Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Ali Abunimah, fundador y editorialista de la página web The Electronic Intifada, publicó recientemente un artículo criticando lo que él llama «la falsa (o hipócrita) campaña de boicot de la Autoridad Palestina (AP)».
Acusa sobre todo a Salam Fayyad, el «primer ministro no elegido con sede en Ramala», de querer sabotear la campaña de BDS [boicot, desinversión y sanciones a Israel] y también de tratar de recuperar las acciones sobre el terreno de la «resistencia popular».
Jamal Juma, coordinador palestino de la campaña contra el muro (Stop the Wall), había declarado un poco antes que «la AP trataba de establecer los parámetros de la resistencia pacífica contra el muro del apartheid en función de su propia visión para tomar el control».
En el mismo momento, Mousa Abu Maria, coordinador del Palestine Solidarity Project y animador del Comité Popular de Beit Ommar, detenido alternativamente por el ejército israelí y por la policía de la AP, analizaba el repentino interés de ésta por la resistencia popular no violenta como «una velada oferta de Fayyad para tomar el control de un movimiento popular».
Estos pocos ejemplos ilustran una realidad que no supone misterio alguno en Cisjordania, donde son muchos quienes han comprendido que el control de las acciones de «la resistencia popular» se ha convertido en un importante reto politico.
El «liberal» surgido de un golpe de fuerza
El gobierno estadounidense y los diferentes países «donantes» lo proporcionaron y se lo impusieron a Arafat en calidad de ministro de Hacienda en 2002.
Nadie debía poden en duda su voluntad de servir a sus compatriotas: después estudiar en una universidad estadounidense y de pasar varios años en el Banco Mundial, puso en práctica su «derecho al retorno» aceptando en 1995 la responsabilidad de ser «representante del FMI» en los territorios de la AP.
En 2007 fue nombrado primer ministro por Abbas, quien junto con su acólito Dahlan acababa de intentar un golpe de fuerza contra Hamás en Gaza. Tras la desbandada de sus fuerzas financiadas por Estados Unidos, Abbas decretó el Estado de excepción, asistió sin decir una palabra al bloqueo a Gaza (e incluso animó a endurecerlo) y a la detención de los miembros de Hamás de Consejo Legislativo Palestino (CLP)[Parlamento], donde eran mayoría.
Quien se nos presenta a veces como un «liberal» no ha tenido el menor inconveniente en aprovecharse de un golpe de Estado para ocupar el puesto del primer ministro que había sido elegido por el grupo mayoritario Hamás del CLP.
Aunque su lista sólo obtuvo el 2.4 % de los votos durante las elecciones que ganó Hamás, es desde hace tres años el «primer ministro» de un gobierno que nunca ha sido ratificado por una votación en el CLP y fue nombrado por un «presidente» ¡cuyo mandato expiró hace 18 meses!
Curiosamente, a sus muchos admiradores occidentales no parece que les choque este «ligero» déficit de legitimidad democrática.
¿Construir un Estado bajo la ocupación?
El plan atribuido al nuevo salvador de los palestinos es el siguiente: debido al impasse de las negociaciones, la AP modernizada por Fayyad va a demostrar la seriedad palestina sobre el terreno y en un momento dado a ojos de la comunidad internacional estará claro que el único obstáculo para solucionar el conflicto es la ocupación…
¿Ingenuidad o sumisión? Esto es lo que dice Bernard Sabella, miembro del CLP próximo a Fayyad: «La insistencia en la no violencia entre nosotros, los palestinos de hoy, está de acuerdo con el plan de Fayyad para llegar a una postura en la que la comunidad internacional va a mirar a Palestina y decir: los palestinos están bien desarrollados en sus instituciones e incluso en su mentalidad. Así pues, ¿por qué no reconocerles un Estado?».
Fayyad afirma que entonces podrá forzar a la comunidad internacional para exigir que se concluya un acuerdo que ponga fin a la ocupación de 1967.
Por lo tanto, habría dos opciones en la búsqueda del reconocimiento del Estado palestino: la de Abbas, que se articula en proseguir con las negociaciones y se basa en la esperanza de un cambio de actitud del gobierno estadounidense, y la de Fayyad, que consiste en actuar sobre el terreno para establecer las bases económicas sin esperar a la creación del Estado.
En realidad, estad dos actitudes no son en absoluto contradictorias.
