Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Las imágenes de la carnicería de Qana, donde hace diez años hubo una carnicería prácticamente igual, con los trabajadores que hacen labores de rescate
sacando los cuerpos despedazados de los niños de entre los escombros destrozan los corazones y generan una profunda y creciente ira. Pero no basta con señalar con el dedo al gobierno criminal de Israel que llevó a cabo la atrocidad, ni al gobierno estadounidense que anima a Israel y le suministra fondos y armas. Tenemos que exigir también que todos aquellos que tiene poder para actuar lo hagan inmediatamente.
Durante las dos últimas décadas, gobiernos árabes «moderados» (pro-estadounidenses), incluyendo Egipto, Jordania, la Autoridad Palestina, Marruecos, Túnez, Qatar y Omán han establecido relaciones con Israel, con el argumento cara al público de que el integrar a Israel en la zona y normalizarlo eso alentaría la moderación por parte de Israel. Egipto, Jordania y la Autoridad Palestina tiene acuerdos formales con Israel; los demás Estados, diferentes relaciones oficiales y no oficiales. En la cumbre de la Liga Árabe celebrada en Beirut en 2002 los gobiernos árabes tendieron unánimemente la mano a Israel ofreciéndole una paz total a cambio de una retirada israelí total de los territorios ocupados por éste en 1967, y permitiéndole mantener su poder en toda la tierra que las milicias sionistas habían quitado a los palestinos tras limpiarlos étnicamente en 1947-1948. Israel está dando su respuesta a la oferta de Beirut destruyendo esta ciudad y el resto de Líbano.
Israel ha rechazado todas la iniciativas de paz árabes, sin importarle lo trascendental y generosas que éstas fueran, para continuar la expansión colonial y la ocupación. Israel ha interpretado estos pasos hacia la paz como signos de la debilidad árabe o como una licencia para otras agresiones. El público israelí (excepto los ciudadanos palestinos de Israel) apoya casi unánimemente las masacres israelíes en Líbano y Palestina, y hasta que Israel no empiece a darse cuenta de que esto tiene un precio en términos de aislamiento internacional, no podemos esperar que cambie. Mientras gobiernos abúlicos siga sin poner objeciones al colonialismo israelí, millones de personas considerarán a ‘actores-no-Estado’ como Hizbula y Hamas la mejor opción que tienen para proteger sus intereses más fundamentales, y el poder y la popularidad de estos grupos crecerá mientras que los gobiernos se auto-relegan a cuestiones irrelevantes. Israel y sus aliados tienen que preguntarse por qué los manifestantes gritan el nombre de dirigente de Hizbula, Hasan Nasrallah, desde El Cairo a Ramala, pasando por Doha, y deben dejar de engañarse a sí mismos diciéndose que millones de personas no son más que marionetas de alguna conspiración sirio-iraní.
Los Estados árabes deben romper sus relaciones con Israel públicamente, no simplemente como una expresión del abrumador dolor e indignación de sus ciudadanos, sino como un mensaje estratégico a Israel que tendrá que enfrentarse con un aislamiento total y permanente si no cambia su curso. Los gobiernos árabes también den apoyar la creciente campaña de la sociedad civil mundial por el boicot, la retirada de inversiones y sanciones contra Israel.
Días después de que Israel empezara a arrasar premeditadamente Líbano, Egipto, Jordania y Arabia Saudí condenaron las acciones de Israel utilizando como pretexto la operación de Hizbola del 12 de julio contra las fuerzas militares israelíes en la frontera [con Líbano]. Pero lo que llamaba la atención era que aparentemente culpaban a Hizbula. Egipto y Jordania emitieron una declaración conjunta el 14 de julio advirtiendo de que «la zona se estaba viendo arrastrada a un ‘aventurerismo’ que no sirve a los intereses árabes». Precisamente el día antes un funcionario saudí había utilizado la misma palabra cuando declaró a la agencia de noticias SPA que «es necesario hacer una distinción entre la resistencia legítima (a la ocupación) y el aventurerismo irresponsable adoptado por algunos elementos dentro del Estado».
La interpretación general tanto en los medios árabes como occidentales era que estos tres gobiernos pro-estadounidenses se habían unido implícitamente al eje estadounidense-israelí en contra de las fuerzas populares «radicales» de la zona, específicamente Hizbula y Hamas, que resisten al colonialismo israelí. Citando a «altos funcionarios israelíes y estadounidenses», The Washington Post informaba el 16 de julio de que «Israel, con el apoyo de Estados Unidos, trata de resistirse a los llamamientos a un alto el fuego y continúa con su estrategia a largo plazo de castigar a Hezbollah, lo que probablemente incluirá varias semanas de bombardeos de precisión sobre Líbano». El mismo reportaje afirmaba que «sea cual sea la indignación en las calles árabes, Washington cree que tiene un fuerte apoyo entre bastidores de dirigentes árabes clave que también están nerviosos con los militantes populistas — con un acuerdo tácito de que es el momento adecuado para atacar». («Strikes Are Called Part of Broad Strategy; U.S., Israel Aim to Weaken Hezbollah, Region’s Militants,» The Washington Post, 16 de julio de 2006).
