelven a producirse en Miami las ruidosas manifestaciones contra el endurecimiento del embargo a Cuba.
De lo que sí se puede estar seguro, es de que a nadie, a menos que sea un suicida, se le ocurriría gritar ¡viva, Fidel Castro!, y mucho menos en La Pequeña Habana.