Los cubanos del presente, enmarcado en 60 años de la revolución más trascendente de su historia, han sido constantes y fieles al espíritu rebelde y libertario, y han desplegado ese heroísmo innato y adquirido en miles de campos de batalla y han hecho suyo el grito de que «Aquí no se rinde nadie». El señor […]
Los cubanos del presente, enmarcado en 60 años de la revolución más trascendente de su historia, han sido constantes y fieles al espíritu rebelde y libertario, y han desplegado ese heroísmo innato y adquirido en miles de campos de batalla y han hecho suyo el grito de que «Aquí no se rinde nadie».
El señor Trump además de magnate empresarial y presidente circunstancial es un ignorante en aspectos elementales de muchos campos, incluyendo el de la historia. De ahí que asesorado por sus cofrades de la cúpula actual estadounidense y estimulada por la claque de la gusanería cubana de Miami, pretende asfixiar a Cuba con medidas de carácter económicas y poner condicionamientos inaceptables a su gobierno y a su pueblo.
Quizás valga la pena informar a los lectores, periodistas y analistas que a pesar del poderío que están en manos del emperador de Washington, nunca será suficiente para amedrentar a los cubanos.
Las actuales restricciones y prohibiciones a las visitas de estadounidenses a Cuba y también las prohibiciones contra las empresas de transporte como los cruceros y otras instituciones, son medidas en primer lugar de represalias y de vulneración del derecho constitucional de los norteamericanos que en los últimos años han expresado una preferencia creciente por el atrayente destino Cuba, reflejado en cientos de miles de visitantes y unánimes opiniones favorables sobre las experiencias vividas durante sus visitas. También afectará a los cubanos en el aspecto económico y en las relaciones llamadas pueblo a pueblo, que se han mantenido en conflicto durante 60 años gracias al pertinaz hostigamiento de los sucesivos gobiernos del país del Norte.
Para un análisis histórico de este asunto, vale la pena recordar que los cubanos, sin apenas armas y en condiciones de guerra muy desiguales, tuvieron que enfrentar, en determinados momentos del proceso independentistas, a un ejército que era superior en número de hombres a todos los que poseía el imperio español durantes las guerras de independencia en todos los países de América Latina y del Caribe juntos, incluyendo, además, a todos los que poseía Gran Bretaña en las colonias de Norteamérica al levantarse en armas..
Y es que Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, al mando de un pueblo alzado con el fin de conquistar su libertad plena en 1868, estaba consciente de los sacrificios que sus compatriotas debían realizar en una guerra exterminadora enfrentados a un enemigo implacable.
Cuatro años y medio después de iniciada la primera guerra de independencia, en 1873, James J. O’Kelly, periodista irlandés, vino a Cuba y visitó los campos insurrectos y se entrevistó con Céspedes. Sus valoraciones de entonces conservan su vigencia, porque fueron sus convicciones de la época, y fueron también vaticinio sobre el heroísmo de los cubanos para los tiempos futuros, pues lo han desplegado en estos 60 años de revolución frente al imperio más poderoso de la historia, el imperialismo yanqui.
Expresaba O’Kelly en su libro La Tierra del Mambí (The Mambi Land), publicado en 1876:
«¡Y de cuanta constancia nos da pruebas este pueblo en su lucha por la libertad!»
«Los mambises han sostenido una lucha tan gloriosa como la de los cretenses y sudilotas contra los turcos, y en toda la historia no hay guerras tan nobles como estas; pero la sociedad moderna está constituida de tal suerte, que no puede ver nada grande en los esfuerzos de un pueblo débil luchando contra terribles enemigos; sacrificando fortunas, familias y vidas; pereciendo bajo el sable, las balas o las enfermedades; viendo cazados a sus esposas e hijos cual si fueran animales del bosque; cayendo exánimes de fatiga y hambre, o muriendo miserablemente en la espesura de los montes; y en medio de todos sus sufrimientos y amarguras, permaneciendo inquebrantables en su resolución de vencer o morir».
«Toda la historia humana no puede suministrar un ejemplo más elocuente de propósito heroico. Las Termópilas no fueron sino un esfuerzo pasajero de una hora; mientras que el heroísmo de los cubanos ha sido constante y se ha desplegado en cien campos de batalla«.
Hoy, mirando la historia de Cuba frente al espejo de la conciencia y la verdad, se puede ratificar lo demostrado en épocas pasadas contra la opresión y el poderío de los déspotas de entonces, y añadir que los cubanos del presente, enmarcado en 60 años de la revolución más trascendente de su historia, han sido constantes y fieles al espíritu rebelde y libertario, y han desplegado ese heroísmo innato y adquirido en miles de campos de batalla y han hecho suyo el grito de que «Aquí no se rinde nadie».
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