Pero como Israel no pudo lograr la rápida victoria que habían prometido sus generales y como Hizbula luchó tenaz e inteligentemente, y se ganó el apoyo y respeto de cada rincón de la región, los cálculos empezaron a cambiar rápidamente. The New York Times informó de que Arabia Saudi y Jordania, que «inicialmente estaban más preocupados por el aumento de poder del chiíta Irán, principal patrocinador de Hezbollah, con vacilaciones se están empezando a alejar de Washington.» («Tide of Arab Opinion Turns to Support for Hezbollah,» The New York Times, 28 de julio 2006)
Arabia Saudí se apresuró a anunciar el envío de un paquete de ayuda de 1.500 millones de dólares para ayudar a reconstruir Líbano y Jordania hizo publico el envío de ayuda humanitaria. Pero el daño ya estaba hecho. «Una tienda verde tras otra se levanta justo a las afueras de una de las zonas comerciales de moda de Beirut, parte de un hospital de campaña enviado por Jordania para tratar a los libaneses heridos», informó Reuters el 28 de julio. «Soldados jordanos se sientan ociosos en una sombra cercana y una ojeada dentro de una tienda revela que las camas estaban vacías. Las víctimas libanesas rechazan la ayuda de Jordania en protesta por lo que ellos ven como su fallo para presionar para que acaben los ataques aéreos en la guerra de 17 días contra Hizbollah». Un trabajador libanés declaró cerca del hospital de campaña: «Han estado aquí tres días y no hemos visto víctimas tratadas aquí… No pueden dar luz verde a este ataque contra nosotros y luego demostrar que nos cuidan. No queremos su dulzura o su amargura», («Lebanese wounded turn cold shoulder on Jordan aid,» Reuters, 28 July 2006)
Horas después de la masacre de Qana, el rey de Jordania, Abdullah II, hizo pública una declaración que «condenaba enérgicamente el horrible crimen del ejército israelí en Qana». La declaración reiteraba los llamamientos jordanos a «un alto el fuego inmediato».
Estas declaraciones son bienvenidas y necesarias, pero es poco probable que sean suficientes. Como ha demostrado una y otra vez, Israel no se mueve con las palabras. Al contrario, las retuerce y malinterpreta ya sean de un aliado o de un enemigo. Tras el fracaso de la cumbre celebrada en Roma la semana pasada Israel aseguró que tenía «luz verde» de todos los Estados participantes para seguir bombardeando Líbano. (Aunque Israel, desde luego, tiene luz verde de Estados Unidos, que se está precipitando a enviarle más bombas para matar civiles libaneses, esta fanfarronada pública por parte de Israel fue tan embarazosa para Estados Unidos que el portavoz del departamento de Estado, Adam Ereli, la calificó de «escandalosa».)
Los Estados árabes deben acabar con su enorme tolerancia que envía mensajes a Israel de que las vidas de sus ciudadanos son baratas. Se necesita acción no tanto para mejorar los intereses y la posición interna e internacional de estos gobiernos sino para los de la zona en conjunto. En el caso de Jordania simplemente estaría ejerciendo derechos y responsabilidades contenidas en el tratado de paz firmado con Israel de 1994 y, por lo tanto, no se podría interpretar con una violación del espíritu o la letra del tratado. Se suponía que el tratado de paz iba a ser un elemento más de una paz regional más amplia que no ha llegado a materializarse debido a la agresiva construcción de Israel de nuevas colonias sobre tierra palestina ocupada y su negativa a retirarse del territorio ocupado libanés y sirio. El preámbulo del tratado establece que el objetivo de Israel y Jordania es «una paz justa, duradera y total en Oriente Medio basada en las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad en todos sus aspectos». En el Artículo 2 del tratado ambos Estados se comprometen a «respetar y reconocer la soberanía, integridad territorial e independencia política de cada Estado de la zona».
La continua y cada vez mayor ocupación de territorio palestino, sirio y libanés por parte de Israel, las violaciones de la soberanía de estos países, las descaradas interferencias en los asuntos internos de los palestinos y libaneses, y sus cada vez mayores atrocidades que han acabado con vidas de jordanos y egipcios, así como con las de miles de palestinos y libaneses no solo son crímenes contra la humanidad sino también violaciones de los compromisos asumidos Israel en los tratados. Jordania y Egipto tiene el derecho y la obligación de responder.
Los gobiernos árabes tiene una exigua posibilidad de desempeñar un genuino papel dirigente y demostrar que sus posturas anteriores fueron simplemente malinterpretadas y explotadas. En las actuales circunstancias romper relaciones [con Israel] puede parecer un paso pequeño, pero es lo mínimo que deben hacer y establecería un ejemplo para otros actores internacionales como la Unión Europea y Naciones Unidas, que también han fallado en sus responsabilidades internacionales al ponerse de lado del agresor en contra de la víctima y, por lo tanto, posibilitando los incalificables crímenes de Israel.
Después de Qana, el ministro de Asuntos Exteriores jordano, Abul-Ilah al-Khatib, urgió a la comunidad internacional a «adoptar una postura firme contra la agresión». Amman y El Cairo deberían seguir sus pasos con algo más que palabras.
Ali Abunimah es co-fundador The Electronic Intifada y autor de «One Country: A Bold Proposal to End the Israeli-Palestinian Impasse.»