Traducido para Rebelión por LB
Cuando los cañones finalmente callen habrá llegado el tiempo de las preguntas y las investigaciones. El hongo producido por las nubes de humo y polvo se disipará en el cielo negro como la pez, el fervor, la desensibilización y el salto colectivo al vagón del tren [de la ofensiva militar israelí] quedarán enterrados en el olvido para siempre y tal vez dispondremos entonces de una imagen precisa de Gaza en todo su horror. Luego veremos el alcance de las matanzas y la destrucción, los cementerios rebosantes y los hospitales desbordados, los miles de heridos y discapacitados físicos y las casas destruidas que quedarán como legado de esta guerra.
Las preguntas que será necesario hacer, de la forma más cauta posible, serán quién es culpable y quién responsable. La exagerada predisposición del mundo a perdonar a Israel puede que no funcione esta vez. Los pilotos y artilleros, los tanquistas y los soldados de infantería, los generales y las miles de personas que se embarcaron en esta guerra con su correspondiente cuota de celo conocerán entonces las dimensiones del mal inflingido y la naturaleza indiscriminada de sus ataques militares. Es posible que no paguen ningún precio. Ellos fueron a la batalla, pero otros los enviaron.
El test público, moral y judicial se aplicará a los tres dirigentes israelíes que enviaron al ejército israelí a una guerra contra una población indefensa que ni siquiera disponía de un lugar donde refugiarse, en lo que ha sido tal vez la única guerra de la historia contra una franja de la tierra cercada por un muro. Ehud Olmert, Ehud Barak y Tzipi Livni estarán en el podium de los culpables. Dos de ellos son candidatos a primer ministro, el tercero es candidato a la acusación penal.
Es inconcebible que no se les pida cuentas por el derramamiento de sangre. Olmert es el único primer ministro israelí que ha enviado a su ejército a dos guerras opcionales y que lo ha hecho además durante uno de los mandatos más breves de la historia política israelí. El hombre que hizo una serie de valientes declaraciones sobre la paz a finales de su mandato ha orquestado nada menos que dos guerras. Hablando de paz y haciendo la guerra, nuestro «moderado» y «progresista» primer ministro se ha revelado como uno de nuestros mayores jaleadores de la guerra. Así es como lo recordará la historia. En comparación a eso, los delitos de los «sobres con dinero en metálico» y las infracciones de los «Rishon Tours» lo hacen aparecer como una persona tan pura como la nieve.
Barak, el líder del partido de la izquierda, deberá asumir el coste de las fechorías del ejército israelí bajo su tutela. Su cuenta quedará lastrada por el bombardeo de los centros de población, por los cientos de mujeres y niños muertos y heridos, por los numerosos ataques de su ejército contra personal médico, por el lanzamiento de proyectiles de fósforo en zonas civiles, por el bombardeo de una escuela dirigida por las Naciones Unidas que servía de refugio a civiles que tras el ataque permanecieron días enteros desangrándose porque el ejército israelí disparaba y bombardeaba a quienes trataron de evacuarlos. Incluso nuestro asedio de Gaza durante un año y medio, cuyas consecuencias se están haciendo visibles de forma aterradora merced a esta guerra, se volverá contra él. Golpe a golpe, todas esas cosas cuentan en el cómputo de los crímenes de guerra.
Livni, la ministra de Asuntos Exteriores y líder del partido centrista, será recordada como la persona que azuzó, legitimó y observó en silencio el desarrollo de todos estos acontecimientos. La mujer que prometió «un tipo diferente de política» resultó ser cómplice a tiempo completo. Esto no debe olvidarse.
Contrariamente a lo que se está diciendo, tenemos todo el derecho a pensar que estos tres dirigentes no se embarcaron en la guerra por consideraciones electorales. En Israel cualquier momento es bueno para hacer la guerra. La última guerra la iniciamos tres meses después de las elecciones, no dos meses antes. ¿Israel los juzgará con dureza a la luz de las imágenes que emanan de Gaza? Muy dudoso. En estos momentos los índices de aceptación electoral de Barak y Livni están subiendo, no bajando. La prueba que espera a estas personas no tendrá carácter doméstico. Es cierto que algunos estadistas internacionales han aplaudido cínicamente los golpes que ha asestado Israel. Es cierto que los USA han callado, Europa ha balbuceado y Egipto ha apoyado, pero otras voces se elevarán en el fragor del combate.
Los primeros ecos de esas voces ya se están oyendo. El pasado fin de semana las Naciones Unidas y la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra han exigido una investigación sobre los crímenes de guerra presuntamente perpetrados por Israel. En un mundo en el que los dirigentes bosnios y sus homólogos de Rwanda ya han sido llevados a juicio, es probable que la misma exigencia emerja para enjuiciar a los azuzadores israelíes de esta guerra. Los jugadores de baloncesto de Israel no serán los únicos que tendrán que refugiarse vergonzosamente en los estadios, y los altos funcionarios israelíes que emprendieron esta guerra no serán los únicos que tendrán que esconderse en los aviones de El Al para evitar ser detenidos. Esta vez nuestros más dirigentes más prominentes, los miembros del gabinete de guerra, son susceptibles de pagar un precio personal y nacional por sus actos.
No escribo estas palabras con alegría, sino con profunda tristeza y vergüenza. A pesar de toda la manga ancha que el mundo nos ha dado desde que podemos recordar, a pesar de la indulgencia que siempre ha mostrado con Israel, esta vez la actitud del mundo puede ser diferente. Si seguimos así, es posible que algún día veamos constituirse otro tribunal especial en La Haya.