Abbas y Fayyad son dos estrellas gemelas que unen sus esfuerzos con la esperanza de que la comunidad internacional les conceda «un Estado y qué se le va a hacer si se trata de un bantustán totalmente sometido económicamente a la economía israelí, sin soberanía y consagrado principalmente al control policial de los palestinos«.
Y ¡qué se le va a hacer si este «Estado» sirve mañana para olvidar la cuestión palestina que quedará reducida a unos cuantos episodios de un banal «conflicto fronterizo entre dos Estados Vecinos»!
Fayyad sabe que la combinación de la estructura de los Acuerdos de Oslo y de la ocupación militar israelí hace a la AP totalmente dependiente de Israel y que quien manda lo hace siempre en interés del Estado sionista.
El policía y el banquero: al servicio de la paz para el Capital
Si en Cisjordania se ha levantado el bloqueo financiero y el rastreo militar se ha aligerado un tanto es porque lo permitían el mantenimiento sobre le terreno de las fuerzas de ocupación israelíes y la participación activa de los colaboradores palestinos, sobre todo en la acción represiva de las fuerzas policiales palestinas bajo el mando del general estadounidense Dayton.
Com explicó Dayton, el USSC (siglas en inglés de Equipo Estadounidense de Coordinación de la Seguridad) está ahí «no para enseñar a luchar contra Israel sino para mantener el orden y la ley, respetar a todos los ciudadanos y hacer reinar la ley para que por fin puedan vivir en seguridad y en paz con Israel».
La misión de esta fuerza policial es ante todo el control de cualquier movimiento popular.
Algunos comentaristas occidentales no dejaron de señalar lo débiles que fueron las manifestaciones de protesta de los habitantes de Cisjordania durante la mortífera agresión contra Gaza a finales de 2008.
De nuevo Dayton explica: «Durante este periodo los israelíes mantuvieron un ‘perfil bajo’; cada día se coordinaban con las fuerzas de seguridad palestinas. Por ejemplo, el comandante palestino llamaba al comandante israelí para decirle: »Habrá una manifestación del punto A al B. Pasa cerca del checkpoint de Bet El. Estaríamos agradecidos su pudieran quitar el checkpoint durante dos horas para que podamos controlar la manifestación y a continuación ustedes podrán retomar la posición».
Dayton repite después las palabras de un oficial israelí: «La USSC está haciendo un trabajo magnífico. Cuanto más hagan el trabajo los palestinos menos tendremos que hacerlo nosotros» [1].
No debería haber la menor duda de cuál es primera misión de Fayyad: está ahí para contribuir a reunir las diferentes condiciones favorables a la liquidación de toda resistencia auténtica, se cual sea la forma, violenta o no violenta.
Evidentemente, no está solo y se beneficia del apoyo todavía necesario de Abbas, del apoyo forzado y no siempre entusiasta de Fatah y de la complicidad más o menos discreta de los dirigentes de las ONG cuya supervivencia depende de USAID o del dinero de Fayyad.
Por lo que se refiere a la «izquierda palestina», parece tener como única estrategia reclamar la unidad y la reconciliación negándose a admitir que en las actuales circunstancias cualquier reconciliación sólo se podría hacer a costa de la resistencia y en detrimento de los derechos fundamentales del pueblo palestino.
Fayyad es un jalón importante en el establecimiento de una AP despolitizada, una simple administración de gestión de la vida cotidiana de los palestinos «bajo su forma tecnicista alejada de cualquier compromiso político» [2].
Es también lo que dice Azmi Bishara: «el ex agente del banco Mundial, que se vanagloria de ser pragmático, ofrece soluciones para el día a día en vez de una causa nacional».
Sin embrago, en esta «gestión de lo cotidiano» la relativa mejora de algunos aspectos de la vida de los habitantes de Cisjordania, gracias a que se han levantado temporalmente algunas berreras a la entrada de algunas ciudades palestinas y al permiso dado a los palestinos para utilizar determinadas partes de las carreteras reservadas únicamente a los israelíes, no ha modificado profundamente la situación de los palestinos corrientes, la inmensa mayoría de los cuales no frecuenta las discotecas de Ramala donde la coca-cola cuesta 4 €, ni podrá ser propietario de un piso en Rawabi.
Además, en un contexto global de intensificación de la caza a los militantes de Hamás y más generalmente de la represión contra todas aquellas personas que discuten su política de complicidad con la ocupación, Fayyad debe dar el cambiazo y no puede ser reducido al papel de colaborador activo y entregado del ocupante.
Neutralizar la resistencia popular
Por consiguiente, para neutralizarlos mejor ha decidido ocupar dos terrenos en los que se expresa hoy la lucha contra la ocupación en Cisjordania: por una parte, «la resistencia popular» y por otra, el boicot a Israel.
A partir de 2002 los habitantes de los pueblos que padecían las primeras obras de construcción del muro (Jayyous, Bil’in…) emprendieron espontáneamente diversas luchas. Éstas adoptaban con frecuencia la forma de manifestaciones regulares contra el muro y por la defensa del libre acceso a las tierras y pueblos cada vez más rodeados por las colonias.
Ignoradas por las principales facciones políticas y despreciadas por la AP, estas luchas permanecieron aisladas durante varios años.
La Campaña «Stop the Wall» y después la de BDS en 2005 fueron las primeras que trataron de relacionar entre sí estas búsquedas de una alternativa por una parte al fracaso de las negociaciones y por otra a la imposibilidad de una participación popular en la segunda Intifada militarizada.
Pero la situación ha cambiado. Las negociaciones se han vuelto inexistentes y el aislamiento de las acciones armadas ha llevado a la segunda Intifada al impasse.
Desde hace algún tiempo las campañas de Stop the Wall y de BDS se han visto confrontadas por la concurrencia de dos organismos: el Comité Nacional y el Comité de Coordinación.
El primero lo creó Fatah ya en 2005 y se reactivó después de su última conferencia anual, tras el verano de 2009.
El segundo está bajo el control del gobierno de Fayyad y pretende querer organizar al conjunto de los responsables de los comités populares de Cisjordania.
Fayyad no es tacaño a la hora de utilizar el dinero y los diferentes comités populares no están en la misma categoría a la hora de la distribución del dinero.
Como dice con franqueza Mohamed Kattib, uno de los dirigentes del comité de Bil’in apoyado por la AP, «la presión mediática y el dinero que ha fluido a raudales han creado tensiones. Cada uno quiere su parte…» [3].
Además, la represión de las manifestaciones por parte del ejército israelí acaba en muchas destrucciones y detenciones. Hay que pagar a los abogados, pagar las fianzas y las multas, visitar a los presos en las cárceles israelíes que suelen estar lejos, etc. Todo eso cuesta caro y quien lo paga pretende sacar una ventaja política.
Esto se puede constatar estudiando las declaraciones finales de las conferencias internacionales que han tenido lugar en Bil’in en estos últimos años.
Cuando la presencia de Fayyad en 2009 y la ausencia de la AP en la lucha sobre el terreno fueron objeto de duras críticas y cuando la conferencia estableció entonces como prioridad la campaña de BDS, 2010 confirmó la creciente influencia de la AP sobre muchos comités populares.
Movilizando importantes medios financieros y sin dudar en utilizar la represión selectiva contra algunos dirigentes, a menudo con la complicidad activa de las fuerzas de ocupación, Fayyad parece haber tenido éxito ahí donde Mustapha Barghouti y Fatah habían fracasado en sus intentos de recuperación.
En abril de 2010 en Bil’in los portavoces de la campaña de BDS vieron como su acción quedaba relegada a segunda fila y vieron como ¡un «boicot a los productos israelíes procedentes de las colonias» sustituía al boicot a Israel!
Por consiguiente, Fayyad es el hombre orquesta de un dispositivo que permite hacer unos proyectos de zona industrial, unos proyectos de desarrollo turístico, que favorece el boom inmobiliario y de los comercios de lujo en Ramala… pero un dispositivo que no acaba con la ocupación y que no impedirá al ejército israelí, si mañana decide hacer frente a una nueva revuelta palestina, destruir toda esta pacotilla de la que hoy sólo se beneficia una pequeña elite palestina que ambiciona encontrar su lugar en el proyecto neoliberal del Gran Oriente Medio.
La realización del plan neoliberal de Fayyad pasa, evidentemente, por la liquidación de toda resistencia auténtica porque este plan integra a la ocupación israelí como una realidad inquebrantable [4].
[1] «Speach of Lieutenant General Keith Dayton, US Security Coordinator, Israel and the Palestinian Authority», publicado por The Washington Institute for Near East Policy Washington, 7 de mayo de 2009.
[2] JF Legrain. www.ifri.org/downloads/
[3] International Crisis Group – MER n°95 26/04/2010
[4] Cf. C Cirillo-Allahsa http://www.politis.fr/La-paix-
Fuente: http://www.silviacattori.net/
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